Un paisaje puede transformarse a través de la intervención física, pero también, simplemente, con la mirada. El ensayo textual y fotográfico Un recorrido por los monumentos de Passaic del artista norteamericano Robert Smithson (1938-1973) es al respecto un paradigma de cómo otorgar valores estéticos a un territorio -en este caso la periferia industrial de una pequeña ciudad de Nueva Jersey- mediante una observación que agujerea la realidad. Publicado en 1967, su influjo es enorme en las actuales generaciones de profesionales que operan en el paisaje y una lectura imprescindible para quienes aspiran a formar parte de ellos. Entre estos últimos se cuentan los ochenta estudiantes del curso Proyectos Arquitectónicos IV de la Escuela de Arquitectura de Las Palmas que paseaban el pasado viernes por la zona comprendida entre los búnkeres de la Punta del Confital y los restos de las salinas de La Isleta. Previamente habían leído el texto de Smithson, que les facilitó el profesor coordinador del curso, Juan Ramírez Guedes, quien los convocó para estudiar in situ este paisaje que ha quedado al margen del desarrollo urbano de Las Palmas.

Uno de estos futuros arquitectos es Jacopo Esposito, un erasmus procedente de la Universidad de Reggio Calabria que expresaba a este periódico su asombro por el panorama que se extendía ante sí y sus compañeros canarios, polacos, mexicanos o, como él, italianos. "Es fascinante", declaraba en pie sobre una de las tres casamatas despojadas de función militar que forman el pequeño complejo de búnkeres de la Punta del Confital. Estos blocaos, lo mismo que el solitario que se encuentra más próximo a las salinas o los que están emplazados en el recinto militar de La Isleta, se construyeron durante la Segunda Guerra Mundial para el caso de que España entrara en el conflicto junto a Alemania e Italia.

Adela Gonzalo, otra de las estudiantes que intentaba entender el espesor de esta parte del territorio de Las Palmas comprendido entre el Oeste y el Noroeste de La Isleta, indicaba que, junto a la naturaleza -la geología volcánica, el mar, la atmósfera, la vegetación-, sus valores están también en las huellas de la acción del hombre, "desde los aborígenes [que habitaban las Cuevas de los Canarios, a la entrada de El Confital] hasta los salineros y los militares".

Erigidos con hormigón y cantos rodados para resistir un bombardeo enemigo, los búnkeres conservan intacta su corporeidad de presencia al acecho. Las salinas, levantadas sobre barro con cal, arena y rocas basálticas, han sido derrotadas por el tiempo.

Lea la noticia completa en la edición impresa de La Provincia, en el PDF del periódico o en Orbyt