Últimamente los dos escritores que figuran en el enunciado de este Rescate han recibido atención por parte del público con la reedición de algunos de sus libros. Más atención ha tenido Carmen Laforet, a la que se le han dedicado también estudios y muy recientemente una concienzuda y valiente biografía que parece ha gustado a unos y disgustado a otros, firmada al alimón por Anna Caballé Masforrol, responsable de la Unidad de Estudios Biográficos de la Universidad de Barcelona, y por Israel Rolón Barada, bajo el título Carmen Laforet. Una mujer en fuga. Cuando apareció en la Editorial Idea de Tenerife (2005) la edición de La isla y los demonios de Carmen Laforet, prologada por María Dolores de la Fe (desde siempre, Lola o Lolita de la Fe), pensé unir a Miguel Sarmiento Salom y a Carmen Laforet Díaz por una muy sutil circunstancia. Sabedor de que se estaba gestando la aludida biografía de Caballé y Rolón, quise esperar a su aparición para relacionar a estos dos escritores canarios.
Miguel Sarmiento Salom es hijo de canario y mallorquina (1876-1926), nacido y muerto en Las Palmas, vivió la mayor parte de su vida en el ámbito mallorquín-barcelonés; Carmen Laforet (1921-2004), nacida en Barcelona, hija de padre castellonense y madre toledana, recaló en Gran Canaria, con dos años de edad, por traslado de su padre a la isla para ejercer de profesor de Dibujo en la Escuela de Peritos Industriales. Carmen Laforet permaneció aquí en su niñez y en parte de su juventud, hasta que marchó a Barcelona para estudiar en su Universidad, a los dieciocho años. Cinco años más tarde deslumbraría a toda España con su radiografía de aquella Barcelona en la novela Nada. Esta primera parte de su formación pasada en Canarias y el poso que de las islas queda en su obra justifican que sea considerada como escritora canaria.
¿Cuál es ese hilo con el que quiero unir a estas dos personalidades de nuestra literatura? La escritura de sendas cartas a otros tantos amigos en momentos importantes de sus vidas, desde la misma calle, Aribau, de Barcelona: la carta de Miguel Sarmiento, un hombre ya de cuarenta años, con responsabilidades familiares y lleno de desesperación por verse sin medios para cumplirlas, pidiéndole a su amigo Luis Doreste S. que le busque un trabajo en París, después de haber acudido a muchos amigos en España; y la carta de una juvenil Carmen Laforet, que comienza una nueva etapa de su vida, contándole a su amiga Lola de la Fe sus impresiones de llegada a Barcelona; impresiones que dejan transparentar un ambiente cerrado y duro, que plasmará enseguida en su primera gran obra, Nada.
Agradezco a la siempre generosa y sabia Lola de la Fe la copia de la carta de Carmen Laforet y el permiso de publicarla. A la Biblioteca Insular de Las Palmas de Gran Canaria, idénticas gracias por el cuidado de los fondos que conserva.
Estas noticias de la intimidad de los dos escritores nos ofrecen una buena ocasión para que releamos sus libros, incluida la reciente biografía citada.
La carta de Miguel Sarmiento dirigida a Luis Doreste, recién arribado a París, es de desesperación, aunque él lo niegue en la misma1. Está escrita desde una pensión regentada por una comadrona, de la calle Aribau de Barcelona, situada en el número 65, posiblemente durante el mes de abril de 1916.
Unos 23 años más tarde, el 9 de septiembre de 1939, llegaba, desde su Gran Canaria, a la misma calle Aribau, número 36, según nos dice la reciente biografía, la joven Carmen Laforet para continuar sus estudios, como ya he dicho, a la casa de sus abuelos y tíos. Desde allí, ese mismo mes, le escribe a María Dolores de la Fe Bonilla, su compañera del instituto de Las Palmas y confidente, y le cuenta sus primeras impresiones, en lo que se puede considerar como el germen de lo que sería la primera novela ganadora del premio Nadal. Sobre esta carta ha escrito María Dolores de la Fe en el artículo “Escala en Cádiz”, publicado en la revista gaditana Caleta (n.º 14, 2008). En la biografía de Caballé y Rolón, se comenta la carta y se publican fragmentos en las páginas 100-104, 467 y 475. Allí se explican muchas de sus alusiones.
Sería ya demasiada casualidad que el número de la casa de los abuelos de Carmen Laforet coincidiera, al pasar tanto tiempo y operarse tantos cambios en la Ciudad Condal, con el de la pensión desde donde Sarmiento, 23 años antes, escribiera su carta desesperanzada.
Luis Doreste S. estaba recién incorporado a su puesto de secretario personal de Fernando de León y Castillo, embajador de España en París. La carta de Sarmiento aparece sin datar. Su redacción debe fijarse durante el mes de abril de 1916. El 23 de marzo, el periódico Ecos de Las Palmas da la noticia del nuevo destino de Doreste. El 27 del mismo mes, llega a Las Palmas, para despedirse de la familia y de los amigos, que le ofrecen un homenaje, en el que Alonso Quesada da lectura al libro de poemas de Doreste Las moradas de amor; el 7 de abril, la redacción de Ecos le agasaja con una gira al campo. Ya a comienzos del mes de junio aparece en Diario de Las Palmas su primera crónica desde París.
Miguel Sarmiento se había movido en el ámbito mallorquín y barcelonés, participando en revistas y periódicos, y en empresas editoriales, como Espasa. A Barcelona llegó para hacer su carrera de Derecho, que nunca acabaría2. Buscando mejores recursos de vida, marcha a Madrid a comienzos de 1915. En una carta de Luis Doreste a Rafael Romero, de 9 de enero de ese año, le dice: “Queridísimo Rafael: Todo recibido, telegramas y cartas. Estoy ahogado de prisas. Ahora tengo aquí a Miguel Sarmiento que viene a Madrid también con empaque de conquistador, y todos vivamente interesados estamos por su valía extraordinaria. Veremos. Vengo de presentarlo a Don Benito.” Malviviría Sarmiento lo restante de 1916, posiblemente, volviendo a su mal pagado trabajo en la Enciclopedia Espasa, en Barcelona, u ofreciendo sus escritos a las publicaciones que se los aceptaban. Su aliadofilia militante le cerró puertas en aquella España “neutral”, como cuenta en la carta. No he tenido ocasión de ver prensa barcelonesa o mallorquina para poder afirmar con seguridad qué publicaba entonces. Desde marzo de 1917, parece que colabora asiduamente en La Publicidad barcelonesa, sobre todo con sus reseñas teatrales y con la serie “La linterna de Diógenes”, donde cabía de todo, hasta 1922, en que el periódico salió enteramente en catalán. Incluso va de corresponsal a Italia, con algún salto hasta Viena, desde donde manda hermosas crónicas de lo que ve y piensa. Luego volvería a Las Palmas, ya tocado por la enfermedad, con la ilusión de elaborar una guía de las Islas, cuando le alcanzó la muerte.
La carta que presento nos dice lo demás: su nobleza de alma, su sinceridad, su agobiante situación. En ella salen a relucir nombres de amigos a quienes acude, detalles familiares, opiniones, que retratan su espíritu y la nervadura de su escritura. Pensemos, al leerla, que Europa está en plena Guerra Mundial.
Miguel Sarmiento
Lo mismo ocurre en la carta de la joven Carmen Laforet. En ella está, de un modo sencillísimo, el alma que veremos en la novela Nada. Ambos escribían con igual método y soltura, tanto una carta como una novela, como un artículo. No son escritores puramente de ficciones, que puedan prescindir de lo biográfico en sus escritos, sino que se dejan en ellos jirones de sus vidas. Los dos están poseídos de “la pulsión autobiográfica”, de que se habla con respecto a Laforet en la biografía de Caballé y Rolón, aunque lo pudieran negar muchas veces, como es el caso de Laforet. Por los innumerables artículos, cuentos y las novelas de Sarmiento, conocemos ese poner la carne en el asador de lo que cuenta. Siempre hay algo personal, de su alma, en lo que escribe. Lo mismo le ocurre a Carmen Laforet, como lo ha dicho la crítica y queda muy bien corroborado en la biografía recién publicada3.
Listaré los amigos que cita Sarmiento, para que se vea en qué ambientes se movía y en quiénes confiaba para salir de su desesperada situación. En su carta aparece alguna noticia que deberían seguir los estudiosos de su obra, como es la escritura de “comedias infantiles”. El conocimiento de su relación con los pintores y escritores del entorno mallorquín y catalán, si se encuentran sus correspondencias, sería de un gran valor: Gabriel Alomar, Ciges Aparicio, Santiago Rusiñol, Miguel de los Santos Oliver, Ángel Guimerá, Jerónimo Pou, el uruguayo Pedro Blanco. Entre los canarios, además de Luis Doreste S., nombra a Agustín Millares Carlo, Rafael Romero, Ángel Guerra y Leopoldo Matos.
Carta de Miguel Sarmiento
Señor don Luis Doreste
Querido amigo Luis: Son las dos de la madrugada; te escribo desde una habitación del número 65 de la calle de Aribau, pral., 2.ª, en Barcelona. Esta noche, en el café, acabo de saber que te hallas en París, de secretario particular de don Fernando, en la Embajada de España. La noticia me ha causado una profunda emoción.- Me alegro por ti y, en mi egoísmo –tan humano y tan disculpable en una vida como la mía– me alegro por mí, también. En el café te he escrito una carta tan vehemente que, al releerla, apenas la he entendido yo mismo. Ya era mucho tiempo que el corazón no se me había desbocado como hoy.
Y tú dirás ¿cómo venir aquí? El proyecto de ir a Francia lo conocen mis suegros. No sólo lo aprueban sino que lo aplauden. Mi mujer y mis niños permanecerán allá, y yo a luchar, a abrirme camino. Por de pronto no quiero literatura. Yo podré reunir cien francos al mes con escribir en los periódicos de Mallorca y Barcelona. Y yo, si tú quieres –yo no admito que tú no puedas–, me ganaré el resto en cualquier cosa. Yo tengo resolución, soy abnegado; iré a servir a un hospital, a un taller, a cavar la tierra. No es una locura, no. Yo aceptaré los sacrificios que sean necesarios. Si París no puede ser, a otra parte. Soy fuerte, soy honrado, estoy decidido a trabajar en lo que otros hombres más selectos que yo trabajan seguramente en Francia. ¡Si pudieras verme por dentro! Yo no voy a conquistar a París; lo que deseo es que el día de mañana no puedan decir que voy a aprovecharme de la paz sin haber ayudado en lo que podía en los días difíciles, y en lo poco que pueda, a esa gran nación.
Miguel Sarmiento.5
Vivo en la calle Aribau 65 -pral- 2.ª
Calle de Aribau 65 –pral. 2.ª A las siete de la mañana:
No he podido dormir. Oh, qué inquietud. Todo ha sido pensar. Mira. Si en París no consiguiera arraigar, siempre me sería provechoso. El ir ahí sería aprender a fondo el francés y poder ganarme una cátedra para el día de mañana. Para ello no se exige ser licenciado en Letras. El burocratismo me repugna pero yo no puedo permitirme esos lujos espirituales. Ahora escribo a Ángel Guerra y a Leopoldo Matos. Para ir a Canarias necesitaría el mismo dinero que para ir a París, con ventaja, en este último caso, de poder llevarme de Barcelona alguna corresponsalía.
Miguel En cuando recibas esta ponme una postal. Luego me contestas cuando puedas. Luis, ha de ser, tiene que ser.
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Fragmento de otra carta de Miguel Sarmiento a Luis Doreste Silva6
[…] Hoy he recibido carta de Baltasar Champsaur mi cuñado que desde La Laguna me encarga que trate de recuperar el puesto que tenía en Barcelona en casa Espasa: cuarenta duros y geografía a todo pasto.
Miguel.
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Carta de Carmen Laforet a María Dolores de La Fe10
Esta carta es también para que la lean Julia y Carmen11.
Dukesunke:
Carmen
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Notas
1. Es curioso que Luis Doreste utilice el mismo medio cuando ve peligrar su puesto en la embajada de París, al llegar la Segunda República. Algún día presentaré esa carta en la que intenta convencer a un escritor de que estaba con la República, para que intercediera ante las autoridades por la seguridad de su puesto de trabajo. Tuvo que volverse a su isla. La carta no se parece en nada a la de Sarmiento, ni moral ni humanamente. Sus escritos posteriores a favor de Franco fijarían su verdadera filiación ideológica.
2. Tampoco Carmen Laforet acabó ninguna de las dos carreras comenzadas (Filosofía y Letras, en Barcelona; Derecho, en Madrid).
3. En una segunda edición deberían cuidarse ciertas imprecisiones, como el llamar alguna vez al barrio de Vegueta de Las Palmas “la Vegueta” (p. 31); o “cercano pueblo de San Cristóbal” (p. 39) al que era –y es– uno de los barrios marineros de Las Palmas; o el transcribir datos inexactos del comienzo de nuestra guerra incivil (p. 97); o el cuidar la ortografía de algún término, tal “Íbid.”, que no lleva tilde en la primera i, como “Ídem”, sino en la segunda (“Ibídem”). Gracias a no se sabe quién, todavía subsiste, hermosa, la playa de La Laja (p. 38). En las islas no se suelen llamar “torres” a las casas de campo o de playa (p. 34). A la “casa-museo de Cristóbal Colón” (p. 31) se la llama llanamente “Casa de Colón”. En Tafira, ¿“enormes fincas plataneras”? (p. 48); un poco más abajo, sí. Por el modo de decirlo, la condesa de Torre-Mata estaba en Las Palmas en otro país distinto al suyo (p. 66); o sea, que aquí, en Canarias, no se estaba en guerra, y sí en “su país”. Curioso que los autores coincidan con cierta tradición canaria de referirse al país. Posiblemente Carmen y Ricardo (p. 88) paseaban por El Monte [Lentiscal], y no “por el monte”.
4. Albert Thomas era el ministro socialista de armamento del segundo Gabinete de Guerra de Aristide Briand (1916). Había sido periodista en L’Information y en L’Humanité.
5. Lo que sigue aparece en una cuartilla aparte.
6. Sin datación. Debe referirse a El lino de los sueños.
7. Rafael Romero Quesada (Alonso Quesada).
8. Agustín Millares Carlo.
9. Luis Millares Cubas.
10. Lola de la Fe me cuenta que Carmen Laforet no solía datar sus cartas. La salida de Las Palmas hacia Barcelona de Carmen Laforet fue el 5 de septiembre de 1939. Llegó a la Ciudad Condal el 9 del mismo mes. Esta carta debe haberse escrito alguno de los días siguientes a la llegada.
11. Se refiere a Julia Cuenca Schwartz y Carmen Lezcano García.