Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Los Pajales: simbiosis entre agricultura y patrimonio.

Viernes, 09 de Abril de 2010
Yaiza González Hernández (Asociación Cultural Pinolere)
Publicado en el número 308

Las condiciones de extrema pobreza que caracterizaron a la sociedad campesina orotavense quedan aún en la retina de muchas personas, que recuerdan con tristeza multitud de situaciones anecdóticas de hambre y miseria. Sin embargo, si algo rememoran con nostalgia es la vida diaria bajo los techos de paja, al calor de alguna hoguera sobre el suelo de piedra y barro.

 

Hasta no hace muchos años, los pajares servían como vivienda a los vecinos de Pinolere y de muchos de las medianías del Valle de La Orotava, quedando en pie hoy en día ejemplos importantes de estas edificaciones. La Asociación Pinolere. Proyecto Cultural se marcó como propósito recuperar este patrimonio, contribuyendo también los productores de centeno, los tapadores de pajares, y cómo no, los propietarios de esta vivienda tradicional.

 

En el Valle de La Orotava abundó, no hace muchas décadas, un tipo de hábitat sencillo, de escasas dimensiones, construido con los elementos obtenidos del medio rural, que sirvió de morada a la mayoría de los campesinos del mismo Valle, y que aún hoy se mantienen altivos recordando ese pasado, no tan lejano, de jerarquía y discriminación social.

 

Este hábitat o vivienda tradicional, introducida tras la Conquista castellana, recibe el nombre de pajar, aunque aquellos que fueron partícipes de esta situación de escasez y penurias denominan a éstas, sus casas, con el nombre de pajal, ampliamente extendido en la actualidad y que deriva del término paja, en referencia a la techumbre que lo compone.

 

 

La singularidad de estas edificaciones estriba en el modelo constructivo, similar en determinados elementos a los que existen en la Península Ibérica pero de una tipología definida y diferenciadora que les confiere ese carácter de construcción rural, diseñada para ser acogedora y perdurable. Formadas por madera, piedra y paja de cereal, estas chozas tradicionales, dispersas por los campos del Valle de La Orotava, eran edificadas y restauradas por los propios campesinos que, subordinados a un régimen de medianería, se especializaron en la conservación y rehabilitación de sus viviendas, las cuales tampoco tenían en propiedad.

 

A finales de los años sesenta, se produce en el norte de Tenerife el desarrollo del sector turístico y de la construcción. La creación de nuevos puestos de trabajo y la búsqueda de una mejor calidad de vida genera el abandono de las tierras y la aparición de otras viviendas, entre ellas, las casas de azotea. El resultado evidente se manifiesta principalmente por el abandono progresivo de los pajares, que pasan a utilizarse con otros fines secundarios o son eliminados por completo para construir en su lugar una nueva vivienda.

 


Los pajiales en la memoria de un pueblo

 

Las condiciones de extrema pobreza que caracterizaron a la sociedad campesina orotavense quedan aún en la retina de muchas personas, que recuerdan con tristeza multitud de situaciones anecdóticas de hambre y miseria. Sin embargo, si algo rememoran con nostalgia es la vida diaria bajo los techos de paja, al calor de alguna hoguera sobre el suelo de piedra y barro, o las siegas del cereal, en los meses estivales, para obtener el grano y la paja para los techos.

 

A pesar de lo frágiles que pueden resultar estas chozas, están diseñadas para ofrecer ciertas condiciones de habitabilidad y bienestar. La techumbre, formada por un grosor de paja determinado, y la misma paja de cereal, recolectada de un modo peculiar, con unas características agronómicas definidas, crean una temperatura interior agradable, en un ambiente acogedor que se opone a la temperatura que pueda hacer en el exterior del pajar. Eso es lo mejol que hay pá vivir... en el invierno son calientes y en el verano dan frescor..., dice Donato González González, un tapador de pajales de La Orotava.

 

Entre la gente mayor de los altos se percibe un sentimiento de nostalgia y recuerdo por esa vida pasada al calor de la hoguera, en un ambiente familiar, en un espacio estrecho, al cobijo de piedras, madera y paja, que poco tienen que ver, como ellos dicen, con esas casas grandes, frías, altas y vacías, en las que ahora viven, a la espera de ser visitados por algún hijo.

 

 

 

Recuperar el patrimonio arquitectónico popular

 

Con el propósito de recuperar este patrimonio arquitectónico popular, la Asociación Cultural Pinolere. Proyecto Cultural, que ha reivindicado su conservación desde sus inicios, realiza un primer convenio con el Cabildo Insular de Tenerife en el año 2005, a través del Servicio Técnico de Agricultura y Desarrollo Rural y en colaboración con el Centro de Conservación de la Biodiversidad Agrícola de Tenerife (CCBAT). En dicho convenio, se acuerda realizar un inventario de pajares que recoja información como el número de construcciones, estados de conservación o localizaciones de los mismos. La continuidad a este proyecto se establece un año después, con una Campaña de Sensibilización, donde se devuelve la información obtenida a la población y se sensibiliza sobre la importancia y necesidad de conservar este patrimonio popular. En el año 2007, se establecen nuevas propuestas de acción en colaboración con el Cabildo Insular y se crean una serie de estrategias basadas en asesorar a los productores de centeno, cereal más utilizado en las techumbres, en aumentar las superficies cultivadas del mismo, en dinamizar a los propietarios de los pajares y en organizar la participación de los tapadores de pajares, oficio de gran valor tradicional, a punto de desaparecer.

 

Pinolere, que propone y coordina este Proyecto de Desarrollo Rural, permanece en el centro de esta secuencia cíclica y cerrada, en la que los productores siembran la materia prima (el centeno), los propietarios adquieren esta producción para rehabilitar sus pajares y los tapadores cierran el ciclo devolviendo a estas chozas la función de cobijar.

 

Los pajares, manifestación de la idiosincrasia popular, permanecen en la actualidad en un número considerable, gracias a las entidades cooperantes, a Pinolere por defender y creer en el rescate de este emblema arquitectónico, y a un pueblo con identidad propia, que mantiene su cultura viva y que colabora cada día más en la recuperación de los pajales del Valle de La Orotava.

 

 

Publicado en el nº 2 de la revista Mundo Rural del Cabildo de Tenerife.
 

 

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