Hacia mediados del siglo XIX un nuevo dominio entró en el espacio del conocimiento científico: los estudios prehistóricos. Desde esas fechas los científicos se interesaron por la posibilidad de conocer un pasado que sobrepasara los límites de la historia. El problema radicaba en cómo aproximarse al estudio de los restos materiales que, por definición, eran anteriores a las fuentes escritas. El descubrimiento de osamentas de animales –generalmente de especies desconocidas– en cuevas o en terrazas fluviales, en ocasiones asociadas a objetos de fabricación humana o a restos humanos, planteó la posibilidad de que el hombre hubiese vivido junto a especies animales extinguidas. Paralelamente, el conocimiento de estas evidencias arqueológicas puso en tela de juicio el relato del Diluvio contenido en La Biblia. Esta toma de conciencia progresiva demandó pronto contar con un modelo que permitiera organizar en el tiempo los hallazgos arqueológicos, y fue precisamente en las por entonces incipientes Geología y Paleontología donde la Arqueología encontró un campo de conocimiento propicio.
Los estudios arqueológicos fueron definiéndose a partir del día a día en el trabajo de campo y de laboratorio, a partir de las discusiones en los congresos científicos nacionales o regionales, a partir de los interrogantes planteados por descubrimientos puntuales o a partir de la publicación de monografías consagradas a los estudios prehistóricos.
En el ámbito canario, la mirada hacia atrás con vistas a recuperar y analizar el nacimiento y desarrollo de la Prehistoria, o la historia de la Arqueología prehistórica, se ha hecho desde la historia positivista y presentista, concibiéndose la propia historia de la Arqueología como una crónica de los yacimientos más importantes o del nacimiento de determinadas instituciones como El Museo Canario o El Gabinete Científico. Frente a este panorama, la obra de José Farrujia viene a cubrir un importante vacío. A partir de una mirada externalista, donde la historia de la ciencia no puede comprenderse sin examinar las condiciones contextuales (economía, sociedad, política, ideología) de las que depende, José Farrujia analiza en En busca del pasado guanche el nacimiento y desarrollo de la Arqueología en Canarias, desde sus orígenes, en la segunda mitad del siglo XIX, hasta las postrimerías del franquismo. De forma pararela, refleja cuál es el estereotipo que se ha creado del guanche y muestra cómo éste ofrece más información sobre el propio colonizador, antes que sobre el propio colonizado, el indígena canario.
El libro que nos propone José Farrujia es, en este sentido, un trabajo de arqueólogo en el doble sentido del término. El de un observador de la naturaleza y del suelo que recolecta, describe e interpreta los vestigios del pasado, pero también el de un analista del trabajo del espíritu humano, que busca detrás de las palabras las ideas, detrás de las afirmaciones las intuiciones que las motivan. En los márgenes de Europa y de África, las Islas Canarias forman un mundo que le da al arqueólogo y al etnólogo un terreno de reflexión fascinante. Aquí no hay –al menos no se han descubierto hasta la fecha– grandes monumentos del pasado, inscripciones o textos fundadores. El interés del trabajo de Farrujia reside en considerar la Arqueología de Canarias como un conjunto del que es posible controlar la mayoría de los parámetros. El poblamiento de Canarias es un acontecimiento reciente que se produjo durante el primer milenio antes de Cristo. La presencia hispánica es un proceso que empieza en el siglo XIV y se estabiliza en el XVI, cuando el Archipiélago se integró en el estado de los Reyes Católicos. La colonización del Archipiélago se parece en muchos rasgos a la de las Américas, pero con una diferencia de peso: el pequeño número de habitantes indígenas fue testigo de su progresiva desaparición. La conquista de Canarias tuvo como resultado el aniquilamiento de poblaciones cuyos supervivientes se mezclaron en la sociedad colonial. Con este libro, el mérito de Farrujia es el de invitarnos a descubrir el largo camino de la toma de conciencia histórica de la individualidad cultural canaria y las dificultades que encontraron los anticuarios e historiadores del Renacimiento y de la Ilustración en el estudio de estas poblaciones. Los eruditos españoles se enfrentaron a las mismas preguntas que los conquistadores: ¿quiénes son estas poblaciones? ¿Se trata de nativos, de indígenas, de poblaciones prehispánicas, de bereberes o Imazighen? Cada una de estas palabras tiene su propia historia, que nos informa más sobre los colonizadores que sobre los propios colonizados. La palabra Guanche tampoco se libra de este tipo de ambigüedades. Las Islas Canarias funcionan como un laboratorio en el que las diferentes formas del colonialismo anticuario se experimentan y se formulan.
Emplazada frente a las costas marroquíes, Canarias no dispuso de una comunidad científica autónoma antes del siglo XX. Por ello, los clérigos y representantes de la burguesía y, raramente, de la nobleza local, tuvieron que importar modelos explicativos de otra parte. Las Islas Canarias son, así, una Finnis Terrae en la que los eruditos están sometidos a las resacas de la historia de las ideas y del desarrollo de las ciencias en la Europa del siglo XIX. El choque de las corrientes evolucionistas y difusionistas, así como la toma de bienes de la Iglesia por los gobiernos liberales, llevó a un trastorno total del marco conceptual anticuario. La Arqueología se impuso con violencia a una sociedad que no había tenido tiempo de ver cómo alcanzaban su pleno desarrollo las viejas instituciones científicas, las colecciones privadas, los catálogos descriptivos de la fauna, de la flora y de las antigüedades. La historia de la Arqueología en Canarias es la de un margen en el que se enfrentan a veces duramente los imperativos de una modernidad deseada por un distante estado centralizador y las tradiciones coloniales que perduran desde hace siglos. La Arqueología canaria ha conocido su periodo de errores, como la Arqueología británica y la francesa. Tuvo, con el largo periodo franquista, la experiencia de un régimen autoritario y conservador que la mantuvo durante mucho tiempo apartada de los descubrimientos más recientes de la ciencia universal. Los investigadores de renombre como Bory de Saint Vincent o René Verneau que se interesaron por la historia, la Arqueología y la Antropología de Canarias contribuyeron, sin embargo, a que se conociera la cultura material y las vicisitudes del Archipiélago.
La historia de la Arqueología en Canarias es, por tanto, un capítulo importante de la historia de la Arqueología entendida en sus relaciones con las sociedades, con estrategias coloniales y ambiciones políticas. Siempre bien informado y atento a los descubrimientos y las evoluciones de la disciplina en su conjunto, Farrujia logra demostrar que los márgenes son igual de determinantes que los centros para entender las complejas e imprevisibles relaciones entre pasado y presente. En este sentido, el libro En busca del pasado guanche es, como habría dicho Marcel Mauss, el estudio de un hecho social total.
Alain Schnapp es profesor de Historia, Civilización, Arqueología y Arte del mundo antiguo y medieval en la Universidad Paris 1 Panthéon Sorbonne, ex Director General de l’Institut National d’Histoire de l’Art (INHA) y profesor invitado en Princeton, Nápoles, Pérouse, Cambridge, Santa Mónica y Heidelberg.