A mediados del siglo XIX la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria se encontraba por su lado Norte constreñida en su desarrollo por la antigua muralla cuyo trazado corresponde, aproximadamente, al de la actual calle Bravo Murillo.
No es del todo casual que esta calle, conocida en el momento de demolición de la muralla como Camino Nuevo, lleve el nombre de Juan Bravo Murillo, el presidente del Consejo de Ministros bajo cuyo gobierno se proclamó en 1852 la Ley de Puertos Francos. Y es que el ensanche de Las Palmas hacia Fuera de la Portada (en alusión a las planicies y huertas que se extendían más allá de la puerta de acceso a la ciudad desde el Norte, abierta en dicha muralla) es, en cierta medida, “hijo” del Puerto de la Luz y de Las Palmas.
Se trataba, en último caso, de ensanchar la ciudad en dirección Norte para, además de dar cabida a la creciente población, unir físicamente el casco histórico con el nuevo y pujante Puerto de la Luz, cuya construcción real comenzó en 1883.
Para ello se trazaron tres grandes ejes de comunicación, que prolongaban la calle mayor de Triana por la actual calle León y Castillo (otro gran prócer del Puerto de la Luz); la calle de San Francisco -actual General Bravo- por la calle Pérez Galdós y, en última instancia, el actual Paseo de Tomás Morales; y, entre medias, la calle Cano por las calles Viera y Clavijo y Perojo.