Acaba de ver la luz, después de muchos años anunciado, el Epistolario de Gabriel Miró. No se puede hablar de completo, porque, además de ser casi un imposible, en este tipo de publicaciones, de seguro aparecerán nuevas cartas en el transcurso del tiempo. Los estudiosos Ian Macdonald, profesor emérito de la Universidad de Aberdeen (Escocia), y Frederic Barberá, profesor de la Universidad de Lancaster (Inglaterra), firman el trabajo, 750 prietas páginas, donde se acumulan 767 cartas que han logrado reunir, ordenar y anotar, con la ayuda de familiares, amigos e instituciones.
El volumen forma el tomo XX de las Obras de Gabriel Miró, que dirige el profesor de la Universidad de Alicante Miguel Ángel Lozano Marco. Está bajo la protección de Caja Mediterráneo y del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, dependiente de la Diputación de Alicante. El libro ha sido presentado en Alicante y en la Residencia de Estudiantes de Madrid.
Son muchas las instituciones y personas que han colaborado con los estudiosos proporcionándoles las cartas de Miró. En la hermosa "Introducción", firmada por Macdonald, se explicitan todos estos pormenores de una manera clara y amena.
Hay “cartas dirigidas a casi cien destinatarios”; cinco de ellos son receptores de “más del cuarenta por ciento” de ellas. Éstos son, por orden, sus nombres: Alfonso Nadal (89), Ricardo Baeza (78), Eufrasio Ruiz (67), Germán Bernácer (41) y Alonso Quesada (pseudónimo de Rafael Romero Quesada) (40). Otros destinatarios de importancia son: Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno, Antonio Maura, Valery Larbaud, José Luis Castillo, Carlota Remfry de Kidd, Juan Guerrero Ruiz, Jorge Guillén, y un numeroso grupo de familiares. Las cartas se presentan por orden cronológico, acompañadas por las suficientes notas a pie de página.
A la izquierda, Gabriel Miró. A la derecha, un dibujo de Alonso Quesada de 1956 de Cigarrillos Cumbre (Fedac)
Un valiosísimo "Índice onomástico" permite conocer agrupadas las cartas enviadas a los distintos destinatarios (aparece su número de orden en negrita) y las personas citadas en ellas, o en notas a pie de página, así como las obras de Miró de las que se habla en las cartas. Una rica bibliografía, sobre todo de las cartas ya publicadas, avalora la obra.
Se trata, pues, de una radiografía personal y selectiva de Gabriel Miró, como una autobiografía, en la que no están todos los acontecimientos de su vida, pero sí muchísimos, y los más importantes. En estas cartas vemos el alma fina, batalladora y rica de este escritor, objeto de culto de minorías; su genio y su ingenio, el amor a los suyos y a sus amigos, su entereza moral, su carácter y su vida alejada del divismo de muchos escritores; sus métodos de trabajo, la incansable elaboración de sus escritos, sus paisajes alicantinos siempre añorados y cantados, etc., etc., etc. Ian Macdonald apunta en la p. 27 de la "Introducción" cómo el libro nos ofrece una “historia emocionante y conmovedora”, en la que no falta el humor e ironía.
A mí me ha llamado la atención, entre otras muchas cosas, la cantidad de veces que aparece la palabra cavilación en estas cartas. Es evidente que en Miró el continuo pensar profundamente era algo consustancial con su personalidad, que se manifiesta, por lo demás, en toda su prosa restallante y minuciosa, con esquinas inusuales de las personas, acontecimientos y objetos que traspasan sus escritos.
En la presentación del libro en la Residencia de Estudiantes, el especialista de Miró Miguel Ángel Lozano nos hablaba de los estudios de todo tipo que tuvo que leer el autor de las Figuras de la Pasión del Señor. Por eso necesitaba tanto tiempo para elaborar un libro, y buscaba trabajos que le pudieran dejar la serenidad para su arte.
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Los destinatarios canarios de estas cartas son cuatro: Tomás Morales, con una carta; el presbítero Juan Díaz Quevedo, con otra (que publicó él mismo en su peregrino Libro de los poetas, Madrid, 1925); Fernando González, con una, de agradecimiento por el envío de un libro; y Alonso Quesada con las 41 que hemos contado1 (más una interesantísima carta escrita por Clemencia Miró en 1925, “en nombre de mi padre que no le queda un momento suyo” [573]. En ella le dice que “se recibieron sus poemas y los añadió al libro haciendo también las supresiones que usted le encargaba.” Es señal de que Alonso Quesada había aceptado la sugerencia de Miró de atenuar algunos poemas de Los caminos dispersos, libro enviado al Concurso Nacional de Literatura de 1925, para no herir “la ortodoxia de algunos jurados”, enviando, pues, “dos o tres poemas más para substituir a los condenables”. A pesar de ello, el premio se lo llevó Rafael Alberti). Es curioso que esta carta no aparezca publicada en las ediciones que se han hecho de las cartas de Miró a Alonso Quesada. Posiblemente, porque no interesaba insistir ante los posibles lectores del poeta que aceptó rebajar los grados de sus poemas, para amoldarse a “los jurados ortodoxos” y así conseguir un premio. En la carta a Rita Suárez, viuda de Romero, de 20 de diciembre de 1925, reitera Miró estos pormenores [619].
Algunas de estas correspondencias a Rafael Romero se habían publicado anteriormente; primero, unas pocas (5)2; luego se publicaron 38; hoy podemos leer esas tres nuevas: un telegrama publicado en la prensa de Las Palmas, de 1920 [326]; una carta donde muestra su consternación por la muerte de Tomás Morales [428], y una postal de 1922 [471]; más la carta escrita por Clemencia Miró por encargo de su padre, a la que hemos hecho referencia [573]. El lector curioso podrá comparar cómo se afinan ciertas fechas, y se hacen otras lecturas de ciertos pasajes, a la vez que se es más fiel a la puntuación.
Alonso Quesada es citado en numerosas cartas enviadas a otros destinatarios distintos a él. Es que Miró se erigió en una especie de defensor de la obra del escritor canario ante las instancias que tenía más cerca. Así lo vemos abogando por su amigo lejano, a quien, por lo demás, nunca conocería personalmente. Insiste en que se publiquen las obras de Rafael Romero; o manifiesta su negativa a participar en homenajes necrológicos de primera hora al amigo fallecido, por no creer en ellos, y elaborando su tributo al muerto en un prólogo a sus no aparecidas Obras completas que iba a publicar Atenea. Si la muerte no le hubiera visitado tan temprano (el 27 de mayo de 1930), la obra de Alonso Quesada habría aparecido mucho tiempo antes cara al público.
Aunque sólo se conserve una carta a Tomás Morales, de 1908, su nombre aparece con frecuencia en las cartas a Alonso Quesada, mandando recuerdos para él; a Saulo Torón también le manda recuerdos, o le pide a Rafael Romero que lo excuse ante él por no haberle agradecido el envío de un libro.
El entusiasmo que por el escritor alicantino se mantenía vivo entre sus amigos canarios se renovaría a cada noticia de la aparición de una obra nueva. La prensa de Las Palmas daba buena cuenta de esos eventos. Manifestaciones públicas de ello son la reseña que elabora Alonso Quesada de alguna obra de Miró, o las notas de propaganda que publica cuando era copropietario de una librería en la calle Obispo Codina, o la conferencia que dio sobre su escritura en la Escuela Luján Pérez, allá por 19183.
Rescates
Hoy quiero traerles las dedicatorias que Tomás Morales puso en sus dos libros editados, que se encuentran en la biblioteca de Gabriel Miró de Alicante, y otras referencias de Miró al poeta de Moya, casi siempre con la participación de Rafael Romero.
Tomás Morales debió enviar a Gabriel Miró su primer libro de versos, Poemas de la gloria, del amor y del mar, en el mes de junio de 1908, recién salido de la imprenta. La dedicatoria reza:
Al novelista Gabriel Miró / con toda la admiración / de su amigo / Tomás Morales / S/C Jacometrezo 31 – 2º
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El envío del ejemplar dio ocasión a la carta número 51 del Epistolario que comentamos. En ella, es de notar su preferencia espiritual por la primera parte del libro de Morales, donde encuentra “el paisaje y la exquisita sutileza de lo pueril fragante de cosas tristes”. No por ello deja el alicantino de valorar lo que resaltaba entonces la mayoría de los críticos: los “Poemas del Mar”. La carta de Miró acaba: “Cuando publique un libro chiquitín que estoy imprimiendo se lo enviaré con alguno antiguo.”
Y en lo que queda de la biblioteca de Tomás Morales, se encuentra el libro chiquitín de Gabriel Miró Miró, titulado La novela de mi amigo (Alicante, Imp. de Luis Esplá Sic. de Carratalá, 1908), con la siguiente dedicatoria:
Al gran poeta Tomás Morales, con toda mi admiración / Gabriel Miró
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Busto de Victorio Macho sobre Tomás Morales
Museo Tanit. San Bartolomé (Lanzarote)
No está ausente Miró del homenaje que le rinde la sociedad de Las Palmas a Tomás Morales por la publicación del libro segundo de Las Rosas de Hércules. El 16 de marzo de 1920, La Jornada de Las Palmas de Gran Canaria publica “Una adhesión de Gabriel Miró”. Es difícil no ver la pluma de Alonso Quesada detrás del comentario. El banquete a Tomás Morales se celebró el 11 de marzo de 1920. El telegrama inserto en el suelto del periódico grancanario lleva el número 326 en este Epistolario que comentamos. Dice el periódico:
También, como la de González Díaz llegó retrasada esta del admirable artista Gabriel Miró. Pero no hay aquí más culpable que la memoria. El autor de El Humo dormido lo confiesa gentilmente en unas palabras que tienen además ese dulce calor cordial de toda su obra. Gabriel Miró solicita, generoso siempre, quiere acudir con su ilustre recuerdo al homenaje de nuestro poeta y dice a un amigo suyo, en un telegrama: “Esperando el día once acabo de saber que estamos a doce. Que todos me perdonen, principalmente Tomás Morales y usted. Va siendo mi sino llegar tarde a las mejores fiestas.- Gabriel.” El poeta, los amigos del poeta expresan su gratitud al excelentísimo escritor, que si olvidó la hora oficial de los homenajes, llena siempre las demás horas amigas con el recuerdo de su compañía espiritual y de su arte impecable. Si no llegó a tiempo, pensó más días en nosotros. Por el honor y la bondad y la justicia de su alma, en estos momentos simpáticos los compañeros del poeta saludan y agradecen el recuerdo al gran novelista.
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Tomás Morales le envió a Gabriel Miró el Segundo libro de Las Rosas de Hércules, con la siguiente dedicatoria4:
Al gran Gabriel Miró con mi mayor devoción y cariño. Tomás Morales
No había mandado antes el libro, porque nuestro amigo Rafael me aconsejó esperar hasta que usted se instalara en Madrid. Tomás
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Gabriel Miró envió, en septiembre de 1921, recién fallecido Morales, unas palabras a sus amigos. Se publicaron en el periódico de Las Palmas de Gran Canaria El Liberal, el 29 de septiembre de 1921, donde colaboraba entonces Rafael Romero, bajo el título “Por Tomás Morales”. Transcribo las palabras introductorias del periódico, porque son indudablemente de Alonso Quesada. Por si no bastara vislumbrar a su autor en las cariñosísimas palabras alusivas a Miró, el profesor Ian Macdonald me confirma que el manuscrito de la carta se encuentra en la Biblioteca Gabriel Miró de Alicante con fecha de 16/9/21; es la que lleva el número 428 de este Epistolario:
Cada momento que pasa de la muerte del gran poeta, se aviva más su memoria entre los amigos y admiradores por los recuerdos que de otros lugares vienen lamentando la desgracia. Poco a poco la noticia se ha ido extendiendo y llegan lamentaciones y dolorosos recuerdos. Ahora, Gabriel Miró, el admirable novelista español, altísimo espíritu de poesía y cultura, acaba de escribir a los amigos de Tomás Morales unas palabras llenas de dolor y cariño. Gabriel Miró pasaba el verano en la Aitana, un recóndito pueblecito de Alicante, y allí le llegó la noticia de la muerte del gran poeta. Escribe unas breves palabras cariñosas que transcribimos emocionados: Hemos dejado la soledad de la Aitana. Ha sido imposible, ni con un grito por telégrafo, decirles antes nuestro dolor por la muerte de Tomás. Todavía, en esta desgracia, se me exalta demasiado el afán –ya egoísta– que no podrá saciarse, de ver, de oír a ese hombre que hemos perdido. Ahora es más grande en mí el esfuerzo de imaginármelo; hasta que me conforme a que se vaya depositando todo el muerto en sus libros como otro a quien nunca hubiese esperado sentir y abrazar corporalmente. Gabriel Miró.
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Cuando le llega a Miró el libro primero de Las Rosas de Hércules, enviado por la viuda de Morales, se siente incapaz de articular palabras protocolarias de agradecimiento, y encarga a Rafael Romero que sea el portador de sus sentimientos a la familia del poeta desaparecido. Véase la carta 502, de 16 de mayo de 1923:
Quise escribir a la viuda de nuestro Tomás Morales, agradeciéndole el precioso regalo del libro póstumo. Y después no me atreví porque mis palabras o habían de ser una fórmula de gratitud –y sólo de escribirlo me sonrojo– o una sacudida de dolor. Y callé. No es que quisiera confiar mi reverencia al silencio, que estando al lado se recoge, pero a distancia no es posible. Era a usted al que había de entregarle mi ternura, mi recuerdo devoto para que usted lo ofreciese.
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Al morir Rafael Romero, sí le escribe una carta conmovedora a su viuda, precedida de otra del mismo tono de Clemencia Miró [613]. Allí se le ofrece para cuanto pueda avivar el “recuerdo sagrado de Rafael”. Es cuando le cuenta que, al pedirle El Liberal unas cuartillas en honor de fallecido,
Todavía no quisiera hablar de Rafael. El grito, ahora, me parece irreverente, o es que yo no sé darlo […]. Lo que yo quisiera es conseguir la publicación de todas las obras de Rafael. De eso deben cuidarse en Las Palmas sus amigos más poderosos; yo buscaré aquí los medios. Guardo el libro enviado al Concurso.
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Notas
1. Ian Macdonald afirma en la "Introducción" que son 40 pues no cuenta, con toda razón, la carta que escribe Clemencia Miró por encargo de su padre, y el telegrama publicado en la prensa en 1920.
2. Ya en junio de 1936, el periódico de Las Palmas de Gran Canaria Hoy anunciaba como inminente la publicación del epistolario de los dos amigos, en el artículo “Miró y Alonso Quesada” (“ahora, en el sexto aniversario de la muerte de Miró, cuando esta idea toma cuerpo y pide lugar entre las cosas que piden urgente realización. / Para muchos isleños –para casi todos– esta nueva valoración de la personalidad de Rafael Romero, el aquilino Don Alonso Quesada de la aceda ironía, es desconcertante. La inclusión de su nombre glorioso en antologías y enciclopedias y en Historias de la Literatura española, es incomprensible. Pero es que aquí casi nadie trató de comprender la persona, y desde luego, ni pensar en un estudio somero de su obra. La obra de Rafael Romero sigue siendo desconocida en las islas: en la isla. Sólo recuerdan de él sus "cosas". ¡Las "cosas" de Rafael!”).
3. En este caso, dos periódicos presentaron sus palabras en el acto. Les recomiendo busquen en la web un escrito al respecto en la revista alicantina Auca. Revista Literaria y Artística (n.º 9, marzo 2007), bajo el título “Gabriel Miró y el poeta canario Alonso Quesada” (pp. 66-71). Allí se presenta la reseña de Alonso Quesada sobre El humo dormido, de Miró; los “Versos” dedicados a Gabriel Miró, que salieron en la revista España; y las palabras de Alonso Quesada en la conferencia que dio sobre el escritor en la Escuela Luján Pérez, en la versión de El Liberal de Las Palmas de Gran Canaria (20-II-1920). Lázaro Santana publica la versión de La Jornada, del mismo día (él pone que es del 18), en Gabriel Miró, Cartas a Alonso Quesada (Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, 1985). También publica los “Versos” a Miró. Véase http://www.cervantesvitual.com/servlet/SirveObras.
4. Fue enviado después del banquete que se le ofreció a Morales, ya referenciado.