Regreso a casa después de una corta estancia desconectada del mundo civilizado y tecnológico y me siento a contemplar la pequeña acuarela de la artista alemana Eve-Maria Zimmermann que cuelga en mi estudio, al lado de la pantalla del ordenador: es un paisaje evanescente y onírico inspirado en su Tanzania natal. Varios mensajes grabados en el contestador automático del teléfono me han avisado de su fallecimiento, la semana pasada, en concreto, el lunes 13 de agosto. Observo ensimismada la pintura y sigo sin creerme lo que escuchan mis oídos. La voz de Conco, su marchante y galerista en Tenerife, me llega trémula, quebrada.
Busco más información en Internet y encuentro una breve esquela: “La señora doña Eve Maria Zimmermann falleció en Santa Cruz de Tenerife a los 77 años de edad. Ceremonia: 14/08/2012, a las 17:00 horas, en el Tanatorio de Santa Lastenia”.
¡No es verdad!, pienso, Eve-Maria Zimmermann no ha muerto, su obra sigue viva y mantiene el poder cautivador y enigmático de la buena pintura.
Y ahora, envuelta en ese silencio que a ti tanto te gustaba, te invoco... Recuerdo tu capacidad para transformar la fealdad de lo que nos circunda, lo más rechazable, en belleza. Tu valentía para expresar la conciencia de la muerte, tanto la lejana como la inmediata, tu esfuerzo en indagar en lo más incomprensible e inalcanzable de la existencia.
Hacía ya muchos años que no nos encontrábamos. Atrapadas cada una en la voracidad de nuestras respectivas vidas. En los últimos tiempos, no coincidimos ni siquiera en la Conca…, y, aún así, si cierro mis ojos logro contemplar los tuyos: transparentes, claros, grandes y expresivos.
Permanezco tranquila porque sé que para ti la muerte no es un fin. La muerte es transmutación, metamorfosis, transmigración… ¿en qué proceso andarás tú, ahora, Eve? Tal vez hayas viajado hasta tu amada Atlántida, tierra avanzada y esplendorosa de otros tiempos, en la que creías con firmeza.
Has representado una y otra vez a los muertos como si estuvieran vivos y a los vivos como si estuvieran muertos. En tus cuadros, todos ellos se comunican entre sí, se expresan y tratan de averiguar su propio destino. Los objetos inertes también cobran vida en tus óleos sobre tablas. La vida habita en los muertos, como también habita en las rocas, en las montañas, en la arena del desierto y en las arquitecturas semidestruidas. Has roto una y otra vez la barrera entre la vida y la muerte.
Algunas personas me han comentado que no querrían un cuadro tuyo en sus viviendas porque éstos les aterran o les deprimen... Y yo sin embargo veo en ellos paz, esperanza, nostalgia, crítica social, sarcasmo.... Eve, tú, sin proponértelo, me has enseñado a reírme de la muerte y a vivificar la vida.
Tus personajes, aún los más macilentos, reflejan un estado interior de bienestar y satisfacción. Y, con sus sonrisas irónicas y sus aires pensativos, simbolizan la sabiduría de quien ha atravesado el umbral de lo desconocido, al sumergirse en el secreto del más allá. Has sabido enlazar lo sublime y lo grostesco para burlarte de la realidad y de nuestras absurdas convenciones.
El 27 de noviembre de 2005 (hace ya casi siete años…) fue la última vez que te visité en tu maravillosa casona de San Miguel de Abona (sur de Tenerife), donde residías desde 1971. Allí me sentí distinta, con otra energía y otro estado de ánimo, difícil de explicar, tal vez más trascendente o espiritual, pero también algo inquietante, inmersa en ese tipo de pequeña turbación que nos lleva a formularnos preguntas pero sin atormentarnos.
Aquella tarde apenas conversamos; me dejaste fotografiar y recrearme en tus cuadros con tranquilidad. "Todo lo que nos rodea desea hablarnos –comentaste–. El problema es que no nos esforzamos en escucharlo”, y yo te di la razón. Aquel día me acompañaron tu silencio y tus enigmáticas obras. Todo me hablaba en tu maravilloso estudio con aspecto de museo, en esas vitrinas llenas de cráneos y esqueletos de distintos tipos de mamíferos, junto a aves y reptiles disecados; en esas estanterías repletas de conchas, caracolas, estrellas y caballitos de mar... Todo me hablaba como ahora me habla esta acuarela tuya que contemplo abstraída mientras pienso en ti y mientras escucho los pálpitos de mi corazón triste y dolorido, ¿o son tus latidos, Eve? ¿Por qué intentas engañarnos? No te escondas más, por favor, Eve-Maria, estoy segura de que no te has ido. Sé que estás aquí. Te has ocultado tras alguna de tus misteriosas pinturas.
Elena Morales es doctora en Bellas Artes y autora del libro Los lenguajes de la Conca. Arte para tocar el alma (Tenerife, Ediciones Idea, 2011) en el que dedica un amplio capítulo al estudio de la obra y vida de Eve-Maria Zimmermann (www.elenamorales.com).