Desde media mañana, delante de la iglesia, se congregaron los romeros, esperando por la Virgen. Cuando se acercó el momento del ansiado reencuentro del pueblo con su Señora, repicaron jubilosas las campanas y el sonar de tambores y caracolas explosionó ayudando a desbordar la emoción contenida.
Y un año más, la hermosa enramada arropó a la Virgen en su paseo anual del domingo de Romería. Abrieron la emotiva procesión, los tocadores, con tambores y cajas de guerra marcando el ritmo, seguidos de las caracolas que no pararon de sonar durante todo el recorrido, y en medio de los frondosos ramos engalanados con los productos de la tierra se divisaba a la Virgen, con la cara iluminada por la devoción de su pueblo.
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