Pedro Ortiz-Armengol, el último gran biógrafo de don Benito, tuvo la oportunidad de hacer una obra casi definitiva. Otros que han dicho y dicen conocer a Galdós no se han atrevido en el empeño. En el último Congreso Galdosiano alguien habló de la necesidad de acometer de una vez tal trabajo.
Por lo que voy a exponer ahora, posiblemente se deba a la incuria de los informadores grancanarios el que algunos datos de la biografía elaborada por el citado diplomático e investigador sean francamente erróneos.
Afirma el biógrafo que Miguel Sarmiento fue condiscípulo de Galdós (p. 98), circunstancia que no pudo darse, pues Sarmiento nació en 1876 (lo afirma, además, Ortiz Armengol en la p. 61). Galdós, nacido en 1843, empezó a estudiar en el Colegio de San Agustín, según Berkowich, en 1857, y acabó sus estudios en este colegio en la primavera de 1862 (pp. 97-98).
Es algo parecido a lo que el biógrafo citado reprocha a Rafael de Mesa y López, al que su ideología llevó a inventar el hecho de que Galdós presenció la agresión por “don Bartolomé Esteban (sic) Gallardo… a un sacerdote que fue a ayudarle a bien morir, agresión que, según Rafael de Mesa, presenció Galdós, que fue quien se la refirió.” Sigue Ortiz Armengol: “Bartolomé José Gallardo había muerto, como sabemos, en 1852 y Galdós había nacido en 1843 y nunca se habían conocido.” (p. 811).
Miguel Sarmiento no escribe sobre Galdós “en el Diario de Las Palmas al día siguiente de la muerte del escritor”, como afirma el biógrafo en la página 98. Una cosa es que el periódico grancanario, usando de una antigua costumbre que ya le habían afeado muchas veces, publicara aquel día lo que ya había aparecido en otro periódico de la ciudad unos cuatro años antes, firmado por Sarmiento. Diario de Las Palmas no indica la procedencia del escrito. Fue El Tribuno, órgano del Republicanismo Federal de Las Palmas, el que, el 9 de mayo de 1917, miércoles, en la página 1, publicaba el artículo de Sarmiento “Pérez Galdós. Recuerdos de su vida”.
Esta vez no he encontrado la protesta del periódico fundado por Franchy y Roca, por el hecho de que el Diario diera publicidad a un artículo no salido de su Redacción. La razón estriba en que el periódico republicano había caído en la misma desconsideración con el diario barcelonés donde vio por primera vez la luz el artículo en cuestión. Afirmo esto porque las palabras firmadas por Sarmiento tienen todas las evidencias de estar escritas para lectores no canarios. Efectivamente, una búsqueda por los posibles medios en que se expresaba en la Península Miguel Sarmiento dio como resultado encontrar su texto en el periódico barcelonés La Publicidad, el 17 de abril de 1917, en la página 3, con el mismo título con que saldrá en los dos periódicos canarios.
El que recuerda a don Benito “sentado de cara al libro, un codo clavado en el pupitre…” era Rafael Mesa López (el bohemio escritor había desechado hacía tiempo el “de” y la “y” de su apellido), al que unas páginas antes Ortiz Armengol tacha de “biógrafo de no completa fiabilidad por lo irregular de sus datos; dispersos y dudosos a simple vista” (p. 54), “poeta bohemio” (p. 71), “el bohemio Rafael de Mesa” (pp. 149 y 663), “irregular biógrafo” (p. 253).
Rafael Mesa, hijo de Diego Mesa de León, director que fue del Colegio de San Agustín, trae a la curiosidad de Miguel Sarmiento muchos elementos referentes a la infancia de Pérez Galdós.
Cuando las representaciones de Marianela (novela galdosiana, refundida como obra teatral por los hermanos Álvarez Quintero) en el Teatro Novedades de Barcelona, en 1917, Miguel Sarmiento y Rafael Mesa asisten al homenaje ofrecido a Pérez Galdós y a los refundidores de la obra el 16 de abril de 1917. La Vanguardia de Barcelona (17-IV-1917) dice en la nota “Una fiesta íntima. En honor de Galdós y los Quintero”:
Por el éxito de Marianela, varios amigos obsequiaron anoche: presididos por ellos se sentaron a la mesa don Ángel Guimerá, Santiago Rusiñol, gobernador civil José Morote, Miguel de los S. Oliver, maestros Serrano, Pahíssa y Pujol, Mauricio Vilumara, Salvador Alarma, Adolfo Marsillach, José Pérez de Rozas, Jorge L. Sagredo, Julio Marial, Carlos Jordana, José María Jordá, Luis Masriera, Juan Marsans, Diego Montaner, Salvador Villaregut, Miguel Sarmiento, Jesús Pinilla, Armando Oliveros y Sres. Cardunets, Galobardas, Bofarull, Vergués, Fuentes, Rivero, Bergés, Mesa, Rodríguez Codolá y otros.
Ortiz Armengol ofrece datos de esta estancia de Galdós en Barcelona en las páginas 784-785 de su libro, siguiendo las notas del folleto que Rafael Mesa había publicado en Pueyo, Madrid, en 1920 (Don Benito Pérez Galdós. Su familia. Sus mocedades. Su senectud), que viene fechado al final: “17 de Noviembre de 1919”. En la página 785 podemos leer lo que dice Mesa: “También la charla serena y fina de Miguel Sarmiento entretenía al maestro”.
El Tribuno, de Las Palmas de Gran Canaria, publica el 2 de mayo de 1917 un artículo de Carmela Eulate sobre la obra estrenada de Galdós, tomado de La Prensa y datado en “Barcelona, 9 de Abril 917”. En tal día, 9-IV-1917, publica el mismo periódico un telegrama de Barcelona donde notifica el estreno de la obra y el triunfo de Galdós. El día 9 de mayo de ese año, publica el artículo de Miguel Sarmiento objeto de este rescate.
Miguel Sarmiento ya había conocido personalmente a don Benito en 1903, o quizás antes. El hecho cierto es que, con motivo del estreno en Barcelona de Mariucha, visitó al dramaturgo. Así lo cuenta el periódico España de Las Palmas de Gran Canaria el 22 de julio de 1903, miércoles, página. 2, en “El drama de Galdós. Mariucha”:
Un compañero nuestro, y colaborador de España, Miguel Sarmiento, visitó en Barcelona al genial dramaturgo Pérez Galdós. El ilustre autor de los Episodios, varios días antes del estreno de Mariucha, le entregó para nosotros un ligero apunte del argumento de su nueva comedia y las escenas finales del acto IV.
El 30 de julio de 1903, Diario de Las Palmas, en su página 2, publicaba el artículo de Miguel Sarmiento titulado “Mariucha. Comedia en cinco actos de B. Pérez Galdós estrenada en Eldorado”, sin indicar su origen.
Anteriormente, firmando como Miguel C. Sarmiento (la C. esconde su segundo nombre de pila, con el que llegó también a firmar artículos: Casiano), el fino escritor canario había hablado en la prensa sobre obras de Galdós, con atinadas y maduras observaciones sobre la personalidad de don Benito. Así, en 1901, publica un comentario sobre el significado de Electra, obra que aún no ha leído entera, sino que sólo conoce por fragmentos y comentarios de la prensa. Allí manifiesta su espíritu de joven que no quiere saber de componendas. Citará a don Benito muchas veces, en el transcurso de los años, siempre con respeto. Les recomiendo el corto capítulo titulado “Luna lunera…”, del libro póstumo de Miguel Sarmiento Lo que fui. Recuerdos de mis primeros años (Las Palmas, 1927), donde recuerda una visita a Galdós en Madrid, con motivo de la muerte de una de sus hermanas. La memoria lo lleva entonces a sus juegos y correrías infantiles por las azoteas colindantes con la de la casa natal de Galdós, donde se sentía vigilado –al igual que sus colegas– por dos hermanas del escritor, asiduas paseantes por el terrado de su casa, y que se ganaron para la chiquillada el remoquete de “las mironas”.
El texto que rescato no necesita de más explicaciones. El lector descubrirá la soltura y belleza de expresión de Sarmiento, así como multitud de noticias y sabrosas sugerencias. Insisto en que Sarmiento está transcribiendo los recuerdos de Rafael Mesa, algunos de los cuales son desmentidos por la prensa de la época (como el afirmar que, cuando don Benito vino a Las Palmas, lo hizo “sin anunciarse”) y que el texto no se debe tener como escrito “al día siguiente de la muerte del escritor”.
Escrito de La Publicidad de Barcelona y de El Tribuno de Las Palmas de Gran Canaria (abril, mayo de 1917)
Pérez Galdós. Recuerdos de su vida
Don Benito y su país nativo.– ¡Para siempre!– La gracia nativa.– El drama de un pueblo.– Un olvido de Clarín.– El Hada Casualidad.– El primer colegio de don Benito.– Las divagaciones del señor Pérez.– Vida errabunda.– Los padres y la casa del novelista.– ¡A Madrid!– Frío y nostalgia.– En busca del pasado.– Un amigo fiel y un poeta ignorado.– Paseos.– Mataperrerías de don Benito.
Hace algunas noches en el saloncillo de Novedades, le preguntamos a don Benito Pérez Galdós:
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En su estudio biográfico, acerca de don Benito, dice Clarín que el gran novelista apenas tiene biografía. Cita el lugar y las fechas de su nacimiento, y entra de lleno en lo que podría denominarse la existencia continental de Pérez Galdós. A Leopoldo Alas le interesaba principalmente la personalidad artística del novelista, y se circunscribió a estudiar la formación literaria de éste, a partir de su llegada a la Corte. Hoy don Benito ha sido definitivamente consagrado; y al público, a su público numerosísimo, le interesa cuanto se relaciona con su vida de ahora y de ayer. Pormenores insignificantes que Clarín desdeñó en su crítica demasiado subjetiva y de “aventura” a través de los libros; pero que, acaso, no sean del todo impertinentes, mañana, en un estudio completo sobre el autor de los Episodios.
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Volvió en busca del pasado. Llegó sin anunciarse y se sustrajo a toda su exhibición. Quiso y logró que le dejaran andar a sus anchas por los lugares que frecuentara cuando niño. Muchos de sus compañeros de la niñez se habían ido a las “Plataneras” (el cementerio); otros, cohibidos por el prestigio del novelista, se retrajeron respetuosamente de su trato. Mas hubo uno, el maestro Joaquín Gutiérrez, que no retrocedió ante la celebridad de don Benito. En él encontró el novelista una compañía fiel y una admiración que rayó en idolatría. Era Joaquín Gutiérrez hombre popular en Gran Canaria: carpintero, latonero y, sobre todo, discutidor incansable. Siempre entre dos copas, rompía a hablar, a lo mejor de la discusión, en endecasílabos. Cuando se le subían los humos a la cabeza, olvidábase de su admiración por Galdós y aseguraba que entre el mérito de don Benito y su propio mérito no había más que una cuestión de recursos: que don Benito se había ilustrado en Madrid, y que él, el maestro Gutiérrez, se había quedado en poeta local, sin editor, por falta de fortuna.
……………………………………………………………………………………………..................... Hoy el maestro Joaquín Gutiérrez “duerme” sus copas y sus endecasílabos en las “Plataneras”. ¿A qué volver a la isla, si don Benito no ha de encontrar en Las Palmas lo que se busca más allá del aplauso y de la gloria, el cariño que le quiso porque sí?
Miguel Sarmiento.
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