Su presentación significó un paso más en la acción emprendida por la Consejería de Cultura, Patrimonio Histórico y Museos del Cabildo grancanario que desde las iniciales palabras aceptó el reto para la reedición, primera en sesenta y cinco años. No se había hecho antes aunque lo exigían la calidad literaria y el osado compromiso frente a las barbaries de aquella década ensombrecida por cárceles, consejos de guerra, fusilamientos, campos de concentración, desprecio a la dignidad humana…
Cuando se presentó en Las Palmas -7 de noviembre de 2012, Centro Cultural San Martín-, cuatro hijos y una nieta de los poetas cogieron las estrofas de sus padres y abuelo para impregnar la sala de sonoridades, ritmos, rimas, vibraciones y fuerzas ("de varón y hombre"
Tres meses y veintiún días después, el bellísimo portalón del Ateneu Barcelonès -exquisito por su sobriedad- chirrió desde sus goznes en acompasados ecos, como sonoros avisos de que la poesía canaria iba a entrar en la sala Verdaguer, recoleta y rítmica en cuanto que poetas, poetisas y versos desde tiempos atrás la habían hecho su madriguera, su hogar, su estancia infinita. Y retumbaron en pentagramas las acústicas de aquellas compactas manos de cobre engarzadas en las puertas, como si fueran conscientes de que debían llevar avisos a los infinitos de que, al fin, la Cercada iba a estar arropada fuera de la Isla, en aquel primer intento de universalización que le correspondía por su propia calidad. Y es que La Asociación Colegial de Escritores de Catalunya la había hecho suya, quiso que la compartiéramos, la reclamó desde aquellas tierras porque había sido seducida -en cuerpo y sentimientos- por la poesía de cinco canarios desconocidos hasta algo antes, cuando Alejandro Duque Amusco, trovador de vidas y amistades, la descubrió y la pregonó.
A partir de ahí todo fue un devenir sin precipitaciones, pausado y con agilidad, lento y arrollador: querían invitarla a su casa, la Casa de la Poesía. Las voces de poetas y poetisas la tutearon como a una vieja conocida, y aquella tarde del 1 de marzo nuestro paisano Fernando Pérez y Pura Salceda, Alejandro Duque, Marina Oroza y el Premio Nacional de Poesía, José Corredor-Matheos, levantaron las voces y llevaron los versos de la Cercada a poetas (el lagunero José Carlos Cataño…), poetisas, profesores, gentes ilustradas e interesadas… Y hasta la lluvia dejó de llorar y los vientos amansaron sus raudales, sensibles ante lo que se estaba escribiendo en el Ateneu con palabras dejadas por los cinco vates canarios.
Fue, realmente, una noche de impactos. La gran desconocida, la Cercada por su apellido y las circunstancias sociales, la antología que alzó sus vibraciones sonoras frente a inmoralidades, miserias, edictos, podredumbres, dejó reposar sus versos otra vez sin agresividades ni malsonancias, pero jóvenes e impactantes como sesenta y seis años atrás, cuando vio la luz solar una mañana del 30 de mayo de 1947 en Las Palmas, su isla-miento de nacimiento.
Las gargantas que la recitaron y la dieron a conocer desde el punto de vista crítico volvieron a la escalera por la que la Cercada había iniciado su ascensión en aquel sacrosanto lugar de Cultura universal. Y Carme Esteve, ojo de aquel acto a través de sus imágenes, notarió para los años venideros lo que allí había ocurrido. Porque aquella escalera tiene más peldaños que los caminados, son casi infinitos. Es decir, la culminación está mucho más arriba, muchos escalones más, porque este no es más que el comienzo.
Sí, en efecto, es solo el principio. Y sé que es así porque varios profesores de Literatura asistentes me dijeron que el mismo lunes le abrirían sus aulas a la Cercada, que la dejarían en plena libertad para que sus alumnos supieran de ella, de aquella antología tanto tiempo encerrada en sus páginas, desconocida, islamiento, insularidad, aislamiento en su propia Isla…
Porque sendas, veredas, vías barcelonesas (al lado de nosotros, la Vía Layetana) ya empezaron a caminar de la mano de la Cercada. Pasaron años, pero ya llegaron.