... Pero -decíamos- ocurre que tal noticia no era desconocida, o casi, en esta capital. Más o menos desde 1960, el inolvidable periodista Luis Jorge Ramírez, en el Diario de Las Palmas primero, y posteriormente en Radio Atlántico, no una sino un gran número de veces se lució proclamando a los cuatro vientos el hecho de la estancia aquí del célebre creador del moderno teatro del gran país americano. Pero no solo Luis Jorge se hacía eco de aquella ilustre visita, también algunos calificados amantes del arte dramático se referían a ella con relativa frecuencia, en los descansos de algunas representaciones efectuadas en el Pérez Galdós (María Dolores de la Fe, Enrique Lage… Me imagino lo que hubiera dicho, de estar presente en la conferencia, el ya desaparecido Juanito Bosch). No hace demasiado tiempo, en la sección “Cultura” del diario La Provincia se pudo leer un trabajo en el que se aludía con cierto detalle a esa lejana visita del que años después, en 1960, fuera galardonado con el Premio Nobel. En ese texto de La Provincia se decía lo siguiente: No rigurosamente como viajero en tránsito, sino con la idea de pasar aquí unos pocos días de descanso después de residir algún tiempo en Francia, en 1930 llegó a Las Palmas en compañía de su mujer, Carlota Monterrey, el gran dramaturgo norteamericano Eugene O’Neill. En seguida decidió prolongar su estancia en vista de que la placidez y la temperie del lugar le proporcionaban “la atmósfera adecuada para hacer los cortes y correcciones definitivos” en el texto de una pieza de la trilogía Electra, según escribió en 1955 León Mirlas, el escritor argentino a quien O’Neill autorizó y recomendó expresamente para que fuera el traductor de sus obras al español. De todo lo cual se deduce que a veces, no pocas, queriendo o sin querer se incurre en el equívoco de que aparezca como novísimo algo que ya está barnizado por el orín del tiempo.
Modesto de Vera
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Comentario
Desgraciadamente, estas cosas están sucediendo cada vez con más frecuencia. Es como si no hubiera memoria. En la conferencia que se comenta, bastaba con nombrar lo que ya se conocía por la prensa, y centrarse en lo novedoso que se presentaba. O, a lo menos, no hacer hincapié en que aquí en Las Palmas no se había hecho nada, o casi nada en lo que se refiere a recordar la estancia del dramaturgo norteamericano. Lo más sorprendente es que hay personas en las instituciones donde se dan estas conferencias que, debiendo conocer estos datos, tienen la obligación de no hacer pasar la vergüenza al conferenciante de estar diciendo obviedades, o de que, simplemente, está falseando los hechos, por darlos incompletos.
Hace no mucho se presentaban en la prensa, también como novedad, las peripecias de unos poemas de Federico García Lorca que vinieron a mano de los hermanos Millares, a través de Miguel Benítez Inglott. Todo el mundo medianamente informado en la transmisión de la obra de García Lorca conocía el tema. Además, parecía que todo el interés estaba en saber que el receptor de tal poema era judío.
Otro día era una conferencia sobre la estancia de Miguel de Unamuno en Las Palmas en 1910, que no fue sino una repetición de los mismos tópicos y errores que escribieron en su momento señores que, por lo que sea, no se detuvieron a contrastar aquello de lo que informaban. Todavía se pretendió que se publicara en una revista de prestigio. Y no es raro que cualquier día nos encontremos con las repetidas erradas informaciones en otra revista que no tenga rigor, sino que sirva a los amigos.
Aquí vendría bien aquello de zapatero, a tus zapatos, o conferenciante, investiga y pregunta.
En definitiva, los asuntos de la cultura no tienen que ser cosas de amigos, sino realizaciones más serias. Tenemos que huir de ser transmisores de errores, y eso se logra con una seria investigación, elemento que da el tiempo, el trabajo continuo y el saber informarse de los que pueden saber algo más que nosotros. Por otra parte, que un periódico no se dé cuenta de que en sus archivos hay noticias y escritos que desdicen claramente ciertas opiniones que publica ahora indica que se desprecia la propia memoria, o que queremos reescribir la historia para adaptarla a lo que nos interesa. Desgraciadamente, parece que esto es lo que siempre se ha hecho y entra ya en la rutina de la costumbre.
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La estancia del dramaturgo americano en nuestra ciudad debió ser comidilla en los círculos ilustrados de Las Palmas a raíz de la publicación de las traducciones de sus obras por la Editorial Sudamericana, S. A., de Buenos Aires. El traductor y amigo de O’Neill, León Mirlas, en el capítulo II (“El hombre que se llamó Eugene O’Neill”) de su ensayo O’Neill y el teatro contemporáneo1, habla de
su monumental trilogía Mourning Becomes Electra […] Para escribir estos trece densos actos, de electrizante acción, el dramaturgo se trasladó con su esposa a Francia y trabajó allí, en el fecundo aislamiento de su residencia rural de Le Plessis, en 1929 y 1930. A fines de 1930 fue a Las Palmas, en las islas Canarias, buscando una atmósfera adecuada para la revisión final de su trilogía, ya acabada.2
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La correspondencia de O’Neill con León Mirlas comienza en 1934, cuando ya Electra había sido escrita, y a raíz del estreno en Buenos Aires de su traducción de El Gran Dios Brown. En el citado O’Neill y el teatro contemporáneo, Mirlas presenta lo fundamental de su relación epistolar con O’Neill. En una de esas cartas, el norteamericano le confiesa que su castellano “es muy somero… ¡y lo poco que supe en otros tiempos se me ha olvidado, como lo descubrí durante un viaje a España en 1930!” (Carta de 1935).
En 1944 autoriza O’Neill a la Editorial Sudamericana para traducir el volumen de Nueve Dramas, con la condición de que el traductor fuera León Mirlas, que había traducido ya El Gran Dios Brown en 1934. Ese mismo año, León Mirlas le envía, junto con los bocetos de la obra que le había pedido O’Neill, “un estudio de dicha obra y El mono velludo que figura en mi primer libro sobre el teatro de O’Neill, que apareció en 1938, ensayo que traduje al inglés para que él pudiera leerlo.” (p. 207).
Con toda verosimilitud, la noticia de que el dramaturgo americano estuvo en Las Palmas en 1930 puede datar ya de 1938. Habría que ver si ese primer ensayo de Mirlas sobre O’Neill llegó prontamente a Las Palmas. Sea que la noticia esté ya en ese ensayo, o en la primera edición de O’Neill y el teatro contemporáneo (1950), y de seguro en la edición de 1961, no es extraño que se difundiera en Las Palmas por cualquier lector avisado de dichas obras o por los libreros atentos a la producción del Cono Sur Americano (pienso en la librería de Márgara Bosch o en Hispania). Las primeras noticias que yo he podido encontrar en nuestra prensa datan de 1967, como se verá en los textos que presento.
La foto del dramaturgo en Las Palmas de Gran Canaria y ubicación del edificio que se ve en dicha foto
El asunto es que el dramaturgo estuvo en Las Palmas desde finales de febrero a finales de marzo de 1931. En la web Eugene O’Neill Letters Project, buscando con el término “Las Palmas”, aparecen las fotos que el conferenciante citado arriba presentó en su conferencia, todas con fecha de 1931, salvo la que se ha publicado ahora en la prensa, donde aparece O’Neill en el balcón de un edificio de Las Palmas (parece ser el hotel donde se hospedaba, el Atlantic). En la web, se transcriben las palabras de su mujer en el verso de la fotografía, datando la toma en 1930 (“Fuimos allí (desde Francia) para un cambio de escena y para que O’Neill hiciera cortes y revisiones en Mourning Becomes Electra”). Una nota nos advierte de que “Mientras Carlota data esta fotografía como tomada en 1930, ella y O’Neill estaban en realidad en Las Palmas en marzo de 1931, poco antes de que regresaran a los Estados Unidos.” De la misma afirmación citada de O’Neill a Mirlas de 1934 proviene el datar el traductor y estudioso bonaerense, y los que lo leyeron, la estancia en Las Palmas en 1930. En la web se referencian siete cartas de O’Neill a su representante Richard Madden desde Las Palmas, en el mes de marzo de 1931. A finales de marzo, el 26, retorna la pareja a Francia, con escalas en Tánger y Casablanca, llegando a Marsella; de allí van a París en tren, adonde llegan el 4 de abril.3
La aludida fotografía se encuentra en la edición de Una luna para un bastardo, traducción y prefacio de León Mirlas, de la Editorial Sudamericana, de 1955. El prefacio de Mirlas se titula “Liberación”. La foto se encuentra en el verso de la hoja de fotografías que se inserta entre las páginas 48 y 49, con el siguiente pie: “El escritor en Las Palmas, Islas Canarias, en 1930. O’Neill fue allí con su esposa, después de haber residido algún tiempo en Francia, para cambiar de escenario, ya que su espíritu le exigía una atmósfera adecuada para hacer los cortes y correcciones definitivos de su Electra.”
Después de la lectura de estos Rescates, nos podremos hacer varias reflexiones; entre ellas, el preguntarnos por qué los responsables de la “cultura” municipal no perpetúan este recuerdo de alguna manera.
Antonio Henríquez Jiménez
La pareja en Las Palmas (Fuente: http://www.eoneill.com)
ALGUNAS NOTICIAS EN NUESTRA PRENSA SOBRE LA ESTANCIA DE O’NEILL EN LAS PALMAS
Diario de Las Palmas, 17-XI-1967, 3: “La Calle”, Luis Jorge Ramírez: “O’Neill y Las Palmas”:
Un grupo de intelectuales canarios (Ventura Doreste, Pedro Lezcano, Manuel Hernández Suárez y otros) están preparando un homenaje a Eugenio O’Neill, el dramaturgo norteamericano que entre París y Las Palmas escribiera su famoso drama Electra, viviendo por tanto, como Saint-Saëns, algún tiempo en nuestra isla.
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La Provincia, 16-VIII-1969, 9: “La calle”, Luis Jorge Ramírez:
De extraordinaria brillantez serán las primeras conmemorativas de la fundación de Las Palmas de Gran Canaria.
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La Provincia, 20-VIII-1969, 2: “La calle”, Luis Jorge Ramírez: “La Sociedad General de Autores incluye en su Congreso Mundial el homenaje de Las Palmas a Eugenio O’Neill”:
Tras la rueda de prensa que Víctor Ruiz Iriarte y José Joaquín Arozamena sostuvieron con los informadores locales, departimos con ellos sobre varios extremos. […] Pero dejemos esto y vayamos al tema de esta nota, o sea nuestro deseo de que, en los mismos días del Congreso Mundial de Autores, el que Las Palmas tribute un homenaje a Eugenio O’Neill, el Premio Nobel de literatura y primerísima figura del teatro americano que, entre París y nuestra capital, escribió su Electra.
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La Provincia, 27-VIII-1969, 6: “La calle”, Luis Jorge Ramírez: “El Teatro durante el Congreso Mundial de Autores”:
Con fina sensibilidad se apresta Las Palmas a ser marco del magno acontecimiento cultural que significa siempre el congreso Universal de la Sociedad General de Autores, que siempre ha corrido por capitales importantísimas desde París a Nueva York, desde Viena a Madrid y que, en 1970, tendrá lugar en Las Palmas.
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La pareja en Las Palmas (Fuente: http://www.eoneill.com)
Diario de Las Palmas, 16-XII-1970, 33: “Cartel de las letras y las artes”: “Eugenio O’Neill y Las Palmas”, A.:
Hoy volvemos a insistir en un antiguo empeño, acariciado con férvida esperanza por unos cuantos verdaderos enamorados de nuestra ciudad y su buen nombre. Empeño que se propone nada más ni nada menos que evitar que nuestra isla pierda alegremente la tenue, minúscula si se quiere, pero muy gloriosa sombra que sobre ella proyecta una de las más ilustres figuras del teatro universal.
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La Provincia, 26-III-1972, 6: “La calle”, Luis Jorge Ramírez: “Una lápida canaria para Eugenio O’Neill”:
Una de las obras más interesantes de uno de los dramaturgos más importantes de nuestro siglo es la Electra (A Electra le sienta bien el luto, nos parece que es el título), que entre París y Las Palmas escribiera hace varias décadas el premio nobel norteamericano Eugenio O’Neill.
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Diario de Las Palmas, 8-I-1976, 6: “El otro padre de Electra que vivió en Las Palmas. O’Neill escribió parte de este drama en nuestra ciudad”, Fernando Ramírez Suárez: La noticia surgió casualmente a la vista de una reproducción fotográfica en una edición de las obras de O’Neill publicada en Buenos Aires por los años cincuenta. En ella aparecía el gran dramaturgo, Premio Nobel norteamericano, en la azotea del viejo Hotel Atlántico de Las Palmas. Este recoleto hotelillo aún se conserva en una de las calles más hermosas de nuestra ciudad, la calle Dr. García Castrillo, paralela al Paseo de Chil, en la parte alta de Ciudad Jardín, siendo una de las que mejor ha conservado el encanto de los chalets y la adecuada vegetación de esta zona de Las Palmas. Luego, recogimos la tradición, que nadie desmiente, de que, en aquella estadía bajo nuestro cielo del gran autor dramático contemporáneo, escribió en nuestra ciudad parte de su Electra o si se quiere recordar el nombre completo de la obra El luto le va bien a Electra. Fue en mil novecientos treinta y tantos. Dos genios, dos Electras. Es curioso advertir que dos grandes creadores literarios que han residido en Las Palmas coincidieron en elegir el mito de Electra para convertirlo en tema central de una de sus respectivas obras más célebres, puesto que también Galdós dramatizó el argumento de la célebre tragedia griega, con la maestría que solo los genios saben hacerlo. Sabemos que Eugenio O’Neill, además de ser un escritor de gran fuerza creadora, se distinguió por su perfecto realismo, por su impresionismo dramático y por ser uno de los grandes trágicos contemporáneos equiparado a los trágicos griegos. En la “historia de su largo viaje hacia la noche que fue toda su vida, resulta que hizo posada aquí, en Las Palmas, donde escribió algunas escenas de la obra referida. El sitio adecuado para un recuerdo. A veces, en Las Palmas, parece que se empeñan en darle razón a sus detractores, a aquella gente que la moteja de “fenicia” y de falta de vibración ante hechos y cosas que debieran afectar a la sensibilidad del pueblo. Un ejemplo de esta circunstancia podría ser el olvido y la ignorancia de la estancia entre nosotros de este gran autor dramático. A la vista de ello, y teniendo en cuenta que nuestra ciudad no abunda precisamente en parajes que evoquen sucesos o personas de importancia universal, sorprende que todavía Las Palmas no haya recordado materialmente el paso del autor norteamericano. Justamente el sitio idóneo para fijar este recuerdo es, sin lugar a dudas, la misma calle donde está situado el Hotel Atlántico. Allí, en un lugar que no será difícil elegir, bastaría con clavar en tierra una estela de piedra de la isla, en la que una sencilla leyenda advirtiera al transeúnte que un día, aún no lejano, anduvo entre nosotros uno de los hombres que resucitó en nuestro tiempo el aliento trágico que conmovió en la antigüedad al pueblo griego. Un compromiso moral del Ayuntamiento. Nuestro Ayuntamiento tiene aquí la ocasión de probar a los ciudadanos que no es indiferente a los fenómenos de la cultura y la sensibilidad. Con poco dinero (el que cuesta labrar un bloque de cantería) podría cumplir el compromiso moral que le impone la circunstancia que hemos expuesto en este reportaje, al tiempo que enriquecería el acervo evocativo de Las Palmas y pondría de relieve ante propios y extraños que si sabe afanarse en el absorbente y positivo trajín de la vida comercial y urbana, también tiene tiempo y sensibilidad para rendir homenaje a aquello que significa exaltación del espíritu.
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La Provincia/Diario de Las Palmas, 25-III-2004, 42-43: “Cultura”: “Gente de paso”, Manuel González Sosa: Escritores como Rubén Darío, Katherine Mansfield, Borges, García Lorca y Eugene O’Neill dejaron tras de sí rastros de sus breves escalas en la Isla. […] No rigurosamente como viajero en tránsito, sino con la idea de pasar aquí unos pocos días de descanso después de residir algún tiempo en Francia, en 1930 llegó a Las Palmas en compañía de su mujer, Carlota Monterrey, el gran dramaturgo norteamericano Eugene O’Neill. En seguida decidió prolongar su estancia en vista de que la placidez y la temperie del lugar le proporcionaban “la atmósfera adecuada para hacer los cortes y correcciones definitivos” en el texto de una pieza de la trilogía Electra, según escribió en 1955 León Mirlas, el escritor argentino a quien O’Neill autorizó y recomendó expresamente para que fuera el traductor de sus obras al español. Por lo que conocemos, ni para los viajantes transmarinos ni para nosotros estas visitaciones efímeras tuvieron algún alcance más allá de su mera condición episódica. Pero, si no para otra cosa, el saber que ocurrieron nos servirá acaso para imaginar que entre los forasteros que los caminos del mar esparcen durante unas horas por nuestras calles puede haber por lo menos uno al que nuestro espíritu le debe, o acabará debiéndole, intensos momentos de disfrute intelectual, sensitivo o estético. Así, a lo mejor, más de una vez un brote de nuestra capacidad de aprecio más entrañable irá en secreto y con destino incierto a homenajear a quienes de veras, por obra y gracia de sus creaciones, merecen admiración y reconocimiento inextinguibles.
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Notas
1. Cito por la 2.ª edición (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1961, 267 p.). La primera edición es de 1950, y contiene 207 páginas. Según la solapa de la segunda edición, sus páginas “son mucho más que una segunda edición del sagaz estudio que ha hecho Mirlas […] Ha ampliado su estudio. Lo ha profundizado. Lo ha puesto totalmente al día. Y al revelarnos una preciosa correspondencia inédita, nos muestra facetas muy poco conocidas” del autor. Posiblemente, León Mirlas empleara las palabras que cito en el texto en su ensayo de 1938 sobre el teatro de O’Neill que citaré enseguida.
2. En el prólogo al volumen de la Editorial Aguilar, S. A. de Ediciones (“O’Neill y su sentimiento trágico de la vida”) del Teatro escogido de Eugene O’Neill (p. 34. Cito de la 3.ª edición, de 1965), León Mirlas dice casi lo mismo: “su monumental trilogía Mourning Becomes Electra, cuyo título podría traducirse por El luto le sienta bien a Electra o El duelo es el destino de Electra […] Para escribir estos trece densos actos […] el dramaturgo se traslada con su esposa Carlota a Francia y trabaja allí, en el fecundo aislamiento de su residencia rural de Le Plessis, durante los años 1929 y 1930. A fines de 1930, va a Las Palmas, en las islas Canarias, buscando una atmósfera adecuada para una revisión final de su trilogía, ya acabada.”
3. De Croswell Bowen: the Curse of the Misbegotten. A tale of the house of O’Neill (también en la web).