Foto de las primeras décadas del siglo XX de autor desconocido (Archivo Mayordomos de Las Marías)
Cuando se cumplen los 199 años del denominado Voto de Vergara realizado por los campesinos de las medianías de Gran Canaria en 1811 a la Virgen de Guía, queremos recordar la figura de Néstor Álamo y su vinculación con esta fiesta, a través de sus artículos publicados a lo largo de los años y por tanto nada inéditos. Artículos que los interesados en escudriñar el pasado, y el presente incluso, de la historia local de sus respectivos pueblos y ciudades, pueden leer en la web de la Biblioteca de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria http://jable.ulpgc.es/jable/cgi-bin/Pandora.exe/, donde existe una base de datos de prensa digitalizada magnífica, bajo la denominación de JABLE.
Néstor Álamo comenzó sus pinitos periodísticos cuando contaba con 22 años de edad, en los años veinte del pasado siglo (recuérdese que nació en 1906), escribiendo principalmente, en aquel momento, en el periódico vespertino Diario de Las Palmas, y sus primeros artículos estarían dedicados a la historia de su ciudad natal, Guía de Gran Canaria; y uno de aquellos artículos, publicado el viernes 29 de septiembre de 1929, en el citado diario, llevaba por título: “De otros tiempos: Fiesta votiva a Santa María de Guía”.
Llevamos investigando sobre esta fiesta bastantes años y, sin duda, las descripciones que Néstor Álamo hace de la misma en los años 1929 y 1948 son, para nosotros, las más detallistas, ya que la información encontrada en la prensa del siglo XIX y XX en general, se limita principalmente a informar de los actos programados con motivo de la fiesta.
A continuación haremos una trascripción de los textos, obviando lo que entendemos no aporta información destacada de la fiesta votiva.
De otros tiempos: Fiesta votiva a Santa María de Guía
(…) esta hermosa fiesta votiva de “las Marías” (por haber sido ofrecida el día de su dulce nombre), tiene su origen en los primeros años del siglo pasado (…). En los recuerdos de mi niñez ocupa lugar preferente la visión de guiense fiesta de “las Marías”. La víspera, a eso de las ocho de la mañana, las campanas y los voladores -a millares- anunciaban a la ciudad que la gente de los campos llevando la ofrenda anual de “la rama” había apuntado por la cuesta de Caraballo. La Señora, ataviada con sus galas mejores acudía con toda solemnidad a esperar a sus hijos a la plazoleta de San Roque. Y era de ver el desbordamiento del cariño -cariño fervoroso, inalterable- los vivas, los silbos, los gritos de emoción mal contenidos que se escapaban de todos los pechos. Hombre y mujeres, portadores del ramaje de montes y laderas agitaban en alto la ofrenda, al son de las cajas de guerra, de los caracoles, de los cuernos de caza. Aún se venía todos los años un viejo pastor octogenario, de capote y “nagüetas” cuyo “huijijii”, de despedida a la Virgen, ponía una emoción cierta en nuestras gargantas. Una vez recibidos sus hijos, la imagen emprendía el regreso al templo por la calle de En medio, siempre entre el ruido de los caracoles y de las cajas de guerra, y de la algarabía de los danzarines que ramas en alto trazaban pasos arbitrarios ante el trono (...) Inolvidables emociones; más inolvidables aun para quien como el autor de estas líneas tiene a gloria ser hijo de tal alta Señora (…)1.
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La Rama bajando por la Cuesta de Caraballo. Foto de Alfredo Betancort
Será en septiembre de 1948, pero esta vez en el periódico Falange, cuando Néstor Álamo vuelva a publicar otro artículo sobre Las Marías, pero esta vez con el seudónimo de Alejandro Hernández, en realidad su segundo nombre y apellido. Una vez más lo hace ofreciéndonos bastantes detalles de cómo era en aquellos tiempos Las Marías de Guía.
Una Fiesta en Guía: Las Marías
Tendríamos que remontarnos a los treinta años. En sus senos está una de las fiestas que tuvo más color dentro de la Isla. Acaso la de más integra belleza y emoción populares. Su origen traspasa el siglo y medio y brotó libre y espontáneamente en los Altos (…). Fue motivo la cigarra. La plaga se abatía sobre la redondez de Gran Canaria en avalanchas incesantes, infinitas. Devoraba cosechas y arboledas y cernía, como un viento maldito, la desesperación y la ruina sobre la tierra (…). La tradición entra aquí. La vierten graves los labios venerables de los viejos (…). Todos juraron ir cada año de por vida -y a su muerte cuantos de sus sangres sucedieren-, a llevar a la Santísima Virgen los frutos de sus tierras, tan claramente salvadas por su milagro. Y fue así como nació, en la mitad segunda de septiembre la fiesta votiva de “las Marías”. Entra en juego ahora el recuerdo personal del cronista: la fiesta de la rama. La rama se cortaba en los montes aledaños de las cumbres (…). Y era lo de más solera en el conjunto. La fiesta tenía en sus posos más recónditos algo electrizante y esencialmente popular que ninguna otra revestía. No era una fiesta de parrandas ni ventorrillos, ni de alegre verbenería. Era algo inhiesto, altivo y como aislado por la fe y la verdad (…). El día de la rama desde el amanecer, la Cuesta de Caraballo se iba cuajando de gentes aforradas en sus ternos de domingo. Llegaban en ranchos incesantes y no pasaban de San Roque, era aquel el límite que la tradición señalaba para que la Virgen llegara a darles la bienvenida.
La Rama en la Plaza de San Roque. Foto de Alfredo Betancort
Todos, todos, traían en sus manos grandes ramas de diferentes clases, pero con predominio acusado de pinos de la tierra. La gente nueva había ido a cortarla a los pinares el día anterior, pero había además mucho brezo y escobón y hasta gruesos cepejones de tilo. Y en lo verde su fronda cantaba el color alegre de frutos y flores atados con cintas a los esquejes. La Virgen subía por la calle del Agua. Cuando estaba al llegar sonaban las cajas de guerra y destapaban sus sonidos los “bucios” de los pastores de ganado; la insistencia de su treno, monótonamente angustioso, era en esta ocasión de ahora como dejo de triunfal alegría. Los “voladores”, sin cesar, escribían su júbilo en los cielos, mil y mil veces. Y era todo tan diáfanamente impresionante, tan ingenuo, que nada podrá borrar su visión del recuerdo de quienes lo vivimos.
Rama y “papahuevos” inseparables en Las Marías de Guía de Gran Canaria. Foto de Alfredo Betancort
Era uno de los principales gerifaltes de la fiesta. En la derecha el “bucio” enorme, que hacía sonar con fervor enardecido, frontero de las lágrimas mientras lanzaba el grito angustioso: ¡Viva la Visne de Guía! ¡Güijiiiii! Y la caja de guerra: Trum-truqu-trum, truqutuqum. En medio de este hervir de emociones llegaba la Virgen. Traía sus galas mejores mientras ofrecía en los brazos a su Hijo, que llevaba posado en el dedo el temblor del gran cigarrón de oro que la devoción de los que fueron había aquietado allí, en prueba palpable de la maravilla ejercida. Después se ponía en marcha la procesión, los “nanos” y “papahuevos” abrían calle. Luego venían las gentes más jóvenes, bailándole a la Virgen con la seriedad digna e inaccesible de un rito inquebrantable. Más hacia el trono era el lugar de los viejos, de los que ya pasaban más de cincuenta. Recuerdo a “Cha Antonia la Casa del Cura”, encorvada como una hoz por el reuma y sus cumplidos ochenta. La mantilla negra y debajo su pañolón “de los buenos”. La cachorra intangible, flamante. Las naguas arremangadas y el grito encarnado del zagalejo ampuloso. Una mano atrás en la rabadilla, y en la otra su ramo de pino, primorosamente aderezado con “melindros” y fruta del tiempo. Y así le bailaba a la Virgen -como todos- seria y augusta, envuelta en el prestigio eterno de la verdad que sus abuelos vivieron. La Virgen bajaba por la calle de “los manrubios” que ya se llamaba de En medio. Delante iban parejas sueltas que danzaban a los sones cortados de las cajas de guerra a que ponían las caracolas contrapunto. Y todos con los ramos en lo alto, danzando al mismo compás primitivo. Y los gritos: ¡Viva la “Visne” de Guía”! ¡Güiji-jiii!!!!
Mayores bailando en la calle de En medio. Foto con sello de tinta en el reverso: Sept. 1948. Foto Moreno. Blasco Ibáñez 24. Alcarabaneras. (Archivo Mayordomos de Las Marías)
Así en medio de un ambiente ascensional, se llegaba a las “Graditas”. Ya en lo alto la Virgen de Guía, volviéndose a su pueblo, recibirá su homenaje de entusiasmos finales, mientras uno a uno iban dejando ante su trono las ofrendas simbólicas de sus ramos y sus frutos, en nombre de los que fueron, de ellos mismos y de los de su sangre que desde allí les sucedieran2.
Interior de la Parroquia Matriz de Santa María de Guía, donde los danzantes portan sus ramas que ofrecen a la Virgen de Guía. Foto de Alfredo Betancort
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Néstor Álamo en alguna otra ocasión escribió acerca de Las Marías. Publicaba en el periódico Falange, de fecha jueves 19 de julio de 1951, otro artículo con el título “El purismo en el Folklore” refiriéndose a Las Marías de la siguiente manera:
(…) Gran Canaria pudo tener en Támara (Guía) -si Támara, en lugar de excesiva cabeza hubiese tenido más corazón- el fomento de otra fiesta tan interesante, tan llena de sabor pánico y triunfal como esa de la romería orotavense (San Isidro): la” Fiesta de las Marías”. Y tal vez fuera en ella donde un antepasado nuestro, mastro Nicolás “el del pito” hiciera gala de su virtuosismo tañendo el bucólico instrumento virtud que le dio fama en la zona, y que se extendía hasta la percusión tamboril. Ambos -tamborín y zampoña- eran los únicos elementos amenizadores de jaleos populares antes de la banda militar que hacia 1850 organizara en la Villa norteña don Eufemiano Jurado banda que según la Historia fue en la provincia, la primera.
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Romero tocando una caracola. Años 70 del siglo XX. Foto de Paco Rivero
Todo indica que Néstor Álamo sentía una especial predilección por esta fiesta, de la lectura de los artículos anteriores se desprende claramente. El artículo de 1948 incluso podemos decir que lo escribe con ciertos toques poéticos.
Su especial querencia con esta fiesta le llevó a componer en torno a los años 50 del pasado siglo, unas décimas en honor a la Virgen de Guía y a la Fiesta de Las Marías con el sugestivo título de “Relación de la Cigarra”. Composición, esta sí, inédita y que se espera hacer público el próximo año con motivo del segundo centenario del Voto de Vergara. Conocemos de la existencia de esta obra gracias a la información que nos ha brindado el Cronista Oficial de Teror, D. José Luis Yánez Rodríguez.
Para concluir sólo nos queda señalar que gracias a Néstor Álamo conocemos pormenorizadamente las Fiestas de Las Marías en las primeras décadas del pasado siglo XX, lo que sin duda nos ayuda a comprender mejor esta fiesta casi centenaria.
Notas
1. Periódico Diario de Las Palmas, 20 septiembre 1929.
2. Periódico Falange, jueves 26 de septiembre de 1948.
Sergio Aguiar Castellano es Licenciado en Filología Hispánica (ULL), Especialista Universitario en Archivística (UNED) y Diploma de Estudios Avanzados en Historia Contemporánea (ULPGC).