La suntuosidad, recogimiento, olor a incienso y cera recorre la Semana Santa palmera. Santa Cruz de La Palma y Los Llanos de Aridane son, quizás, su máximo exponente por el gran número de valiosos pasos, cofradías de "capuchinos" y penitentes. Además de estas suntuosas Semanas Santas se conservan en la isla otras manifestaciones en la liturgia de la Pasión llenas de añeja y amorosa tradición popular.
En la misa de Pascua (sábado noche) de Tijarafe cuando se entona el Gloria cae el telón, que cubría el magnífico retablo barroco del mejicano Antonio de Orbarán (1603-1671) o bien la imagen de Cristo Resucitado. En ese mismo momento abren las puertas de la iglesia con gran estruendo, enciende todas las luminarias, repican las campanas, resuena el tambor (caja de guerra), mientras un grupo de vecinos, siempre varones, presididos por un estandarte, “invaden” el templo corriendo y arrojando pétalos de flores a los feligreses y al oficiante. Recorren el templo, púlpito, coro, salen y entran por puertas laterales y al llegar al Altar Mayor ponen rodilla al suelo. Es la manifestación de su bulliciosa expresión de alegría (Aleluya. Resucitó). La ancestral ceremonia continúa y la iglesia queda impregnada de una suave mezcla de aromas de incienso, pétalos de flores y algún que otro "grito dolorido", del impacto de una almendra verde que venía entremezclada con los pétalos.
Las iglesias palmeras contaban dentro de sus útiles de culto con las llamadas popularmente cajas de guerra (tambor grande de amarrar en la cintura). En el legajo de inventarios de 1871 de Nuestra Señora de la Candelaria (Tijarafe), aparece la referencia que se echaba en falta una caja de guerra que aparecía inventariada en 1853. Debieron ser utilizadas en Pascua y otros ritos litúrgicos. Hoy la iglesia de Tijarafe posee una caja de guerra que se utiliza en el Aleluya y en el peculiar toque conjunto de campanas y tambor desde la espadaña.
En la tarde del Domingo de Gloria la procesión del Encuentro, el Cristo Resucitado recorre las empedradas calles tijaraferas, mientras procesionan por otra vía las Santas Mujeres, San Juan y la Virgen de los Dolores. Se produce El Encuentro, descubriendo que su amigo y maestro había resucitado. Cuando el cortejo llega ante el Resucitado se producen las llamadas tres venias (genuflexiones), arrodillándose los cargadores ante la imagen de Jesús. A San Juanito -el alcahuete-, después de hacer las tres venias, lo giran y emprende una galopante carrera -más de una vez ha perdido pluma y corona- hacia la Virgen, para darle la buena nueva. La Virgen se acerca a ver a su hijo y repite las tres venias. En la última genuflexión el sacerdote, que acompaña la procesión, le retira a la Dolorosa la daga de plata (símbolo de su dolor) que le atraviesa el pecho. Aquí se unen las dos procesiones y continúan hasta la iglesia, mientras la caja de guerra vuelve a tocar.
El Aleluya es el momento en que los cristianos encuentran el verdadero sentido a su fe. Cristo, después de una despiadada pasión y muerte, resucita para gloria de los hombres.
Pétalos de flores arrojan en el Aleluya de Tijarafe
En la iglesia de San Juan de Puntallana el Sábado de Gloria se celebra con la danza de los llamados Galanes. En el momento del canto del Gloria in excelsis Deo, el telón que tapaba el retablo mayor se parte en dos, momento en que por la puerta de la iglesia entran en parejas y corriendo los nombrados Galanes. Los componentes de esta peculiar danza van vestidos con pantalón oscuro y camisas blancas, faja roja, pañuelo al cuello y en algunos casos con una cinta ancha de colores cruzando el pecho. Según María Candelaria Hernández Concepción en el Diario de Avisos de 7 de abril de 1996, los Galanes gritaban entrando en la iglesia ¡Aleluya!, ¡Aleluya!, ¡Aleluya!, ¡Resucitó!. Continúa Hernández Concepción diciendo que todos llevaban una caña al hombro. Las buscaban bonitas y bien largas, para ser preparadas y engalanadas. En ocasiones alcanzaban los tres metros. Primeramente les sacaban las hojas, dejando sólo los bonitos cogollos del final y se enramaban a partir del hombro.
Para ese peculiar y festivo enrame, hoy perdido y digno de recuperar, se empleaba:
- Frutas: las propias de la época, y también las que conseguían fuera de tiempo como duraznos, peras, nísperos, etcétera. Había una clase de peras que, colgadas de un hilo, duraban hasta esta fecha. Tampoco faltaban las bonitas sartas de castañas.
- Flores: en la punta de la caña iba un ramillete de flores. También mezclaban algunas con otras, como geranios, y si no los conseguían, de cualquier otra flor.
- Cintas: muchas cintas, anchas, estrechas, más anchas, más estrechas y de todos los colores; unas en pequeños ramilletes, sueltos, y otras haciendo lazos.
- Campanillas: el que las tenía las colgaba de su caña.
- Y... grandes sartas de rosquetes, queques, galletas, etcétera.
Los Galanes de Puntallana
A todo esto se unían las banderas. Se situaba el pie del ramo de flores. Eran bonitos pañuelos de seda de todos los colores y de todos los tamaños. El primero de cada fila llevaba dos banderas españolas. (...) En ese momento el velo del templo se partía en dos, los santos se descubrían, se encendían todas las velas, tocaban las campanas y campanillas, y entraban a toda velocidad los Galanes. Recorrían los laterales, llegaban al arco, entraban en las capillas, para unirse en el centro del altar. Aquí, de rodillas, formaban una cruz y gritado decían: "¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!". Levantándose, rápidamente se cruzaban y hacían el mismo recorrido: capilla, nave y fondo de la iglesia. Esto lo hacían tres veces, y al correr gritaban: "¡¡¡Uf, uf..., ru, ru, ru... ru, ru, ru, ru!!!".
En la actualidad los enrames son más pobres, las banderas son la española y la canaria, la indumentaria ha variado, los Galanes son jóvenes de ambos sexos y en el recorrido ya no gritan el conocido ¡¡¡Uf, uf..., ru, ru, ru... ru, ru, ru, ru...!!!; hoy exclaman ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Resucitó!
En Fuencaliente también se corre el Aleluya, el Sábado Santo, con la variedad de que un grupo de niños y jóvenes llevan unas esquilas, colgadas al cuello, que hacen sonar en sus carreras por el interior de la iglesia, mientras otros tiran flores y pétalos. Según el anticuario Juan Luis Curbelo, que lo ha recuperado hace unos años, estas esquilas son las mismas que él y su familia utilizaban en su infancia en la celebración de la Pascua de Resurrección fuencalentera.
En San Andrés (San Andrés y Sauces), después de la misa del Domingo de Gloria -mediodía- se repite el mismo encuentro que en Tijarafe con un Cristo Resucitado y, tras el encuentro con la Virgen, continúa la procesión hasta la iglesia, acompañados por los feligreses y niños que portan ramos de gacios -planta silvestre olorosa y color amarillo-. Al terminar la procesión, los niños aguardan la salida del sacerdote oficiante, flanqueando un pasillo delante de la puerta de la iglesia y con los gacios en las manos en gesto "amenazante". Al salir el cura, un gran griterío lo recibe y los niños comienzan a golpearlo, en algunos casos con violencia, mientras él se protege la cara con las manos y emprende una veloz carrera para refugiarse en la casa parroquial. Después de este hecho podría parecer que el sacerdote “lapidado” no quisiera saber nada de los niños y no es así; las ventanas de su casa se abren y comienza a lanzarles monedas, caramelos y estampas religiosas que los pequeños recogen en la calle con alborozo y alguna que otra pelea.
Niños con gacios en San Andrés
El correr el Aleluya fue una costumbre generalizada en las iglesias de La Palma. En este caso se mantienen vivos desde tiempos inmemorables los ejemplos de Tijarafe, Puntallana y Fuencaliente, y como variantes los llamados Gacios de San Andrés (San Andrés y Sauces), ejemplos muy distantes de las primeras.
Las fotografías son de la misma autora del texto. La foto de portada se corresponde con los Gacios de San Andrés.