Revista nº 1041
ISSN 1885-6039

El timple.

Martes, 01 de Junio de 2010
María Rosa Alonso
Publicado en el número 316

Fue exactamente hace un año en no sabría decir qué cafetín del Puerto de La Luz. La reunión tenía el sabor de lo sencillo, pero las manos de Jeremías Umpiérrez hicieron el prodigio. Aquello adquirió, de pronto, un aire emocionado de rito, y otra vez lo vulgar cobró categoría estética desde la raíz de lo sencillo y simple.

 

El alma de mi tierra se trenzó en las cuerdas del timple embrujado de Jeremías y aquellas rejas prendieron, en los nerviosos barrotes, una enredadera sutil que trenzaban los dedos nerviosos del tocador. ¿Qué me sobrecogió aquella noche encantada de septiembre, frontera a una mar sosegada? Lo que tocaba Jeremías era una isa que para mí no lo era; eran unas folías que no me lo parecían. Después tocó... no sé lo que fue. El paréntesis de un año, cuando en la nave del alma hay tempestades, no permite precisiones, pero Jeremías me aseguró que lo cantaban en Lanzarote.

 

Mi visión de esta isla natal de Jeremías Umpiérrez, que no se ha casado para vivir libre como los pájaros, según frase suya, es una visión poética; es decir, imaginada porque no he tenido la fortuna de verla. Yo la pienso seca y sedienta, un poco achatada por la continuada pesadumbre solar Lo que Jeremías cantaba tenía un melancólico borbolleo de mar y desierto, de agua salada y tierra llana, de una inmensa e infinita superficie sin horizonte.

 

Era un canto que jamás he olvidado porque su melancolía no era recortada sino extensa. Un canto de tierras que ven nacer el sol; y en aquella voz metálica de Jeremías que apenas levantaba un susurro, aprendí a oír la letanía de esta mitad oriental del Archipiélago. Entendí con toda claridad la diferencia que hay entre el grupo occidental canario —de mayor humedad— y el oriental, de sequedad más acusada. Por hacer un poco de literatura vi el signo de lo céltico y nórdico en el grupo donde el sol se pone y de lo mediterráneo y sureño por las islas que lo ven nacer. Claro está que es una arbitraria y frívola distinción, pero las resonancias anímicas que las cuerdas de un timple suscitan tampoco nos permitían unas bases firmes para una teoría seria.

 

Sobre el mármol de la mesa hacía caer Plácido Fleitas su voz que sonaba como aquellos duros de plata inolvidables, de una nostálgica edad económica que nunca ha de volver. Plácido cantaba primorosa y gallardamente sus isas con el sabor de rezo que el canario fino pone en la liturgia del canto popular. ¿Lo recuerda usted, Néstor Álamo? El canario fino de todas las islas imprime en su cantar la unción religiosa que se ponen siempre en las hondas zonas del alma. Por eso una de las cosas que menos puede sufrir un canario entero y verdadero es que hagan caricatura de sus cantos populares, o que el desalmado pobre diablo desafine entre los vapores de su brumosa «juma» las notas de unas folías o de una isa. Nuestros cantos insulares están hechos para individuos solos, personalistas también y no para brillantes grupos donde la colectividad pespuntea la gallardía de una canción coral. El canario fino —ese del «canere» y no de «canis»— hace un melancólico «solo» al entonar unas folías, una isa o una malagueña que aquí aclimataron su semilla ibérica. Quede para el erudito la afanosa averiguación de sus orígenes; aquí sólo nos dejamos llevar por la corazonada musical y anímica de nuestros cantos.

 

 

María Rosa Alonso (1972). «Evocador nostalgia del timple», Papeles tinerfeños. Publicado en la revista María Rosa Alonso. Memoria literaria, editado por el Gobierno de Canarias en la celebración del Día de las Letras Canarias 2010. (Foto superior: Néstor Álamo. Foto inferior: Plácido Fleitas).

 

 

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Miércoles, 01 de Septiembre de 2010 a las 23:08 pm - aulapress

#01 "Gato Gótico" por Antonio Arroyo Silva.

Gato Gótico es una metáfora o un símbolo tomado de Lezama Lima para darle nombre a una banda que empieza su andadura en el año 1982 y que fusiona sus experiencias anteriores, sobre todo en el grupo Salvaje que se formó a principios de los 70 en el barrio santacrucero del Duggi, con una serie de hallazgos posteriores. El jazz siempre fue para sus componentes sonido aglutinador del folclore y a esto hay que añadirle investigaciones propias de música latina, blues, funky, rithm´and blues y afro en todas sus manifestaciones.

Cuando del duermevela sale un grito con voz de saxo-tenor y una trompeta con sordina le responde con calma, como si el tiempo sólo fluyera de los pulmones que insuflan pensamientos, hay un diálogo absoluto con la realidad física que nos circunda. Una maresía de música, una corriente alterna que conecta la sangre con su aspersión hacia el abismo. Y detrás el recuerdo, fundado no ya en la palabra sino en la melodía rota y rehecha para deambular las calles nuevamente o para hacer transitar al gato por las raíces cuando Freud visita Las Ramblas y Fernando Pessoa aflora en sus rincones con la espontaneidad de la hoja al caer del árbol de la vida.

Escuchar los sonidos africanos y los ritmos amazigh que se quedaron en la niebla de nuestras medianías. Escucharlos teñidos de blues de Bob Dylan cuando éste, dice Roberto Cabrera, a su vez se contagió con los ritmos que los emigrantes canarios de Louisiana aún conservan con fervor desde el siglo XVIII en que les tocó emprender su travesía fundacional. Y por si este que escribe no se creía lo que describía con tanto entusiasmo, Roberto me puso una balada de Bob, una isa rythm and blues cantada en ese American English sureño tan cantarín como el mismo acento palmero: Lonesome river...

Cuando el desasosiego regresa a las esquinas y su voz se renueva en las armónicas de Orfeo, alguien nos dice que abdiquemos para ser reyes de nosotros mismos. Sin trampa ni cartón. Todos somos transeúntes del metro hacia la Estigia, no vale callar ni irse por las ramas, aunque el misterio siempre sea incógnita de una transcendencia precoz e iluminadora. De ahí la sonrisa del negro que, a pesar de su rotura interna, ha de mostrar su sonrisa cuando canta. Dientes de jazz para reír ante el desasosiego, y también para morderlo. Risotada trágica contemporánea de swim que entronca, como no, con El Grito de Munch y con el asombro del ser ante el abismo que nos rodea.

Antes que muchos grupos y la subsiguiente eclosión de música étnica alejada ya del simple folclore, Gato Gótico había hecho fusión entre la música tradicional herreña y el jazz, según afirma Elfidio Alonso en el diario de Tenerife La Opinión. Ya se estaba indagando sobre la similitud d emuchas manifestaciones de nuestro folclore con el del Área Tuareg del Norte yNoroeste de África. Nuestras raíces olvidadas o silenciadas, resurgen casi con la música a la par que parte de nuestra identidad como pueblo de encrucijadas y mestizaje.

Dar con esta conexión fue muy importante, no se trataba ya de importar manifestaciones musicales (o literarias) desde afuera y, tampoco, de seguir con los esquemas falseadores que implantó el servicio de propaganda del régimen anterior a través de la Sección Femenina. Es un hecho que en los 60, a pesar del aislacionismo cultural, hubo una oleada de emigración laboral haciaInglaterra, Holanda y Alemania y que estos jóvenes de entonces, a su vuelta, traían LPs con las últimas novedades del rock y el jazz. Las últimas, las delmedio y las primeras. Y si a eso le añadimos las ansias por romper con la ética impuesta por la dictadura, es lógico que en lugares como Las Ramblar y los cafetines escondidos de La Laguna empezara a sonar esta música con fuerza, entusiasmo y connotaciones reivindicativas de un cambio radical.

Sin embargo, es un hecho probado que ese engranaje que nos une al exterior resulta bastante complejo. Las Islas Canarias, con un pasado prehispánico que, a pesar de los intentos de devastación, algo quedó, o más bien más que algo, en la memoria colectiva y musical (la música es una memoria indeleble e inmarcesible). Puente y plataforma, después, de la colonización de América y, al mismo tiempo, puerto de abastecimiento de los barcos negreros que llevaban esclavos de África a los mercados de las nuevas colonias...

Lo cierto es que estos esclavos negros siguieron con sus ritmos en América y los transformaron en las distintas expresiones musicales que hoy conocemos, sea jazz, rithm´and blues, rock and roll o música caribeña. Y también es cierto que hubo mucho trasiego entre ambas orillas por las oleadas de emigración que se produjeron no sólo por las hambrunas y persecuciones políticas de la posguerra, sino muy anteriores a estas épocas, como los repoblamientos de San Antonio de Texas y la Louisiana, en siglos posteriores a la colonización.

Acaba el Solsticio de Invierno, en el cantero están dispuestos los tres teniques junto al molino de piedra y el telar ,elementos que producen una transformación de la materia prima en otra más elaborada, y a esas fuerzas de naturaleza iniciática que ponen en marcha el proceso de mutación y conectan el mundo visible con el invisible para que la cosecha sea propicia, se unen la danza y el canto.

Tiempo de recogida. El trigo y la cebada están a la sazón. El pueblo danzará ante Magheq entre las espigas y avivará elgrano. Un ritual que comenzó hace milenios en el Norte de África y que de alguna manera pervive en la idiosincrasia del campesino canario, ése que se quedó en su tierra siguiendo los ciclos ancestrales y viviendo de su trabajo y de lo que le da la madre naturaleza.

En estos tiempos de globalización y prisas, en estos tiempos de Guayota de cielos oscuros, tiempo de derroche, aún nos queda una melodía que se va más allá de las dunas del Sahara y traspasa océanos y continentes.

Si, como dice Lezama Lima en su poema inmortal, escapamos en el instante en que hemos alcanzado nuestra mejor definición, si en el puro mármol de los adioses nos dejamos en el camino la estatua que nos podía acompañar, entonces caeremos en el círculo vicioso de la autoanulación. Sin embargo, ese viento que sale danzando por los poros de la música, ese animal disperso que nos encuentra, se extiende como un gato para dejarse definir.

Me consta que Gato Gótico fue el primer grupo que no se conformó con buscar la conexión aborigen canario amazigh en los archivos empolvados de las bibliotecas, sino que acudió, en primera instancia, a los lugares donde más se producía este parentesco, como Sabinosa, en El Hierro. A continuación, emprendieron ruta al Norte de África y Senegal en varias ocasiones y allí lo comprobaron, no como libre-oyentes academicistas sino como partícipes en varios festivales músico-poéticos, como el Poesiades, de Berbería (Argelia). Y, cuando digo partícipes, me refiero a estar codo con codo con los habitantes de esos lugares, andar el desierto, aprender de su lengua y su idiosincrasia, y tantas cosas que hacen sentir como en casa. Y todo les pareció lo mismo: la danza beréber era muy similar al sirinoque palmero. La música y los pueblos, todos en unas notas o en un toque de tambor. El Time, un lugar de la isla de La Palma, nada tiene que ver con la hora, sino que en lengua tamazig viene a significar " el mirador" en donde el vigía oteaba el horizonte para avisar al pueblo del inminente peligro y que le diera tiempo a la huída (Argual,"arwal" según Zianne Kohdja) para refugiarse en Taburiente. Nunca les importó Aisouragwan,"el-lugar-donde-la-gente-se-heló".

Antonio Arroyo Silva