Revista n.º 1069 / ISSN 1885-6039

Ángel Valbuena Prat. Tres libros. Y un recuerdo del centenario del estreno de La Esfinge de Unamuno en Las Palmas.

Domingo, 22 de febrero de 2009
Antonio Henríquez Jiménez
Publicado en el n.º 249

Hoy quiero trasmitirles mi entusiasmo y picarles la curiosidad por tres libros que se refieren al que fuera catedrático de la Universidad de La Laguna, desde 1926 hasta 1931, y luego de otras universidades españolas (Barcelona, Murcia –represaliado– y Madrid), gran estudioso del teatro calderoniano y autor de infinidad de obras de investigación, de las que resalto ahora, por el interés que tiene para nuestras Islas, una Historia de la poesía canaria (1937), de la que sólo apareció el primer tomo, y una modélica y novedosa, para la época, Historia de la literatura española, con muchas ediciones y correcciones de su autor.

Retrato de Valbuena Prat.

En realidad, se trata de dos libros sobre Valbuena, y un tercero que es una recopilación de lo que dicho profesor escribió sobre literatura y escritores canarios. Aquí en las Islas ha quedado como el primer estudioso que dedicó tiempo y espacio a reflexionar sobre la poesía canaria. Éste fue el tema de su discurso de apertura del curso 1926-1927 de la Universidad de La Laguna.

El autor de los libros a que me refiero es David González Ramírez, joven profesor de la Universidad de Málaga que, espoleado por el catedrático José Lara Garrido, y por otros profesores, se ha interesado por la figura de Ángel Valbuena Prat.

Primero nos presentó la historia de su depuración política por el régimen franquista. Este libro se titula La historiografía literaria española y la represión franquista. Ángel Valbuena Prat en la encrucijada (Universidad de Málaga, 2007). Un caso más (y como todos sangrante) de la falta de respeto de los dictadores por los que no opinan como ellos, y que, en el fondo, no es más que la manifestación de la envidia de los mediocres por quien tiene más valores (o, simplemente, otros). Evidentemente gentuzas de la misma profesión indicaban a los jueces las líneas donde el estudioso, manifestándose con toda la verdad, decía lo que debía decir, por ejemplo sobre el “dramático fin” de Federico García Lorca, “en la actual guerra española, fusilado por los rebeldes en tierras de Granada en agosto de 1936”. La alusión a la muerte del poeta canario Luis Rodríguez Figueroa en la Historia de la poesía canaria le valdría a esta obra el ostracismo. Allí alude Valbuena también a que “ha sido fusilado por los rebeldes, en tierras de Canarias; hecho lamentable que habría que añadir a la serie que culmina en la muerte del gran Federico García Lorca”.

Portada de la primera edición de la Historia de la Poesía Canaria, de Ángel Valbuena Prat.Si tristísima fue la diáspora de tanto profesor y trabajador especializado a otros países, no menos lo fue el calvario que sufrieron los que se quedaron en España, los cuales, para poder sobrevivir, tuvieron que agachar la cabeza y “allegarse a los modelos oficiales impuestos por la dictadura”, sufriendo degradaciones en sus puestos de trabajo legalmente conseguidos.

El segundo libro se titula Historia y vanguardia. La aventura crítica de Ángel Valbuena Prat en Canarias (Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2008). En este libro se historian todas las aportaciones conocidas de Valbuena Prat con referencia a los escritores canarios y sus relaciones con el grupo entusiasta de jóvenes que en Tenerife manifestaban sus ansias de renovación literaria (los creadores de La Rosa de los Vientos y La Gaceta de Arte).

El tercer libro es una recopilación de lo que escribió Valbuena Prat sobre los escritores de Canarias. Se titula Paisaje, mar, reinos interiores. Ensayos sobre la poesía canaria (Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2008). La edición es de David González Ramírez, que en la introducción y en las notas nos va explicando los avatares de los textos que presenta. El título corresponde a una cita del artículo de Valbuena “La lírica canaria”, publicado en La Gaceta Literaria de Madrid y, manco de los textos ejemplificadores, en El Tribuno de Las Palmas de Gran Canaria (1927), que se reproduce en el libro. Materialmente, este libro presenta una vista muy hermosa, por su formato, la letra y la sencillez de la presentación.

De la manera de hacer del joven investigador David González, me llama la atención su frescura al plantear los problemas, que se refleja en un lenguaje claro y desenfadado. Cuando tiene que decir que tal encopetado crítico ha errado en sus apreciaciones, lo dice con toda rotundidad y sencillez, como debe ser. Algo de ello deberían aprender algunos jóvenes estudiosos, a los que se les ve demasiado pendientes de no “molestar” a los gurús de turno. Parece que la dictadura dejó tras sí ciertos tics que se siguen sufriendo aún, porque no se diferencia entre el trabajo bien hecho y la adhesión ciega a los dictados del “maestro” o de la institución que paga. En estos libros hay muchas apreciaciones valientes que sacarán ronchas a los devotos de algunas escuelas universitarias, simplemente porque la verdad suele tener esas consecuencias.

Es gozoso ver cómo las entidades que patrocinan estos libros eligen temas de verdadero interés, donde se dilucidan problemas que andaban poco claros, como lo es la demostración de la existencia de una versión corregida en detalles de importancia de la primera edición de la Historia de la literatura española, ad usum dictatoris (y capite salvando, y también pane lucrando, con perdón de Cicerón). David González define este hecho como una “maniobra de camuflaje de la doble emisión”. Al ver cómo algunas instituciones ensalzan otro tipo de publicaciones donde se marea la perdiz valiéndose del nombre, por ejemplo, de un gran poeta como pendant de temas colaterales (y van dos), este ejemplo reconforta.

Las citas a pie de página en los tres libros iluminan y aclaran los textos de manera brillante, y descubren muchos entresijos de la vida de las universidades, la investigación y la crítica. A veces da la sensación de estar leyendo los vivos escritos de Valbuena, como su Historia de la literatura española, sobre todo en el primero de los libros que estoy comentando, en el que la intriga y el ansia de saber qué tuvo que inventar para conseguir aplacar a la hidra franquista te hace seguir y seguir, hasta poder enterarte y satisfacer la curiosidad.

Tres despistillos provenientes del propio Valbuena Prat me atrevo a señalar. El primero es la cita del nombre del poeta neovianista José Tabares Barlett como Tomás (p. 169 de Paisaje, mar…; p. 237 de Historia y vanguardia…). Valbuena debía tener en mente el nombre de Tomás Morales. Lo curioso es que en el “Apéndice bibliográfico” del discurso de apertura del curso universitario de 1926-1927 (pp. 90-92), lo citaba por su verdadero nombre; como también en “La lírica canaria” (p. 101 de Paisaje, mar…). El despiste es de 1937, ya muy lejano de 1926; se repetirá en las ediciones de la Historia de la literatura española (1937-1968; pp. 177-178 de Paisaje, mar…).

El segundo desliz, también de Valbuena Prat, pero achacable esta vez a los editores de Unamuno, es fechar la primera venida de don Miguel a Canarias en 1909. Esto sucede en el artículo “Unamuno y Canarias” (La Gaceta Literaria, 1930) (Paisaje, mar…, p. 150). El despiste de Valbuena es debido a que los dos textos sobre Canarias que Unamuno publica en Por tierras de Portugal y de España llevan a pie de página la nota “Las Palmas (Gran Canaria), agosto de 1909”.



[Recuerdo del centenario del estreno de La Esfinge de Unamuno en Las Palmas]

El año de 1909 es digno de recordarse en la biografía intelectual de Unamuno por haberse estrenado en Las Palmas de Gran Canaria su primera obra de teatro, La Esfinge. Esto sucedía el miércoles de ceniza de aquel año (el 24 de febrero de 1909). Sirva esta nota como recuerdo, pues dentro de poco se celebra el centenario. Unamuno llegaba por primera vez a Canarias a finales del mes de junio de 1910, invitado por una modesta Sociedad, pero entusiasta, del Puerto de La Luz, que se llamaba El Recreo, organizadora de los Juegos Florales. Valbuena Prat, al escribir sobre Unamuno, hace hincapié en la importancia que para su obra tuvo su experiencia canaria. Es muy explícito al respecto en la Historia de la literatura española, donde llega a decir que “allí en tierra volcánica sedienta, ante las olas del océano, aprendió un nuevo sentido de las cosas”. Hablando de su teatro, manifiesta Valbuena su predilección por Sombras de sueño, “drama a la vez de la esencial agonía del pensador, y de su sentido concretamente insular, canario.” De ahí a afirmar que Unamuno es un poeta canario (como lo harán más tarde Pedro Perdomo Acedo y Manuel González Sosa), va sólo un paso.

La tercera distracción se refiere al título del trabajo de don Agustín Millares Carlo: Ensayo de una biobibliografía de escritores naturales de las Islas Canarias (Siglos XVI, XVII y XVIII) (Madrid, Tipografía de Archivos, 1932), que viene citado como Ensayo de una biobibliografía de las Islas Canarias. Así lo cita el mismo Valbuena Prat en su Historia de la poesía canaria, tomo I (Barcelona, Seminario de Estudios Hispánicos, 1937). Repiten esta forma de citar la obra de Millares varios de los autores consultados por David González; pero no hubiera estado de más hacer tal observación en una nota.

Quiero terminar esta invitación a la lectura de los tres libros, con la presentación de un poema de Ángel Valbuena Prat, pues la creación poética es otra de las facetas del profesor universitario que se referencian en estos libros, y de la cual hay pruebas en Paisaje, mar, reinos interiores… (pp. 231-256). El poema apareció en una revistita de Barcelona, Azor (n.º 3, 15-XII-1932), cuya alma era el falangista Luys Santa Marina, ayudado por Max Aub en su primera etapa (1932-1934).

Tal publicación parecía muchas veces una revista canaria. En este primer vuelo de los años 1932-1934, aparecía, en un número sí y el siguiente también, la firma del canario Félix Delgado (hablando sobre todo de Alonso Quesada, o con sus poemas), o Saulo Torón, o el palmero José Pérez Vidal (con rimas y juegos infantiles, recogidos en su isla de La Palma), o Fernando González, o Pedro García Cabrera, o Agustín Espinosa, o Félix Duarte, o José Jurado Morales (en otros posteriores vuelos de la revista empleará el pseudónimo que había usado en su estancia en Las Palmas, donde amistó, mientras hacía el servicio militar, con los hombres de letras de aquí: Félix Delgado, Fernando González, Alonso Quesada, Saulo Torón, etc.).

El poema se titula “Rima en lienzo blanco” y, como verán, tiene un aire bastante triste, expresado con unas pinceladas rápidas de tipo expresionista y con una especie de tiroteo de metáforas muy de las vanguardias de la época. Quien haya leído poemas de Gerardo Diego de entonces no se extrañará de los ecos de su escritura en esta “Rima”. ¿Se estará valiendo Valbuena Prat de su experiencia canaria para teñir este poema con algunos rasgos que pueden ubicarse en el paisaje de las islas?




“Rima en lienzo blanco”

Luna, color blanco pálido.
Ciprés en noche serena.
Calma de lentes y sombra.
Papel de piano en el cielo.
Playa de palmeras rotas.

Carretera, polvo y plata.
Guirnalda, flores, entierro.
Caja pequeña, tristeza.
Noche, mármoles y luna.
Virgen velando en el cielo.

“Corona de granos de uva
sobre su cabeza rubia.
Yo te veo, sin anillos,
sobre los lisos tejados
y sobre los dientes fríos.
Yo te veo sin abrigo.”

Gota en la taza del mar,
y guitarras en el patio,
patio de la limpia nada;
flamenco de álamo viejo,
castañuelas sin oídos.
Luna, flor, entierro, plata.


Ángel Valbuena Prat





Y una última nota como apéndice. Las palabras que dedica Valbuena Prat a don Domingo Rivero en su primer (y único) tomo de la Historia de la poesía canaria (1937) habían sido publicadas en el n.º 2 de un efímero periódico que Elfidio Alonso, Rafael Navarro y Julián Vidal Torres publicaban en Madrid. Apareció en la página 4 del n.º de 1 de junio de 1930, del periódico Islas (subtitulado “Comunidad de Acción Política Canaria”) bajo el título “El responso a D. Domingo Rivero”. El artículo viene introducido por una nota del periódico, donde se afirma que ha sido “escrito para nosotros” por el “único teorizante de la lírica canaria”. Entre otras cosa, se afirma: “La incomprensión, los seudo-ídolos y los ‘ingenios de bar’, encontraron en Valbuena un enemigo que les robaba el proselitismo de la juventud”. El artículo, salvo la introducción y algunos otros detalles, pasó a la referida Historia de la poesía canaria dentro del apartado III, titulado “La primera escuela regional”, y abarca las páginas 58-61. Debo la fotocopia de Islas a la generosidad del muy avisado don Manuel González Sosa, a quien agradezco el gesto desde aquí.


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