Revista n.º 1065 / ISSN 1885-6039

Las festividades de San Amaro y San Antonio Abad en Canarias.

Miércoles, 16 de enero de 2013
Manuel Hernández González
Publicado en el n.º 453

San Amaro o San Mauro, cuya festividad se conmemora el 15 de enero, era sin duda una de las fiestas de más raigambre en las Islas en el Antiguo Régimen, aunque con posterioridad haya perdido la importancia que alcanzó en aquellos años.

Salida de la procesión de San Mauro en Puntagorda (La Palma).

 

 

San Mauro es un enigmático discípulo de San Benito, quizás imaginario, al que se le da culto con especial arraigo en Galicia y Portugal bajo la advocación de San Amaro. Con toda seguridad su devoción creció en las Islas desde los primeros momentos de la colonización esparcida por los numerosos emigrantes gallegos y portugueses que arribaron al Archipiélago. Hemos podido constatar cómo son numerosas las ermitas que bajo esta advocación existen en Madeira, conservándose desde el mismo s. XV y en las que se celebran fiestas de gran raigambre y a las que acuden una multitud ingente de personas1, por lo que nada raro sería que su culto fuese trasladado desde allí por la importante colonia madeirense que se estableció en Canarias.

 

La antigüedad de esos cultos en el Archipiélago se puede apreciar en su mención en las primeras constituciones sinodales de la diócesis, las del obispo Muros de 1497. La 16 prohíbe expresamente a los sacerdotes la celebración de las misas que dicen de santo Amador e otras que llaman del conde y otras de san Vicente con cinco candelas e otras con siete e otras con nueve, creyendo que las tales misas no tendrán eficacia para lo que desean si no se dixesen con tal número, con otras supersticiones, así en los colores de las candelas, como en estar juntas o fechas cruz, e otras vanidades que el enemigo procura interponer e sembrar en los buenos propósitos e obras, conociendo que un poco de semejante fermento de vanidad corrompe toda la masa de la buena obra. Condena a pena de excomunión mayor a los que las dijesen con semejantes más locas que devotas demandas, por haber entendido que algunas personas, así omes como mujeres, con simpleza demandan que le sean dichas2.

 

En efecto, son numerosas las imágenes de San Amaro que estaban presentes por la geografía insular, aunque no pocas de ellas fueron desapareciendo por el abandono o la destrucción ilustrada. Nos consta que existían en la mayoría de las localidades tinerfeñas. Pero recibieron especial culto en tres centros devocionales. Por un lado en Machado, pago del municipio actual de El Rosario, cuya ermita de San Amaro o del Rosario data de la primera mitad del s. XVI3 y de cuya imagen el propio Espinosa ya hace constar su carácter milagroso y de gran estimación popular4, unida en el s. XVIII a la mitología de uno de los personajes más singulares de la centuria, Amaro Rodríguez Felipe, más conocido como Amaro Pargo y su aureola de piratería, aventuras, auxilio a los pobres y tesoros en su aledaña mansión tantas veces saqueada en la búsqueda de ese oro que la leyenda tejió. Tan ligado estaba a la ermita que allí se retrató y las gentes llegaron a atribuirle la elección de la escultura. Por otro, la ermita de Nuestra Señora de la Paz o San Amaro, en los Llanos de la Paz, zona por entonces perteneciente a La Orotava, con un santo de singular valor milagroso, relacionado con unas fiestas nocturnas, las noches y víspera de San Amaro, de gran arraigo popular, las más concurridas del Valle, como hizo constar el propio José Antonio de Anchieta en el informe sobre las fiestas nocturnas que referimos en la introducción general al capítulo de las fiestas (en nuestro libro sobre este tema). Y por último en Puntagorda (La Palma), su iglesia parroquial, bajo su advocación, en la que se celebraba una romería nocturna caracterizada por «la licenciosidad» otorgada por los padres a sus hijas, de donde procede la copla ya aludida de «Si fueras a San Amaro». Este carácter ya lo hizo constar también Lemos5 y Bethencourt Alfonso en su encuesta, quien habla de que a consecuencia de la libertad de que disfrutan los romeros muchas jóvenes resultan encintas6. Isaac Viera, que nos ha dejado una detallada descripción de esa romería en el s. XIX, reitera ese carácter nocturno de las romerías, en cierto modo antitético con el que se ha impuesto desde hace relativamente pocos años abiertamente nocturno y con rasgos de espectáculo folklórico. De esta fiesta, como refiere Lemos, regresaban las mozas con higos y en la misma se rompían las recatadas normas de comunicación entre los sexos7. Viera pormenoriza que acudían de todos los pueblos de la isla y al cruzar por los pueblos del tránsito la heterogénea multitud, las muchachas son objeto de galanteos y de frases más o menos libidinosas por parte de la turba de curiosos que se echan a la calle atraídos por aquella bullanguera «parranda» que va entonando aires regionales onomatopéyicos parecidos a las saudades, comprobándose una vez más la parentela étnica entre palmenses y gallegos8. Y tras el baile del sirino que, dando el hombre grandes saltos a la mujer, y ésta, fija la vista en el suelo, inclina hacia un lado la cabeza, recogiéndose la saya o imprimiendo a su cuerpo un acompapasado movimiento, desparecen las mozas del lado de sus madres y éstas, como buenas católicas, en esta noche no toledana, sino puntagordera, dicen besando con santa resignación sus escapularios: Cosas de San Amaro, que anda todos los años por este tiempo jugando a la «escondía» con las mozas9.

 

Antiguo templo de San Mauro en Puntagorda (La Palma).

Antiguo Templo de San Mauro Abad en Puntagorda (La Palma)

 

San Amaro, santo protector de las fracturas y las caderas, como recoge Bethencourt y Alfonso para La Gomera10 y Lemus para La Palma11, al que los fieles depositan exvotos consistentes en calabazas de plata y niñitos de cera, se integra plenamente dentro de ese período de libertad y de inversión de las normas establecidas que se corresponde con las fiestas invernales12. San Amaro, en la Paz, una ermita que hasta en pleno s. XIX, y en realidad hasta el desarrollo turístico, estaba situada en una zona despoblada inmediata a lo que es hoy el Jardín Botánico, era un santuario de tal importancia que en pleno s. XVII y en medio de una fuerte polémica fue elegido como marco para albergar a la Virgen de Candelaria de forma definitiva ante los graves riesgos que representaba en pueblo costero que lleva su nombre, aunque finalmente fue desestimado por la abierta oposición de los vecinos del Valle de Güímar. Las noches inmediatas al 15 de enero, y especialmente la víspera, recibía en sus inmediaciones una gran multitud de romeros que, como en Puntagorda, acudían de numerosos pagos de la isla para celebrar fiestas tan «libertinas». En un expediente realizado contra el Alcalde Mayor de La Orotava, Francisco Álvarez de Ledesma en 1735 por no haber acudido en esas noches a la fiesta, pese a la expresa obligación que tenía y a resultado de la que fue asesinado un hombre, se afirma que siendo estilo y costumbre que todos los tenientes de La Orotava bajen todos los años en las noches y vísperas de San Amaro a la ermita de este santo inmediata al Puerto a impedir cualesquiera disensiones y pleitos que pueda ocasionar la concurrencia de tantas personas a festejarse en dicho sitio13. Del desenfreno y libertad de tales fiestas es expresivo el testimonio de Cristóbal del Hoyo, que las compara con ciertas fiestas madrileñas celebradas en los arrabales de la capital de España en las que bailaban cuatro mil mujeres con mantillas blancas, cintas encarnadas en los puños, panderos, adufe y castañuelas en las manos; a lo que concurren otros tantos de la misma librea rebosados. Y a ver esta mogolla y nada más solamente van trescientos coches con gente de mucho pelo, que seiscientos embarazos sufren y ochocientas desvergüenzas se oyen, con que ajustadas bien las cuentas son estos días aquí como en La Orotava las noches de San Amaro14.

 

Dos días más tarde, el 17, se celebra la festividad de San Antonio Abad, el santo protector del ganado. Personifica una divinidad carnavalesca que en el momento de la matanza del cerdo asegura la supervivencia de la especie. Provisto de su bastón con campanillas, lucha contra los demonios y garantiza el alma de la especie simbolizada por su animal familiar, y con ella la circulación en el más allá. Es el protector de los animales y, sobre todo, del Rey Sacrificado del Carnaval, el cerdo. Inicia el 17 de enero justamente ese período con sus libertades y sus ritos de orgía, con el consumo de las provisiones invernales o con lo que queda de ellas15. En Las Palmas esta relación con el cerdo se puede apreciar en los premios del cochino de su advocación, como se puede ver el 18 de enero de 179616.

 

En Canarias San Antonio no está relacionado con la matanza del cerdo que, aunque no tiene estrictamente fecha fija, coincide generalmente con el mes de noviembre, dadas las condiciones climatológicas de las Islas y la humedad manifiesta de la estación invernal. Sí es el Patrón del Ganado, efectuándose en su día romerías y ferias de ganado para protegerlo, por lo que se le llevan animalitos de cera y se le hacen promesas. Aunque se celebran estas romerías en distintas localidades de la isla, tales como Arona o Icod, era la de La Matanza el centro de reunión por excelencia de ganadería de toda la isla. Su ermita es de gran antigüedad, datando de 1539. Existe tradición que refiere que es la imagen más antigua «traída desde España». Se cuenta que era la primera que arribó a la isla, venerándose con pública celebridad en la primera ermita que se fabricó en la isla para culto de este santo. Construida por Antonio Vallejo, conquistador de la isla en su heredamiento de Acentejo, la dimensión y arraigo de su devoción queda probada por la posesión inmemorial de pedir limosna en toda la isla para la conservación y aumento de su culto, y por la protección otorgada en las esterilidades, secas y epidemias, siendo innumerables las veces que lo han puesto en novenario y llevado en procesión a la iglesia de La Matanza y de innumerables devotos de toda la isla y fuera de ella que en todos tiempos han experimentado su patrocinio, en cuyo reconocimiento lo han consagrado sus votos y obligaciones que lo han acreditado. Conjuntamente con la bendición del ganado en la fiesta se tocaba el tambor del día del Santo y se gastaban amplias sumas de dinero en cámaras y cohetes de pólvora, según reza en un libro de la ermita conservado que data de 178117.

 

La devoción al ermitaño se expande rápidamente por todas las Islas con mayor o menor difusión desde el mismo siglo XVI, aunque alcanza su pleno desarrollo en la centuria siguiente. En Tenerife cuenta con advocaciones en la Isla Baja, tanto en Icod como en Buenavista y Los Silos. En el Sur desde finales del XVI, o principios del XVII, se le erigió una ermita en Arona, convertida en parroquia en 1795. De tan añeja época es su primitiva imagen con su diadema de plata y el cochinito con campanilla de ese metal18. En el siglo XX su culto se ha extendido por toda la faz de la isla, estableciéndosele romerías que más tienen que ver con el modelo romero de San Isidro que con las tradicionales ofrendas del pasado. Este proceso lo ejemplifica Icod. Su culto tuvo sus comienzos en el siglo XVII en una capilla de la parroquia de San Marcos. Colocado junto al arco de la capilla mayor alcanzó gran devoción hasta el punto que se le hicieron diferentes ofrendas por sus milagros, entre las que destacaron un báculo y una cochinita de plata ofrecida por Francisca Sopranis de Montesdeoca en su testamento de 28 de marzo de 1793. Llegó a constituir con el tiempo una gran romería, que se celebraba en la plaza de la pila. A ella acudían gentes del lugar y de los pueblos circunvecinos. Tal multitud se agolpaba que se buscó una mejor ubicación. A mediados del siglo XIX se trasladó a la ermita de San Felipe Neri19. En El Hierro está presente en El Pinar. Su imagen es del siglo XVII, con su característico cerdo a los pies. En las ordenanzas de la isla (1709) se permitía la libre circulación de puercos en los cercados después de la recolección de los sembrados de esa localidad20. En Gran Canaria, paradójicamente, ningún rastro queda de su culto, pese a su notable antigüedad, constatable en las ermitas de San Antonio Abad de Las Palmas, existente prácticamente desde la Conquista, y de Agüimes. Esta última se levantó en el último tercio del XVI, nacida de patronazgo popular. La primitiva se hallaba muy deteriorada en 1609, por lo que se optó por edificar otra en medio del pueblo donde llaman el Asestado, costeada por su cofradía y la de la Veracruz. Desde entonces se celebrarían en ella las festividades de ambas, incluidas las de Jueves y Viernes Santo. En el segundo tercio del XIX se arruinó y desacralizó21. En la actualidad ningún vestigio ha quedado de sus festejos. En La Palma sólo subsiste su fiesta en Fuencaliente22.

 

San Antonio Abad de Arona.

Detalle de San Antonio Abad de Arona (Tenerife)

 

 

Notas

1. Silva, F.A.; Azevedo de Meneses, C. Elucidário Madeirense. Funchal, 1984. Tomo III, pp. 251-252. Para una visión general de la fiesta a través de la historia, HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. Fiestas y creencias en Canarias en la Edad Moderna. Tenerife, 2006.

2. CABALLERO MUJICA, F. Canarias hacia Castilla. Las Palmas, 1992. Tomo II, p. 690.

3. Ortega Abraham, L. El Rosario. Tenerife, 1983. p. 112.

4. Espinosa, A. La Virgen de la Candelaria, p. 80.

5. Lemos y Smalley, A. Costumbres de los aldeanos de la isla de La Palma.

6. Bethencourt Alfonso, J. Costumbres canarias de nacimiento, matrimonio y muerte.

7. Viera, I. Costumbres canarias, p. 193.

8. Ibídem, op. cit., pp. 193-194.

9. Ibídem, op. cit., pp. 193-194.

10. Bethencourt Alfonso, J. Op. cit., p. 308.

11. Lemos y Smalley, A. Op. cit.

12. Viera, I. Op. cit., p. 193.

13. A.M.L.L. Sign. P-XXIII-1.

14. Hoyo Solórzano, C. Madrid por dentro, p. 217.

15. GAIGNEBET, C. Op cit., p. 45. CARDINI, F. Op cit., p. 105.

16. BETANCOURT, A. Los “quadernos” del comerciante de la calle de la Peregrina don Antonio Betancourt (1796-1807). Introd. de Antonio de Béthencourt Massieu. Transcripción de Aurina Rodríguez Galindo. Las Palmas, 1996, p. 149.

17. A.O.T. Libro de la Ermita de San Antonio Abad de la Matanza, 7 de abril de 1781.

18. PÉREZ BARRIOS, C.R. Noticias históricas acerca de la vida religiosa en Arona (S.XVI-XIX). Arona, 1987.

19. MARTÍNEZ DE LA PEÑA, D. Historia de la ermita de la Virgen del Amparo (Icod). Tenerife, 1986, pp. 67-69.

20. ÁVILA, A. Lo humano y lo sacro en la Isla del Hierro. Tenerife, 1998, p. 260.

21. SUÁREZ GRIMÓN, V. QUINTANA ANDRÉS, P. Historia de la villa de Agüimes (1486-1850). Agüimes, 2003. Tomo II, pp. 1275-1278.

22. HERNÁNDEZ PÉREZ, M. V. La isla de La Palma. Las fiestas y tradiciones. Tenerife, 2001, pp. 188-192.


 

Foto de portada: procesión de San Mauro en la antigua ermita de Puntagorda de La Palma (José Guillermo Rodríguez Escudero)

 

 

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