La página amiga El Cloquido saca su primer disco, Faros de La Palma, resultado de fundir mediante cuidadas transiciones cuatro paisajes sonoros. Con esta pieza nos invitan a visitar los faros de Punta Lava, Fuencaliente, Arenas Blancas y Punta Cumplida, recorriendo con la ayuda del sentido del oído la costa de La Palma, en particular aquella que rodea a sus faros y que habitualmente es la más salvaje, inhóspita, tranquila y desconocida; la que nos ofrece unos paisajes más ricos y puros. Estos audios forman parte de la serie Faros de las Islas Canarias (que pueden escuchar en nuestro apartado Canarias Audio), y como resultado de ella seguiremos publicando discos como el de hoy y cuyos objetivos son comunes a los de las grabaciones individuales que las componen.
El primero, y válido también para el resto de audios de la fonoteca, es la recogida y divulgación de nuestro patrimonio sonoro, no solo puesto en valor por la UNESCO desde el año 2003 sino por numerosos proyectos que exploran una realidad, la sonora, que muchas veces pasa desapercibida, casi siempre hasta que deja de rodearnos. Es habitual hablar del impacto visual de una construcción en el paisaje, pero ¿cómo se modificarían sus sonidos con ella? ¿Qué importancia le damos, también, al impacto sonoro? De aquí se pasaría a conceptos como la ecología o la memoria sonoras.
El segundo, y que sirve al primero, es resaltar la existencia de esta componente de nuestro paisaje. Existen infinidad de libros, casi todos fotográficos, que nos acercan de manera visual la belleza de los faros y la singularidad de los parajes en los que suelen estar ubicados. En este contexto es donde mejor se entiende la serie Faros de las Islas Canarias: grabando desde ellos iconos costeros tantas veces fotografiados y protagonistas tradicionales de lo visual, y no desde cualquier otro punto de la costa, estamos recordando aquello que forma parte inseparable del paisaje y que lo configura y completa: sus sonidos. Además, la componente sonora del entorno modela también a sus habitantes, y desde este punto se empezaría a hablar de otro concepto, la identidad sonora, con el que se reafirma la importancia del segundo objetivo y que lo conecta con el último.
Paisaje sonoro es la manifestación acústica del lugar; los sonidos dan a los habitantes un sentido del sitio y la calidad acústica del área toma la forma de las actividades y el comportamiento de los habitantes.
(Andrea Polli, Antártida sonora: paisaje sonoro, geovisualización
y geografía social del cambio climático mundial, Foro mundial de ecología acústica)
El tercero, aparentemente más simple, pasa por el disfrute de unos sonidos, los marinos, que siempre han estado relacionados con la relajación y el bienestar. Murray Schafer, por ejemplo, lo describe de la siguiente manera en el contexto de la psicoacústica, rama de la psicología que estudia la relación existente entre el estímulo de carácter sonoro y la respuesta de carácter psicológico:
La respiración normal varía entre doce y veinte ciclos por minuto, esto es, de tres a cinco segundos por ciclo. Puede ser ralentizada durante la relajación o el sueño a ciclos que duren entre seis y ocho segundos. Parte de la sensación de bienestar que sentimos frente a la orilla del mar sin duda tiene que ver con el hecho de que el patrón de una respiración relajada muestra una sorprendente semejanza con los ritmos de las olas al llegar a tierra ya que, aunque nunca regulares, a menudo producen un ciclo de ocho segundos de media.
(Raymond Murray Schafer, The Soundscape.
Our sonic environment and the tuning of the world, p. 227)
Original y rica idea que viene a poner sobre la mesa nuevas variantes y nuevos enfoques para hacer llegar nuestra realidad identitaria desde el punto de vista de la Naturaleza y sus sonidos. Celebremos, pues, esta buena nueva.
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