Sin duda, es el Macizo de la variedad, en él podemos encontrar todos los pisos de vegetación, huellas antrópicas forjadas desde épocas aborígenes hasta la actualidad, microclimas que ayudados por un suelo escaso pero fértil, nos regalan concentraciones vegetales con una inmensa variedad de individuos y especies. Escondidos tímidamente en sus rincones secretos, Laurisilva y Termófilo renacen con el propósito de llegar a ocupar el espacio que les corresponde en sus barrancos y laderas. No nos podemos olvidar de su pinar, un pinar húmedo a barlovento, que va transformándose a medida que avanzamos hacia el Suroeste, en un pinar seco, que espera las borrascas del Suroeste o los rebosos de los Alisios para calmar su sed, mientras en el piso basal, tabaibas, cardones, balillos, verodes luchan en una guerra, en zonas ya perdida, contra el rabogato, la mayor amenaza a que está sometido este espacio natural, que a pesar de su excelente currículo en cuanto a distinciones de protección (parque natural, área de sensibilidad ecológica, zona de especial protección de aves, monte de utilidad pública, punto de interés geológico(PIG), zona de amortiguación de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria), no se ha sido capaz de elaborar un plan de erradicación de esta especie invasora.
Vestigio del gran estratovolcán en escudo que surge del océano hace 14 millones de años, sus riscos, acantilados retan señorialmente a la gravedad, la más fiel aliada de la erosión.