Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

D. Juan Tejera Martín, una vida dedicada al arte de la pesca.

Domingo, 15 de Mayo de 2011
Carmen Pilar Martín
Publicado en el número 365

Con su dilatada experiencia ha logrado ser un referente de la pesca tradicional de subsistencia en la zona costera del municipio de Santiago del Teide, de donde es originario. Sus testimonios orales han servido para la recuperación de costumbres y usos de la época relacionados con las prácticas tradicionales de la pesca.

 

D. Juan Tejera Martín, Juan Charrasquiado, con una vida dedicada al arte de la pesca, conoce todos los secretos que se esconden en el mar: sus corrientes, las distintas especies, los sebadales, las plataformas del fondo… Su testimonio oral ha servido para la recuperación de las prácticas tradicionales de la pesca. Su principal captura: los túnidos, aunque el pescador tiene que vivir de todo.

 

Hombre del mar por excelencia, don Juan Tejera Martín, más conocido como Juan Charrasquiado por su afición a las canciones mexicanas, es un pescador nato ya jubilado, pero que ha quedado irremediablemente enganchado a las redes marinas.

 

Con su dilatada experiencia ha logrado ser un referente de la pesca tradicional de subsistencia en la zona costera del municipio de Santiago del Teide, de donde es originario. Sus testimonios orales han servido para la recuperación de costumbres y usos de la época relacionados con las prácticas tradicionales de la pesca. Asimismo, posee un gran conocimiento de las especies marinas que habitan en nuestros mares, especialmente de aquellas con un aprovechamiento pesquero. Es por ello que fue propuesto por el Ilustre Ayuntamiento de la Villa Histórica de Santiago del Teide para la candidatura a los Premios Tenerife Rural 2007 y por lo que fue galardonado.

 

A finales de los años treinta, los habitantes de Puerto de Santiago contaban con muy pocos recursos y el trabajo en la mar era la opción más idónea. Así, de la mano de su padre, Francisco Tejera Jiménez, gran profesional de la pesca, Juan ya con ocho años zarpaba rumbo a La Palma, llegando a capturar entre setenta y ochenta abades vivos, pues no podían traerlos muertos a Tenerife, ya que se echaban a perder. El barco de su padre, de unos seis metros de eslora, siempre estaba atracado en la Punta de Teno.

 

De su padre heredó no sólo el arte de la pesca, sino todo lo que esta dura profesión lleva implícito, lo que le hizo desarrollar un sexto sentido, simplemente por supervivencia. Su padre miraba las nubes y decía que ese día no se pescaba nada, se iba a dormir y a media noche se levantaba e iba a pescar, mientras los demás pensaban que el tiempo estaba malo.

 

Como D. Juan dice, la pesca es un arte y él es todo un maestro de este arte, como lo ha demostrado con mucho esmero cada día de su vida, con los sinsabores propios de estos oficios que lo mantenían alejado de su familia durante largas temporadas, pero con la satisfacción de poder seguir adelante y ser todo un ejemplo para los suyos. Si retrocediera en el tiempo, volvería a dedicarse a lo mismo.

 

Ha pescado de todo: barriletes, rabil, tunas, mero, candil, cabrilla, fulas, morenas, cazones, galludos, albacoras, tiburones azules, pero principalmente patudos (el mayor de los túnidos). Como él mismo comenta, el pescador tiene que vivir de todo y para ello hay que entender los fondos. El patudo, que puede llegar a pesar los 500 kg, es de carne negra y se utiliza para mojama, a los japoneses les gusta mucho, lo cogían y los japoneses venían, lo desangraban, metiéndole un punzón y lo mandaban para Japón.

 

De su vasta trayectoria cuenta con verdadera ilusión las técnicas que ha aprendido. Entre muchas de ellas destaca el método utilizado para la captura del atún, y que él llama la chinga: sirve para chingar el agua con una paleta de madera con el fin de que el pez se quede adormecido y luego los pescadores poder actuar. Actualmente este método se lleva a cabo con una bomba utilizada desde el barco a través de mangueras. Como ésta, muchas otras técnicas han mejorado y tomado nuevos nombres. Puede, por tanto, presumir de hablar de todo tipo de artes de pesca.

 

 

Antes pescaba con alambre, aunque el nylon es más sordo. Con posterioridad comenzó a utilizar el nylon, pescaba con cinco o seis liñas. Una liña son veinticinco brazas y sesenta brazas son cien metros... Con las liñas se coge pescado de profundidad. Con la merluza, que es de fondos afangados, se necesitan dieciocho liñas.

 

A lo largo de todos estos años ha hecho acopio de un alto conocimiento del medio marino (sus corrientes, las distintas especies que habitan en nuestros mares, los sebadales, las plataformas del fondo, etc.), así como otros aspectos asociados a los vientos o las aves marinas. Su intuición va por delante. El ave pardelo enseña mucho. Por la dirección de los pardelos se sabe dónde está el pescado. Esa ave un día antes sabe ya dónde está el pescado.

 

Ya en los años sesenta, tenía el San Pedro, que medía diez metros de eslora. En esa época se independizó, pero coincidió con una etapa en la que no daban créditos ni permisos de pesca, por lo que con gran dificultad lograba subsistir.

 

Posteriormente adquiriría la Santa Elena que conservó hasta 1985 y a la que le puso el primer motor Fiat que vino aquí, de 260 caballos. A partir de esa fecha estuvo de patrón de pesca en el Nuevo Rey del Mar.

 

Los últimos diez años, antes de jubilarse, los pasó con el Teide II, que medía diecisiete metros y medio. Durante los veranos lo tenía fondeado en la playa, y terminó vendiéndolo en La Graciosa.

 

Una gran dosis de experiencia y paciencia han sido pues los ingredientes básicos para que D. Juan se haya convertido en un buen pescador y, cómo no, en un buen hombre, que curtido por tantas horas al sol y con el inconfundible olor a mar como único perfume, ha sido siempre querido y respetado en Puerto Santiago, pueblo por el que siente auténtica devoción al igual que por la Virgen del Carmen, patrona de las gentes de mar, a quien ha embarcado durante más de veinticinco años en las fiestas patronales.

 

No concibe la vida sin el mar, por lo que aún continúa su trayectoria...

 

 

Este artículo fue publicado en el nº 9 de la revista Mundo Rural (Cabildo Tenerife).

 

 

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