Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

La Palma: cuna histórica de la Literatura Canaria. Las endechas a la muerte de Guillén Peraza.

Jueves, 27 de Octubre de 2011
María Victoria Hernández Pérez (Cronista Oficial de Los Llanos de Aridane)
Publicado en el número 389

Fue un día de gloria y victoria para unos y de desgracia para otros. En La Palma quedó el escudo y la lanza de Guillén Peraza. Fue esta isla y la batalla de Tajuya lo que inspiró el epitafio o canto fúnebre de las Endechas a la muerte de Guillén Peraza, que dio lugar al nacimiento de la Literatura Canaria.

 

Dicen que ... era tan copiosa de yerbas y árboles, hasta encima de la cumbre de ella, que en los veranos era tan intenso el olor y fragancia de las flores, que tres leguas de mar alcanzaban (Abreu y Galindo). Esta añeja crónica de fragancia y de suaves aromas que emanaban de la isla de La Palma refleja el ambiente que envolvía la pacífica vida de Echedey en su territorio de Tihuya. Pero el destino cambiaría la vida de la antigua Benahoare para gloria de unos y para desgracia de otros.

 

Guillén de las Casas había recibido por cesión del conde de Niebla el señorío de las Islas Canarias. Del matrimonio de este con Inés de Bracamonte nacieron dos hijos: don Guillén y doña Inés. Inés contrajo matrimonio con el señor de Valdeflores, don Fernán Peraza, quien pretendía ser el único dueño y señor de Canarias, como lo fue en su día su suegro. Para ello firma un contrato de permuta de las tierras de Sevilla por las de Canarias con su cuñado don Guillén de las Casas Bracamonte. Fernán Peraza, sintiéndose dueño y señor del pequeño reino de las Canarias (salvo de la isla de Lanzarote), armó en Sevilla tres navíos con doscientos hombre ballesteros y puso rumbo al Sur, en busca y hacia el encuentro de las míticas islas de la Fortuna, donde los árboles lloraban fresca agua de la que se abastecían sus gentes o donde por sus arroyos corrían ferruginosas aguas: ... quien bebe de una, se muere de risa; quien de la otra, se salva (Leonardo Torriani). Crecía la hierba tintórea de la orchilla que vistiera de color púrpura las cortes europeas y la Curia Vaticana y vivían bárbaros infieles de raza blanca, a los que enseñarle el Evangelio y, en el peor de los casos, obtener otros beneficios vendiéndolos en los puertos europeos como esclavos.

 

 

Fernán Peraza inició el viaje acompañado de su joven y apuesto hijo don Guillén Peraza de las Casas, en quien tenía depositada sus esperanzas como heredero. Tomó posesión de Fuerteventura con honores, pero inquietado por la proximidad de la isla de Lanzarote, cuya soberanía estaba en disputa, decidió trasladarse a La Gomera y culminar su Conquista.

 

Sentado su señorial sitio en la bahía de San Sebastián de La Gomera, comenzó a efectuar viajes de reconocimiento por las otras islas de su dominio. Posiblemente en esos viajes arribó, con dos navíos, doscientos ballesteros y trescientos canarios a La Isleta, en Gran Canaria, con intento de probar las fuerzas de los habitantes de esta isla. Y quedó sólo en el intento, al ser rechazados por sus pobladores, que se batieron violentamente. Aunque no se han encontrado testimonios documentales, no sería de extrañar que esta incursión se realizase de la misma manera que se produjo en La Palma.

 

Desde La Isleta puso nuevo rumbo a El Hierro y La Gomera, por el descontento de sus habitantes, que demandaban justicia ante las actitudes de los gobernadores que había dejado al frente de ellas. Apaciguadas las dos islas, comenzaron desde ellas las correrías de los Peraza en busca de la conquista de La Palma. Isla indómita de altas cumbres nevadas, metida en el reino del aire, fortificada por naturales murallones verticales que caían sobre el mar; de la que le habían informado que eran pocos y mal armados sus habitantes... La Palma fue codicia y deseo de conquista del joven Guillén Peraza. Mientras, los benahoritas ya conocían las no buenas intenciones de sus vecinos. Hacía muchas décadas que incursiones de bajeles habían hecho prisioneros a sus gentes, de las que nunca más supieron.

 

No obstante, la blancura de las velas, henchidas por la suave brisa del mar, les hizo pensar primero en magia de dioses, pero no fueron buenos los augurios. La paz que en principio esperaron se convirtió luego en guerra, desolación, esclavitud y muerte.

 

 

Corría el año del Señor de 1447 cuando el joven doncel Guillén Peraza, con ansias de igualar las hazañas de sus mayores, pretendió conquistar La Palma acompañado de los capitanes Hernán Martel, que comandaba a las gentes de Sevilla, y Juan de Adal, Luis Casañas y Mateo Picar, que dirigían las tropas de las Islas. Por la playas del cantón de Tixuya o Tajuja, hoy término municipal de Los Llanos de Aridane, ... salió á tierra y como no aparecieron algunos de sus naturales, tuvieron lugar y tiempo los cristianos de encuadronarse y ponerse á caballo de lanza y adarga. Pero Guillén Peraza ... por la gala con que iba vestido fue blanco de los palmeros... mas la fortuna fue aquel día de los gentiles, porque de una pedrada en la cabeza cayó luego del caballo Guillén Peraza y quedó muerto (Marín y Cubas).

 

José  Viera y Clavijo describió la patética derrota de las tropas cristianas de la siguiente manera: Jamás hubo infortunio más lastimoso. La retirada a los navíos se hizo entonces general y muchos españoles perdieron la vida al lado de Hernán Martel por embarcar el cadáver del malogrado feje, Así regresó la escuadra, cargada de luto, a La Gomera, donde dieron sepultura el hermoso guerrero...

 

Guillén Peraza desembarcó, según la tradición, por las negras arenas de Puerto de Naos (Los Llanos de Aridane). Con más de 500 hombres de armas, con brillantes armaduras, a la grupa de caballos andaluces enjaezados de guerra y, marchando en formación, ballesteros a pie. A decir por las crónicas: ... tomando puerto en el término de Texuya, señorio de Chedey. (...) Metióse la tierra adentro. La isla de La Palma es muy alta y áspera de subir y andar; y la gente llevaba Guillén Peraza de las Casas, no usada a semejantes asperezas. Y los palmeros, diestro y ligeros en ella, poniéndose en los pasos más ásperos y dificultosos, acometieron a los cristianos de tal manera, que los desbarataron; y, aunque se defendían animosamente, los hicieron recoger. Y, queriendo Guillén Peraza de las Casas hacer rostro, le dieron una pedrada y cayó muerto (Abreu y Galindo).

 

 

Grande fue la muestra de poderío y amenaza en el azul horizonte del mar de poniente palmero. Velámenes blancos con galeras y cubierta cargada de hombres de armas, que portaban estandartes multicolores. El retumbar de los tambores y los cascos de los caballos sobre las lavas volcánicas se multiplicó, con eco de guerra, por laderas, valles y barrancos de La Palma y ... se conmovió la tierra y corrieron los bárbaros como furiosos a la defensa de su patria, de que eran amantísimos. Echedey dio el gobierno de sus fuerzas a su hermano Chenauco y el de las chusmas auxiliares a Dutenmara, palmero valiente, astuto... (Viera y Clavijo).

 

Las pretensiones de conquista y de comercio de esclavos blancos se vieron truncadas por la valentía de un pueblo del que decían era bárbaro e infiel y que, con sólo palos, piedras y venablos consiguió repeler al invasor y defender su tierra y sus gentes. A la muerte del doncel Guillén Peraza, ... en sus exequias, entonaron los pueblos las endechas siguientes, cuya cláusulas nobles, patéticas y sencillas nos conservó el padre Abreu y Galindo en su historia (Viera y Clavijo).

 

 

 

Llorad las damas

así Dios os vala;

Guillén Peraza

quedó en La Palma,

la flor marchita

de la su cara.

 

No eres palma,

eres retama,

eres ciprés

de triste rama

eres desdicha,

desdicha mala.

 

Sus campos rompan

tristes volcanes,

no vean placeres

sino pesares,

cubran sus flores

los arenales.

 

Guillén Peraza,

Guillén Peraza,

Do está tu escudo?

Do está tu lanza?

Todo lo acaba la malandan­za.

 

 

Guillén Peraza murió en La Palma. Para siempre quedó marchita su cara entre flores y arenales de la tierra palmera, quebrada por volcanes. Las damas le lloraron desconsoladamente, clamaron ante Dios para que lo acogiera en su desdicha. Ciprés de triste rama, retama, desdicha, flores, desdicha mala, pesares, escudo, lanza, placeres... Violentos y apasionados ruegos de venganza que el anónimo poeta hace a las fuerzas telúricas para que, como una maldición, cayera sobre La Palma. Fue un día de gloria y victoria para unos y de desgracia para otros. En La Palma quedó el escudo y la lanza de Guillén Peraza. Fue esta isla y la batalla de Tajuya lo que inspiró el epitafio o canto fúnebre de las Endechas a la muerte de Guillén Peraza, donde no todo es lamento y maldición a estas tierras. Al juglar del Renacimiento le queda lugar para cantar y concluir con una última y sabia reflexión, que advierte: todo lo termina, todo lo acaba, el mal camino y la mala andanza.

 

La historia y la leyenda así lo cuenta. Y la mala andanza y el infortunio del joven Guillén Peraza quedó plasmado por el primer y más bello texto lírico haciendo referencia directa a Canarias el monumento literario más antiguo de las islas... (Rumeo Palazuelos), que dio lugar al nacimiento de la Literatura Canaria. La muerte de Guillén Peraza en las costas palmeras fue motivo de las hermosas endechas que convirtieron a La Palma en la cuna histórica de nuestras letras.

 

 

Las ilustraciones pertenecen al manuscrito original de la obra de Abreu Galindo, de donde están sacadas el conocido texto inaugural de la Literatura Canaria.

 

 

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Comentarios
Lunes, 31 de Octubre de 2011 a las 02:28 am - Amazigh

#01 ¿Cuna histórica de la Literatura Canaria? ¿Ahora resulta que los antiguos canarios no tenían nada que contar y narrar? ¿no tenían cantos, endechas y leyendas? Cuanto eurocentrismo reina en los estudios de la historia de Canarias, sino no se explicaría la pervivencia del confinamiento de nuestra historia precolonial en la gaveta estanca de la "prehistoria" y la calificación de nuestros antepasados nativos como "aborígenes". País...