Revista n.º 1069 / ISSN 1885-6039

Los canarios en la Independencia de Venezuela. (V)

Jueves, 4 de junio de 2009
Manuel Hernández González
Publicado en el n.º 264

Urquinaona acusa de trato de favor a los isleños que participaron activamente en la Primera República

Foto Noticia Los canarios en la Independencia de Venezuela. (V)

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Urquinaona acusa de trato de favor a los isleños que participaron activamente en la Primera República: "No hay en las listas isleño sospechoso y peligroso que en el termómetro de su paisano Gómez suba hasta la primera clase, sin embargo de que los proscriptores europeos lo coloquen en ella". Rodulfo Vasallo, Tomás Molowny y Pedro Eduardo eran insurgentes de primera categoría, sin embargo contra ellos no hubo proceso. Lo mismo aconteció con los que tenían relaciones familiares con Monteverde. El caso más célebre es el pasaporte entregado por este Capitán General a Simón Bolívar y a todos los Rivas, incluido José Félix, por su parentesco con éstos últimos65.

El Comisionado estima que su conducta "trasluce el descontento general nacido de las infracciones y la altanería de los isleños de Canarias cuyo soez predominio hacía desear la llegada de los insurgentes de Santa Fe"66. Es cierto que "el poder isleño" secundado por peninsulares fieles a la Corona estaba cavando su propia fosa y abriendo la puesta en 1813 a la II República venezolana. Pero no lo es menos que la contrarrevolución no podía tener otra apoyatura, porque no podía fundamentarse en la oligarquía, ni dejar la puerta abierta a los zambos o a los pardos. Lo que si es cierto es que no podía tener proyección de futuro.

Monteverde se enfrentó con las autoridades legales, se enemistó con la Audiencia, que trataba de limitar su poder absoluto, creó instituciones paralelas que desafiaban el orden establecido como la Junta especial compuesta por 5 canarios, 8 peninsulares y 4 criollos y no llegó a poner en práctica la Constitución de Cádiz. No sacó beneficios económicos, pero se apoyó en los canarios para consolidar su poder personal. Heredia los acusó de haber inundado el país de odios contra los españoles, que prepararon "con esta división entre el corto número de blancos la tiranía de las gentes de color que ha de ser el trsite y necesario resultado de esas ocurrencias"67.

Alvarez Rixo sostiene que Monteverde se comportó como un soberano absoluto que trataba a sus súbditos como grumetes. A sus paisanos les había oído decir que "entre las costumbres que introdujo fue que no oía ni despechaba asunto ninguno sino de las 10 o las 11 de la mañana hasta las 2 de la tarde. Recibía a las gentes con sequedad y altivez"68. Su paisano y pariente, el diputado Fernando Llarena, en el debate que su autoproclamación subscitó en las Cortes de Cádiz señala que era injusto que se le diese a Miyares una capitanía general "cuando ha estado quieto en Puerto Rico, lejos del humo de la pólvora. Señor ¿Dónde estamos? ¿Miyares con sus manos lavadas se ha de calzar un mando que Monteverde se ha conquistado?"69.

Monteverde trató de atraerse a sus filas a los pardos., a los que trataron de ensalzar y elevar en su reputación. Buena prueba de ello es el sermón predicado por el agustino canario Miguel de Soto ante la compañía de tiradores pardos de la ciudad de Guayana el 11 de marzo de 181270.
 
Su ejercicio del poder estaba condenado a morir. Era difícil mantener un experimento de esa naturaleza con un apoyo social cada vez más reducido. A todas luces guerra social y restauración del antiguo orden eran mensajes contradictorios. Rebeliones de esclavos y de pardos canalizan proyecciones de contenido ideológico difuso, pero eran claras en sus consignas y en su rechazo al poder establecido. Buscaban la libertad en la misma medida que odiaban a la oligarquía. Por ello tampoco la II República que le sucedió tenía porvenir. Seguía siendo inflexible en la defensa de los intereses mantuanos. Los sectores populares veían a los republicanos como sus antiguos amos. La conflictividad era inevitable. De ahí el papel que desempeñarán los llaneros en la segunda ofensiva realista contra Caracas, en la que destacaron Boves, Yáñez y Francisco Tomás Morales.

La tensión y el odio étnico-social se incrementó en la Venezuela de 1813. Con ella una intensa escala de muertos en la que sería la guerra más sangrienta de cuantas sacudieron por esas fechas el corazón de la América española. Se calcula en un tercio de la población las pérdidas demográficas deparadas. La Declaración de la Guerra a Muerte por Bolívar, en la que diferenció entre españoles y canarios por considerar a éstos últimos como criollos, trataba de afirmar un programa que agrupara a los venezolanos por encima de las diferencias sociales y étnicas: el americanismo. Intentaba involucrarlos americanos frente a los españoles y canarios en una auténtica pugna de exterminio que sería brutal por ambas partes. Los llaneros, en una actitud a caballo entre el odio racial y el afán de recompensas, continuaron fieles a la causa realista. Boves actuaba realmente motivado por objetivos militares. Querían el ganado, al igual que los canarios que se integraban en sus filas y se identificaron con esa lucha porque querían obtener las tierras que arrebatarían a la oligarquía criolla. Se ha discutido mucho si los líderes llaneros eran repartidores de las propiedades que arrebataban a los blancos para dárselas a los pardos. Las reflexiones de Carrera Damas sobre el asturiano se orientan a desmitificar a esos caudillos. Pensamos que los llaneros realistas no tenían un programa político decidido, sólo les unía su odio visceral hacia la oligarquía y el afán de recompensa. Éste repartía como caudillo el botín, pero no planteaba la abolición de la sociedad clasista. Era una lucha social pasional y violenta, pero no contenía una orientación política decidida. Se lucha más contra que a favor de. Eran realistas porque en la República no tenían nada que ganar.

Frente a lo que vulgarmente se cree, en esa nueva coyuntura no pocos canarios con tierras en el mundo de Los Llanos fueron ejecutados por las huestes de Boves. Es el caso del grancanario Juan María Serpa y Gil, vecino de Chaguaramas y casado con una lugareña y con 4 hijos adultos, que murió ajusticiado por el Gobierno realista en 1813. En su testamento dejó constancia de su apoyo al proceso emancipador y cendenó la actitud de la mayoría de sus compatriotas. Poseía dos leguas de tierra contiguas al hato y casa donde residía comprado a los Cuevas y los Morenos, dos de los propietarios de la región, gravadas con 500 pesos. Tres años antes había comprado con Cayetano González 800 becerros. González puso el dinero y él los transportó desde Apure. Se obligaba a pagarle la mitad de su valor, 1.200 pesos71. Julio Llamozas en su relato de la emancipación en Calabozo expuso los asesinatos del palmero Diego García en su hato de Bénegas, “que estaba allí con su familia”, al sargento isleño Domingo Delgado, que custodiaba los presos , “dándole puñaladas” y “poniendo los presos en libertad” o al vecino criador José Antonio Morales, que atrajo a otros “vecinos notables por su honradez, edades, empleos y bienes de fortuna”,de su mismo origen. y “al mismo llegar a Calabozo fueron fusilados en la plaza el 28 de junio de 1814”72. El odio de clase era lo que se trasmitía.

Los líderes realistas isleños (Pascual Martínez, Pedro González Fuentes, José Yáñez, Francisco Rosete, Salvador Gorrín, Pascual Martínez, Francisco Tomás Morales...) tenían todos ellos en común su procedencia social. Pertenecían a los estratos más bajos de la sociedad venezolana. No eran ninguno militares profesionales, prácticamente eran simples milicianos cuando comenzó la guerra. Otros dirigentes de la contrarrevolución han sido considerados isleños como Sebastián de la Calzada o Eusebio Antoñanzas. Pero el primero es gaditano y el segundo aragonés de Calahorra73. Eran todos ellos emigrantes llegados a Venezuela a principios de la centuria. Un artículo de la Gaceta de Caracas de 1814 los llamó en ese sentido "los canarios que de malojeros pasaron a oficiales".

La barbarie, la violencia era desenfrenada por ambas partes. Se fusilaba sin piedad al enemigo en un simbolismo despiadado en el que se descuartizaban los restos. El insurgente Briceño pedía la muerte de todos los españoles y canarios y llegó a pedir dinero por su cabeza74. El odio étnico se hace patente cuando se cantaban canciones como ésta cuando los canarios iban conducidos a los patíbulos75:

Bárbaros isleños,
brutos criminales,
haced testamento
de vuestros caudales.


La consideración de rústicos, pulperos y bodegueros parece siempre presente en los isleños. En la Gaceta de Caracas de 14 de diciembre de 1813 se expuso que en la batalla de Araure murieron "los canarios Esteban Padrón, Manso, Betancourt y otros muchos tenderos y bodegueros de los que emigraron de esta capital. La barbarie no tiene bandera ni etnia: El canario Bartolomé Trujillo presentó a Rosete a su hijo para que lo asesinase porque era patriota"76.

Entre los líderes realistas, uno de los más significativos era José Yañéz. Oriundo de la Guancha, procedía de una familia de pequeños propietarios. Emigró a Venezuela sobre 1805. Sobre él diría Muñoz que "no era hombre de esclarecido linaje ni de antecedentes honrosos en Venezuela. Oscuro dependiente de una tienda de mercería en Caracas, nativo de Canarias, llegó a la Guaira en 1805 si más equipaje que las ropas que vestía, si bien con el alma llena de ambición de oro y de riquezas. La revolución de 1810 le hizo variar de carrera y fue a hacerse soldado en Barinas (...) después que Monteverde había ocupado a Caracas"77. Sobran los comentarios. Austria dice que desempeñó bastante capacidad y valor "en comparación de los mil otros guerrilleros que quisieron mejorar su triste condición, so pretexto de defensores de la causa del rey de España"78.

Una de las acusaciones que se efectuaba contra estos caudillos era que no tenían nada que ver con un ejército convencional. La subordinación y la jerarquía militares, tal y como era entendida en el ejército, no existía en la realidad. Los ejércitos sólo obedecían a su caudillo. Por eso Yáñez lo recomponía por su prestigio personal. Heredia decía que "reconoció a lo menos de palabra la autoridad del Capitán General, aunque siempre hizo cuanto se le antojó en punto a robo y matanzas". En Araure, tras ser derrotados por las disciplinadas tropas de Bolívar, el Regente exclamaba que "la mayor parte de los cuerpos de Apure no tenían orden ni concierto, y se llamaban de caballería porque se componían de hombres montados a caballo casi en pelo, y aunque se dijese que mandaba Ceballos, esto era sólo en el nombre, haciendo cada cual lo que le daba la gana"79. Su solo nombre sembraba el pánico en las filas republicanas. Sus ejércitos estaban "formados por cuadrillas de salteadores que infestaban aquellos lugares, y de los que por éstos u otros crímenes se hallaban en las cárceles o condenados a trabajos públicos"80.

Se convirtió en uno de los símbolos míticos de la contrarrevolución, siendo en ocasiones considerado muerto por los republicanos: "solo una fuga, la más precipitada, pudo salvar la vida a un monstruo tan criminal y detestable, pero no perdemos la esperanza de que pague sus atrocidades"81. Y las pagó, demostrando con su muerte el valor simbólico que tiene en una guerra tan brutal el descuartizamiento de los cadáveres. Eso acaeció en Ospino. Austria señala que "el vecindario de Ospino se apoderó en el campo de su cadáver y lo descuartizó, colocando sus miembros en diversos puntos de sus inmediaciones"82. Sin embargo sus soldados se niegan aceptarlo, tal era el soporte emocional de el hecho de esparcir los restos. Manuel González y José González de Ara, orotavenses, soldado y capitán, en una división del ejército de Boves declararon que "murió de un balazo y viéndole sus enemigos en tierra cayeron sobre él, cortándole la cabeza para llevársela, cuya acción impidió su ejército porque redoblaron sobre el enemigo"83. Logró reunir en varias ocasiones en torno a 1500 y 2000 llaneros que lo hicieron uno de los más temibles caudillos de la contrarrevolución venezolana, llegando a derrotar a los republicanos en Guasdalito y Barinas.

Pascual Martínez fue otro canario dirigente del ejército realista. Pasará a la historia por las atrocidades que ejecutó cuando fue nombrado por Monteverde Gobernador de la isla de Margarita. Tanto Francisco Javier Yanes como Urquinaona coinciden en la sangrienta represión que efectuó sobre los isleños. Precisamente murió allí fusilado a resultas de una rebelión que lo condenó a la pena capital. El primero lo llama digno sucesor de Lope de Aguirre. Urquinaona señala que en la época anterior a la insurrección de 1810 se hallaba como sargento de guarnición en Margarita "casado con una isleña de su clase"84.

Las características de los dirigentes isleños de la contrarrevolución eran similares. Salvador Gorrín era un modesto emigrante tinerfeño, natural de Santiago del Teide, que se estableció como pulpero en Ocumare de la costa, integrándose como tantos otros en la marea bélica de la época. Cajigal decía de él que "sus hechos eran escandalosos, dirigiéndose contra las propiedades grandes o pequeñas de los habitantes; les hirió en lo más delicado que conoce el hombre (...). Si mientras que Gorrín dilapidaba al propietario y perseguía al infeliz, hubiese dirigido sus miras contra los insurgentes que había dispersado, ni éstos se hubieran apoderado de Caucara ni batido luego a Tomaseti con tanto descrédito de las armas del Rey"85.

Pero si hubo un dirigente isleño sobre el que se tejió la marea de la destrucción, el saqueo y la insurrección de los esclavos ese fue Rosete. Como Gorrín era pulpero. Baralt dice que Antoñanzas lo encontró "con una miserable pulpería en el pueblo de Taguay, sosteniéndose más que de su industria de la beneficencia de los vecinos. (...) Desde entonces nuestro pulpero, deponiendo el exterior torpe con que se encubría su fingida humildad, no pensó ya sino en distinguirse por su celo en la persecución de los patriotas"86. Se le acusó de marcar con hierro candente con una P en señal de oprobio87. Pero la acusación que los hacendados criollos plantearon con crudeza sobre Rosete es que fue bajo las órdenes de Boves a levantar la esclavitud en Ocumare: "Más de tres mil esclavos fueron forzados a seguir a este otro español, y a pesar de la extrema repugnancia que tenían para seguirle fueron forzados a ello". Con "la pretendida libertad" los incorpora a sus ejércitos. La liberación de los esclavos con objetivos militares fue una de las cosas que más repugnaron los oligarcas, aunque ellos ofrecieron la libertad a los esclavos que se incorporaban al ejército. Claro está que los republicanos eran los propietarios y les interesaba una incorporación controlada. Lo de Rosete era un saqueo para ellos. La literatura republicana llega a decir que muchos esclavos prefirieron el hambre y la sed a ser soldados realistas. Era un símbolo de "esa fiel esclavitud" que exhortaban los oligarcas88.

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65. URQUINAONA, P. Op. Cit. p.307. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. Francisco de Miranda y Canarias. Tenerife, 2007.
66. IBIDEM. Op. Cit. p.303.
67. Cit. por PARRA PEREZ, C. Op. Cit. Tomo II. p.501.
68. ALVAREZ RIXO, J.A. Anécdotas...
69. Diario de las Cortes de Cádiz. Sesión de 6 de abril de 1813.
70. SOTO, M. Sermón predicado en la fiesta celebrada en hinir de N.S. del Carmen al elegirla por su patrona la compañía de tiradores pardos de Fernando VII creada en la ciudad de Guayana, el 11 de marzo de 1812. San Juan de Puerto Rico, 1812,
71. Registro Principal de Caracas. Escribanías. León de Urbina, 30 de septiembre de 1813.
72. LLAMOZAS, J. “Op. cit”, pp. 358, 360 y 365.
73. A.G.M.S. Expedientes de Sebastián de la Calzada y Eusebio Antoñanzas.
74. AUSTRIA, J. Bosquejo de la Historia militar de Venezuela. Caracas, 1960. Tomo II. p.14.
75. MACHADO, J.E. Centón lírico. Caracas, 1976. p.66.
76. Gaceta de Caracas. 28 de febrero de 1814.
77. MUÑOZ, G.E. Op. Cit. Tomo II. p.293
78. AUSTRIA, J. Op. Cit. Tomo I. p.173.
79. HEREDIA, J.F. Op. Cit. p.158.
80. Gaceta de Caracas. 20 de diciembre de 1813.
81. Gaceta de Caracas. 27 de enero de 1814.
82. AUSTRIA, J. Op. Cit. Tomo II. p.172.
83. A.H.P.T. Leg.3519. 23 de agosto de 1813.
84. YANES, F.J. Historia de Margarita. Caracas, 1948. p.15. URQUINAOANA, P. “Op. cit.” p.301.
85. CAJIGAL, J.M. Op. cit. pp. 211-212.
86. Reproduce un artículo de la Gaceta de Caracas. 17 de enero de 1814.
87. Gaceta de Caracas. 24 de febrero de 1814.
88. Gaceta de Caracas. 23 de mayo de 1814.

 
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