Revista n.º 1079 / ISSN 1885-6039

Librea y barcos típicos del noreste tinerfeño en las Fiestas de San Carlos de Tenerife (República Dominicana).

Martes, 10 de febrero de 2009
Manuel Hernández González
Publicado en el n.º 248

El texto no tiene desperdicio porque aúna varios elementos por los que los canarios de San Carlos muestran ante el cabildo de la ciudad, cuya jurisdicción ha querido suprimir, y ante sus vecinos, sus rasgos de identidad diferenciada, que era lo que a toda costa querían defender y hacer prevalecer. En el día de su Patrona exhiben por un lado su carácter de pueblo de campesinos con el jardín como símbolo y, por otro, sus manifestaciones festivas propias. Las carretas en forma de barcos conducidos por bueyes, los milicianos vestidos en forma de librea...

Iglesia de San Carlos de Tenerife, en la República Dominicana.

La librea y los barcos son una fiesta consustancial al Noreste de Tenerife, cuya noticias más antiguas la remontan al siglo XVII. Como tal festividad y costumbre fue trasladada a Santo Domingo por los fundadores de San Carlos de Tenerife, la villa a un tiro de escopeta de la muralla capitalina que fundaron los canarios, en su mayoría procedentes de La Laguna y su comarca, que se siguió llamando como el pueblo de los isleños hasta principios del siglo XX, y que tenía y tiene a la Virgen de Candelaria como su Patrona, tal y como se refleja en El Sur Dominicano (Tenerife, Ediciones Idea, 2008).

Los actos celebrados para conmemorar la proclamación de Fernando VI como rey mostraron en 1746 esa identidad diferenciada de San Carlos de Tenerife en la que la librea y la danza mostraron su sello peculiar. Coincidiendo con la fiesta de su Patrona, el 2 de febrero, se celebraron tales festejos en la villa. En la crónica redactada por el escribano del cabildo de Santo Domingo, el tinerfeño Domingo Martínez de Velasco, se reflejó que en la tarde del 1 no se hicieron fiestas en esta ciudad a causa de haber transitado muchos de sus moradores, nobles y plebeyos de ambos sexos al pueblo de San Carlos de Tenerife, extramuros de ella, para más solemnizar la Real Aclamación que tenían dispuesta sus vecinos canarios, la que éstos practicaron con el mayor lucimiento que pudo caber en un pueblo tan corto, que apenas llega al número de 150 vecinos, y éstos todos labradores pobres. Hizo oficio de Alférez Mayor el alférez José Martínez Fajardo, o bien fuese por ser el más acomodado para poder sostener y desempeñar en la villa en tan grande y glorioso oficio, como lo hizo, o para acreditarse más amante vasallo de Su Majestad que los otros vecinos de ella1.

La tarde del 2 de febrero, coincidiendo con la festividad de su Patrona, Nuestra Señora de Candelaria, los canarios vecinos de la villa de San Carlos entraron en la ciudad con una marcha muy lucida trayendo un jardín de flores con su jardinero y un navío fabricado sobre ruedas secretas tan bien construidos que sólo su materia y tamaño los hacían fingidos. Los que venían dentro lo conducían de modo que parecía andaba el uno y navegaba el otro por sí mismos. Traía el navío para mayor engaño de la vista al llevar figuradas las ondas del mar en unos lienzos que pendían de sus cintas inferiores y cubrían hacia aquella parte todo el vaso, como si en ellas se sostuviese la nave. Llegando, pues, a las casas concejiles donde estaba la Corte, hizo el navío salva con los cañones de artillería que, a proporción de su tamaño montaba, haciendo lo mismo la Compañía con los fusiles. El jardinero y un marinero que representaba ser el capitán del navío recitaron loas dedicando el obsequio a las Reales majestades y desembarcando una tropa de los navegantes. Jugaron airosamente una contradanza con espadas desnudas y otras dentro de la nave. Cantaron muchos versos del asunto al son de violines y dando muchos vítores al Rey acometieron al Castillo fingido en la plaza, dándole una carga cerrada con los fusiles y haciendo salva el navío con sus cañones, a que respondió el castillo con sus pedreros, en cuyos juegos se ocupó la tarde alegremente2.

Portada del libro El Sur Dominicano, de Manuel Hernández González.El texto no tiene desperdicio porque aúna varios elementos por los que los canarios de San Carlos muestran ante el cabildo de la ciudad, cuya jurisdicción ha querido suprimir, y ante sus vecinos, sus rasgos de identidad diferenciada, que era lo que a toda costa querían defender y hacer prevalecer. En el día de su Patrona exhiben por un lado su carácter de pueblo de campesinos con el jardín como símbolo y, por otro, sus manifestaciones festivas propias. Las carretas en forma de barcos conducidos por bueyes, los milicianos vestidos en forma de librea, que luchan contra los del castillo en una batalla naval, las loas cantadas a la Virgen y en este caso a los Reyes, los bailes de espadas de los matachines... Todas eran elementos característicos de la fiesta del Noreste de Tenerife, de donde procedían la mayoría de los fundadores de San Carlos, y que expresaban la lucha entre el bien y el mal que simbolizaba la librea en su diálogo entre el Castillo y la Nave . Con ellos mostraban a los pobladores de la urbe los rasgos de su idiosincrasia que los identificaban y los distinguían de los capitalinos.


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1. A.G.I. S.D. 941. Actos de la proclamación de Fernando VII en Santo Domingo. 1746.
2. A.G.I. S.D. 941. Actos de la proclamación de Fernando VII en Santo Domingo. 1746.



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