Este año de 2010, la Sala Conca proyectaba la celebración del cumplimiento de sus cuarenta años de actividad constante e intensa en el panorama artístico de Canarias y también en territorio peninsular. Las razones para hacerlo eran obvias, pero para quien las ignore no está demás sobrevolar brevemente cuatro décadas de historia, que muy a desgracia han llegado a su fin.
Todo lo marca el desinterés y la inconsciencia de quienes poseen la llave política y económica del apoyo hacia quienes profesan activamente su creencia en el arte y la cultura en esta ciudad (La Laguna), en la que no pocos lloramos atónitos ante su muerte.
En marzo de 1971, Gonzalo Díaz inauguró, con una exposición de Pepe España, su entrega a la profesión de galerista, o como él antes prefería ser llamado, salista. Así fue como nació un personaje clave en la historia del arte contemporáneo de Canarias, incluso me atrevería a decir que a nivel nacional. En fin, hablo de a quien todos llamamos Conco, y de su Sala Conca.
Llevo cuarenta años cerrando la Sala Conca es una frase muy repetida por el ex-salista, en las muchas entrevistas que le han hecho, cumpliéndose al colgar un cartel de se vende en la puerta de acceso a la sala el ansioso cuarenta aniversario, que acaba con sabor a desilusión.
La tarea de galerista, nada fácil, ha sido ejecutada durante estos años de una forma excepcional, con tal empeño que todavía me es difícil diferenciar entre Conco y Gonzalo. Su sala ha ofrecido cuatro generaciones de arte canario, nacional y extranjero de gran calidad, de diversas personalidades, estilos, técnicas, enriqueciendo la ciudad, con un espacio volcado en la libertad de pensamiento, la expresión y el intercambio cultural, proclamando la vitalidad aún en tiempos no favorables, con el riesgo incluso de la cárcel.
Pero sobre todo ha dejado una colección sin igual en las Islas. Si el número de piezas es escandaloso, más lo son sus padres: Miró, Pablo Serrano, Tápies, Millares, Saura, Guinovart, Claude Viseux, José Hernández, Luis Mayo, Rábago, Juan Bordes, Bellver, sin mencionar a los artistas locales, todos también de renombre: Pepe Abad, Chirino, Ildefonso Aguilar, Cándido Camacho, Pedro González, Gonzalo González y un largo etcétera en el que se incluye, como se he dicho, a artistas extranjeros como Monirum Islam, Kurt Mikula, Eve María Zimmerman, Gothart Kuppel, Walter Meigs…
La Sala Conca, con su espacio, su colección, su historia, su credo, su director, hoy se vende al mejor postor.
Parece ser que nos vence la crisis económica, pero sobre todo la crisis cultural, mientras la economía mundial cae en picado. Los centros comerciales se llenan de gente, que intercambia capital por plástico. Los teatros ofrecen itinerarios ruinosos. La educación fracasa. La cultura se convierte en celebración a la mediocridad.
La Plaza de la Concepción se viste de negro. No como homenaje a la casa negra y blanca, sino más bien de luto; porque la Sala Conca muere tras cuatro décadas de esfuerzos por mejorar nuestra cultura, por ampliar nuestras fronteras visuales y vivenciales. Es hora de gritar ¡basta ya!