Frente a lo que pudiese parecer, el territorio que comprende actualmente el Municipio de Puntagorda, situado en el noroeste de la Isla de La Palma (Islas Canarias), ha sido ocupado y explotado desde la Prehistoria hasta la actualidad. Esta ocupación ha tenido lugar a lo largo de diferentes tiempos históricos por formaciones sociales diversas que han racionalizado el territorio de formas singulares, y ha tenido intensidades cuantitativa y cualitativamente distintas.
Este proceso ha generado una multiplicidad de paisajes históricos que en muchos casos se han superpuesto unos a otros pero, como si de una erupción volcánica se tratara, es posible diseccionar las transformaciones que del territorio han llevado a cabo las diferentes formaciones sociales asentadas históricamente en Puntagorda y reconocer las características que los definen.
Tajinastes en el Llano de las Ánimas
La formación social benahoarita
El conocimiento y estudio del poblamiento aborigen en el territorio puntagordero se inicia sólo hace una década y, como sucede cuando se inicia una investigación sobre algo casi desconocido, este poblamiento resulta ser más relevante de lo que hasta el momento se había imaginado.
Los diferentes estudios llevados a cabo sobre este tema indican que los ejes del poblamiento aborigen se sitúan en los Barrancos de Izcagua, San Amaro/Las Carballas, Agua Dulce, El Roque y Garome, con importantes poblados de cuevas. A esto hay que sumar algunos poblados de cabañas al aire libre, como los de La Cruz de la Reina o Las Carballas en la costa, o el del Llano de las Ánimas en la cumbre. La sociedad benahoarita desarrolló una economía de producción basada, principalmente, en la ganadería de cabras y en menor medida de ovejas y cerdos. Practicaron una trashumancia estacional entre la costa-medianía y la cumbre, de ahí la existencia de un hábitat de verano en la cumbre, del que, aparte del conjunto de cabañas del Llano de las Ánimas, destacan otros conjuntos de abrigos rocosos como los de Roque Chico, Cabeceras de Izcagua o El Novanillo.
La economía doméstica, desarrollada preferentemente en torno a la cueva de habitación, combinaba diversas actividades como la fabricación de cerámica, la talla de diversos útiles de piedra, la elaboración de artefactos en hueso, concha, fibras vegetales y cueros, de los que existen numerosos ejemplos localizados en Puntagorda tanto en el Museo Arqueológico Benahoarita (MAB) como en colecciones privadas.
En cuanto a las prácticas rituales y simbólicas, están estrechamente interrelacionadas con las prácticas sociales y económicas, así como con la particular forma de apropiarse del territorio. Los benahoaritas que habitaron en Puntagorda dejaron, como también lo hicieron en el resto de la isla, testigos materiales de estas prácticas en los barrancos de El Roque, Las Carballas, Garome e Izcagua. Así, el ritual de la muerte se incorporaba a la vida doméstica cotidiana como una actividad más, por lo que la deposición de los cadáveres se realiza en cuevas sepulcrales próximas a las cuevas de habitación, incluso en estas mismas.
Por su parte, en relación a las prácticas simbólicas, las más destacadas fueron las manifestaciones rupestres, que en la Isla de La Palma adquieren una expresión verdaderamente singular. Si bien la presencia de grabados rupestres en Puntagorda ha sido tradicionalmente testimonial, desde hace una década se ha multiplicado la aparición de conjuntos de espirales, meandros y cazoletas y canales. Así, destacan los grabados rupestres del Barranco de Agua Dulce y Montaña de Bravo en la zona de medianías y costa, y La Degollada de las Palomas y La Cabecera de Izcagua en la cumbre. También es relevante el conjunto de cazoletas y canales del Lomo Muerto o la Montaña de la Negra, en la zona costera. La interpretación más aceptada sobre el sentido de las manifestaciones rupestres benahoaritas, tiene que ver con la ejecución de prácticas rituales relacionadas con la intercesión de la sociedad aborigen ante las divinidades para que éstas asegurasen la disponibilidad de agua y pastos, elementos fundamentales en la economía aborigen basada en la ganadería.
En relación a la organización sociopolítica aborigen, sólo la historia de J. Abreu Galindo expone algunas características para el conjunto de la isla, y es de ella de donde se pueden deducir algunos elementos para el territorio puntagordero. Así, Puntagorda pertenecía al territorio político de Hiscaguan/Tixarafe al tiempo de la Conquista, y su jefe tribal era Atogmatoma. Seguramente el territorio que actualmente comprende el municipio se configuró como una tribu muy importante dentro de esta entidad política, tanto como para imponer al mismo su denominación; así, el término Izcagua parece ser la castellanización de Hiscaguan. Esto se corresponde, además, con un tipo de organización social tribal, donde las relaciones de parentesco configuraban el universo social, y cada grupo local componente de una tribu ocuparía, aproximadamente, un poblado de cuevas en un barranco.
Antiguo Templo de San Mauro Abad
Conquista, Colonización y Antiguo Régimen. La construcción de una sociedad campesina en Puntagorda
Tras la finalización del proceso de conquista europeo a finales del siglo XV, del que no existen noticias de su presencia en la comarca noroeste, Puntagorda queda relativamente marginada de la nueva economía de producción implantada por los castellanos y basada en la caña de azúcar y en el control del agua. El territorio puntagordero se dedica a cultivo extensivo de cereal, pastos para la ganadería y tierras baldías, y sus propietarios vivirán en la nueva capital, Santa Cruz de La Palma. Sin embargo, a lo largo de la primera mitad del siglo XVI, van llegando nuevos pobladores, mayoritariamente campesinos y artesanos portugueses que se van a dedicar, preferentemente, al cultivo de cebada, centeno y trigo, y a la explotación forestal, donde la producción artesanal de brea llegó a ser muy destacada.
Esta cierta actividad económica generó la primera ocupación y explotación moderna del territorio puntagordero, incrementándose su población y apareciendo las primeras edificaciones de hábitat basadas en sencillas construcciones de piedra a dos aguas, cubiertas de un armazón de madera de pino recubierto de tejas. Sin embargo, destacará la construcción de una ermita en la baja medianía (actual zona de El Pueblo), bajo la advocación de un santo muy venerado en los pueblos y ciudades portuguesas: San Amaro Abate, cuya nombre correspondiente en castellano será, a partir del siglo XVIII, el de San Mauro Abad. Así, si bien la primera referencia histórica sobre esta ermita corresponde a un acta testamentaria de 1553, su construcción habría comenzado unas décadas antes, y su sino será el de un intenso proceso de edificación y reedificación que no finalizó hasta hace apenas unos años.
A lo largo del siglo XVI la intensa explotación forestal y la puesta en cultivo de gran parte de la medianía, dará inicio a la configuración del paisaje agrario actual, con una intensa dispersión de la escasa población pero que se irá concentrando, paulatinamente, en torno a la ermita de San Amaro, El Roque-Fagundo y El Pinar, y posteriormente en el Pino de la Virgen. No será hasta el siglo XVII cuando la explotación forestal comience a decaer y el cultivo de la vid se generalice por las medianías y los montes de Puntagorda, junto a cultivos de subsistencia que complementaban la economía doméstica, como higueras, perales, ciruelos o coles.
En el siglo XVIII ya están trazadas las vías de comunicación, muy rudimentarias, que comunicaban Puntagorda con el resto de la isla: caminos de herradura tanto por la costa como por la medianía en sentido norte-sur (Garafía-Los Llanos), y de costa a cumbre (señalados aún por grandes pinos-marca), y que conectaban Puntagorda con la Capital y San Andrés y Sauces, preferentemente. Por vía marítima destacó el Puerto de Gutiérrez desde el siglo XVI, por donde se exportaba la producción de brea incluso hacia Madeira, y a partir de mediados del siglo XVIII el Porís o Purí, palabra de origen portugués que quiere decir puerto. Ambos no fueron más que fondeaderos naturales, siempre de difícil acceso, por los que se embarcaban productos agrícolas y madereros y desembarcaban alimentos, ropas y objetos destinados al culto religioso como imágenes de santos, vírgenes y otros artículos, consumidos por la sociedad campesina puntagordera. Así llegaría, en el siglo XVI, la talla que representa a San Mauro Abad, junto con otras tan antiguas como la de San Sebastián o la de San Blas.
Panorámica con el Pino de la Virgen
A lo largo del siglo XVIII se diversifica la economía agrícola en Puntagorda, y con ella su paisaje, que poco a poco verá reducirse el pinar de las medianías y desaparecer su bosque termófilo compuesto por palmeras, acebuches y, sobre todo, dragos, aunque de éstos últimos aún existen buenos ejemplares en El Roque, El Pueblo o Fagundo. Además del cereal, donde Puntagorda llega a convertirse en la máxima productora de centeno de la isla, el cultivo del almendro se generaliza y pasa a ocupar gran parte de las zonas deforestadas de las medianías, llegando a alcanzar la cota de los 1200 metros, intercalándose con las vides. También se extiende la producción de tunos, importados de América, aunque su máxima importancia no llegará hasta el siglo XIX, cuando la cochinilla adquiera especial relevancia en el mercado internacional.
La población puntagordera siempre fue, durante el periodo que comprenden los siglos XVI-XVIII, escasa, fundamentalmente campesina y dependiente de los grandes propietarios que residían en Santa Cruz de La Palma o en Los Llanos, a los que pagaban los correspondientes impuestos. Las deficientes comunicaciones hacían de esta población una sociedad casi aislada, sin acceso a los beneficios de una economía mercantil cada vez más importante y, por supuesto, tampoco a la cultura, lo que la convirtió en una sociedad marginada, explotada y profundamente religiosa. A pesar de ello, supo organizarse, obtener una alcaldía pedánea a mediados del siglo XVII, un beneficio parroquial con sacerdote propio, el sexto de la isla, confirmado por Felipe IV en 1.660, un pósito desde el siglo XVI con el que favorecer la producción agrícola y un juzgado, cercano a la iglesia de San Amaro.
La sociedad puntagordera contemporánea. La lenta evolución hacia el progreso
Puntagorda se convierte en municipio en 1812 y, tras el último periodo de monarquía absoluta, recupera su municipalidad en 1833. El ayuntamiento, sede del gobierno municipal, se instala en la zona más poblada en ese momento, El Pinar, primero en una sencilla edificación, ya desaparecida, cercana al actual Instituto de Enseñanza Secundaria, y posteriormente en la Calle de la Oliva, en un edificio de dos plantas de mayores dimensiones.
A pesar de la adquisición de esta nueva independencia en la administración local, el aislamiento rural de Puntagorda y su comarca a lo largo del siglo XIX determinará que la población, muy escasa aún, mantenga una dedicación agrícola y ganadera en unas condiciones similares a siglos anteriores, con vías de comunicación deficientes y antiguas, por lo que la comunicación marítima mantendrá su importancia, incluso se incrementará.
Costa y puerto
La particular forma de entender el liberalismo político en España a lo largo del siglo XIX, mediante la manipulación electoral que la clase política dirigente ejercía sobre el resto de la población, permitirá la extensión del caciquismo y la explotación económica y política de las clases trabajadoras por parte de los grandes propietarios. Puntagorda participará de la vida política a medida que ésta se va democratizando, pero el control lo tomarán los propietarios adinerados. Habrá pocas novedades con respecto al resto de aspectos de la vida cotidiana, aunque cabe destacar la creación en 1836 de una escuela de instrucción pública primaria por parte del padre José Hernández Carmona, para la cual donó una propiedad en la zona de La Oliva. También, el ayuntamiento recibirá la potestad de controlar los montes públicos, y una vecina, Doña Lucía, donará a éste una gran arboleda de pinos en El Pinar, con la condición de mantenerlo y protegerlo; es el conocido como Monte de Lucía, o más comúnmente El Fayal. Su importancia y reconocimiento llegó a ser tal que en 1928 fue propuesto por las autoridades provinciales para su consideración como Parque Nacional.
El advenimiento de la II República supuso para Puntagorda la aparición de organizaciones de colectivos de trabajadores y de partidos políticos democráticos. En la década de los años veinte se inició la construcción de algunas infraestructuras viarias e hídricas locales y comarcales, y durante los años treinta continuaron ejecutándose, pero sin resultados a corto plazo. Se incrementaron las dotaciones relacionadas con escuelas primarias, pero las dificultades económicas y políticas hacían que los intentos de progreso fuesen muy lentos, y mucha de la población emigró primero a Cuba y, más tarde, a Venezuela. Los colectivos y partidos políticos de tendencia republicana y/o de izquierdas, comenzaron a tener cierta influencia en la política local, desplazando a los grupos de poder tradicionales, lo que generó conflictos de convivencia, en muchos casos sobre la base de rencillas personales, lo que será el germen de las represiones posteriores durante la Guerra Civil que comenzará en 1936.
La Guerra Civil, y especialmente la represión política, fueron muy duras en Puntagorda, marcadas por la persecución y las desapariciones de miembros relacionados políticamente con las instituciones republicanas, el saqueo de las pertenencias más básicas de la población, amedrentada, y el establecimiento de un estricto régimen policial. Después de finalizada la guerra, se impuso la economía de racionamiento, y con ella el estraperlo, y la emigración clandestina a América redujo drásticamente la ya escasa población de Puntagorda.
A partir de los años cincuenta ya están dibujadas todas las estrategias de la política franquista a nivel nacional, insular y local. Se inician infraestructuras de carreteras, conducción de aguas, escuelas, etc., para la isla de La Palma, pero su ejecución será lenta e intermitente, y a Puntagorda irán llegando a cuentagotas. Eso sí, prioritaria fue la construcción de una nueva iglesia en el núcleo del Pino de la Virgen, pues la población, en su inmensa mayoría residente en la medianía, había abandonado poco a poco el territorio inmediato a la ya vieja iglesia de San Amaro. También se consideró prioritario el traslado de la sede capital del municipio desde el núcleo del Pinar hacia del Pino de la Virgen, y la construcción de un nuevo edificio municipal, de arquitectura neocanaria, así como un nuevo cementerio en las cercanías de la vieja iglesia
de San Amaro.
Hasta los años setenta, el aislamiento y la economía agrícola y ganadera, casi de subsistencia, continuaron marcando la vida de la población puntagordera, y también la dinámica de su paisaje. La generalización a toda la población de los beneficios de la economía moderna, como la luz pública y privada, el agua corriente y de riego, el teléfono, el asfaltado de caminos y carreteras, etc., comenzará en los años setenta y se extenderá en los años ochenta. Como dato anecdótico, en 1975, el último alcalde franquista creó la Fiesta del Almendro, una fiesta laica de reconocido prestigio en la actualidad y que pretendía expresar la importancia que el sector agrícola del almendro tenía, y sigue teniendo, en Puntagorda.
Mirador de Los Dragos-El Roque
La llegada de la democracia a finales de los años setenta supuso la apertura política, y en Puntagorda apareció una cierta diversidad ideológica que, sin embargo, no se tradujo en la aceleración de la mejora de las condiciones de vida de la población, aunque se fueron creando las condiciones para ello. Las infraestructuras viarias casi concluyeron lo proyectado para el municipio y la Comarca, como la llegada de la carretera general, canalizaciones de agua y una represa, tendidos eléctricos y telefónicos, y poco más. Sin embargo, y aunque pueda parecer sorprendente, Puntagorda llega a producir, en este periodo, el 70% de la producción tomatera de toda la Isla, y se afianzó una pequeña producción platanera en la zona costera de Bajamar. Por otra parte, en la década de los ochenta se intenta potenciar la especialización profesional en el municipio con la creación de ciclos iniciales de formación profesional administrativa y agraria, construyéndose un Centro de FP en El Pinar, pero con escasos resultados. Este Centro terminaría por convertirse, en la actualidad, en un Instituto de Enseñanza Secundaria de referencia para toda la Comarca.
No será hasta los años noventa, y hasta la actualidad, cuando la economía agrícola inicie un proceso de diversificación, con la generalización de producciones como los cítricos, aguacates, verduras y hortalizas o frutas variadas, así como la regulación del marcado local del vino, con la aparición de una marca dentro de la Denominación de Origen Vinos de La Palma, o de la almendra, poseyendo Puntagorda dos de las tres cooperativas insulares dedicadas al procesado de la almendra, en su mayor parte destinada a la repostería insular.
Las relaciones de cooperación entre las administraciones local, insular y autonómica fomentan la aparición en Puntagorda de nuevas infraestructuras: viarias, como la conexión entre El Pinar y el Pino de la Virgen; hídricas, como la represa de la Montaña del Arco; agroganaderas, como el Mercadillo del Agricultor; sanitarias, de educación, etc., y la oferta del ocio se amplía con el incremento del turismo rural y la rehabilitación de espacios de interés natural y cultural, como la vieja iglesia de San Amaro, la Costa de Gutiérrez o el Centro de la Naturaleza de La Rosa
Antiguo Templo de San Mauro El antiguo Templo de San Mauro Abad está situado a 400m del nivel del mar y linda con la vereda sur del barranco de San Mauro, histórico lugar donde en sus alrededores se produjeron los primeros asentamientos de municipio. De su origen y fundación nada se sabe con certeza ya que el fuego devoró el archivo parroquial en un incendio que se produjo el 31 agosto de 1811 en la casa rectoral. El templo de San Mauro Abad, datado del S. XVI, es una sencilla iglesia de planta rectangular y una sola nave que incluye capilla, coro y presbiterio. Tiene una gran importancia arquitectónica debido al arco apuntado que se encuentra en su interior y divide la nave del antepresbiterio, vestigio del gótico en las Islas. Aunque se desconoce el origen y fundación de este templo, los historiadores piensan que fue uno de los primeros en construirse en la isla. Fue declarado BIC en el año 1986. El antiguo templo, ha sido restaurado y volvió a abrirse al culto en agosto de 2002. Horario de misas: los 2º y 4º domingos de mes a las 12:00 horas.
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Arquitectura de Servicios
Molinos de Viento. Los molinos de viento existentes en el municipio siguen el diseño del ingeniero palmero Isidoro Ortega. Tenían la importante función de moler el cereal para el gofio, elemento esencial de la dieta de los isleños. Había tres molinos en el municipio si bien actualmente se conservan únicamente dos, el molino del barrio del Roque y el molino del Camino de Los Morritos en La Relvalarga, que se encuentra restaurado.
Molino del Camino de Los Morritos
En Puntagorda, como municipio rural, abundan las construcciones de servicios, de uso agrícola, imprescindibles para las labores diarias del campesino. Entre ellas podemos destacar las siguientes: - Pajeros: para almacenar animales, utensilios de labranza, paja, etc. - Bodegas y Lagares: ya que la uva ha tenido una gran relevancia en Puntagorda a lo largo de los años. - Eras: construcciones circulares con muros de piedra seca y pavimento firme de tierra o empedrado donde se trillaba el grano.
Aljibe
- Aljibes: depósitos de madera para recoger el agua de lluvia debido a la escasez de recursos hídricos en el municipio; por lo general, cada vivienda contaba con un aljibe situado, con frecuencia, en el patio. Los aljibes son un elemento más de la vivienda tradicional, cada una poseía su propio aljibe donde se recogía el agua de la lluvia para ser consumida. - Fuentes y Fuentitas: El municipio se ha caracterizado por su escasez de agua, de ahí la importancia que cobran estas construcciones que ha desarrollado la población y que han servido históricamente para recoger el agua. Las fuentes y fuentitas se encuentran ubicadas en torno a los barrancos del municipios, distribuidas de mar a cumbre.
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Situación y Clima Puntagorda, ubicada en el punto más occidental de la Isla de La Palma, es un pequeño municipio rural con una importante tradición agrícola y ganadera, en su recorrido de este a oeste, se encuentran las altas cumbres de la Caldera de Taburiente y la inmensidad del Atlántico. El municipio, que cuenta con una población de 2.108 habitantes (INE a 01/01/2009), presenta un paisaje agrario antropizado, que refleja las condiciones de un medio difícil, al que la población ha sabido adaptarse, para sacar del mismo el máximo partido a lo largo de la historia. La configuración paisajística del municipio tiene que ver con los usos y funciones que el territorio ha tenido en sus diferentes zonas de costa, medianías y cumbre, y los aprovechamientos que la población ha hecho del mismo.
Localización Se sitúa en el vértice noroccidental de la Isla, con una superficie de 31,10 km cuadrados, 4,39% de la isla de La Palma.
Población 2.108 habitantes según INE a fecha 1 de enero de 2009.
Linderos Al norte, a través de el Barranco de Izcagua, con Garafía, al sur por el Barranco de Garome con Tijarafe.
Barrios Puntagorda está distribuida en cuatro entidades poblacionales: El Pinar; Fagundo, El Roque y El Pueblo.
Altitud 600 metros (El Pino), 700 metros (Fagundo y El Roque), 500 metros (El Pinar).
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