Después de la previa limpieza de las piezas del Trono, con el frontal de plata cubana -entre otros- tan valorado, comenzaba el movimiento en la Plaza y en el Santuario de la Virgen de Las Nieves de La Palma. En torno a ella se daban cita miles y miles de personas, especialmente de todos los municipios de La Palma, pero también de las otras Islas Canarias y allende los mares. Todos convocados a la determinación del obispo García Jiménez que, siglos atrás, proclamaba bajar a la Virgen cada cinco años desde el monte hasta la costa, en este caso, hasta el templo matriz de El Salvador, en Santa Cruz de La Palma, ciudad engalanada hermosamente con ocasión de esta hermosa fiesta, con arcos hechos incluso por gentes de otros municipios palmeros.
Tras la eucaristía, se procedía al sorteo de las piezas del Trono que, como sabemos, son trasladadas hasta la capital por todo aquel o aquella que le toque, sea por gusto, fe o promesa, recorriendo de otra forma, mucho menos "jolgórica", el recorrido por los caminos reales históricos hasta el mar de la capital palmera. Sigue llamando la atención el hecho de que en esta Romería baje el Trono pero no la Imagen de la Virgen... como pueden ver en la galería de fotos amplia que le ofrecemos en la sección Nuestros Retratos gracias a nuestro amigo y colaborador José Guillermo Rodríguez Escudero, y a la que pueden acceder en el enlace situado al final de este texto.
Así, entre gritos, alaridos y sentimiento, bajaba el Trono con su pausada danza de izquierda a derecha, amenizado con música de la tierra (de todas nuestras Islas), donde la presencia herreña con los de Sabinosa siempre llama tanto la atención. Y la bebida y la comida que no falte: el ron, la cerveza, el vino, los chicharrones, la papa arrugada...
Así hasta altas horas de la madrugada... En realidad, el Trono no está vacío, sino lleno del Silencio Amor del pueblo palmero hacia su Patrona.
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