Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

Doña Manuela. Rezandera.

Viernes, 04 de Septiembre de 2009
María Dolores García Martín
Publicado en el número 277

Dentro del amplio apartado de la medicina tradicional de nuestro pueblo, cada vez más marginada, aparece la figura de la curandera, paciente y resignada, siempre dispuesta a ayudar a todos aquellos que la requerían. Estas personas han formado parte de nuestra cultura, de nuestra forma de vida, máxime en una época en que la medicina, los médicos y los veterinarios no estaban presentes y que, cuando hicieron su aparición, sólo eran accesibles para las personas más próximas y adineradas. Aunque actualmente contamos con diversos avances medicinales y una amplia gama de profesionales, la figura de estos personajes místicos ha llegado hasta nuestros días envueltos en el mismo halo de misterio que los caracteriza.

 

 

No hemos podido resistirnos a versar sobre doña Manuela López Izquierdo, fallecida el 1 de agosto de 2000, cuando contaba con 94 años de vida muy intensa, dedicada, desde muy joven, a la curación de personas y animales de muchos males que la medicina convencional no puede sanar. Se trata, pues, de un personaje emblemático, además de fundamental, en el contexto de una sociedad campesina, de escasos recursos y una fe ciega en “la virtud” que poseían estos personajes.

 

Como es natural, cuando nos referimos a personas ya fallecidas, nos proporcionan información los más allegados. En esta ocasión ha sido su hijo don Antonio Benito y su hija doña Ana Elvira Quintero López. Igualmente, hemos contado con la inestimable colaboración de don Luis Hernández López, ganadero y vecino del municipio de La Laguna, que en alguna ocasión precisó de su ayuda, y de doña Carmen Rosa Molina Ramos, quien tuvo vivencias muy interesantes con doña Manuela.

 

 

De su historia.

 

Los padres de doña Manuela, doña Elvira y don Maximino López, cuando retornaron de Cuba -eran de Guamasa- vinieron en un carro tirado por un caballo desde el muelle de Santa Cruz. Al pasar por San Benito, en La Laguna, se detuvieron para descansar y beber agua del chorro que estaba en las proximidades de la ermita: "mi abuela se bajó y aprovechó para ponerle unas flores a la cruz que estaba en frente de la iglesia".

 

En ese momento decidieron comprar algún solar disponible cerca de la iglesia de San Benito y allí construir su vivienda. Las circunstancias hicieron que se construyeran dos casitas iguales, adosadas, de las cuales una sería la suya y otra de una hermana soltera de don Maximino López.

 

 

El barrio.

 

San Benito formaba parte del extrarradio del municipio de La Laguna: "cuando íbamos a La Concepción nos vestíamos de otra manera, porque eso ya era la ciudad y esto el campo... Este barrio era muy ganadero".

 

Se trata de una zona que, hasta bien pasada la segunda mitad del siglo XX, contaba con tres trilladoras, y calles de tierra largas en las que se disponían, de forma alineada, las royeras de trigo para ser trilladas, cada una con el nombre del propietario colocado en un taco de madera fijado en la tierra, en frente de cada una de ellas.


Las casitas de labranza, con sus correspondientes dependencias, salpicaban el paisaje del lugar proporcionándole una imagen de la que solo nos queda el. recuerdo, presente en la memoria de quienes lo conocieron.

 

 Doña Manuela, en la cruz de San Benito que enramaba cada 3 de mayo

 

 

La virtud de doña Manuela.

 

De su madre, doña Elvira lzquierdo, aprendió los diferentes rezos y a reconocer los síntomas que presentaban personas y animales para poderlos sanar: “Cuando se trataba de otra cosa que no fuera para ella, les decía que fueran a un médico porque eso no era pa ella”. Fue la única de sus hijos que tenía el poder o virtud para hacer las curaciones. Este don siempre se transmite de una generación a otra. Ella misma no pudo enseñar a ninguno de sus hijos, por la circunstancia de que “ninguno de ustedes tiene el poder para rezar y yo no se los digo”.


Podía detectar cuando una persona era incrédula y se acercaba hasta ella con otro propósito que no fuera sanar: “A una la puso una vez en la calle, nada más entrar en casa, porque venía sólo a reírse (...). Era verdad, después la vi en la plaza riéndose de lo que mi madre hacía”.


No cobraba dinero alguno a quienes acudían a ella; su propósito era sólo ayudar a los demás: “Ella no cobraba. Antes había mucha pobreza y algunas personas después le traían papas, fruta, verduras, lo que pudieran, otras veces le dejaban algo de dinero, pero eso era voluntario (...). A veces, si la persona estaba muy necesitada, ella misma la ayudaba. Recuerdo una vez que vino una mujer con el niño muy malito, era muy pobre, aquel niño estaba desnutrido y mi madre le dio dinero pa que le comprara un poco de leche al niño”.


Doña Manuela comenzaba el trato con el ser afectado, susurrando una bendición bastante curiosa: Los ojos que te han visto y te han de ver, los bendiga Dios, amén.


Para proteger a personas y animales contra el mal de ojo: (“eso era una defensa”) elaboraba unas pequeñas bolsas, a modo de saquitos, en las que guardaba una serie de distintos componentes que no quiso revelar. En el envoltorio, de tela blanca, se signaba una cruz y luego se envolvía en otra tela de color: “Si era para animales el envoltorio era de cuero... a los animales se le ponía en la collera”.


La virtud de doña Manuela era extensible a los animales. No tenía necesidad de ver o tocarlos físicamente, le bastaba con un poco de pelo o leche para conocer su mal y así poderle rezar o, por el contrario, comunicarle al ganadero que no era mal de ojo, empacho... que ella pudiera tratar. Sirva como ejemplo la información proporcionada por doña Carmen Rosa Molina, quien llegó a acudir a doña Manuela: “Ella tenía sus acertones, sabía si la vaca tenía infección o estaba clavada; entonces no la podía curar y lo pudimos comprobar cuando se sacrificó el animal y se comprobó que era cierto lo que nos había dicho doña Manuela.... Yo le llevaba pelitos del animal cuando la vaquita estaba mala, echada, no tenía ánimo, no comía, tenía la piel erizada, el pelo como sin vida… Ella le rezaba y la vaca se curaba, se levantaba y ya comía”.


En otras ocasiones se llevaba un poco de leche. En ese caso la afección estaba relacionada con el ordeño, así lo relató don Luis Hernández: “Mermaba la leche, le rillaban los dientes y comía poco... Había que coger un poco de leche de cada pezón; después de rezarle no se podía tirar la leche en cualquier sitio, había que echarla donde corriera agua y se decía: según corre el agua por este manantial, corra la sangre y la leche por las venas de este animal. Esto se hacia durante tres días".


La popularidad de doña Manuela superaba las fronteras municipales. Recibía numerosas visitas diariamente, las personas en espera formaban una cola a la entrada de su vivienda, tal era la afluencia que su familia decidió poner un horario de visita para que ella pudiera comer, asearse, descansar...


Muchas personas, sobre todo las más creyentes, la añoran, la recuerdan con cariño. Por el servicio prestado a sus semejantes y a los animalitos que poseían. Fue, tantas veces, la única esperanza de unos y de otros. Y una persona excelente y desprendida. Los pueblos deben ser siempre agradecidos y saber reconocer de alguna manera -nombre de una calle...- los valores transmitidos por personajes tan admirables y recordados, como es el caso de doña Manuela López Izquierdo, la santiguadora de San Benito.

 

 

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Comentarios
Viernes, 11 de Agosto de 2023 a las 19:38 pm - Fer

#04 Yo conocí a Doña Manuela y a gran parte de su familia. Mi familia y yo, que eran un niño en aquella época, vivíamos muy cerca y mis padres, curtidos en nuestras tradiciones y creencias de nuestra tierra, tenían fe ciega en ella. Fueron más las veces que acudieron a ella con algún problema de salud de mis hermanos o mío, que lo que acudieron a un médico. Lo único que recuerdo, aparte de su bondad y mujer sería y responsable, es que cuando ella rezaba, que siempre me tocaba ir a mi, la salud de mi hermano o hermana cambiaba radicalmente. Siempre la recuerdo, como tambien recuerdo a sus hijos y nietos, gente honesta, humilde en su trato y sobre todo seria y de palabra. Que esté en la gloria.

Jueves, 06 de Abril de 2017 a las 15:30 pm - juan jose del castillo dominguez

#03 Buenos días soy familia de Dña Manuela ,hijo de una sobrina ,y yo en algunos momentos decía que esto era imposible ,pero pude comprobar por mis propios ojos ,lo que se ha dicho de invitar a salir aquellas personas que no creían ,y además ver como a una madre le dijo que su Nuño estaba empachado de plátanos y gofio y yo mismo lo comprobé cuando de un tremendo erupto me dio olor a plátanos y gofio,y viendo como la madre del niño asentía moviendo su cabeza y afirmando que erl niño había comido mucho hacia unos días

Viernes, 02 de Julio de 2010 a las 22:51 pm - yoleysiyyo@hotmail.com

#02 conosi a Doña Manuela en persona por mis hijos , y lo que tengo que decir qye yo antes de llevar los niños al medico los llebaba a ella y aveces tenia que llevarles al medico como otros no Gracias Doña Manuela

Domingo, 25 de Octubre de 2009 a las 00:18 am - llum_sol

#01 Soy feliz de haber encontrado esta hermosa pagina, con la foto de esa maravillosa señora, yo me siento muy identificada ya que ayudo a cuantos me necesitan, siempre con la ayuda de mi padre todo poderoso y esto me llena de felicidad, se que Dios en mi a puesto su Luz para que yo como humana sepa ofrecerla a los que no saben iluminar sus caminos, y lo hago desde mi corazón todo es hermoso cuando se trabaja con la sagrada Luz, desde mi corazón bendigo la familia de la Doña Manuela ya que fueron muy afortunados teniendo un ser tan especial a su lado, que nuestro padre la tenga en su santa gloria. AMEN + + +