Revista nº 1041
ISSN 1885-6039

Victimismo, rebeldía y perversión: modos de ser mujer en el Romancero grancanario.

Martes, 08 de Marzo de 2011
Juana Rosa Suárez Robaina
Publicado en el número 356

La literatura oral se manifiesta seguidora inveterada del tópico que perpetúa no sólo la percepción de lo femenino desde la óptica de lo masculino sino, y en consecuencia, la imagen maniquea a la que se ve reducido el universo femenino.

 

Se dice que el género romancístico, en la mayoría de sus realizaciones, tiene género femenino: tanto desde la óptica de quienes lo transmiten, habitualmente mujeres -en cuya memoria aún vive depositada buena parte de la tradición oral-, como desde el punto de vista de la mujer como fuente de inspiración misma para el propio relato. Pero ¿qué tratamiento de la mujer nos ofrecen igualmente los textos? Como ocurre con otras manifestaciones literarias relativamente cercanas, como pueden ser los refranes o bien otras manifestaciones líricas de corte tradicional (coplas, canciones, décimas…), el mundo femenino presente en los romances se debate constantemente entre el ensalzamiento desmedido o, por contra, entre la máxima denostación de su persona. De lo que no cabe la menor duda es de que se habla de la mujer… y se habla por ello mayoritariamente del mundo de los afectos, del amor o -mejor- del desamor. Porque mujer y ¿amor? son un binomio inseparable en la peripecia romancística. Ello ha dado lugar a su vez a diferentes tipos de protagonismo femenino.

 

Aunque para estas breves notas nos hemos centrado en modelos concretos del repertorio insular grancanario, muchos de los romances aquí citados (al menos los denominados novelescos) son representativos de buena parte de la tradición panhispánica y los podemos pues encontrar en los repertorios tanto de las restantes islas del Archipiélago como en el corpus peninsular o, por ejemplo, en los corpus de los pueblos sefarditas.

 

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Centrándonos pues en textos grancanarios, en los denominados romances novelescos, fundamentalmente tradicionales o tradicionalizados (aunque también es observable en textos relativamente modernos -vulgares, de pliego y romances locales-), hemos de hablar de la convivencia de tres tipos básicos de planteamiento y protagonismo femenino.

 

El primero de ellos, el más frecuente en los textos, es el de la mujer víctima. El perfil estándar de esta mujer es el de protagonista muy joven, en su mayoría soltera, habitualmente requerida de amor, pero las más de las veces acosada, seducida (a veces ocupada, es decir, embarazada, y abandonada). Mujer de clase alta, en los textos más tradicionalizados, mujeres anónimas, criadas y campesinas en los textos más modernos. Pero no son sólo mujeres sujetas a una victimización por parte del varón. Lamentablemente los textos muestran un desafecto brutal por parte también de otras mujeres, de su propio clan familiar, del natural, pero también del político, si hablamos de mujeres casadas o viudas. A estos rasgos, en el perfil de las esposas y viudas, hemos de añadir el de mujeres inveteradamente consagradas a su pareja, extremadamente cuidadosas de su hogar pero al tiempo cuestionadas en su fidelidad o bien engañadas por su nueva pareja, si viudas.

 

 

Destacamos, como ejemplos en el corpus grancanario, algunos relatos muy frecuentes y difundidos, muchos de ellos, además, conocidos con el nombre de la propia protagonista víctima de la que hablamos: Sildana, Delgadina, Tamar, Blancaflor y Filomena y La Doctora peregrina. Son estos cinco ejemplos que ilustran el motivo de la mujer víctima de las intenciones incestuosas de miembros de su propia familia natural o bien de la política: por parte del padre natural en los dos primeros relatos, hermano en el tercero, cuñados en el cuarto -sobre Filomena- y quinto romance. Otros relatos muestran igualmente las situaciones de acoso, trato vejatorio o deshumanizado en auténticas mujeres-niñas, como las protagonistas de los romances de Santa Iria, Santa Catalina o Las tres cautivas. La victimización de la esposa -y ejercida ahora tanto por parte de la pareja como por parte de la madre de la pareja y cuñadas- es significativa en La mala suegra, La casada en lejanas tierras o en La Romería del pescador.

 

En su conjunto, todas ellas son mujeres que encarnan, representan y simbolizan el prototipo literario de mujer resignada y abnegada, deudora de la tradición misógina medieval que sitúa, sin duda, a la mujer muy lejos del varón.

 

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El segundo modelo de ser mujer en el corpus romancístico es el de la mujer rebelde e inconformista: la mujer transgresora. Su estándar, en líneas generales, es el de un modelo de mujer que, lejos de resignarse, y en defensa de su honor (y cuerpo), se atreve a desafiar (las más violentas incluso a matar) ya sea al amante agresor o incluso al propio miembro de la familia que interfiera en su decisión (habitualmente de índole amorosa). Son mujeres insatisfechas que rechazan el tradicional papel pasivo atribuido a su supuesta “condición”. Son más activas e impetuosas y tienen, por tanto, un mayor control sobre las relaciones afectivas de tal manera que buscan incluso el amor transgrediendo imposiciones sociales. Son igualmente jóvenes, solteras o bien recién casadas. La queja, el deseo de emancipación, el inconformismo, el riesgo, a veces la venganza o la sed de justicia en las más violentas guían sus pasos. No siempre el desenlace es a su favor y a veces sus deseos se ven truncados.

 

El corpus grancanario presenta de este tipo modelos de enorme talla romancística por la profusión de versiones como las solteras protagonistas de los relatos de La doncella guerrera, La serrana, Gerineldo y La dama y el pastor. Las dos primeras transgresoras por desempeñar un oficio que la sociedad y la literatura no destina mayoritariamente al cuerpo femenino; las dos últimas por tomar la iniciativa en el cortejo amoroso, asunto que igualmente también la literatura pone principalmente en manos (o mejor, en corazones) masculinos. Otros ejemplos de menor difusión son los romances de Amelia o Soldado español liberado por una mora. De las casadas más inconformistas hemos de recordar a las que protagonizan los romances de La Condesita, La malcasada o El fraile y la hortelana.

 

Todos ellos suponen un modo bien diferente de ser mujer desde el momento en que los relatos hablan de un personaje femenino que elige, de una mujer que toma decisiones, de una mujer que arriesga.

 

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Finalmente, el perfil femenino frecuenta también un modelo literario ciertamente censurable. Hablamos ahora de la mujer perversa. A diferencia de los otros tipos en los que predomina una franja de edad más joven, la mujer malvada suele ser una mujer algo más adulta, con escasa o nula proyección o expectativa personal o social. Son mujeres recelosas, de dudosa moral, preferentemente casadas, en primeras o segundas nupcias. ¿Y quiénes, concretamente, suelen ser malas o perversas? Curiosamente prolifera en el corpus grancanario una visión muy desnaturalizada de la maternidad: desde las malas madres naturales hasta las madrastras y las madres “políticas” o suegras; junto a estas últimas, también estereotipadamente, la imagen de las malas cuñadas.

 

 

Todas ellas hacen víctima a sus seres ¿queridos?, las víctimas de las que hemos hablado en el primer tipo de esta clasificación. En el panorama grancanario nos encontramos con malas madres “naturales” que exteriorizan una deliberada actitud celestinesca - vender a su jóvenes hijas- (Blancaflor vengadora de su honra) o, por el contrario, manifiestan un excesivo control, custodia o represión sobre las mismas (Juanilla y Miguela, Monja a la fuerza); en algunos casos, también son rivales por la atención excesiva que, frente a ellas, reciben sus descendientes (Conde Niño, Delgadina). Hay también ejemplos de jóvenes madres asesinas (La infanticida). Respecto a las madres “políticas”, son también frecuentes las versiones que dan cuenta de las malas suegras y de su desprecio y maltrato a las nueras (La mala suegra, La casada en lejanas tierras). Otro modelo de mala mujer, tradicionalmente infamado por el Romancero, es el de la mujer adúltera (Albaniña, La infanticida). Por último, también podemos encontrar modelos de malas mujeres en el retrato de hijas despiadadas -actitud fruto de una excesiva represión en la juventud- (Sebastiana del Castillo) o en el perfil de algunas jóvenes criadas (Horroroso crimen cometido por una moza).

 

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El Romancero insiste en mostrarnos a un personaje mujer extraordinariamente afectado por su realidad circundante, realidad que la señala y convierte en el centro incuestionable de la peripecia fabulística. Asimismo, aun sabiendo que múltiples son los temas que en su devenir ha abordado el género romancístico, sorprende el éxito y la difusión de la temática amorosa y, dentro de ella, de los relatos y las versiones que insisten en la victimización de la mujer… En opinión de Giuseppe Di Stefano, se trata de la orientación perversa de la estética del pueblo ávido de oír y reproducir las historias más truculentas… Sin duda, para pensar.

 

 

Bibliografía de referencia

 

- Suárez Robaina, Juana Rosa (1994). “Tipología femenina en las décimas: del yo masculino al tú femenino”, en La décima popular en la tradición hispánica. Actas del Simposio Internacional sobre la Décima. Las Palmas de Gran Canaria, 17-22 de diciembre de 1992, págs. 369-384.

- Suárez Robaina, Juana Rosa (1999). Formas y funciones del personaje mujer en el romancero tradicional (sobre el ejemplo del romancero de Gran Canaria). Tesis Doctoral. ULPGC. Disponible en: http://hdl.handle.net/10553/2022.

- Suárez Robaina, Juana Rosa (2002). “Mujer y Romancero: claves del protagonismo femenino en el género romancístico”, en LEMIR: literatura española, medieval y renacimiento (Proyecto Parnaseo http://parnaseo.uv.es). Universidad de Valencia. I. Disponible en: http://hdl.handle.net/10553/4363.

- Suárez Robaina, Juana Rosa (2003). El personaje mujer en el Romancero Tradicional (imagen, amor y ubicación), Premio Viera y Clavijo, Letras, 2000. Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Cabildo de Gran Canaria.

- Suárez Robaina, Juana Rosa, Juan Gallego Gómez, Mª Teresa Cáceres Lorenzo, Mª Reyes Nieto Pérez y Antonio Manzanares Pascual (2004). “El personaje romancístico de la mala madre en el repertorio herreño: modelos de malas madres: descuidada, egoísta y celestinesca”, en Philologica Canariensia. Anuario de la Facultad de Filología, vol. 10-11. Las Palmas de Gran Canaria: Servicio de Publicaciones de la ULPGC. Disponible en: http://hdl.handle.net/10553/4272.

- Suárez Robaina, Juana Rosa (2005). “Mujer y Romancero. La anagnórisis como estrategia salvaguarda de la afectividad femenina”, en Con quien tanto quería. Estudios en Homenaje a María del Prado Escobar Bonilla. Las Palmas de Gran Canaria: Servicio de Publicaciones de la ULPGC. Disponible en: http://hdl.handle.net/10553/4348.

- Trapero, Maximiano (1982). Romancero de Gran Canaria, I. Las Palmas de Gran Canaria: Excma. Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas-ICEF.

- Trapero, Maximiano (1990). Romancero de Gran Canaria, II. Madrid: Cabildo Insular de Gran Canaria.

 

 

Foto de portada: detalle de Camino de San Mateo, una imagen de E. Fernando Baena (Archivo FEDAC)

 

 

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