Revista n.º 1065 / ISSN 1885-6039

Un pueblo emocionalmente materno. Canarias en el Día de la Madre.

Domingo, 2 de mayo de 2010
Manuel Alemán
Publicado en el n.º 311

Hoy es Día de la Madre. Rescatamos por ello un fragmento de Manuel Alemán, el autor de Psicología del Hombre Canario, libro que cumple en este año tres décadas de existencia. Además, el 5 de mayo se cumplen 19 años de la muerte de Alemán. Y, para más razones, en 2010 hay en La Palma Bajada de la Virgen, Patrona y Madre de palmeras y palmeros. Y es que religión, matriarcado y familia, en Canarias, según nuestro autor, van de la mano. Veamos por qué...

Maternidad aparcera, una escultura en el municipio de Agüimes (Gran Canaria).

 

Virgen de la Nieves de La Palma en foto antigua.(...) Otro principio fundamental en la organización del “yo” es el “principio de seguridad”. El “yo” del niño se organiza y crece desde el principio de seguridad que le proporciona la madre. El desarrollo del yo colectivo necesita para su verificación, una seguridad y confianza básicas que le proporciona el entorno. Pero, cuando el entorno se vuelve amenazante, la seguridad se torna incertidumbre existencial y la esperanza realizativa se deteriora en frustración.

 

El pueblo necesita arraigo en un entorno sociológicamente estable. Pero los pueblos que, como el nuestro, viven una situación de dependencia, aún pisando coordenadas de espacio geográfico propias porque habitan en su propia geografía, sienten una “desestabilización” psicológica porque se mueven en unas coordenadas sociológicas y en unos cuadros de referencia económica cuya existencia depende de una fuerza exterior que los maneja. En tal entorno psico-social el pueblo se encuentra amenazado en su seguridad básica y, por lo mismo, el “sistema dependentista” frustra a nuestro pueblo en la necesidad primera para la realización: la confianza, la esperanza.

 

Por otra parte, el pueblo necesita percibir como resultado espontáneo de su trabajo y su esfuerzo, todo el dispositivo de medios de subsistencia y fruición -espacios de convivencia, alimento, trabajo, cultura, diversión, libertad…- pero, cuando el entorno se le vuelve hostil, le priva de estas mediaciones realizativas o sólo se las proporciona dosificadas y a condición de hipotecar la persona y sus valores, tal sistema estructural es un entorno frustrativo porque atenta contra el principio de la seguridad básica del pueblo.

 

En este dato de un pueblo maltratado y desafortunado cabría encontrar, junto a otras explicaciones válidas de la sana teología católica, un substrato psicológico explicativo del arraigo de la devoción, fiestas, templos y ermitas marianas en la religiosidad popular canaria. Es la búsqueda de la madre por un pueblo desvalido y angustiado. Volvemos otra vez sobre “el principio de seguridad” del que ya hablamos. Los pueblos, como los niños, ya lo expresamos antes, necesitan acogida, afecto, calor, cariño que les teja el entramado fundamental de su configuración básica. Al niño se lo proporciona la madre, al pueblo su entorno psico-social. Pero un pueblo como el canario, lejos de encontrar en su estructuración social un envolvente acogedor y gratificante, ha sido maltratado en su propio ámbito relacional que se le ha vuelto adverso, duro, hostil. Y así se explica que, desde esta carencia de satisfacción, su situación de angustia desplace su necesidad de acogida hacia la figura materna de María que le ofrece la religión católica. La madre es el respaldo afectivo, la figura protectora, la que aporta confianza básica porque incluso la seguridad que aporta el padre, más que en la misma relación directa con el padre, es asimilada por el hijo en el trasvase mediador de la madre. Y a la figura materna de la religión se vincula el hombre canario. La religiosidad popular canaria acentúa el lado matriarcal de la religión haciendo centro a la Virgen, la madre de misericordia, hasta tal punto que Dios y Cristo pasan a un segundo plano en los sentimientos de la gente. Es sintomático que sea la Virgen bajo diversa advocación mariana la que ocupa el patronazgo de cada una de las siete islas: la Candelaria en Tenerife, el Pino en Teror, Los Dolores en Lanzarote, Las Nieves en La Palma, La Peña en Fuerteventura, Los Reyes en El Hierro y [la Virgen de Guadalupe] en La Gomera, constituyéndose en eje la creencia religiosa popular.

 

Los santuarios dedicados a la Virgen pueblan todas las islas, y las fiestas en torno a María, bajo las más variadas advocaciones, ocupan el primer puesto. Sólo en Fuerteventura que celebra al año 74 fiestas, 34 de ellas tienen nombre mariano. Hay como trasunto psicológico de este dato sociológico, la búsqueda de la madre protectora de un pueblo secularmente sufrido. Es confirmativo a este respecto las típicas “bajadas de la Virgen del Pino” desde Teror a Las Palmas que se cuenta en número de 50 desde 1607 hasta 1965, casi todas en demanda de mediación para el pueblo sufriente por la inclemencia de la sequía.

 

El psicoanálisis de la Religión, como en los estudios de Erich Fromm, intenta descubrir en esa mezcla de elementos paternales y maternales uno de los principales factores a que debió la Iglesia Católica su atracción, su influencia y expansión. (…) Los padres tejen, la contextura básica de la seguridad. Y al apuntar a lo religioso puede convertirse en un sustitutivo donde a Dios y a la Virgen se le adjudica el sucedáneo del padre y de la madre.

 

Y en la historia del pueblo canario, donde el acoso sociológico agrietó los cimientos de la seguridad psicológica de la sociedad canaria, parece operarse un desplazamiento hacia lo religioso. La maternalización de la Virgen fue el agarre por parte del pueblo que, amenazado por el autoritarismo de figuras paternales -caciques, terratenientes-, recurre a la madre amorosa que les consuele intercediendo por él. Se dio así a nuestra gente canaria un amortiguador psicológico que le llevaba a aceptar resignadamente su invalidez y su pobreza sin esforzarse en transformar su condición social.

 

Este predominio de lo maternal en el hecho religioso canario viene también explicado por el dato de que en toda la sociedad canaria tiene presencia y cuerpo el constitutivo maternal. Desde la psico-sociología, distinguimos dos modelos de sociedad: las patriarcales y las matriarcales.

 

La sociedad patriarcal está fundamentada en una cultura centrada en el padre. Su sistema autoritario y sus rasgos constituyentes son la estructura jerárquica, el orden, la ley, la obediencia, el respeto, la sumisión…

 

La sociedad matriarcal está fundamentada en la madre. Su sistema es el amor benevolente y sus características, la comprensión, la acogida, el afecto.

 

Analizando desde estos modelos la sociedad canaria, se nos descubre la presencia del doble sistema: Canarias es sociológicamente patriarcal y emocionalmente maternal.

 

Sociológicamente patriarcal en sus vertientes: económico-productiva y socio-política, donde ha estado vigente un sistema autoritario y donde las figuras paternas de sus dirigentes se han caracterizado por el mando y el dominio, y en su vertiente socio-laboral porque el pueblo entero se ha visto limitado a la mera ejecución de las órdenes de sus mandatarios.

 

 Fervor de los gomeros en el desembarco de su Patrona

 

 

Pero, contradictoriamente, Canarias, frente a esta realidad de su estructura sociológicamente patriarcal, es “emocionalmente” matriarcal. Tal vez el dato más relevante nos lo descubra el funcionamiento de la familia donde, en apariencia, hay una estructuración centrada en la figura paterna y existe ciertamente una vertebración en torno al padre-autoridad, pero, donde, entretejido con esta estructura patriarcal y, minando su rigidez, coexiste un sistema matriarcal en el que las vinculaciones afectivas más fuertes están centradas en la madre. El pueblo canario presenta una fachada patriarcal pero, en su funcionamiento psíquico, mantiene ligazón primaria con la madre porque el nuestro es un pueblo “estructuralmente paterno”, pero “emocionalmente materno”.

 

 

Fragmento de “V. Canarias: sociedad sin padre”, de Psicología del hombre canario, de Manuel Alemán. (Foto de portada: Maternidad Aparcera, de Beatriz González de la Vega, situada en la Casa de la Cultura de Arinaga, en el municipio grancanario de Agüimes).

 


 

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