Revista nº 1036
ISSN 1885-6039

Pedro Lezcano y sus amigos.

Martes, 29 de Noviembre de 2016
Juan Ferrera Gil
Publicado en el número 655

Por eso regocija ver que la Biblioteca Pública de Las Palmas mantiene viva su esencia. Sí, un simple cartel no solo es una declaración de intenciones, sino todo un editorial de los que ya no vemos en los viejos medios de comunicación, enfrascados entre el papel y lo digital...

 

 

Profesor de voz clara,
profesor de honradez.
En La Mancha de España
tu lección sigue en pie.

 

 

Así termina el poema que Pedro Lezcano dedicara a Antonio Machado (“Acto de homenaje” se titula) en Cartel de las letras y las artes, sección del Diario de Las Palmas, un 24 de febrero de 1966.

 

Ha llovido mucho desde entonces. Hemos pasado de una dictadura a una democracia que, en los últimos tiempos, no termina de encontrar su sitio. ¿Acaso está España tan muda como entonces? ¿O la mudez ha cambiado de forma? ¿Hay alguien ahí que escuche hoy a los profesores? En esta sociedad medio asirocada que vivimos ya no parece haber tiempo y espacio para enseñar y aprender. Las urgencias de ahora, falsamente auténticas, nos están dejando sin aliento, sin el valor auténtico de las palabras. Hoy todo lo llena la economía y el consumo. Y la idiotez de una sociedad que hace tiempo perdió el valor de lo realmente importante. Sí, es cierto que la sociedad es otra. ¿O solo se ha sustituido la carcasa exterior, barnizada de ignorancia?

 

Por eso regocija ver que la Biblioteca Pública de Las Palmas mantiene viva su esencia. Sí, un simple cartel no solo es una declaración de intenciones, sino todo un editorial de los que ya no vemos en los viejos medios de comunicación, enfrascados entre el papel y lo digital. Y, sobre todo, que andan buscando la influencia perdida en estos tiempos tan tecnológicos. El cartel nos invita a conocer al escritor. Es posible que los que lo hayan visto, quizás, tomen un libro y se dispongan a entrar en el mundo de las palabras. Y un buen principio podría ser este poema de Lezcano dedicado a Antonio Machado, el de “aquella voz sencilla”.

 

 

Un poeta que habla de otro poeta. Una España de 1966 donde el silencio era la norma. Y hoy una Canarias que camina lentamente por el mundo de la Cultura. Igual que entonces. Igual que siempre. Pero las voces de los poetas permanecen y recurrentemente regresan, como si de un eterno círculo se tratara, para dejarnos bien claro que la Poesía es un camino perfecto. Y honesto. Pedro Lezcano se ha asomado, desde la Biblioteca Pública, a saludar a sus amigos. Y los que solo somos lectores, creemos que “somos amigos de las palabras”. Y desde ese letrero capitalino, Lezcano mantiene su compromiso ético. Al igual que Antonio Machado.

 

Inteligente lector: le dejo aquí el poema completo del que se habla arriba. Quizás le conduzca a buscar otros textos. Seguro que Pedro Lezcano le regalará una sonrisa más amplia cuando vuelva a ver su imagen. Es lo que tiene la Literatura. Y la complicidad.

 

 

ACTO DE HOMENAJE

Si Antonio nos prestara, solo por esta tarde,
aquella voz sencilla…
Habría que olvidarse de las palabras,
quemar todos los libros de retórica,
y luego decir algo natural, primero,
como la hogaza dice su olor de paz, tan puro.

Pero hoy -aniversario
de la mudez de España-
preciso estar aquí, con los amigos,
lleno de usadas frases, de mustia preceptiva,
a recordar a Antonio;
aquel padre de todos los hombres de voz clara.

A recordar un poco al hombre Antonio.
Sus descuidados trajes, su cuna entre geranios,
su abnegación al pueblo,
a aquellos -él decía-
“los que viven de coger
la aceituna,
los que esperan la fortuna
de comer…”

Hombre España, Machado hecho paisaje
de negros encinares,
de cambrones de flor anaranjada,
de páramos sin tumba todavía…

Y cuando toda España fue sangrienta
tierra de Alvargonzález,
y Juan blandía un hacha en cada huerto,
Antonio deja España, da dos pasos,
y no halla España en qué caerse muerto.

En las aulas de Soria
don Antonio Machado, profesor de francés.
(¿Quién enseña hoy al Duero
la lengua de Molière?)
En Collioure de Francia
un sepulcro, y en él
don Antonio Machado
(j´aime, tu aimes, il aime…).
Profesor de voz clara,
profesor de honradez.
En La Mancha de España
tu lección sigue en pie.

 

 

 

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