No la crónica periodística, sino más bien una crónica de la sensación: a eso es a lo que nos llevan Los Enanos. Pues para nada es fiel el texto que diga horas, número de gentes, autores y anécdotas. No. Porque Los Enanos forman parte del alma y de la fiesta alegre de la vida que se hace colectiva y anónima; de la vida celebratoria, pero no de la diversión. Los Enanos nos enseñan a comprender, por medio del líquido que inyectan, el sentido de la vida y de los días a través de la barita infalible de la sonrisa. Y quizás sea lo de menos, aunque ahí quede, los retrasos organizativos (o la aparición de la Virgen de Las Nieves... figurada) cuando el rostro de las personas sólo dicen lo importante: la alegría de ver a Los Enanos.
No hay fútbol ni espectáculo similar que tome las riendas de la ilusión mayor que Los Enanos dan. Las amplias colas para entrar al recinto, así como las infinitas esperas en las calles para verlos en la madrugada, sólo pueden ser entendidas por el motivo de una fe. Una fe secular, una fe a pie de calle, una apuesta incómoda de paciencia para ver, tan sólo ver, escasos minutos a los bailarines minúsculos de vuelo inmenso.
¡Pero cuánto vale la emoción! Comienza la intro con voz en off (texto de Ortega Abraham), para después salir los diferentes juglares que cantan y monótonamente se mueven, se pasean, saludan... y vuelta a lo mismo. Pero... esto va creando la inquietud de estómago, el nerviosismo... el motivo que va retrasando lo que todos y todas esperan: que de entre las puertitas del castillo figurado llegue la sonrisa de rostro, de pies hormigas, de anchos sombreros numerados de los seres de la algarabía del espíritu: el balanceo de la felicidad. Entonces, desde el ritmo profundo primero, saltan las palancas de la utopía cuando el tiempo corto se detiene y se hace ancho como la eternidad. ¿Quince minutos? ¿Veinte? No más: pero la espera tanto ha valido la pena y el cuerpo adquiere jiribilla para siempre, para cada cinco años, y de cinco en cinco la vida se nos hace poca, enana... pero para saber que existe lo maravilloso en medio de lo real, en medio de la crisis, en medio del dolor: ante el sufrimiento, podemos poner un Enano que dance en nuestras horas vivientes.
Porque los Enanos de La Palma, junto a las ganas de sus fieles niños de primera fila, son capaces de hacer babear al pueblo entero, desde el más rojo al más negro... Si la muerte nos hace a todos iguales a través del indefectible fin de los seres, Los Enanos de La Palma nos igualan a cada uno de nosotros por medio de un recurso más digno, más hermoso y más lleno de cielo: la sonrisa del alma. Todos y todas unidos por la música, la polca palmera, pero que cada canaria y cada canario tararea; el tintineo, el balanceo, la gracia... SU ARTE.
BienMeSabe.org, de nuevo, te acerca estos momentos maravillosos por medio de la fotografía como testimonio -limitado pero aproximativo- de lo que allí aconteció.
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