Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Aguere... ¿También es Patrimonio de la Humanidad?

Miércoles, 14 de Octubre de 2009
A. José Farrujia de la Rosa (Sociedad Española de Historia de la Arqueología)
Publicado en el número 283

En este artículo sacamos a relucir cómo el legado patrimonial guanche no forma parte de los valores que definen la identidad cultural del municipio, a la par que reflejamos cómo las propuestas patrimoniales de futuro deben ser integradoras y generar entre la sociedad mayor conocimiento del acervo cultural previo a la conquista.

 

 

 
Hace aproximadamente diez años, el 2 de diciembre de 1999, el Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO, reunido en Marrakech (Marruecos) concedió a la ciudad de San Cristóbal de La Laguna el título de Patrimonio de la Humanidad. Los criterios que justificaron esta distinción fueron, básicamente: a) la concepción de La Laguna como un conjunto histórico arquetipo de la “ciudad-territorio”, primer ejemplo de ciudad colonial no fortificada y precedente directo de las nuevas fundaciones americanas; b) la ciudad fue trazada a partir de un complejo proyecto, basado en principios filosóficos, realizado gracias a los conocimientos de la navegación y la ciencia de su época; c) su trazado original, del año 1500, ha permanecido intacto desde su creación; d) conserva en buen estado cerca de seiscientos edificios de arquitectura mudéjar; y e) es un ejemplo vivo del intercambio de influencias entre la cultura europea y la cultura americana con la que ha mantenido un vínculo constante.


Si tenemos presente que La Laguna se fundó en 1497 en Aguere, topónimo guanche que significa 'la laguna', llama poderosamente la atención el siguiente hecho: el legado indígena, guanche, existente desde antes de la conquista, no forma parte de los valores patrimoniales que definen la identidad del municipio. Esta exclusión consideramos se debe, por un lado, a la puesta en práctica, desde la Administración, de una política patrimonial que apuesta por la recuperación del patrimonio elitista y, por otro lado, a la inexistencia de una política patrimonial que ponga en valor los yacimientos arqueológicos del municipio. Sobre ambos aspectos insistiremos a continuación.

 

Plano de La Laguna de Torriani

 

 


Aguere y el menceyato de Tegueste.


Desde el punto de vista espacial, geográfico, algunas fuentes etnohistóricas (y también la información contenida en distintas Datas de repartimiento) señalan que la isla de Tenerife estaba dividida, en el momento de la conquista (1496), en 9 menceyatos o reinos. Cada menceyato se definía porque representaba una extensión de tierra enclavada dentro de una comarca natural bien definida y porque aportaba recursos suficientes para cubrir las necesidades del grupo humano que lo poblaba. En el caso de Tenerife estos menceyatos fueron: Anaga, Tegueste, Tacorón, Taoro, Icod, Daute, Adeje, Abona y Güímar.


Según señaló Luis Diego Cuscoy en su ya clásica obra Los guanches. Vida y cultura del primitivo habitante de Tenerife (1968), el menceyato de Tegueste englobaba la Punta del Hidalgo, Las Canteras, la Vega de La Laguna, El Púlpito, El Portezuelo y Punta del Viento; y en el sector occidental todo el Valle de Guerra y Valle del Boquerón. Ello quiere decir que el municipio de La Laguna formó parte del menceyato de Tegueste. Dentro de los límites del menceyato, por tanto, han quedado localidades modernas como Punta del Hidalgo, Bajamar, Tejina, el Caserío de Milán, Tegueste mismo y Pedro Álvarez. Es obvio, pues, que estas localidades y caseríos se han levantado sobre áreas pobladas antiguamente por guanches, y en algunos casos (Tejina o Tegueste pueblo), sobre primitivos poblados de cuevas, el principal tipo de vivienda empleado por los guanches.


Sin embargo, en el caso de la Vega de La Laguna, tal y como señala Diego Cuscoy, este espacio no se destinó para vivir en época prehistórica sino como zona de pastizal. Por eso, en el casco de La Laguna y en los contornos de la Vega no se han documentado yacimientos arqueológicos habitacionales, lo que se explica, además de por ser tierra de pastizal, porque: las áreas de habitación permanente están muy próximas (por ejemplo, el Barranco de Agua de Dios, en Tegueste); por la presencia de una importante masa boscosa que descendía desde el monte de Las Mercedes hasta casi el centro de La Laguna, lo que convertía el área en un espacio poco habitable; por la realidad geográfica, pues el relieve es suave y no hay cuevas susceptibles de ser empleadas como lugares de habitación; por la presencia del lago de La Laguna, que restó espacio habitable y convirtió La Laguna también en un punto de aprovisionamiento de agua (manantiales). De hecho, en el poema de Antonio de Viana (1604) hay referencias muy concretas sobre la riqueza del pastizal de la Vega de La Laguna y sobre su aprovechamiento en época guanche y pos-conquista por parte de los pastores procedentes de Tegueste.


El casco histórico de La Laguna, por consiguiente, no se “levantó” sobre un poblado indígena. No obstante, es preciso señalar que son muy pocas las intervenciones arqueológicas que se han efectuado en el municipio o en las inmediaciones del casco histórico, hasta el punto que podemos afirmar que La Laguna es de las zonas menos conocidas de la isla desde el punto de vista arqueológico, junto con otros municipios como Arafo o El Rosario.


Sí existen en las proximidades del casco, sin embargo, otros yacimientos guanches, de tipología no habitacional, como puede ser el caso de los yacimientos rupestres. Estos yacimientos están constituidos por representaciones gráficas grabadas en las rocas por los guanches, quienes realizaron motivos abstractos (dibujos sin una geometría clara), geométricos (cruces, círculos, cuadros ajedrezados, soles, etc.), figurativos o representativos (figuras humanas, huellas de pies [podomorfos], animales [caballos, etc.]), objetos [barcos], etc.). El significado de estos yacimientos sigue siendo objeto de estudio hoy en día, pues los motivos grabados en la piedra tenían un sentido cultural muy profundo para las sociedades que las crearon. El “mensaje” que perseguían transmitir con estos motivos grabados no se ha podido desvelar aún satisfactoriamente, pero para unos autores, algunos yacimientos hacen referencia a algún tipo de frontera territorial, además de los significados religiosos que también parecen tener determinadas estaciones rupestres.


Este tipo de yacimientos, muy importantes numéricamente en el municipio de La Laguna, había permanecido inédito hasta principios de la década de 1980, pero su número se ha incrementado especialmente desde finales de esa década. Ya en el Inventario del Patrimonio Arqueológico de las Canarias Occidentales, dirigido por Juan Francisco Navarro Mederos en 1989, aparecen catalogadas diversas estaciones rupestres en La Laguna, incrementándose su número en años posteriores. Sobre estos yacimientos cabe destacar: a) su preocupante estado de conservación, pues son importantes las afecciones que presentan, en unos casos, frente al peligro de su desaparición, en otros casos; b) reflejan claramente las influencias imazighen, norteafricanas, en nuestro patrimonio arqueológico; c) son testimonios de la cultura indígena previa a la conquista y colonización de Tenerife en 1496.


Fuera del casco histórico del municipio de La Laguna, la realidad arqueológica presenta aún mayor riqueza y variedad tipológica, pues no en vano, los puntos más densamente poblados en época prehistórica se encontraban el Barranco de Milán, desde Tejina hasta el mar, en el tramo costero Punta del Hidalgo-Bajamar, así como en la costa del Valle de Guerra. Según el Inventario del Patrimonio Arqueológico de las Canarias Occidentales (1989), el municipio de La Laguna posee seis zonas arqueológicas distribuidas entre la costa y el interior, con un alto valor patrimonial. En ellas se han documentado cuevas de habitación y cabañas en piedra seca, paraderos pastoriles, concheros, cuevas de enterramiento de pequeñas dimensiones, mereciendo especial atención la Zona Arqueológica del Barranco de Milán, por la importante concentración de cuevas de habitación y, por tanto, por la existencia de un poblamiento agrupado; la Zona Arqueológica del Lomo de La Fuente-Lomo de Lugo, por la presencia de distintas estaciones de grabados rupestres, especialmente de canales y cazoletas asociadas a abrigos o cabañas, según los casos; o la Zona Arqueológica Montaña de Guerra, integrada por cuevas de habitación de grandes dimensiones y cabañas, formando un poblado sólido. En esta última zona se encuentra la Cueva de enterramiento del Becerril (Barranco de Santos), de carácter colectivo, que fue estudiada por Juan Álvarez Delgado, Luis Diego Cuscoy y más recientemente por María del Carmen del Arco Aguilar.


El patrimonio arqueológico de La Laguna, por tanto, tiene entidad para su puesta en valor mediante la musealización o la apertura de yacimientos visitables, garantizándose así no sólo su protección y conservación sino, además, su difusión entre la sociedad. Incentivar el conocimiento del patrimonio arqueológico promovería el interés por su conservación. Todo ello, obviamente, redundaría positivamente en la oferta cultural del municipio y en su descentralización, pues los valores patrimoniales no se limitarían exclusivamente al casco histórico, pudiendo extenderse a zonas inmediatas al casco (donde son abundantes los yacimientos rupestres) o a otras más distantes como Valle Guerra (Montaña de Guerra).


En ciudades como Tarragona, por ejemplo, la visita a la Catedral de la ciudad, de estilo gótico-románico, puede conjugarse con la visita al Anfiteatro romano de la antigua Tarraco. En Salamanca, por citar otro ejemplo también Patrimonio de la Humanidad, puede visitarse el casco histórico de la ciudad y el yacimiento arqueológico rupestre de Siega Verde. Pero en La Laguna, la recuperación patrimonial, circunscrita al periodo histórico, impide actualmente disfrutar del legado arqueológico guanche.

 

 

 


La recuperación del patrimonio elitista.


Un estudio mundial llevado a cabo por el ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios histórico-artísticos) de 1987 a 1993, reveló que Europa, las ciudades históricas y los monumentos religiosos, el cristianismo, los periodos históricos y la arquitectura “elitista” (en relación con la autóctona) estaban todos sobrerrepresentados en la Lista del Patrimonio Mundial, y que muchas culturas arqueológicas y culturas vivas, en particular las llamadas culturas tradicionales, estaban insuficientemente representadas. Con posterioridad, en su 28ª reunión, celebrada en 2004, el Comité del Patrimonio Mundial examinó estudios más recientes de la Lista del Patrimonio Mundial y las listas preparadas por el ICOMOS. Ambos análisis se llevaron a cabo a nivel regional, cronológico, geográfico y temático, con el fin de evaluar los progresos de la Estrategia Mundial. El estudio del ICOMOS reveló que las ausencias de determinadas “realidades” patrimoniales en la Lista se debían a factores estructurales (relativos a la designación de Patrimonio Mundial, así como para la gestión y protección de bienes culturales); y cualitativos (relativos a la forma en que se identifican, valoran y evalúan las propiedades).


En el caso de La Laguna, la recuperación patrimonial presenta las mismas deficiencias observadas a escala internacional. En primer lugar, la historia que se ha conservado tiende a ser la historia de las clases dominantes. Los monumentos que se conservan son aquellos que están asociados con los hechos y la producción cultural de las clases dominantes (palacios, iglesias, casas altas o sobradas, etc.). Raramente se preserva la historia de los dominados, en este caso los guanches. En segundo lugar, como también sucede en el contexto internacional, el patrimonio histórico, de corte occidental, europeo, es efectivamente más rico, más elaborado, más “monumental”. Pero al infravalorarse el legado patrimonial previo a la conquista de Tenerife se pierden innumerables creaciones culturales relevantes que no fueron asimiladas por las elites, a la par que se olvidan hechos históricos significativos e importantes para comprender la propia historia e identidad del municipio.


Ante esta tesitura, las propuestas patrimoniales de futuro deben ser integradoras y alcanzar, a medio-largo plazo, una identidad reconocible del valor cultural. Paralelamente, se debe generar entre la sociedad mayor conocimiento del patrimonio cultural previo a la conquista (mundo guanche) y colaborar con otras instituciones nacionales y/o internacionales que permitan consolidar en el tiempo proyectos culturales. Esta propuesta de acción facilitaría el vínculo entre el pasado y el presente y garantizaría la apropiación del patrimonio por la comunidad, que es, en definitiva, la destinataria y la propietaria de nuestro acervo patrimonial.

 


 

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