Las huellas del temporal apenas eran visibles ayer en la Cumbre, salvo por el intenso frío en las primeras horas de la mañana a partir de los 1.500 metros de altitud. Si la caída de aguanieve colapsó las carreteras durante la tarde del jueves, con miles de ciudadanos intentando llegar hasta el Pico de Las Nieves, solo unas pocas familias y grupos de jóvenes de la capital se aventuraron a esperar una nueva nevada.

Alguna esperanza llevaban, pero se dieron de bruces con la realidad en el mismo cruce de Los Llanos de La Pez y Ayacata. No solo no había nieve, sino que el buen tiempo permitió reanudar las obras de asfaltado en la GC-130 desde esa intersección hasta la entrada a la zona militar de Los Pechos. Esa vía, que el día anterior se había cerrado al tráfico ante la avalancha de vehículos, volvió a cortarse a los ocho de la mañana para proceder a la extensión de la última capa de alquitrán en el tramo más bajo.

El cierre de la carretera y las gélidas temperaturas a esas horas no asustaron a los que ya habían llegado hasta allí. Decenas de personas aparcaron el coche en las inmediaciones y emprendieron la caminata hasta el Pico de La Nieves o hasta donde respondieran las piernas, pues son unos cuatro kilómetros cuesta arriba, sorteando la maquinaria del asfaltado y con el alquitrán pegado a las suelas.

Betania Santana, sus hijos Andrea y Daniel, y su hermano Alejandro, subieron a la Cumbre desde Las Palmas de Gran Canaria con el convencimiento de que iban a encontrar algo de nieve. Como otros muchos ciudadanos la tarde anterior, se animaron ante la avalancha de fotografías en las redes sociales, pero sin percatarse de que eran imágenes de las nevadas de años anteriores.

Pese a que los operarios del Servicio de Carreteras del Cabildo les juraron que no iban a encontrar un manto blanco, ni siquiera un mínimo resto de las granizadas, Betania y sus hijos se enfundaron toda la ropa de abrigo que les cabía en el cuerpo e iniciaron el paseo a las diez y media de la mañana. El pequeño Daniel solo llevaba los ojos al descubierto, pero tras el gorro, la bufanda y el anorak se vislumbraba la felicidad por un jornada de campo con la familia. Y sin colegio.

Como Betania, otros padres cambiaron la escuela o la guardería por una excursión en busca de la nieve, aunque al final se tuvieran que conformar con el frío y un poco de neblina durante las primeras horas. A mediodía ya lucía el sol y sobraban la mitad de los abrigos, como cualquier día primaveral en las zonas altas de la isla.

Al contrario que el jueves, cuando el Cabildo y la Guardia Civil se vieron obligados a cerrar de forma escalonada los accesos a Los Pechos, primero, y a toda la Cumbre, después, ayer no se produjeron atascos. Tampoco se llenaron los aparcamientos de los alrededores del cruce de Los Llanos de la Pez, aunque los restaurantes de la zona sí notaron un ligero aumento de visitantes respecto a un día normal.

La avalancha del día anterior casi dejó sin existencias a los restaurantes, bares y chiringuitos de las áreas cumbreras de Tejeda, San Mateo, Artenara o San Bartolomé de Tirajana, pues los miles de grancanarios que se lanzaron en busca de la nieve se sumaron a los turistas procedentes del Sur, que en esta época del año abarrotan cada día los establecimientos de Cruz de Tejeda o Ayacata.

En esta última localidad se concentran a hora de comer las excursiones de ciclistas, motoristas o jeep-safaris. Si el jueves el pueblo de Ayacata permaneció envuelto en la bruma durante casi todo el día, ayer los turistas nórdicos tomaban el sol en las terrazas de Casa Melo, ajenos a las noticias del temporal sobre el Archipiélago.

Aunque en algunas partes de la zona cumbrera cayeron cerca de veinte litros por metro cuadrado, fue una lluvia serena que no dejó destrozos en la agricultura y solo pequeños desprendimientos de piedras. Por tanto, los buscadores de cascadas en la carretera de Ayacata a Tunte también se quedaron con las ganas.

Estas precipitaciones han tenido nula incidencia en los embalses de la cuenca Sur. La Presa de Las Niñas está casi vacía y ninguno de sus barrancos lleva agua, ni siquiera un hilillo. Un rebaño de ovejas pastaba tranquilamente en el fondo la balsa. La situación hidráulica de Gran Canaria no es alarmante, pero comienza a preocupar. Gerardo Henríquez, gerente del Consejo Insular de Aguas, tranquilizó a los agricultores con el anuncio de que la cantidad embalsada garantiza el riego durante todo el año 2014, pero si no vuelve a llover este invierno se consumará un trienio negro para los acuíferos de la Isla.

La principal presa, la de Soria, está al 10% de su capacidad, con 3,5 millones de metros cúbicos, mientras que la de Chira está al 38 %, con 2,1 millones de metros cúbicos.

Las organizaciones agrícolas tienen la misma preocupación, pero portavoces del sector como Rafael Hernández (Coag) creen que la lluvia serena caída estos últimos días dará un respiro a cultivos que están plantados.

Aunque la escasa nieve queda ya en el recuerdo, el Cabildo espera una masiva afluencia de ciudadanos a la Cumbre durante este fin de semana. La mejoría del tiempo no solo permitió reanudar las obras de la carretera de Los Pechos, sino a que las cinco de la tarde ya estaban finalizadas. Los que acudan hoy estrenarán el nuevo asfalto, pero, según el consejero Carlos Sánchez, "solo encontrarán lo que hay cualquier otro día".