Directamente ligados a las faenas del campo y de la mar, los cantos de trabajo majoreros sólo son recordados por los más viejos, que los conservan precariamente en su memoria. Pero antes de detenernos en los géneros cancionísticos, merece la pena destacar una serie de sonidos, en la frontera entre el lenguaje y la expresión paramusical, persiguiendo lo que se ha dado en llamar el fonocomportamiento de los animales que participan en las tareas agrícolas y pastoriles.
El mundo del pastoreo mantiene aún hoy sus propias claves sonoras gracias a las apañadas, reuniones de pastores que persiguen marcar las crías del ganado guanil o salvaje suelto en las costas: los gritos, jadeos y silbos componen un abanico de valores paramusicales nada despreciables. Sobre los sonidos utilizados con los animales existe, sin embargo, un lenguaje sonoro claramente definido y del que hemos grabado varios ejemplos. Son, como se puede observar en sus títulos, claves a través de las que el pastor o el campesino ordena una acción al animal, ligadas siempre a actividades laborales en las que participan ambos. Y aunque son expresiones en las que la improvisación es norma, las pesquisas que sobre este asunto hemos hecho en la isla nos descubren rasgos generales que acentúan el valor antropológico de estos signos sonoros. Hemos observado, por ejemplo, que informantes de distintos pueblos utilizan las mismas sílabas para ordenar tal o cual acción a sus diferentes animales domésticos; los intervalos en las alturas de algunos de los sonidos se rigen, también, por un patrón común. Otro rasgo determinante de casi todos ellos es que están construidos sobre sílabas de fuerte valor consonántico.
Aunque la mayor parte de estos sonidos poseen un solo significado, algunos se emplean para varias cosas, generalmente similares entre sí; el rrrru al camello se utiliza en parecidas ocasiones: para que no se desvíe del camino, para virar cuando llega al límite del terreno que se ara, o para que mantenga la misma dirección arando (para que vaya al surco, en palabras del campesino); en este sentido, obsérvese los números 29 y 30. Es sobre este animal donde se emplean varias voces: el fuche para agacharse tiene su antónimo en el párate, que se utiliza para que se levante, aunque para que detenga el paso se utiliza la voz quieto. Valgan estas primeras grabaciones para situar un tema que, sin duda, merecerá la atención de la etnomusicología y la lingüística canarias en los próximos años.
Pastoreando las cabras el ganadero también cantaba, lo mismo que el labrador, aunque el cancionero del campesino asignaba en exclusiva a algunas funciones agrícolas diversos géneros cancionísticos. Antes se cantaba para acompañar a casi todas las faenas del campo: arando, sembrando, segando, trillando, etc. Se araba cantando detrás de la yunta, que podía estar formada por burros, camellos o vacas. Son canciones de carácter lento y triste compuestas generalmente de dos frases musicales de ritmo libre que se repiten y dan pie para la improvisación, adornando el intérprete a su placer las cadencias con grupos melismáticos. Como era costumbre en este tipo de cantos, se intercalaba en el mismo las indicaciones sonoras a los animales a las que ya nos referimos. En Fuerteventura no se reconocen como un género musical; según nuestros informantes, se cantaba cualquier cosa arando (por ejemplo una isa o una folía), pero se observa en todas las que hemos recogido una personalidad interpretativa que define claramente su singularidad dentro del cancionero majorero. No obstante, las canciones de arar recogidas en su propio ambiente ayudan al solista a establecer un ritmo natural, atento este a alargar las frases melódicas según la distancia que tenga que cubrir en la faena.
La producción cerealista de la isla, de primer orden en el pasado, propició también la práctica del romance como género de trabajo, fundamentalmente en las faenas de arrancada del cereal. Recibían ese nombre porque en Fuerteventura se segaba con las manos en vez de utilizarse la hoz, todo ello gracias a la debilidad de las tierras de cultivo. Aunque este es tema ya estudiado, en resumen diremos que los dueños de terrenos de cierta extensión plantados de cereal recurrían a la ayuda de sus vecinos para recogerlo: eran las arrancadas o pionadas que empezaban al clarear el día. Dispuestos los hombres y mujeres en fila, comenzaban a arrancar, al tiempo que se cantaban romances tradicionales o de origen dieciochesco divulgados en pliegos de cordel que tuvieron mucha difusión por toda la isla. El soporte musical sobre el que se entonaban los largos textos romancísticos no era otro que una variante del canto responsorial común a las islas más occidentales de nuestro Archipiélago (en El Hierro se le conoce como la meda, aunque en Fuerteventura no tiene nombre propio). Su modo de interpretación era, también, el mismo: el cantador de alante elegía un romance y un estribillo o pie, que repetirían colectivamente los participantes en la pionada para contestarle tras cada verso dieciseisílabo del romance. Vemos en la grabación como se intercalan los arureos, gritos de ánimo en los que las mujeres llevaban la iniciativa. Y así hasta acabar la faena, que se celebraba con baile y música de cuerdas en algún corral cercano o en una sala de la casa de aquel que organizaba la pionada.
El interpretado aquí por socios del Hogar de la Tercera Edad de Gran Tarajal es una nueva variante melódica a sumar a las 19 estudiadas por Siemens. Nuestro musicólogo concluye que la flexibilidad de esta melodía se explica por varias razones: una de ellas, la adaptación a la expresión del texto que se canta en ese momento; otra, la derivación rítmica producida por la falta de un instrumento que fije el ritmo, lo que sí ocurre en otras islas. Vemos en nuestro caso que, aunque el cantador elige una variación melódica propia, algunos de los cantores del coro, en mitad de esa característica heterofonía que caracteriza la meda, llevan la melodía a los patrones más comunes. La grabación se realizó en directo y todos los intérpretes confesaron que hacía más de 30 años que no asistían a una pionada.
A mitad de camino entre las canciones de enamorados y las de trabajo se encontraban las molendadas, cuando era poco el grano a moler y no merecía llevarlo al molino. Entonces se usaba el viejo molino de origen prehispánico con el que los novios se cantaban aires de lima, pero a ellos ya nos referimos más adelante.
Las últimas incorporaciones al cancionero de la isla en cantos de trabajo se producen a través de la introducción, a principios de siglo, del cultivo del tomate. La música debió siempre acompañar a las diferentes industrias agrícolas que se dieron en Fuerteventura (así, tenemos constancia de que existieron cantos de recogida de orchilla). Y aunque estos se titulan Cantos de tomateras, su utilización no era exclusiva a este cultivo, porque también se cantaban en otros trabajos como la construcción de carreteras, etc. Aunque no hay que dudar de la personalidad de las versiones majoreras que aquí ofrecemos, tampoco hemos de olvidar que desde los años veinte, especialmente en las épocas de sequía, un número considerable de majoreros era contratado para trabajar en las plantaciones y almacenes de tomates de Gran Canaria, donde escucharon y, a su vez, interpretaron este género. Es el caso de algunas de las personas que los cantan en este disco.
Los hombres de la mar no poseían géneros musicales que les fueran propios, y si los tuvieron, se han perdido. La isla acogió enclaves de pesca artesanal históricamente frágiles; la mayoría de las familias de pescadores eran originarios de Lanzarote, y hasta hace un lustro eran pequeños núcleos de población de alto índice endogámico de clase. Sí existe, sin embargo, un corpus de coplas de ambiente marinero aplicables al cancionero de la isla que merecerán ser recogidas en otro lugar. Es de destacar que era práctica común el canto de las morenas cuando se las iba a pescar con tambor o morenero en las orillas rocosas de la isla. Hay que subrayar que no solo era costumbre extendida entre los pescadores majoreros, sino también entre las gentes del interior, que se veían obligados a pescarlas en las épocas de hambruna.
JUAN SERENAL
Juan Serenal
Y así, así lo siembra... |
CANTO DE TOMATERAS
Te pareces con un chucho,
Si quieres cantar cantares
Si quieres cantar cantares,
Más quisiera ser cebolla,
Yo tuviera un almirez
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CANTOS DE TOMATERAS
Enfrente te tengo, espejo,
De donde estoy te estoy mirando,
Todas las Marías tienen
A todos los Santos quiero,
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ARANDO
Yo sembré y otro sembró
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CANTO DE LA MORENA
¡Jo, morena! ¡Jo, jo, jo, jo!
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Texto publicado previamente en la separata del disco El folklore de Fuerteventura, editado por el CCPC, con texto de Manuel González Ortega, en 1993. La foto de portada es de Kunkel, y pertenece al Archivo de la FEDAC.