La demarcación municipal ocupa hoy el antiguo cantón o reino prehispánico de Tagaragre. Una vez incorporada La Palma a la Corona de Castilla, en 1493, se implantó en estas tierras una jurisdicción eclesiástica con la creación de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, demarcación que con el transcurso de los siglos daría paso a un término civil y administrativo tras la fundación de la municipalidad. Hasta 1812, en que las Cortes de Cádiz establecieron la creación de doce municipios en La Palma, una sola era la jurisdicción, comandada por un concejo de regidores que por heredad gobernaba la isla en su conjunto. Así, uno de esos nuevos municipios corresponde a Barlovento. Implantado de mar a cumbre, en la actualidad cuenta con unos 2.500 habitantes, en 1981 con 2.540 y en 1950 con 3.193, repartidos en nueve barrios o entidades de población. El casco capital conocido como El Pueblo, con ayuntamiento y templo principal, se encuentra a 548 metros de altitud. Su geografía está marcada por dos fenómenos geológicos, los llamados Barlovento de los volcanes y montes y Barlovento de los barrancos. A mediados del siglo XX, el municipio se incorpora a la macroproducción agraria del plátano en la franja costera del naciente. Quedan atrás los históricos cultivos de pan sembrar (sementeras), caña de azúcar, cochinilla, frutales y hortalizas. Hoy en día conjuga su economía mayoritariamente agraria, platanera y medianía, con el turismo rural y de naturaleza.
Barlovento ha guardado celosamente las tradiciones populares, especialmente las festivas. Sin lugar a dudas, este hecho está íntimamente relacionado con el aislamiento que ha sufrido durante siglos entre montañas, profundos barrancos y el mar de la geografía palmera. Diríamos que ha sido una isla dentro de otra isla, lo que ha contribuido a fomentar la sorprendente conservación de las costumbres y tradiciones populares. Aún estando relativamente cerca de los principales centros urbanos de La Palma pero lejano por la formación geológica de la comarca, de bellísima y exuberante naturaleza, en Barlovento se advierte una historia festiva muy arraigada. Valga como ejemplo la nota que se recoge en el libro de cuentas de la cofradía del Santísimo de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, donde consta que en 1672 se pagó «cuarenta reales a los danzantes en las dos fiestas del Corpus», correspondientes a la festividad propiamente dicha y a su octava festividad adscrita obligatoriamente a su celebración a la Hermandad del Santísimo.
Algunos autores han querido ver una relación directa entre la implantación de la fiesta de la Batalla de Lepanto en Barlovento y el hecho de que el capitán palmero Francisco Díaz Pimienta (†1610), quien fuera piloto de la armada de don Juan de Austria en la Batalla de Lepanto, ejerciera posteriormente como maestre de campo de la compañía de milicias populares de este lugar. A esta interpretación se suma otra no menos importante: la patrona de Barlovento es la Virgen del Rosario, advocación mariana directamente relacionada con Lepanto. La devoción y el culto a la imagen —talla catalogada como de escuela flamenca— nace a mediados del siglo XVI. En 1552, en el testamento de un vecino portugués se anota medio real de limosna para la obra de la ermita de Nuestra Señora del Rosario, lo que apunta que en esta fecha aún no había concluido su edificación, pero confirma que ya se encontraba bajo esta advocación. En 1556, otro testamento indica que la construcción del templo había finalizado. En 1679 el visitador eclesiástico Juan Pinto de Guisla hace constar en el libro de la cofradía del Rosario que no se conocía el año de su fundación, pero que ya existía en 1584; asimismo, ordena que cada primer domingo de mes se haga procesión con la imagen sobre andas, lo que potenció el arraigo de las tradiciones festivas y el culto a la Virgen Patrona de Lepanto.
Orígenes de la fiesta: la Batalla de Lepanto
El 7 de octubre de 1571, los turcos perdieron en el golfo de Lepanto (en la Grecia actual) 224 bajeles (de los que 130 quedaron en poder de la Santa Liga, mientras unos 90 naufragaron). Sólo 40 lograron huir. Perecieron 25.000 otomanos, entre ellos su general, Alí Bajá, quedando cautivos 5.000. De la armada cristiana se malograron 15 bajeles y 8.000 hombres; de ellos 2.000 eran españoles, 800 pontificios y los restantes venecianos. A cambio lograron la libertad de 12.000 cristianos que los turcos llevaban como remeros en sus galeras. «Había más de un siglo que los turcos tenían llena de terror a toda la cristiandad»: así comienza el relato de la Batalla de Lepanto y de la intervención de la Virgen del padre Juan Croisset en su Año Cristiano, publicado en Madrid en 1853. La narración continúa y cuenta que los otomanos tenían tan bajo concepto de la armada cristiana, que nunca creyeron tuviesen atrevimiento a presentarles el combate [...]. Pero ignoraban que venían a pelear bajo la protección de la Santísima Virgen, en quien, después de Dios, tenían colocada toda su confianza.
La victoria de la Santa Liga en Lepanto significó el golpe de muerte para el imperio otomano. Venecia dedicó una capilla de la iglesia de San Juan y San Pablo a perpetuar la memoria del triunfo; el cincel de Vittoria y el pincel de Tintoretto recordaron esta batalla naval y el Senado decretó que el 7 de octubre se solemnizara cada año como fiesta religiosa y política. En Roma, el Papa Pío V instituyó la fiesta del Rosario en este día, agregando a la letanía del rosario el Auxilio Chistianorum (‘auxilio de los cristianos’). Según Ferrandis, en España, Felipe II, que se encontraba en El Escorial rezando las vísperas de Todos los Santos cuando le vinieron a dar la buena nueva, «no se alteró ni demudó, ni hizo sentimiento alguno, y se estuvo con el semblante y serenidad que antes estaba». Después llamó al prior del monasterio y le mandó que cantase el Tedeum Laudamus. Durante mucho tiempo, en España se celebró con gran pompa religiosa y civil esta conmemoración como trasunto de la oficialmente denominada fiesta nacional.
La fiesta: la Batalla de Lepanto
Los preparativos de la fiesta de la Batalla de Lepanto comienzan varios meses antes con la confección de las vestimentas de las dos armadas y la fabricación de los barcos y el castillo. Al referirse a ella, los vecinos no hablan de moros y cristianos, ni de la Batalla de Lepanto; en su lugar, simplemente dicen: «Este año toca el barco». En las vísperas se realiza el traslado de los elementos de la improvisada fortaleza de estilo musulmán, elaborada con palos de monte y papel, en la que se pintan alegóricas cúpulas, ventanas y murallas de «piedra morisca». Con todo el marco de la representación preparado, la guardia turca del castillo pasea lentamente, vigilando cualquier incursión que por mar se apresure. A más de quinientos metros sobre el nivel del mar y en un llano, otrora destinado a cultivos de medianías, comienzan a divisarse los velámenes blancos y estandartes de la Santa Liga al mando de don Juan de Austria. Mientras, aumenta el nerviosismo de los soldados, guardas y mandos de la fortaleza musulmana. Entre el castillo turco y la nave capitana —la Real— de la cristiandad se establece un parlamento de autor desconocido que se repite en cada edición. El diálogo empieza con dos versos, con un comienzo y un final idénticos. Siguen otros dos versos: dos preguntas con las respectivas respuestas del Barco y el Castillo. La obra recuerda la loa a la Virgen de las Nieves El Castillo y la Nave del año 1765 de autor anónimo y otra también dedicada a la Virgen de las Nieves, La Nave, del palmero Juan Bautista Poggio Monteverde (1632-1707), a quien Viera y Clavijo apellidó en sus Noticias para la historia de Canarias el Calderón canario. La estructura continúa en redondillas (estrofa de cuatro versos octosílabos, de los que riman el primero con el cuarto y el segundo con el tercero). Debido a la brevedad del verso octosílabo, esta combinación permite la expresión directa y aguda y la improvisación. Aunque en el caso que nos ocupa sería una imprudencia afirmar —sin documento que lo acredite— que su autor vivió en estos siglos, parece claro que se deben a una persona familiarizada con la composición métrica, notándose, sin embargo, ciertas irregularidades en la cantidad silábica:
Castillo. Barco. Castillo. Barco. Castillo. Barco. Castillo. Barco.
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El parlamento no llega a un entendimiento entre ambos bandos. Se desencadena la batalla. En ese momento, las artillerías de la Nave y el Castillo comienzan a escupir pólvora y metralla, simulada por grandes bolsas de papel cargadas de arena, tierra cernida y explosivos. Entre toda esta confusión y ante los gritos continuos de la marinería cristiana de «¡Viva la Virgen María!», por la retaguardia del barco cristiano se acerca la armada turca con velámenes negros y rojos gritando: «¡Viva Turquía!». La flota otomana es superior en número a la de la Santa Liga. Aún así, la batalla naval culmina con el abordaje de la nave capitana otomana (la Sultana) y los lanchones que la acompañan como escolta. El Castillo musulmán sufrió el último y definitivo asalto de la infantería de marina de don Juan de Austria. Los turcos «yacen heridos y maltrechos» entre los matorrales y las ruinas de la fortaleza. Queda la toma oficial del Castillo musulmán. Arrían la enseña roja con la media luna y se iza la bandera española a los sones del himno nacional.
En Barlovento, con el asalto cristiano al Castillo y lucha cuerpo a cuerpo termina el poderío musulmán de casi un siglo en el Mediterráneo. Pero, en este caso, se sustituyen las aguas mediterráneas por el bravío océano Atlántico, que se dibuja a lo lejos en el horizonte, representándose La Batalla en las medianías de la isla. Mientras, la Virgen del Rosario, con su manto azul empolvado por el fragor de la batalla, contempla la escena junto al público en el otro margen del barranco. Comienza, a continuación, el desfile de las tropas por las calles del pueblo en dirección a la iglesia. Lo preside don Juan de Austria, y sus hombres marchan con paso marcial al ritmo que marca la banda de música. Detrás, la maltrecha y herida marinería turca que, sin guardar el paso, va encadenada y cabizbaja precedida por Alí Bajá (aunque este, según la historia, pereciera en el combate naval). Tradicionalmente, el papel de los cristianos ha sido representado por hombres mayores que ya habían cumplido el servicio militar y, por tanto, supieran marcar el paso de desfile. Por el contrario, este requisito no se exige a los turcos, que suelen ser jóvenes que aún no han alcanzado la edad militar. La marcha de los vencedores por las calles con los moros cautivos y encadenados es uno de los momentos de algarabía y vítores por la chiquillería y los grandes.
Cristianos y moros rinden pleitesía a la Virgen, que aguarda en el atrio de la iglesia. Tras una tácita conversión de los musulmanes al catolicismo, ambas tropas acompañan a la imagen en la procesión después de una misa solemne. En la edición de 1997 se recuperaron dos loas a la Virgen que se representan a la salida del paso procesional, teniendo como escenario el barco de la Virgen, en este caso, la real. La Virgen del Rosario continúa, acompañada por el clero, autoridades locales e insulares y un pueblo respetuoso, haciendo un último alto para ver los fuegos. Miles de voladores siembran de fiesta el cielo. Luz, sonido, música, devoción y emociones contenidas. Ahora, La Batalla es ya recuerdo vivo para años venideros.
Otros moros y cristianos en Canarias
Son escasas en Canarias las representaciones festivas de moros y cristianos. Su mayor establecimiento, en cambio, se encuentra repartido por toda la geografía peninsular y no sólo en tierras mediterráneas, como pudiera parecer; también se conoce esta fiesta en la América hispana e incluso en Filipinas. El tema central consiste en repeler los ataques musulmanes y en la reconquista de los territorios, antes cristianos. Las representaciones tienden a glorificar a las tropas cristianas, aunque la mayoría de los protagonistas prefiere pertenecer al bando moro y los espectadores sienten verdadera simpatía por ellos. Aún con este planteamiento inicialmente beligerante, lo cierto es que, al final de la fiesta, moros y cristianos desfilan juntos y se abrazan fraternalmente.
En el caso de Barlovento, el hecho histórico estricto no coincide con la representación teatral. La Batalla de Lepanto fue un combate naval y en Barlovento, además de la batalla naval sobre tierra, termina con el asalto al Castillo moro y, más aún, Alí Bajá muere en la contienda; sin embargo, en Barlovento es tomado prisionero. El pueblo adaptó, con sobresaliente imaginación, su geografía y espacio escénicos para una mayor espectacularidad de la fiesta.
En Canarias, la advocación a la Virgen del Rosario está muy extendida. Todas las parroquias palmeras cuentan con una capilla de esta advocación y su respectiva cofradía, junto a la del Santísimo, la de mayor actividad y recursos económicos. La fiesta de La Naval (7 de octubre) se distribuyó por todo el Archipiélago y, al contrario que en la Península, donde no abundan los ejemplos, las dos únicas fiestas de estas características que se mantienen están basadas en la conmemoración de la Batalla de Lepanto: Valle de Guerra en La Laguna (Tenerife) y Barlovento (La Palma). No obstante, existe constancia documental de la celebración de la Batalla de Lepanto a comienzos del siglo XIX en Lanzarote. El tinerfeño Álvarez Rixo recoge en Historia del Puerto de Arrecife estos festejos dedicados a la Virgen del Rosario:
Asimismo es bella otra imagen de la Virgen del Rosario bajo cuya advocación se dedicó la expresada nave nueva, o del norte, en ocho de octubre de 1814 con extraordinarias fiestas en que desde la noche antes hubo músicas, loas, carros, y barcos tirados sobre ruedas por las calles. Esta imagen ha dado aquí ocasión a recordarse anualmente la celebridad nacional de la batalla naval de Lepanto; y como el Puerto de Arrecife es tan apacible y a manera de lago [...] se figuran sobre sus aguas combates de galeras turcas y cristianas, contribuyendo a conservar en la memoria una de las mayores glorias de la España.
En Santa Cruz de La Palma, municipio capital de la isla de La Palma, fueron célebres las fiestas de Naval en honor de la Virgen del Rosario, organizadas por la esclavitud y hermandad del Santísimo Rosario. Según Alberto José Fernández García, en Santa Cruz de La Palma «hay constancia de la denominación Fiesta de Naval desde el año 1635»; también señala que se hacían comedias y representaciones teatrales alegóricas. ¿Habría referencia a la batalla y a la intervención de moros y cristianos en estas representaciones? Probablemente. Encontramos referencias documentales de la intervención de «moros y cristianos» en la Bajada de la Virgen de las Nieves, en Santa Cruz de La Palma. En los festejos lustrales de 1845, se representó un Diálogo entre el Castillo y la Nave, «a consecuencia de haberse aparecido en el punto que están situados, un Falucho que intentó hacer un desembarco en la misma rada». En los versos hay referencias a la procedencia e intenciones de una barcaza que lucía «Pabellón musulmán enarbolado / Y al parecer armado su costado». El personaje del Castillo termina con estas palabras: «El turco solicita en parlamento / Que este fuerte se rinda en el momento». Asimismo, el recordado etnógrafo palmero José Pérez Vidal (1907-1990) estudia la representación del Castillo y la Nave en el marco de las Fiestas Lustrales de la Bajada como una interpretación de «moros y cristianos».
Actualmente, en Valle de Guerra (La Laguna, Tenerife), en la primera quincena de octubre, con el nombre popular de Librea y en honor a la Virgen del Rosario, actores aficionados representan la célebre Batalla. Barcos, luces, estruendos de pólvora, turcos, cristianos y la aparición de la Virgen envuelta en una luz cegadora configuran esta fiesta organizada por la asociación Amigos de la Librea. La referencia más antigua que se conoce de esta escenificación popular se remonta a 1803.
Para concluir
No se sabe con certeza desde qué año se viene representado la Batalla de Lepanto en Barlovento. La primera referencia que conocemos se encuentra en el libro segundo de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario, conservado en el archivo parroquial. En las cuentas de los años 1802 a 1810 presentadas a Antonio del Castillo y Gómez en su visita de 7 de septiembre de 1830, consta el pago de «ciento ochenta rs. gastos en polvora para la funcion de Nabal» y en las correspondientes al periodo 1811-1829 «cuatrocientos seis rs. veinte y seis mrs. gastados en polvora para las funcions. de Naval», así como «tres rs. treinta y seis mrs. gastados en componer las camaretas», probablemente también para la fiesta de la Virgen de octubre. Asimismo, en el Archivo Municipal de Los Llanos de Aridane (Fondo Lorenzo Mendoza), se recogen los gastos de los festejos desembolsados por la cofradía de Nuestra Señora del Rosario entre los años 1826 y 1830 en concepto de retribución al párroco por las «funciones de esta cofradía e incluso el sermón del día de Naval».
Esto demuestra que además de las habituales celebraciones religiosas (misas, novenarios y procesiones) existieron otros regocijos populares «de Naval» entre los que bien pudiera encontrarse la representación de la Batalla de Lepanto. No obstante, hay que tener en cuenta que la fundación de la ermita de Nuestra Señora del Rosario data de mediados del siglo XVI y que los festejos patronales debieron ser muy anteriores al siglo XIX.
Para concluir, conviene hacer hincapié en tres elementos que singularizan especialmente esta representación si la comparamos con otras manifestaciones de teatro popular en La Palma que cuenten con una tradición histórica mantenida en el tiempo:
1. La Batalla barloventera es la que reúne mayor número de protagonistas y se encuentra fuertemente arraigada en la población.
2. Cuenta con un espacio escénico de grandes dimensiones, aprovechando la geografía del lugar.
3. Se dispone a través de diferentes actos o pasos que la convierten en una de las más extensas representaciones de teatro popular canario.
Dado el valor patrimonial de esta peculiar, curiosa y rara manifestación festiva en Canarias el Gobierno de Canarias la declaró Bien de Interés Cultural.
Ver amplia galería fotográfica de la autora de La Batalla de Lepanto de Barlovento 2010
Bibliografía citada
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CROISSET, Juan. Año Cristiano. Madrid: Gaspar y Roig Editores, 1853.
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Festejos públicos que tuvieron lugar en la ciudad de La Palma con motivo de la bajada de Nuestra Señora de las Nieves verificada el 1.º de febrero de 1845. Edición de Pilar Rey y Antonio Abdo. Prólogo de Pilar Rey y Antonio Abdo. Textos de Manuel Lobo Cabrera, Maximiano Trapero, Rafael Fernández Hernández, Jesús Pérez Morera y Jesús Manuel Lorenzo Arrocha. Islas Canarias: Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, Patronato Municipal de la Bajada de la Virgen, Escuela Municipal de Teatro; Julio Castro Editor, 2005.
GONZÁLEZ CAIRÓS, Aleth. La Librea (Valle de Guerra): un estudio antropológico sobre el teatro popular canario. La Laguna: Ayuntamiento de La Laguna, 1997.
HERNÁNDEZ PÉREZ, María Victoria. La Batalla de Lepanto: moros y cristianos en Barlovento. Barlovento: Patronato Municipal de Cultura, Ayuntamiento de Barlovento, 1997.
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HERNÁNDEZ PÉREZ, María Victoria. "La Batalla de Lepanto en Barlovento (y II)", en el periódico digital palmero el apuron, 12 de agosto de 2010, donde se incluyen algunos nuevos datos no presentes en este artículo: http://www.elapuron.com/blogs/tendedera/603/la-batalla-de-lepanto-en-barlovento-y-ii/
PÉREZ GARCÍA, Jaime. Descripción de todo lo que pasó en la Bajada de Nieves en La Palma. Año de 1815. Edición de Antonio Abdo y Pilar Rey. La Laguna: Julio Castro, Editor, 1997.
PÉREZ VIDAL, José. «Tradiciones marineras: el Castillo y la Nave». Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, t. VII, cuad. 4 (1951), pp. 697-703.
Las fotos son de María Victoria Hernández Pérez.