Revista n.º 1064 / ISSN 1885-6039

Bajada Cuatrienal de la Virgen de los Reyes, Patrona de la Isla de El Hierro. (I)

Miércoles, 1 de julio de 2009
José Guillermo Rodríguez Escudero
Publicado en el n.º 268

El mayor acontecimiento que se produce en la Isla de El Hierro es la Bajada de la Virgen de los Reyes, su flamante Patrona. Una multitudinaria romería a la que asisten miles de canarios llegados de cualquier parte del Archipiélago. Se trata de una singular procesión que se celebra cada cuatro años. En ésta se traslada a la venerada imagen de la Patrona Insular desde su recóndito santuario de La Dehesa hasta la capital, la Villa de Valverde.

Virgen de los Reyes, Patrona de El Hierro.

por ver a la Madre amada, no siento la caminada



… Quizá sea ese sentimiento indescifrable, inexplicable, que propios y extraños compartimos cada cuatro años, lo que ha hecho que esta celebración, una fiesta emblemática, intensísima, reconocida incluso allende los mares y las fronteras, a pesar de ser El Hierro una isla tan pequeña, minúscula incluso si se compara con el tamaño inmenso del mundo. Fero, Hero, Hierro o Aprositus la Inaccesible, como se ha llamado, según las sucesivas nomenclaturas de los antiguos, a nuestra querida isla, se prepara, una vez más y ya dentro de este siglo XXI, para volver a esparcir esa magia que destilan sus esencias, sus parajes y paisajes, ese sentimiento inextricable demasiado difícil de expresar y apresar con palabras…

José Manuel Álamo González





El mayor acontecimiento que se produce en la Isla de El Hierro -la más suroccidental y menor de las Islas Canarias- es la Bajada de la Virgen de los Reyes, su flamante Patrona. Una multitudinaria romería a la que asisten miles de canarios llegados de cualquier parte del Archipiélago. Cada vez son más los foráneos que, seducidos por esta original forma de veneración, acuden a la Isla para celebrar con gran devoción o gran curiosidad -o ambas- esta efeméride tan importante para el Pueblo Herreño. Se trata de una singular procesión que se celebra cada cuatro años. En ésta se traslada a la venerada imagen de la Patrona Insular desde su recóndito santuario de La Dehesa hasta la capital, la Villa de Valverde.

 

La Ermita de La Dehesa. La Dehesa es una tierra de míticos pastores y quesos artesanales. Un lugar remoto, de soledades dormidas, pero con olor de leyenda, donde parece parado el reloj del tiempo. Una zona despoblada que constituye la parte más occidental de la Isla del Meridiano, llamada así porque pasaba el meridiano de Ptolomeo y Luis XIII. En su extremo está El Sabinal, donde se encuentran las torcidas sabinas milenarias, que nos ofrecen sin la menor duda cuál es el efecto del viento en la zona. La actividad económica más importante que aquí se encuentra es el pastoreo, que está sometido a la explotación comunal. Dominan esta región la soledad, el misterio, el cielo y el mar. En una zona deshabitada se encuentra el Santuario de Nuestra Señora de Los Reyes, como ya se dijo, flamante Patrona de la Isla.


La blanca Ermita, con su campana quieta y dulce, nada entre el verde paisaje con tabaibas, tederas, ajinajos… La cumbre y el verde pinar con su arbolado copudo, esbelto y colosal, embalsama la Dehesa silenciosa, idílica, insondable, de una esencia áurea y penetrante… (La ermita de La Dehesa, Flora Barrera)
 

Foto antigua de una Bajada de El Hierro.



La venerada imagen se halla ubicada en la hornacina central del hermoso y brillante retablo de arte popular del siglo XVII. Éste es de factura muy elaborada. Fue concebido para ocupar todo el testero de la capilla mayor de la pequeña ermita. Ofrece una anchura generosa en relación a su altura: es casi cuadrangular. En los nichos laterales y en el central del ático, se encuentran custodiándola las tres imágenes de los Reyes Magos. Curiosamente no son piezas exentas, sino altorrelieves. Como característica del retablo podemos destacar la profusa utilización de la columna salomónica, presente en número de ocho que enmarcan las cuatro hornacinas. Se adopta con su uso uno de los aspectos cultos del período barroco. Algunos recuerdan con algo de nostalgia cómo este altar estaba pintado con colores puros y planos que resaltaba el encanto del carácter popular de la obra. Su aspecto actual ha cambiado. Debido al exceso de pan de oro en la predela, el cuerpo y el ático, así como la abundancia de color rojo o bermellón, nada queda ya de aquel efecto original, confiriéndole una excesiva monotonía que densifica en exceso el conjunto.

 

La recóndita y sencilla ermita -de mampostería encalada y tejado a dos aguas- está rodeada de un muro sin almenas. Tiene una sola nave y sencillo artesonado. Primeramente, la imagen fue albergada en una cueva próxima a su actual emplazamiento, pero en el siglo XVI se procedió a levantar este recinto. Fue reedificado en el XVIII, aunque ya en nuestros días se han tenido que acometer nuevos trabajos de restauración, manteniéndose el campanario de cubierta cónica al que se asciende por una escalera exterior. Se recuerda la rehabilitación efectuada tras la primera visita de un obispo al santuario, don Fray Albino González Menéndez Reigada, en 1940. Fue tal el estado de deterioro en el que se hallaba el recinto que, tras la aprobación y el impulso del prelado, la cofradía o mayordomía de la Virgen, el torrero del Faro de Orchillas, numerosos devotos, alcaldes y el pueblo en general, unieron esfuerzos para que quedara como ha mucho tiempo todos ansiábamos. De forma especial, el pueblo de Frontera participó de dicha obra. En los años 80, sufrió otra una profunda restauración y, de nuevo, colaboraron las instituciones y todo el pueblo. Anexo a la ermita está el salón de los romeros, con cuartos individuales para su alojamiento. La reparación producida en 1980 fue dirigida por el arquitecto Joaquín Jalvo Mínguez con presupuesto de catorce millones de pesetas. La inauguración de la obra se celebró con misa concelebrada por el párroco de Frontera, el palmero Gilberto Teixé.



                    La ermita en el campo, parece que llora
                    al verse tan sola cuando muere el día,
                    y espera muy triste que llegue la aurora
                    a darle una parte de su poesía.
                    La ermita ya oye la esquila sonora
                    de algún corderillo que exhala alegría.
                    Y los pajarillos esperan la hora
                    de alegrar el campo con su melodía…
                    ¡Ermita de campo, que duermes tan sola…!
 


Cueva del Caracol

 


Llegada de la Virgen a la Isla. Se dice que los pastores, la noche del sábado 5 de enero de 1546, se refugiaron en una solitaria cueva de La Dehesa, cerca de Lomo Bermejo, para protegerse del frío, del viento y de la pertinaz lluvia. Allí se agruparon todos los del lugar para rezar devotamente el rosario mientras se organizaban por turnos para vigilar el ganado y atender la llamada de algún compañero. Cuando le llegó el turno al alcalde de esta comarca pastoril, Bartolomé Morales, se sorprendió al ver el firmamento iluminado por extraños resplandores en aquella imponente oscuridad. Continúa Riquelme: …al amanecer el día 6, la tormenta había cesado y divisaron con sorpresa un velero anclado en el Puerto de Orchilla. Desde la Cueva del Caracol, los pastores llegaron a la playa y allí comprobaron que el barco había zozobrado y con rapidez comenzaron a socorrer a los náufragos ofreciéndoles leche, vino, miel, queso y fruta. Padrón Machín nos cuenta que el barco, según la historia, era italiano, de Génova, que iba en la ruta de América. Los viajeros, agradecidos, y como premio por haberles salvado la vida, les ofrecieron un gran regalo: la imagen de la Virgen María que traían a bordo y que llevaban a Cuba, recién conquistada. Como amanecía el 6 de enero, la pusieron bajo la advocación de Nuestra Señora de los Reyes. La colocaron con gran veneración y júbilo en la luego conocida como Cueva de la Virgen. Las crónicas cuentan también cómo la imagen, prodigiosamente, desapareció de ese lugar donde había sido depositada y dicen que por la mañana apareció en un valle de al lado, mirando hacia el mar. Allí le hicieron el santuario. Los pastores -ya teniéndola como Protectora y Patrona- acordaron hacerle fiesta cada 25 de abril. Desde entonces esta fiesta anual se conoce como Fiesta de los Pastores. Diez años más tarde, sería proclamada Patrona de toda la Isla. Treinta años después de su aparición le construyeron su ermita al abrigo de una montaña, que a partir de entonces pasó a llamarse de la Virgen en el lugar de la mencionada aparición. En estas tres décadas, los pastores -según refiere la tradición- siempre la estuvieron acompañando noche y día. Una vez construido el oratorio -gracias a la venta de sus productos: queso, lana, carne…-, en él se celebró la primera misa el 25 de abril de 1577. Por cierto, también la mencionada cueva era conocida como la del Caracol, puesto que se encontraba -y encuentra- en una cima que tiene una concavidad vuelta hacia el mar y toma la forma del molusco de ese nombre.

 

La Imagen. Era costumbre generalizada que, desde que arribara la imagen a la costa insular, los habitantes llegados desde todos los puntos de El Hierro, acudieran a visitarla allí como fuente de todos los consuelos. La Protectora de las ganaderías y las sementeras también se erigía como abogada de los desconsolados, de los enfermos, de las sequías, de las plagas de langosta… Desde entonces está considerada como el tesoro más preciado de la Isla.

 

La imagen de la Virgen -una talla gótico-renacentista del siglo XVI, según María Jesús Riquelme- es una imagen de vestir, en madera policromada, que representa a una joven madre de dulces y expresivas facciones, cuyo Hijo hace ademán de acariciarle el rostro. El ilustre cronista insular, José Padrón Machín, nos dice que esta imagen pequeña, de cara dulce y acariciadora mirada, es un fiel retrato de la Virgen en los tiempos en que llevaba el Niño Jesús en sus brazos. Se refleja en su rostro y manos la inspiración y delicadeza del arte italiano. María Jesús Riquelme también nos informa de las diversas restauraciones a que ha sido sometida la efigie a través de los años. Así, en 1896 el escultor Nicolás Perdigón le restaura las manos y el rostro en La Orotava. En 1952 fue enviada a Las Palmas de Gran Canaria para someterla a una nueva restauración. En esta ocasión fue Rafael Padrón el encargado de acometer el encargo, teniendo en cuenta que al año siguiente fue su Coronación Canónica, el 21 de marzo de 1953. Ésta se celebró según Breve Pontificio de Pío XII y realizado por el obispo de la diócesis, Domingo Pérez Cáceres. Dos lustros más tarde, sería el artista recientemente fallecido Ezequiel de León, quien le reparara la cabeza y los brazos. Otra fecha importante fue el 24 de mayo de 1941, cuando se crea oficialmente la Cofradía de la Virgen, con asistencia de todas las autoridades y el párroco de la Villa. El 8 de diciembre de 1960 se encarga el trono a Lucena (Córdoba).

 

Los Milagros de la Virgen. Los habitantes de El Hierro se morían de sed en 1614. Fue una de las más pertinaces y pavorosas sequías que se recuerdan. Habían dejado de manar todas las fuentes, el hambre cundió entre la población y los ganados morían a centenares. Es entonces cuando los pastores empezaron a moverse. Leopoldo Morales -Hijo distinguido de El Hierro y Canónigo de Tenerife- nos cuenta cómo empezó todo: … los pastores se aferraron al manto de su Virgen, como se aferran las espinas a la rosa, y, con fe, rogaron a las Autoridades permiso para llevarla, en rogativas, a Valverde. Como lo negaron, los pastores fueron geniales, porque el amor sabe siempre improvisar. Ocultaron la sagrada imagen desde la cueva de El Caracol hasta las cuevas de Lemus, en las afueras de la capital, y, a media noche, resonaron, como una mística salmodia, unos aldabonazos en casa del señor Beneficiado: Id ahora mismo a la Cueva de Lemus a recoger una prenda. Allí estaba Ella. Como una nave, agitada sobre un mar de súplicas y promesas, fue llevada en procesión. La leyenda o la tradición nos dicen que, antes de llegar a la Iglesia, llovía copiosamente: ¿Milagro?¿Casualidad? Para el que tiene fe, un favor de la Virgen de los Reyes. Para los incrédulos, la duda. Para todos, una lluvia de amor… El traslado oculto de la Virgen ocurría a las dos de la madrugada del día 27 de marzo de 1614. Éste fue el preámbulo de la Bajada: un canto de gratitud del herreño a su Reina por los favores recibidos.

 

Nuevamente en 1740 se volvió a producir una atroz sequía. Las crónicas narraban: octubre, noviembre y diciembre no ven caer una sola gota de agua. Los labradores no pueden efectuar la siembra. La tierra está seca nada cría. El calor recrudece el rostro de sus moradores, las voces se oyen ásperas, los lamentos se repiten, porque en las gargantas no hay humedad… Al ver tales desgracias, el Cabildo se reúne, el Clero concurre y asiste casi todo el pueblo, y entre lágrimas acuerdan traer a la Celestial Señora entre rogativas, y hacerle una solemne novena… Así, el Pueblo trajo devotamente a su Virgencita desde su recoleto santuario hasta la capital. Es entonces cuando ocurre el milagro: … la bienhechora lluvia cae a torrentes sobre toda la Isla y aquel año tan calamitoso en sus principios termina siendo una de los más abundantes… La Virgen oyó a su Pueblo y, en forma de preciado líquido, envió desde el Cielo la respuesta a tanta plegaria y a tanta fe. Continúa el cronista diciendo que el prodigio llenó de regocijo a estos habitantes que concurren, en atropellados grupos, a dar gracias a la Virgen…

 

El Voto. En un protocolo del ayuntamiento de la Villa de Santa María de Valverde, fechada el 29 de enero de 1741, se lee:

Todos unánimes y conformes hacen voto –con los vínculos y firmezas de lo que sí y por todos los demás vecinos y moradores de esta Isla que hoy son y por los que en la posteridad les sucedieren –a la Majestad divina y a la Emperatriz de los Cielos, que cada cuatro años, que será el primero el año de mil setecientos cuarenta y cinco, y de allí en adelante con el mismo cómputo y respecto, pasará un señor Beneficiado y los Clérigos que arbitrase, los señores Justicia y Regimiento, y los vecinos que no tuvieran legítimo impedimento, al santuario de la Señora y, con el mayor culto y veneración, la conducirán a esta Villa, haya o no urgente necesidad… (El Voto)


En 1741, y ante lo insólito de estos hechos, se decide instaurar formalmente la Bajada de la Virgen, siendo la primera en 1745. Dicha acta de acuerdo se firmó en la parroquia matriz de la Concepción de la Villa de Valverde. En la reunión se hallaban presentes todas las autoridades religiosas, civiles, militares, los vecinos principales así como representaciones de todo el pueblo. Allí se narraron los prodigios de la Virgen sobre todo tipo de calamidades desde que había llegado a las costas herreñas. Se había erigido como la principal devoción insular. Por todo ello, se acuerda su traslado cada cuatro años desde su ermita hasta esa parroquia. Tras el acuerdo, se pide la autorización del señor obispo. El prelado la da y se inicia la Bajada cuatrienal.



                    … La Virgen que ya venía, / apagaba la sequía.
                    Pastores del mes de abril,/ pastores de los ganados
                    y un mar en aguas de añil.
                    ¡Ay, Virgen de mis clamores, / y reina del alma mía,
                    remédianos la sequía, / estrella de los pastores!
                    Ya se secaron las fuentes,/ ¡ay, agua, agüita queremos!
                    Prenda en Cuevas de Lemos, / las nubes se hacen torrentes.
                    ¡Estrella del aguacero,/ yo vi en la Cueva un lucero!
                    ¡Es veintiuno de enero,/ apaga Madre, el calvario,
                    hoy se acaba el novenario,/ mándanos un aguacero!
                    Rumores del mes de abril,/ pastores de la majada,
                    ¡ay, qué voto de Bajada!/ tocó un aljaraz-candil!...

                    (La Virgen de la lluvia, Flora Barrera)
 

 

Se recuerda también la sequía de 1867. Desde noviembre del año anterior no llovía; se estaba a finales de febrero y estaba la población muy preocupada. Se decidió bajar a la Virgen el cuatro de marzo. Según un testigo, el párroco don Andrés de Candelaria, el día tres salimos para la Dehesa con grande calor y aún el mismo día cuatro amaneció crudo levante. Serían las ocho de la mañana cuando principió la misa y ya en medio del sacrificio principió a llover; concluyose la misa y el agua era tan abundante que la comisión del ayuntamiento y algunas otras personas decían que no podía partirse de allí, temerosos de una tempestad… La narración continúa de forma muy emotiva describiendo cómo lejos de cancelarse la procesión, la comitiva cruzó la cumbre en medio de una crecida lluvia sin nadie desmayar… Era tanta la cantidad de agua que caía que todos los habitantes de los pueblos pensaron que la Virgen se había quedado en el santuario y regresaron a mitad de camino o permanecieron en sus casas. Alguien se adelantó a dar la buena noticia y la algarabía recorrió calles y plazas, empezando los repiques de campanas… cuando la Virgen llegó a San Juan, ya el Beneficio y todo el pueblo se hallaba reunido y feliz, esperándola. Entonces cesó la lluvia para permitir que la Virgen llegara a Valverde de forma más cómoda y espectacular. Algo parecido sucedió el año siguiente, 1868. El día 20 de marzo fue la fecha elegida y se rezó el Rosario en todo el recorrido pidiendo el milagro a la Virgen. Se dice que incluso los niños de los pagos del Pinar y San Andrés le pedían agua desnuditos. A los siete días del novenario, en medio de la misa, se dejó sentir la copiosa lluvia y las campanas se echaron al vuelo, era Viernes de Dolores y la imagen de Reyes salió en la tarde en procesión.

 

Los danzarines. Ante el trono de la Señora, unos danzarines muy especiales, únicos, trazan sus bailes desde La Dehesa hasta la Villa, en un agotador trayecto en el que se recorren alrededor de cuarenta kilómetros en unas doce horas. En una escena escalofriante y apoteósica, todos caen de rodillas cuando Ella aparece en la puerta del santuario, iluminada por los primeros rayos del sol naciente. Los bailarines que, de rodillas, han orado brevemente, se levantan -gritan al unísono- Viva la Virgen, Viva, y comienza la procesión. En relación con esta danza, el viajero Juan Antonio Urtusáustegui, en el siglo XVIII nos decía: pero lo que más admira, son las danzas que forman delante de la Imagen, que va en un sillón cubierto, desde que sale de su ermita, siendo menos fuertes los hombres que las mujeres en este ejercicio, pues hubo algunas en esta ocasión que yo asistí del mismo modo que en otras, que las seis leguas no cesaron ni un instante de bailar; cosa increíble a quien no hubiese sido testigo; y más que van descalzas, y que en sus vueltas, avances y retiradas, aumentan dos o tres leguas a aquella medida, sin parar, aun cuando se hace alto, como media hora en la cumbre. Añádase a esto los hiyides y gritos frecuentes de alegría… Jamás he gozado procesión más festiva, tan vistosa ni de igual concurrencia, suponiendo que no haya sido mayor de cuatro a cinco mil personas…
 



Llama la atención el colorido y viveza de los danzantes, con curiosos tocados, que van delante del trono bailando sin cesar. Se dice que el origen de los danzarines es de la conquista de la Isla y tiene raíces árabes. Por ello, en principio se adornaban con turbantes en la cabeza, a los que incorporaban lazos y flores. Más tarde, fueron estos sustituidos por gorros que también adornaban con los mismos elementos. En referencia al folklore que acompaña esta peculiar celebración, se ordenó, por aquellos comienzos, adaptar para la fiesta de la Bajada una serie de músicas antiguas que acompañaban a la imagen en su recorrido. Talavera García también nos informa de que desde entonces, podemos escuchar en esta celebración el característico sonido de los tambores y pitos, que se funden en la devoción de los miles de peregrinos que acompañan al cortejo. El mismo investigador nos ofrece un estudio sobre el origen de esta peculiar vestimenta. Así, el hecho de que la Isla fuese una de las primeras en ser conquistada por los castellanos, unido a su aislamiento y lejanía, ha conservado la esencia de los primeros ritos de origen católico que llegaron a las Islas. Es curiosa la similitud que tienen estos tocados en los de los danzantes de poblaciones de Aragón, Castilla La Mancha, Extremadura y Andalucía (Córdoba y Huelva), especialmente en las localidades de Valverde de los Arroyos y Majaelrayo (ambas en Guadalajara) y Badajoz.



                    … Vienen vestidos de blanco
                    con adornos de colores
                    bandas rojas o amarillas
                    prendas de oro, muchas flores,
                    lazos que ondean al viento
                    cuando bailan esos hombres
                    danzas viriles y recias,
                    como hicieran sus mayores,
                    para obsequiar a la Reina
                    de los herreños pastores

                     (Bailarín, L. Morales Pérez)


Tradicionalmente, tanto la camisa como el pantalón eran de lino y de color blanco. Los zapatos eran de cuero los majos, hoy se han cambiado por las lonas. Llevan, además, unas faldillas cortas, bordadas o caladas con un pequeño delantal rojo, al igual que la banda o fajín y lleva adornos de encajes. Por detrás, por la espalda, se lleva una esclavina de seda roja. Siguiendo con la descripción que de este traje típico herreño hacen los folkloristas Pérez Rodríguez y Concepción, lo que llama más la atención es el gorro redondo y cubierto, como vimos, en la parte superior, de flores de papel, espejos, prendas preciosas o semipreciosas o plumas de pardela. Se remata en la parte de atrás con un haz de cintas de raso o seda y de varios colores, que llegan incluso hasta la cintura del bailarín.



… El tambor es de cuero de cabra machorra o de perro, golpeado por palillos de diferente grosor, de madera de haya. (José Alberto Galván Tudela)


Alberto Galván nos detalla cómo es el modelo de organización de esta peculiar danza, al que compara con una manada de ovejas. Nos informa de que un guío o dos dirigen el cambio de pito; uno o dos pastores con traje tradicional (montera -gorro-, talega y asta -palo-) llevan el orden, abriendo paso a unos doce bailarines (que para los herreños simbolizan el ganado) que tocan chácaras de carisco o moral. Es curioso cómo la apreciación campesina compara el atuendo del bailarín con los vestidos de mujer. Es una indumentaria extraña, puesto que la conforma un pantalón, una falda y camisa (prendas de riguroso blanco) y corbata y faldellín (ambos rojos). Corona el vestuario del danzarín un gorro blanco decorado con pétalos de flores, plumas de pardela, prendas de nácar, oro, cintas de colores… Por regla general, y por tradición, eran los hombres quienes bailaban, aunque se veía alguna mujer vestida de paisano para pagar alguna promesa (cosa que se respetaba al máximo). En la década de los ochenta empezaron a proliferar las mujeres como tocadoras de pito y bailadoras, y hoy en día es frecuente verlas mezcladas con los hombres, formando un solo cuerpo de baile en honor a su Virgencita.

 

El frenético baile, que precede y dirige el lento avance del sillín marrón, tiene lugar durante toda la romería, con las únicas paradas en las rayas y en la Cruz de los Reyes, lugar elegido para el almuerzo y el descanso, con el tradicional tendido de los paños. Una extraña y original danza cuyo ritmo va desde el Baile de la Virgen al Tajaraste, pasando por -en palabras de Galván- la contradanza (sencilla y redoblada), redondo, manqueo, Santo Domingo, paso cumbre y la hullona.

 

 

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