Desde las ocho de la mañana, en el pago guiense todo era puro ajetreo. Los vecinos hicieron una piña, encendiendo los fogones para preparar los suculentos y apetitosos platos que se servirían durante toda la jornada, y dar los últimos retoques a los stands.
Al tiempo, recibían a los visitantes más madrugadores, que no quisieron perderse el inicio de una fiesta que enamora.