Es sabido que la inteligencia humana no obedece a unas normas rígidas. Por fortuna, en cualquier parte del mundo y en todo tiempo surgen mentes creativas de la más variada condición. En Tijarafe, hasta hace poco un municipio aislado de La Palma, a principios del siglo XX, un avispado vecino, Isidoro Clemente Rodríguez Martín (1865-1957), agricultor de profesión, puso en funcionamiento un tipo de molino de viento de su propia inventiva.
Conviene recordar que el término de Tijarafe es una demarcación de 54 km2 dedicada a los cultivos de secano. Durante la mayor parte del siglo XVII la producción cerealista de esta zona se encontraba a la cabeza de la isla. La posterior molturación del grano para la obtención de gofio o harina era efectuada bien en los molinos domésticos de mano del término (las denominadas cajas de gofio), bien en los viejos molinos hidráulicos de Tazacorte, Argual o en los ubicados en la zona este de La Palma. Así, el grano cosechado en Tijarafe, en gran parte, era transportado desde los puertos norteños de Candelaria, Puntagorda, Garafía (especialmente La Fajana) o Barlovento (Talavera) a otros desembarcaderos próximos a las muelas antedichas.
En buena media, este panorama cambió en la segunda mitad del siglo XIX, cuando proliferó en todo el territorio insular un espécimen de molino desarrollado por Isidoro Ortega Sánchez (1843-1913). Se trataba de molinos de viento mucho más parcos que los de torre, cuya tipología, debido a su complicada traza, no llegó a expandirse con profusión en la geografía palmera. En cambio, con la aparición del Sistema Ortega la construcción se reveló más sencilla. Molinos del arquetipo Ortega se levantaron por todo el arco norte de la isla, desde Puntallana hasta Puntagorda, con incursiones en Breña Alta, Villa de Mazo y Fuencaliente.
Restos del molino de El Time
Si bien en Tijarafe nunca se llegó a construir un ingenio del modelo Ortega, es preciso subrayar la genuina aportación del mencionado Isidoro Clemente Rodríguez a la historia molinera de Canarias. Hacia finales del siglo XIX o principios del XX, Rodríguez Martín fue capaz de construir y poner en uso un ingenio eólico harinero, parecido a los clásicos molinos de torre (tan característicos de La Mancha), pero en miniatura, que poco tenía que ver con el artilugio creado por su homólogo Isidoro Ortega.
Don Isidoro Clemente había nacido en Tijarafe el 23 de noviembre de 1865, hijo de Miguel Rodríguez Lorenzo y de María Antonia Martín de la Concepción. Casó en 1897 con Isabel Martín Hernández de 17 años, con la que alcanzó una extensa prole (11 hijos). Rodríguez Martín falleció el 20 de junio de 1957 a la edad de 92 años, y pocos días después dejaba de existir su esposa. El espíritu inquieto de don Isidoro le llevó a tentar ciertos artilugios de movimiento continuo, juguetes u otros mecanismos impulsados por energía eólica en los que aplicaba su imaginación y sus habilidades de carpintería. En este sentido, cabe interpretar su aproximación a la ingeniería molinera y, aunque carente de unos resultados concluyentes, se trató de un prototipo de uso industrial y así se mantuvo abierto durante algunos años.
En la aplicación práctica de su idea, don Isidoro erigió dos edificios. El primero en el barrio de La Punta, junto a la actual carretera general, que por escasez de viento, más tarde trasladó hasta la cima de El Time, atalaya natural desde la que se puede divisar un singular paisaje del Valle de Aridane. En la actualidad, de uno y otro molino sólo se conserva la estructura cilíndrica en forma de torre construida en piedra volcánica (basáltica) y mampostería. En un principio ambos cuerpos estarían culminados por un cono metálico (de lata o latón) forrado interiormente de madera, con aspas igualmente de madera y ejes de hierro. Asimismo, entre los herederos de Rodríguez se conservan algunas piezas pertenecientes a la maquinaria interna.
Molinos de Los Machitos y de Los Majanos en Gran Canaria (Fedac)
En el archipiélago canario, además, se han localizado ejemplares similares al de Isidoro Rodríguez en Los Majanos y Los Machitos (Los Espinos), en la isla de Gran Canaria, definidos, éstos últimos, por Víctor Manuel García Cabrera, que ha estudiado el tema en profundidad, como “una de las variaciones más significativas que se producen en la construcción del molino de viento tipo torre”. No obstante, se debe subrayar que se desconoce si existe alguna relación entre los ingenios grancanarios y los tijaraferos.
De manera muy sucinta, estas líneas han pretendido reseñar el talento de Isidoro Clemente Rodríguez Martín, ingeniero popular de molinos y uno de los pocos inventores que han florecido en La Palma. Scriptum est.
En la foto de portada aparecen los restos del molino de La Punta.