Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Bienmesabe (II). (Facsímil fotostático encontrado en la Plaza de San Juan).

Viernes, 14 de Agosto de 2015
Juan Ferrera Gil
Publicado en el número 587

Entonces, los cronistas, los investigadores, los novelistas, los universitarios, los gerentes y concejales de cultura, los animadores sociales, las fuerzas vivas de los pueblos, comenzaron a impartir charlas para recuperar no solo la memoria histórica sino la más reciente también...

 

 

(Viene de aquí)

 

 

Canarias,  teatro de operaciones. En el Valle del Silicio estaban hasta las narices de las repercusiones internacionales del programa Tenderete y veían como una amenaza para sus imponentes negocios la cultura de un pueblo pequeñito que todavía  resistía en el Atlántico océano. Como el objetivo de “los silicianos” era uniformar el pensamiento y el tiempo libre, tomaron una muestra significativa y así Canarias, una vez más como tablero de ajedrez internacional, pasó a convertirse en la punta de lanza de intereses estratégicos y comerciales, e ideológicos, de unas nuevas élites mundiales que deseaban controlar hasta el sueño: jóvenes, sí, pero capitalistas también.

 

El redactor jefe no solo puso el grito en el cielo sino que desde su puesto de trabajo ideó una plataforma estudiantil que luchara por su pueblo y por su cultura. Así, la iniciativa denominada Juventud por la Cultura Canaria dio sus primeros pasos a golpe de megáfono y de asambleas de delegados culturales en los institutos isleños. Al poco tiempo, la plataforma adquirió relieve regional y todos a una hablaban del imperialismo mediático global y el deseo de luchar “por nuestra forma de ser”. El alumnado de bachillerato manifestose en diversas concentraciones y logró influir en el impertérrito consejero de educación que se resistía a tocar los bemoles a los del Valle del Silicio. Si ellos tienen el Valle del Silicio, nosotros tenemos La Verdellada, fue el lema que se sobrepuso al invasor tecnológico. Los de La Verdellada no solo se refería al barrio lagunero, sino que se convirtió en la denominación de origen de una juventud canaria que todavía no estaba adocenada ni atrapada del todo en las redes sociales. Luego vino el colectivo de mayores, donde un sexagenario JF embaucó al colectivo de la 3.ª edad de la ciudad de Arucas “por una lectura en papel”. En Los Silos, donde los cuentacuentos, se empezaron a recitar y a contar los textos de escritores canarios donde los niños de primaria aprendían con entusiasmo y memorizaban las más hermosas leyendas guanches. Un tal Ernesto J. Rodríguez Abad estaba al frente. Pepa Aurora volvió a recitar, en el sur de Gran Canaria, todos sus libros a los más pequeños. Sin embargo, el maravilloso y extenso archivo de bienmesabe.org seguía sin  aparecer. Entonces, los cronistas, los investigadores, los novelistas, los universitarios, los gerentes y concejales de cultura, los animadores sociales, las fuerzas vivas de los pueblos, comenzaron a impartir charlas para recuperar no solo la memoria histórica sino la más reciente también. Y las exposiciones se multiplicaron en las Asociaciones de Vecinos. Y los recitales folklóricos volvieron a adquirir el carácter identitario y social de los años 70 del siglo pasado.

 

Entonces vino lo mejor: El Archivo Cultural Canario, organizado en olas de espuma, conectó a todas las islas. Los del Valle del Silicio no pudieron implantar el olvido.

 

 

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