La historiografía relativa a personajes relevantes, insertos en la memoria cultural por derecho propio, suele olvidar el estudio de la parte más próxima y personal: su entorno, su familia, sus recursos económicos, sus amigos, sus amores y desamores. Y ello pese a que esta vida cotidiana y afectiva debió repercutir en su estado de ánimo y, cómo no, en su obra artística.
Ena y Pepa, las dos hijas naturales
del fotógrafo Miguel Brito. AMVH
Éste es el caso del palmero Miguel Brito Rodríguez (1876-1972), introductor del cine en Canarias, fotógrafo y dibujante, cuyo nombre viene ocupando especialmente en las dos primeras facetas un apartado destacado en el ámbito de la investigación histórica. Tanto por tradición familiar como por la memoria colectiva viva en Los Llanos de Aridane, se sabía que Brito había establecido un estudio fotográfico en la ciudad y que durante ese tiempo había procreado dos hijas extramatrimoniales, Ena y Pepa. La noticia pasó, incluso, a ser confirmada por la esposa de Miguel Brito, Blanca Padilla Cabrera (1909-2000), quien en una entrevista concedida al periódico tinerfeño La Gaceta de Canarias, publicada el domingo 6 de junio de 1993, manifestaba que «mientras permaneció en esa localidad palmera tuvo dos hijas con su asistente personal, quien ya había tenido, con anterioridad, dos hijos varones. El contacto con ella lo perdería en el futuro». No deja de resultar curioso que fuera también su propia viuda quien definiese al fotógrafo como un ser «inconstante en el trabajo», «oficial de todo y maestro de nada», al tiempo que reconocía en él «un gran poder de seducción».
Foto de portada: Miguel Brito, fotografía dedicada a Natalia Duque, Los Llanos de Aridane, 1901. AMVH.