La museografía del s. XXI apuesta claramente por un museo abierto a la participación de la sociedad en la que se ubica. Sin embargo, en el caso de la Cueva Pintada, su implicación en la vida cultural de Gáldar ha sido nula, ya que la programación cultural del Museo es meramente testimonial al igual que la que el municipio, a través del consistorio, oferta.
A los pocos meses de su reapertura, se puso en marcha una serie de iniciativas destinadas a impulsar la actividad cultural del Museo. Se contó con un ciclo de conferencias de carácter casi semanal y se iniciaron una serie de talleres artísticos destinados al público adulto, con una gran aceptación.
El cambio de gestión política en el Parque Arqueológico se ha traducido en mantener las conferencias, ahora una vez al mes y en la práctica desaparición de los talleres artísticos a pesar de que muchos de los participantes han reivindicado su conservación.
En el último año, la programación cultural de la Cueva ha estado centralizada en el público infantil, con talleres y espectáculos de títeres, basados en personajes irreales, que no tienen nada que ver con el Museo, sino con las supuestas aventuras de una niña aborigen íntima amiga de un niño castellano que viene en son de paz a la isla. Los cuentos de Arminda se han convertido en la única publicación del Museo, mientras se carece de un catálogo o de material audiovisual que puedan ser adquiridos por el público.
La gran apuesta cultural del Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada, ha resultado ser también un bluf, ya que el recinto no se ha implicado en la actividad cultural del municipio y se ha demostrado una total incapacidad de articular iniciativas que den respuesta a las inquietudes culturales de una ciudadanía que siente al yacimiento arqueológico como su gran herencia cultural, aunque éste viva de espaldas a la sociedad, de la que, se quiera o no, forma parte.
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