Revista n.º 1064 / ISSN 1885-6039

En recuerdo de doña América Rodríguez Vera.

Martes, 6 de diciembre de 2016
Jaime Hamad Pérez
Publicado en el n.º 656

Doña América contaba nada menos que con 96 años de edad y aún estaba en activo. Si bien demostró calidad y solvencia interpretando todos los aires de la tierra, fue en malagueñas donde alcanzó la cumbre de su fuerza, estilo y finura como solista.

Doña América Rodríguez.

 

 

Transcurre la mañana en la capital tinerfeña con el habitual bullicio de un viernes, cuando el mes de septiembre enfila su segunda quincena y están ya próximas la esperadas y báquicas fiestas de San Andrés; el olor a castañas tostadas se percibe desde hace semanas y el sabor a vino nuevo se adivina próximo. Pero esta idílica estampa vespertina del quinto día de la semana, al aproximarse el mediodía, quiebra de súbito... El gesto despreocupado y optimista torna en sorpresa, en incertidubre, en pena... La noticia que se acaba de recibir es la marcha definitiva de América Rodríguez Vera, sí, de doña América, como la conocíamos quienes compartimos con ella vivencias en el mundo de la música tradicional de las Islas; siempre alegre, jovial, comunitativa...; ataviada con su bonito traje tradicional en suaves coloridos, que resaltaba su belleza interior, la elegancia de su persona. Mi compañero de Verode y buen amigo, Héctor Cozzi, fue el transmisor del triste suceso con voz quebrada por la emoción.

 

Doña América contaba nada menos que con 96 años de edad y aún estaba en activo. Su último afán era participar en la presentación del primer disco de la agrupación folclórica Orígenes, que tuvo lugar este sábado día 26 de noviembre en el salón de actos del Orfeón la Paz de La Laguna. El acto se convirtió sin duda en un homenaje a su recuerdo. En este trabajo la afamada cantadora interpretaba folías y baile del vivo; además era madrina y socia de honor de dicha agrupación folclórica tinerfeña, con sede en la asociación de vecinos Ciudad Satélite de Santa María del Mar.

 

Muchos son los méritos que concurrren en nuestro personaje por su labor como folclorista, como cantadora con voz privilegiada y reconocida por innumerables premios y galardones cosechados en encuentros y concursos durante los últimos años, dentro y fuera de la isla tinerfeña. Si bien demostró calidad y solvencia interpretando todos los aires de la tierra, fue en malagueñas donde alcanzó la cumbre de su fuerza, estilo y finura como solista.

 

Esta genial cantadora formó parte de varios grupos tinerfeños a lo largo de las últimas décadas. Así, colaboró con la agrupación Ariferint de La Cuesta (La Laguna), fue componente del colectivo folclórico Los Aceviños, de la asociación de vecinos que lleva el mismo nombre, en el barrio santacrucero de Ofra, y en los últimos tiempos militó en la grupación Orígenes. Participó en innumerables conciertos y en grabaciones discográficas en las que queda impresa para la posteridad su personal voz.

 

Quiso la providencia que doña América, trascurrido ya el ecuador de su ciclo vital, cuando su funciones como matriarca de una extensa familia se lo permitieron, irrumpiera en el mundo de la música tradicional como voz solista, y a partir de ese momento se sucedieron muchos premios y reconocimientos. El concurso anual de solistas de la asociación de vecinos Los Aceviños lleva su nombre, dada su condición de símbolo en el canto tradicional canario.

 

En este mismo medio periodístico digital, en marzo de 2014, quien estan líneas escribe tuvo la afortunada ocasión de publicar una crónica sobre la actividadad folclórica de esta cantadora, así como de su vida personal. Un breve estracto de tal publicación puede ayudar a conocer la personalidad de la fallecida: Nació nuestra protagonista en la calle La Gota del barrio santacrucero de El Sobradillo, en octubre de 1920. Desposó con un majorero aficionado a la lucha canaria conocido en su época como el Pollo de Güímar. Hija de familia numerosa, tras enviudar y guardar riguroso y largo luto, y teniendo por cumplidas -con creces- sus obligaciones materno-familiares, disponiendo de tiempo libre para ocio, tras seis décadas de trayectoria vital entra en el mundo de la música tradicional que, con referencia al canto, según confiesa “le chifla”.

 

Una visión más serena tras su partida, hace patente la reflexión de que la muerte de una persona allegada, o amiga, o de un ser querido, es siempre dura y triste, pero cuando acontece ante una longeva y fructífera trayectoria vital, es preciso concluir que se fue porque su misión ya estaba cumplida, el recorrido de su senda en este mundo había llegado a su término; es ley de vida... Queda entonces la memoria, el recuerdo, la obra y el ejemplo de la persona ausente. Para sus familiares, amigos y legión de compañeros en el mundo de la música tradicional fue todo un referente. Honremos su memoria aceptando el destino que por designio natural corresponde, y mantengamos frescas las vivencias con ella compartidas. Seguro que estos pensamientos son reflejo de su voluntad. Hasta siempre, doña América. Ahí le va la del estribo:

 

 

Con nombre de continente,
fue del folclore bandera
con esencia chicharrera,
su péridida ya se siente.
Fue la voz más elocuente,
la más humana persona;
la plegaria ya se entona
porque América se ha ido;
el folclore está aterido...,
la endecha triste la toma.

 

 

 

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