Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

En desagravio de un poeta de Agulo, Pedro Béthencourt.

Domingo, 22 de Marzo de 2009
Antonio Henríquez Jiménez
Publicado en el número 253

En el artículo notarán los lectores cierta precipitación, mucha vehemencia y alguna opinión peregrina. Andrés González-Blanco tenía fama en su época de “sabihondo”, como lo calificó Jorge Luis Borges (también decía de él que era “el Menéndez Pelayo en agraz”), escritor, a vuela pluma, a lo que saliera.


El rescate de hoy es un doble rescate, más un tercero. El texto que presento del crítico literario Andrés González-Blanco apareció en la revista madrileña Nuevo Mundo (Año XXII, n.º 1409, de 31 de diciembre de 1920)1. Su título es: “Poetas nuevos. La contribución lírica de las Islas Canarias”. La finalidad del escrito es dar a conocer a los lectores un nuevo poeta que el crítico considera una revelación y que hoy apenas nadie conoce, al menos algunos de sus comprovincianos, que lo desprecian, como se verá más adelante (y no sólo a él). Se trata del polifacético poeta Pedro Béthencourt Padilla (iba para médico, fue gran intérprete de guitarra, teósofo, naturista, viajero impenitente, masajista…), cuya fotografía, obra de “Fot. Cortés”, aparece en la revista madrileña en que se publicó el artículo2. El poeta de Agulo (La Gomera), nacido en 1894, trasladado a Santa Cruz de Tenerife en 1905, viajó a La Habana hacia 1912, de donde regresaría pronto, y a la que volvería posteriormente. Se trasladó a Madrid para estudiar Medicina y allí publicó el libro de poemas titulado Salterio, que González-Blanco presenta en el Ateneo de Madrid el 29 de noviembre de 1920. Acabó su vida en septiembre de 1985.

¿Por qué traigo hoy al Rescate este texto de Andrés González-Blanco? Porque no hace poco tiempo se medio exhumó de un modo fallido y artero. La historia es la siguiente.

El periódico El Día de Tenerife publicó el texto, manco y cojo, el domingo 21 de mayo de 2006, en la sección “Tenerife, visto por los grandes escritores”, después de otro de Francisco Cañellas. De ninguno de los dos pone ni cuándo ni dónde se publicaron. Los dos escritos no aparecen enteros, colocándose puntos suspensivos indicando el hecho. ¿Falta de espacio en el periódico? ¿Censura a lo no publicado?... Evidentemente, a dicho medio de comunicación sólo le interesaba que sus lectores leyeran lo que su editor quería que leyesen, y no el texto entero. Posiblemente creyera que la información hurtada fuera insana y corrosiva.

Yo me voy a permitir transcribir el texto íntegro de Andrés González-Blanco, colocando en negrita lo que se oculta en el periódico tinerfeño. Los lectores juzgarán de la oportunidad e intención de los puntos suspensivos censores, y me dirán cuáles son los criterios de información de dicha publicación, o cómo podrá calificarse esta labor “educadora” de tal medio de comunicación.

Parte del artículo “rescatado” lo transcribe Pedro Béthencourt, “En vez de Prólogo”, a la cabecera de su libro de poemas Vida Plena (Madrid, 1934), indicando que las palabras de González-Blanco que copia de la revista madrileña son un extracto de “su discurso pronunciado en el Ateneo de Madrid el día 29 de noviembre del mismo año, con motivo de la lectura de mi libro Salterio3, y que las transcribe como “un homenaje de cariño a la memoria ilustre del desaparecido e inolvidable escritor astur.”

En el artículo notarán los lectores cierta precipitación, mucha vehemencia y alguna opinión peregrina. Andrés González-Blanco tenía fama en su época de “sabihondo”, como lo calificó Jorge Luis Borges (también decía de él que era “el Menéndez Pelayo en agraz”), escritor, a vuela pluma, a lo que saliera. De él se cuenta que al morir Menéndez Pelayo elaboró su biografía en un café madrileño, mientras departía con los amigos sobre todo lo divino y lo humano. Si leen algunos escritos suyos, se los encontrarán plagados de citas en sus lenguas originales. No estará de más recordar su faceta de traductor. Posiblemente muchos de los que leen estos renglones habrán conocido a Edgar Allan Poe de su mano; o al portugués Eça de Queiroz, por citar sólo a dos de los escritores traducidos por él.

Dice así el artículo:


 

De las Islas que los antiguos llamaron Afortunadas, y que hoy podrían serlo por la felicidad de su suelo, por la benignidad de su clima, por la riqueza y variedad de sus frutos, por la condición apacible de sus habitantes y, en suma, por la belleza y suavidad de trato de sus mujeres (que la hermosura y condición, dulce y templada, de las hembras amansan las furias y ventiscas de los hombres y les adoctrinan para el Bien), pero que no lo son del todo por el abandono e incuria en que las tienen los hispánicos Gobiernos –Iberia semper incuriosa suorum–, nos ha llegado siempre buena cosecha y granazón de poetas y artistas...

No podemos evocar las Islas Canarias sin dedicar un saludo de emoción a la figura venerable del muerto inmortal, D. Benito Pérez Galdós, padre y maestro de la novela castellana, que si hoy, por muchos aspectos de su obra, está alejado de nuestra sensibilidad contemporánea, trajo una nota nueva a la novela española, roída entonces del gorgojo del falso idealismo4, y que fue para las letras nuestras el Balzac y el Dickens, el anotador preciso, minucioso y sagaz de la vida y de las emociones cotidianas...5

Hubo después una generación de artistas literarios en Canarias, y entre ellos sobresalen los hermanos Luis y Agustín Millares Cubas, cuyas obras de teatro libre, teatro de verdad y de idealismo a la par, destacan victoriosamente sobre la producción de sus contemporáneos. En Nuestra Señora, novela intensa, de ráfagas sensuales, mórbidas, los hermanos Cubas ascienden a las altas cumbres de la emoción. Agustín Millares, el historiógrafo y latinista, es un digno sucesor de la dinastía emocional; y para decírselo con palabras que le serán gratas, recordaré, modificándolas, las que Virgilio dice del joven Ascanio:

“Sequitur patrem, sed passibus aequis…”


En cuanto a la poesía, a la cual hoy he de referirme estrictamente, las Islas Canarias nos han traído una espléndida contribución lírica en los días de hoy. Nos han dado sus poetas una nueva nota de sensibilidad: nos han cantado el mar y el encanto de los puertos cosmopolitas, y en sus estrofas oímos zumbar las caracolas marinas...

¿No es una nota de emoción inédita en la poesía castellana aquella estrofa de Tomás Morales:

“Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico,
con sus faroles rojos en la noche calina…”[?]


A mi entender, y creo que al entender de todos los hombres de buen gusto, Tomás Morales es hoy el segundo gran poeta de España. Después de Antonio Machado, ante el cual yo rindo mi pleitesía, y digo: Tu duca, tu signore e tu maestro…, yo creo que no hay quien supere a Tomás Morales en expresividad, en fuerza emotiva, en pericia para tañer el instrumento y en el hechizo de traer notas de sensibilidad…

Tras de él vienen, con muy airosos penachos, Alonso Quesada6, este poeta exquisito, sutil, más complejo quizás y más morboso que Morales; este poeta, que lleva un nombre de capitán de los Tercios o de conquistador de las Américas; este poeta ultrasensible... y Claudio de la Torre, estimable poeta, cantor de la emoción provinciana y lenta... (¡Oh! ¡Mis dieciocho años y mis primeros cantos florecen ahora en poetas casi niños: López Parra, De la Torre, etc.!...)

Y ahora nos llega de las Islas Canarias un poeta nuevo –Pedro Béthencourt– que tiene, por una parte, la fragancia de mar y la nota de poeta isleño que nos ha dado Morales –tal en su poema Atlántico–, y de otro lado, una emoción religiosa, cristiana, evangélica, que se transparenta en casi todos sus poemas, al menos en los mejores.

Sus poesías Gracias te doy…, Nada más, El divino mensaje y San Miguel Arcángel, son ciertamente poesías cristianas, de una religiosidad efusiva y sincera, y esta nota resplandece por modo supereminente en la poesía A Jesús de Nazaret (Oblación de Viernes Santo). Esta nota religosa es la que culmina en el poeta y la que le caracteriza; su libro se titula Salterio, y no es un vulgar título escogido al azar, sino un título que corresponde en un todo al libro. Hay algo en estas poesías, algo de la desnudez y austeridad de la poesía hebraica, bíblica; si algo se le asemejara en poesía europea, serían las Melodías hebraicas, de Lord Byron, o los Poemas evangélicos, de nuestro Larmig...

Pero hay otras notas en el libro del señor Béthencourt; tales las de los Versos de Ultramar: Mientras llueve, nota antillana, de emoción de campo y de infancia, y las Elegías a Marte, bélicas y resonantes de choque de espadas...

Que la poesía isleña siga fecundando nuestra lánguida poesía peninsular. Una bien accesible erudición nos invita a recordar que los renovadores del parnasianismo francés eran isleños: Leconte de Lisle, de la isla de la Reunión; José María de Heredia, de nuestra entonces Isla de Cuba; y que en la literatura portuguesa fue un isleño, de las Azores, el más glorioso poeta: Antero de Quenthal...

Andrés González-Blanco








Comentario.

Lo que me asusta es el hecho de que éste no es un caso aislado de solamente este medio de información, sino una técnica que se va empleando con demasiada frecuencia, incluso en libros, como queriendo adoctrinar al lector, dándole sólo verdades a medias. Ocurre con personajes, a los que se les adjudican obras que no realizaron, o se les pone como únicos realizadores de las mismas, cuando sólo coadyuvaron en su realización. Es la técnica de vestir a un santo con las ropas de otros. Se ve mucho en programas de festejos, aniversarios de nacimientos y muertes de personajes, celebraciones de actos históricos, etc.

Acabaré con el tercer rescate de que hablaba al principio de este escrito. Aquí va uno de los poemas del libro reseñado por González Blanco, Salterio. No es de tema religioso, como la mayor parte del libro8, sino del apartado último del libro (“Versos de ultramar”), donde refleja la magua que siente por su tierra. Posiblemente el poema fue escrito en su primera estancia en Cuba por 1912. Es una prueba de la estela de Tomás Morales más allá de su tierra natal. Ya en 1926, Ángel Valbuena Prat acababa su discurso de inicio del curso 1926-1927 de la Universidad de La Laguna, dedicado a la poesía canaria, con las siguientes palabras: “Lamento no haber podido tratar la obra de otros excelentes poetas, pero se impone un final. Debo, con todo, referirme a los nombres de Claudio de la Torre y Agustín Millares, y entre los poetas que se forman en fecundas direcciones, además de José Manuel Guimerá, Francisco Izquierdo y a Pedro Pinto de la Rosa (Tenerife), Josefina de la Torre, Luis Benítez Inglott, Pedro Perdomo Acedo, Montiano Placeres, Vicente Boada y Félix Delgado (Gran Canaria); y no omitir al poeta de la Gomera, autor de uno de los libros más conocidos en la península, Salterio: Pedro Béthencourt.”




Mientras llueve

Ha llegado el invierno, y esta noche lluviosa
me trae los recuerdos de mi tierra…Yo siento
como si despertara la lluvia misteriosa
dentro del corazón un vago sentimiento.

¡Oh, las primeras lluvias en extraños lugares!:
dijérase que evocan pasados embelesos
e ilusiones forjadas en los nuestros hogares
donde, al llover, sentíamos como un rumor de besos…

¿Volaron esas nubes sobre los verdes montes
de mi paria y la cumbre del Teide coronaron
y como aves neptúneas de aquellos horizontes
en las vírgenes selvas de Cuba se posaron?...

Digno mensaje fueran de mis peñas queridas;
digno mensaje para los pobres expatriados
que en estos campos siembran jirones de sus vidas
mientras lejos se mustian los seres bienamados…

…Y me vienen tristezas en el rocío intenso;
lágrimas y suspiros de aquellas aldeanas
que, en brumas de Ultramar con su anhelar suspenso,
esperan noche y día las noticias lejanas…

Almas que sueñan siempre con ver llegar la nave
de la antillana Cólquida donde reina el encanto
y que ponen en todo esa mirada grave
de los que tanto sufren, de los que lloran tanto…

Mi corazón se llena de un vago sentimiento
en la melancolía de estas noches lluviosas…
¿No sentís, mientras llueve, ese recogimiento
que infunden en la noche las cosas misteriosas…?

¡Oh, las primeras lluvias en extraños lugares!:
lluvias despertadoras del más hondo cariño…
¡Cómo verdecerán las sendas familiares
por donde yo pasara soñando desde niño!...






Y, para finalizar, les recomiendo lean otros poemas de Pedro Béthencourt Padilla que pueden encontrar en la web, o en el libro antológico de su posterior manera de escribir a lo que de él he hablado hoy, que se titula De tu voz, un eco, de Ediciones Idea.


____________


Notas.

1. Apareció también en el periódico de Las Palmas de Gran Canaria La Crónica, el 21 de enero de 1921; y en la revista argentina Canarias (Año VIII, n.º 123, VI-1921, pp. 3-4).
2. Un retrato suyo, firmado por José Aguiar, se encuentra al comienzo del libro que reseña González Blanco. José Aguiar, por otra parte, ilustra el libro con numerosos dibujos.
3. Se equivoca al decir que aparecieron en Nuevo Mundo el día “10 Diciembre de 1920”, cuando la aparición es en el último número del año de dicha revista, el 31 de diciembre.
4. El Día pone aquí “realismo”.
5. El Día no pone aquí los tres asteriscos que indican que se come algún párrafo.
6. La revista pone: “Alonso de Quesada”.
7. El Día pone: “Anther de Quental.”
8. Un célebre antólogo de su obra poética aparta esta faceta de su poesía en la introducción que hace a ella, allá por 1952.



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Comentarios
Miércoles, 10 de Septiembre de 2014 a las 09:13 am - Pablo Bethencourt

#03 Solamente hay un error, "De Tu vos un eco", no es de Pedro Bethencourt Padilla, es de su hermano José Bethencourt Padilla

Miércoles, 25 de Marzo de 2009 a las 16:22 pm - Adagio Latino

#02 Tempus omnia revelat.

Lunes, 23 de Marzo de 2009 a las 22:47 pm - B. Pérez

#01 ¡Qué raro que en nuestras Islas se hagan rescates tan tendenciosos como ese! Muchas gracias al autor por ofrecernos la versión integra y el hermoso poema.