Revista n.º 1064 / ISSN 1885-6039

Debate abierto sobre el Juego del Palo Canario. A don Alejandro Rodríguez Buenafuente, por alusiones.

Lunes, 27 de febrero de 2012
José Víctor Morales Magyín
Publicado en el n.º 407

Ese discurso de la invasión cultural que todo lo impregna y lo transforma, de hacer sentir que es incapaz de conservar nada o de cultivar nada me recuerda a los utilizados por el colonialismo europeo en sus campañas de conquista y sometimiento.

La eficacia en el Juego del Palo Canario.

 


La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la
seriedad con que jugaba cuando era niño

F. Nietzsche (1886)

 

Sr Alejandro.

 

Hace bien zanjando la cuestión personal, empezó usted muy mal, desde mi punto de vista, jamás ha sido mi intención atacar a nadie en lo personal, es una torpeza confundir la crítica científica con ataques a la persona. Quien se anima a exponer públicamente sus teorías debe estar preparado para ser criticado, para bien o para mal. Perdone pero creo que usted está muy lejos de la capacitación suficiente para valorar la calidad científica de mi trabajo, a la vista de las aportaciones que usted ha hecho a nuestra historia. Por lo tanto por ese lado, y desde un punto de vista humilde, es absolutamente pretencioso que usted intente darme lecciones de ciencia cuando está muy alejado de ella.

 

Por otra parte, no es torpeza argumental de lo que yo le he hablado, es falta o carencia de cualquier tipo de dato o fuente, o idea o modo o modelo interpretativo y explicativo de esa “teoría” que usted defiende. Su argumento no es torpe en sí, lo que sucede es que usted no quiere, o no puede, demostrarlo.

 

La historia, la historiografía, es ciencia cuando se puede demostrar objetivamente lo que se explica a partir de los acontecimientos sucedidos, con datos que cualquiera pueda comprobar que son ciertos. La mera sucesión de acontecimientos, como usted define a la historia, no explica nada por sí misma. Usted se retrotrae así a los historiadores de la lista de los reyes godos o a la descripción de las batallas de Napoleón en Europa, historiadores que negaban la verdad pues esta ponía en tela de juicio la estabilidad del poder. De qué sirven esas toneladas de acontecimientos si no se les explica, sino se les interpreta analizando causas y consecuencias.

 

Ya que usted no ve nada, permítame que le ilumine un poco el camino. Si no advierte el trabajo historiográfico volcado en mi obra, siento decirle que entiendo sólo dos cosas: puede que tenga usted un serio problema de orden intelectual o, lo más probable, que intente menoscabarla por pura animadversión. Si realmente le ha resultado difícil entenderlo pues lo lamento por usted, muchas personas me han felicitado por la claridad de la exposición y la sencillez en la metodología empleada.

 

Realmente en la facultad en la que yo estudié se ponía mucho énfasis en que el quehacer historiográfico debía contener un método de análisis para extraer conclusiones de esa lista de acontecimientos que usted define como historia. Tal vez le canse pero le sugiero que se documente sobre la historiografía y sus métodos, se cuenta con muchos y muy importantes procedimientos y escuelas de análisis: materialismo histórico, positivismo, estructuralismo, historia cotidiana, etc. En todo el siglo XX se desarrolló una ingente actividad historiográfica y científica, con intensos debates sobre la forma de hacer historia y sus metodologías. Reconozco que siento gran afán por elevar nuestra cultura desde la situación en que siempre ha estado, sometida y retraída, a los niveles culturales que realmente se merece. Aunque a usted todo esto lo supere.

 

Sobre la supervivencia de los antiguos canarios, veo que usted vive en una gran contradicción: le gustaría, pero no lo cree; supongo que en el fondo es una cuestión de desconocimiento de esa materia o de actitud hacia el tema. Le puedo sugerir que eso se cura investigando, profundice usted en nuestra historia y verá cómo se le va de la cabeza el axioma franquista de que fueron todos exterminados y la cultura totalmente desaparecida a base de mezclas y mestizajes. El que yo en mi libro no lo demuestre -no era el objeto de esta obra- no significa que no sea cierto; el que usted lo niegue, sin demostrarlo, tampoco significa gran cosa. Pero la investigación que he realizado, y con la cual prosigo, me ha permitido observar esa supervivencia claramente.

 

Mire, permita que, ya que no lo ve, le ilustre un poco más sobre la cultura de resistencia y nuestra historia. Sin irnos al Amazonas, le ahorro el viaje, le pongo un ejemplo próximo y que va a entender fácilmente. Mi propia familia es, como muchísimas de estas Islas, un ejemplo de la cultura de resistencia. Mi bisabuelo empezó su andadura en el juego del palo aproximadamente hacia 1874, y mi familia lo ha continuado hasta nuestros días, 2012. Es decir, en el seno de una familia se ha mantenido, ha resistido, transmitiéndose de padres a hijos casi 140 años, ha transitado por tres siglos, el XIX, el XX y el principio del XXI. Ha resistido los convulsos acontecimientos de estos últimos 100 años, y la llegada, no de miles, sino de millones de personas al archipiélago y su influencia cultural.

 

Pues bien, haga el esfuerzo de extrapolar esto a épocas pasadas donde la historia no fue tan movida y el escaso movimiento de personas y la incomunicación eran lo habitual. Los hechos que demuestran la resistencia de la antigua cultura canaria a la desaparición están ahí, y son, precisamente, esos fragmentos que han sobrevivido al destrozo colonialista: nuestros deportes, nuestra música, nuestra comida, nuestro pastoreo, etc.

 

Ahora incluso voy más lejos. Ya una vez le invité a que mencionara las palabras que existen en la lucha canaria y que provienen del mundo guanche, tal y como usted dijo:

 

El único punto débil de la argumentación sigue siendo el hecho de que estamos partiendo de una premisa no demostrada puesto que, repito, no se ha encontrado ningún documento que vincule fehacientemente las esgrimas de bastón de los aborígenes con el término castellanoportugués juego del palo, tal y como sí que pasa por ejemplo con la lucha.

 

No me respondió, no creo que pueda encontrar esa vinculación documental entre el término castellano lucha y la lucha aborigen. Pues bien, ahora y para probar esa influencia externa sobre los “resistentes”, como usted les llama, me gustaría que mencionara cuántos practicantes de juego del palo -o de lucha canaria por ejemplo- ha conocido usted o de cuántos ha tenido noticia que no fueran canarios, por ponerle una época conocida, en los últimos cien años, que comparativamente hablando son los de una mayor y más contundente llegada de foráneos a Canarias. También podría mostrarme qué maestros de los históricos han reconocido influencias externas, de otras regiones o países, en estos últimos 150 años. Recuerde que en esta época contemporánea nos visitan todos los años más de diez millones de personas. Sería interesante conocer la importancia de la presencia de personas de otras regiones españolas, o europeas, en nuestras actividades físicas ancestrales y, si no es así, debería usted explicar por qué no están ahora y antes sí. Recuerde las condiciones de vida y aislamiento de muchas zonas de Canarias durante los siglos pasados, nuestro pueblo vivió en cuevas hasta bien entrado el siglo XX, yo soy testigo.

 

Postura del Juego del Palo Canario.

 

Esto, para calibrar con un método comparativo, la cantidad de personas e influencias externas que pudieron actuar sobre estas tradiciones, comparando las situaciones antiguas y contemporáneas. Para esto habría que aportar una importante cantidad de datos, si los hubiere, claro. Ahora bien, en lo publicado hasta ahora por todo el que ha escrito, investigado o filmado sobre la materia, nadie, ni usted, ha aportado un dato fehaciente al respecto.

 

En cuanto al tema del banot, ahora cuestión secundaria según usted, seguramente desconoce una polémica surgida a finales de 1978 y que se mantuvo durante unos años. En esa época un periodista deportivo, Juan Jerónimo Pérez, publicó unos trabajos sobre el juego del palo a los que titulo “Banot” y “El entrenamiento del banotista”. Esa publicación generó un debate público interesante donde se manifestaron muchos implicados, desde la comunidad científica -arqueólogos, historiadores- a las escuelas y jugadores de palo. Ya que creo advertir que no tiene en mucha estima los argumentos del arqueólogo Luis Diego Cuscoy, encontrará
en ese debate razones muy variadas de personas distintas pero coincidentes todas.

 

Le recomiendo, aunque no le guste esto de los datos, que revise las hemerotecas de la época y apreciará la unanimidad general en que el juego del palo no tenía relación con el banot. Debido a las aclaraciones de ese debate, ya hoy en día nadie utiliza banot para el palo, ni banotear, ni banotista. La polémica quedó concluida hace ya años, pero para zanjarlo definitivamente por mi parte, le pongo en conocimiento las palabras que sobre el tema pronunció alguien que supongo tenga usted en gran estima. Fragmento de entrevista realizada a Tomás Déniz Hernández justo en aquella época: ¿Cómo prefiere denominar a la vara de juego; Banot o palo? Hay unos libros que le dan el nombre de banot, porque dicen que era la palabra guanche, pero a mí no me gusta lo del juego del banot, porque, ¿Quién entiende lo que es el banot? Muy pocos, pero sin embargo le habla usted del juego del palo y todo el mundo lo conoce (GARCÍA BARBUZANO, Domingo: "El juego del palo, Tomás Déniz Hernández", La Tarde, pág. 10, Santa Cruz de Tenerife, jueves 27 agosto 1981).

 

Mire, señor Alejandro, se introduce usted en los conceptos con un uso absolutamente desconcertante; mezcla, sin sentido, evolución con influencia. No son la misma cosa, creo que un fenómeno puede evolucionar sin ninguna influencia, puede evolucionar con influencias e, incluso, las influencias podrían suponer un retroceso. Me explicaré, el famoso episodio que usted narra entre mi bisabuelo y Pedro Pestana no es un fenómeno de influencias, es un capitulo evolutivo. Cosa que tengo muy clara y que nunca he negado.

 

Las transformaciones que en el juego del palo introdujo José Morales fueron obra suya, son la creatividad (o estilo) que todo ser humano imprime a su obra. Eso es natural, no tiene que ver con procesos de aculturación, ya le dije en una ocasión que los alumnos imprimen su sello -bueno, malo o regular- a lo que aprenden. No es raro que algún alumno supere al maestro. Esos cambios, si fueron así, introducidos por el maestro, no los podemos invertir ahora y, además, son producto, claro está, de esa cultura que se renueva y resiste el acoso de otras.

 

Le recuerdo parte de su teoría simplificada -dicho por usted- y no demostrada -dicho por mí-, antes le diré que no reproduzco la cita completa, es muy larga: De este cúmulo de aportaciones culturales y de conjugación de técnicas [castellanos, portugueses, franceses, norteafricanos, canarios, soldados, campesinos, ganaderos, etc.] en la esgrima del palo, surgió en algún momento, el germen del actual juego del palo canario, una práctica que no es unitaria, sino que al contrario, se da en todas las islas… Disiento totalmente de esta teoría de la ensalada o popurrí de palos, técnicas, influencias y mañas llegadas de todos lados sin ton ni son. Creo absolutamente que es una mezcla imposible y difícil, el palo tiene una coherencia técnica tan explícita que demuestra claramente un origen y evolución únicos.

 

No es la influencia y mezcla arbitraria lo que estudiamos, es la evolución muy bien pensada de una tradición, custodiada celosamente por sus poseedores y que ha resistido, adaptándose, el paso de los siglos, y esa resistencia fue motivada precisamente por la identificación atávica que esas familias sentían con respecto a los llegados de otras latitudes. No le acuso de nada, pero ese discurso de la incapacidad de un colectivo de mantener su cultura, de la invasión cultural que todo lo impregna y lo transforma, de ese hacer sentir que es incapaz de conservar nada o de cultivar nada me recuerda a los utilizados por el colonialismo europeo en sus campañas de conquista y sometimiento.

 

Para ir terminando, me sorprende su falta de vista en el tema de la violencia social y el juego del palo. Creo que, cuando menos, he realizado una aportación, por supuesto no definitiva, en cuanto a explicar cómo, cuándo y por qué pasa el palo de su uso violento a su uso lúdico, un tema importante. Pero claro, si percibe como vago el concepto violencia social entiendo sus lagunas. Dicho concepto, usted que sabe algo de antropología, se usa por oposición al de violencia individual, y este último comprende un ámbito reducido (violencia doméstica, de género, sexual, maltrato, autolisis, suicido, etc.). El concepto violencia social es más amplio y contiene, entre otros, el aspecto que yo he querido estudiar, violencia entre desconocidos. Además comprende ambientes delincuenciales, organizada, terrorismo y sus causas no son psicológicas, sino económicas, ambientales o culturales; y sus localizaciones tanto urbanas como rurales, como indica la famosa escuela criminológica de Chicago.

 

Por otra parte, aunque no me gusta debatir sobre el juego del palo con cualquiera -lo mío es la historia-, ya que estamos le diré algo. Por fin coincido en una cosa con usted: no me gusta tampoco hablar de estilos, ese uso ha generado más problemas que soluciones y ha encorsetado el juego en unos compartimientos estancos que antes no existían. Fue un error aplicar esa terminología, como tantos otros que se han cometido y que ya no tienen remedio.

 

Para mí el juego era algo unitario, los que querían jugar, jugaban y se entendían, como se demostró en la Escuela de San Andrés, y los que querían usar la violencia pues lo propio. Cuando se trata de opiniones, casi todas son válidas, y las que usted tenga sobre mi juego o su calidad tienen el mismo valor que las que tengo yo sobre el suyo. Pero la verdad está ahí y algún día la veremos. Le cito al maestro de palo más grande en los últimos cincuenta años: Al final, la verdad es como el aceite, se filtra y lo impregna todo, sólo hace falta tiempo (Pedro Morales, el maestro).

 

Atentamente.

 

 

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