Revista n.º 1065 / ISSN 1885-6039

Las Palmas de Gran Canaria 2016: Capitalidad paleta y acomplejada.

Lunes, 4 de julio de 2011
Iván Suomi (Tamaimos)
Publicado en el n.º 373

Poco tiempo se le está dedicando al carácter acomplejado y paleto que le imprimieron al proyecto Saavedra y su equipo, que prefirieron despreciar las cualidades únicas que ofrece una ciudad con la historia y la idiosincrasia de Las Palmas para dejarse llevar por sus complejos y su concepción de la cultura provinciana y pacata, apolillada y versallesca, rancia y vacía.

Captura y montaje sobre el video de la capitalidad cultural de 2016 de Las Palmas.

 

Se cumplieron los pronósticos que hace tiempo circulaban y la capitalidad europea de la cultura 2016 se dirimió entre las dos únicas candidatas que contaban: Córdoba y Donosti-San Sebastián, esta última a la postre ganadora.

 

Toda la atención se la está llevando el zaperoco político que está montado por la designación, al que han contribuido con declaraciones deplorables Jerónimo Saavedra y Juan Cambreleng, especialmente ruines y mezquinas en el caso de este último. Poco tiempo, por el contrario, se le está dedicando al carácter acomplejado y paleto que le imprimieron al proyecto Saavedra y su equipo, que prefirieron despreciar las cualidades únicas que ofrece una ciudad con la historia y la idiosincrasia de Las Palmas para dejarse llevar por sus complejos y su concepción de la cultura provinciana y pacata, apolillada y versallesca, rancia y vacía.

 

Ya en este blog hemos hablado de lo vacuo de martingalas como tricontinentalidad o ultraperificidad, o de las bochornosas ocurrencias de quienes, inexplicablemente, tienen fama de cultos, y que nos dejan a los canarios como verdaderos paletos, a la altura del betún. Los invito ahora a que vean, si tienen estómago, el inclasificable video de promoción de Las Palmas, corolario del despropósito. Notarán que, por la forma de hablar de los actores, el video podía ser perfectamente el de Burgos o Segovia, puesto que no escucha uno sino acentos castellanos perfectamente limpios, fijos y esplendorosos. El habla canaria es la excepción, y de hecho es el actor alemán el que sesea, para completar el esperpento. Nada nuevo: complejo de inferioridad y vergüenza por la propia forma de hablar.

 

 

 

 

Si consiguen prestar atención al contenido, escucharán perlas cultivadas como aquella de que, como somos ultraperiféricos, necesitamos la capitalidad más que nadie, en lo que traducido viene a ser un indigno ¡una limosnita, por caridad, que estamos lejos y necesitados!. Ausencia total de confianza en las propias capacidades, abandono de la propia responsabilidad, complejo de inferioridad una vez más. Y vergüenza ajena.

 

No se pierdan tampoco la explicación de cómo la cultura en Las Palmas no es elitista, ¡qué va!, para luego exponer como puntos fuertes el Auditorio, el Pérez Galdós, el Cuyás y demás templos de la cultura unidireccional al alcance de quien los pague.

 

No quiero cansarlos. La ganadora, San Sebastián, está en boca de todos por razones que nada tienen que ver con su proyecto. ¿Han estudiado ustedes su programa cultural? Les recomiendo que lo hagan. Un simple vistazo por encima es suficiente. Verán enseguida que, a diferencia del olor a formol que despide el proyecto canario, el programa de San Sebastián potencia su cultura propia y gira en torno a la gente. En lugar de destacar teatros, instalaciones, infraestructura, espectáculo… los donostiarras dejan muy claro que su principal elemento son las personas, tanto las conocidas como los simples ciudadanos de a pie, ellos son los protagonistas de su proyecto de capitalidad. Su enfoque no es unidireccional, pasivo, sino bidireccional, activo. Rezuma confianza en la gente. En el proyecto de Las Palmas la gente no valemos más que para decorado: en nuestro video promocional salimos fugazmente un par de veces, de fondo. Sujeto pasivo, en nuestro caso, frente a sujeto activo, en el suyo. La cultura para nosotros es ir, ver, aplaudir y regodearnos con lo cultos que somos. América y África son anecdóticas, por mucha tricontinentalidad que se invoque. Para completar el cuadro, la tan cacareada implicación de la población quedó en evidencia en el Edificio Miller: 500 espectadores, incluidos los participantes en la organización, en una ciudad que se acerca a los 400.000 habitantes. Normal en un ejercicio que la mayoría ha visto como completamente ajeno.

 

Queda claro que una capitalidad cultural en manos de personas acomplejadas y con una visión tan estrecha y desfasada de la cultura como Saavedra y Cambreleng no habría ni por dónde cogerla. El problema no está en la falta de medios, ni en la lejanía, sin sentido en el siglo XXI. El problema está en el grave y profundo complejo de inferioridad, que no se vacuna con formación académica, que afecta igualmente a nuestros dirigentes, y que nos ciega y paraliza ante las propias posibilidades; que nos empuja a una búsqueda insensata de un prestigio cultural imaginario, reverencial, carpetovetónico y ampliamente superado. Es imperativo que abordemos una reflexión profunda y pública sobre qué y quiénes somos, qué y quiénes queremos ser, transformadora de mentalidades. Pero no será posible con dirigentes anclados en épocas pasadas.

 

 

Este artículo fue publicado previamente en nuestra web amiga www.tamaimos.com.

 

 

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