- MIÉRCOLES SANTO.
El Miércoles Santo es muy denso en cuanto a horas de procesión. Los tronos parecen como si pujaran por conseguir un premio al mejor adornado. Los arreglos florales son dignos de mención.
El magnífico y majestuoso Nazareno (1841) de Estévez del Sacramento sale en procesión desde Santo Domingo a las 1700 pm, acompañado de la Cofradía del Santo Encuentro y Las Lágrimas de San Pedro. La túnica de terciopelo rojo bordada en oro que lo viste es la más valiosa de cuantas existen en Canarias, donada por el célebre mecenas palmero don Cristóbal Pérez Volcán, al igual que los cuatro ángeles que custodian al Nazareno, sobre el valioso y dorado trono de estilo rococó.
Unos minutos más tarde sale otra procesión de la misma iglesia, con diferente recorrido, con las imágenes de San Juan Evangelista (conocido por San Juanito el Alcahuete, del siglo XIX; obra de Manuel Hernández, conocido como El Morenito) y la Magna, una preciosa Dolorosa de Estévez del Sacramento, de 1841, una de las más hermosas Vírgenes de Canarias, cuya reputación ha sobrepasado incluso las fronteras insulares. Un espectacular acabado en rostro y manos cuya dulzura ha sido fuente de inspiración de poetas. Incluso otros imagineros han tratado de copiarla.
El llamado Punto en la Plaza consiste en lo siguiente: El Nazareno se sitúa en la Plaza de España (antiguamente en otro lugar frente al Ayuntamiento), tras recorrer hacia arriba la Calle Real. Allí es localizado por San Juan. Éste se aproxima y hace tres reverencias. Rápidamente es trasladado hacia el sitio donde aguarda la Virgen (en El Puente). La carrera de San Juanito es tal, que algún año se le ha caído flores, velas e incluso su corona, ante la admiración de los presentes. Por eso es llamado El Alcahuete: va corriendo a contar a la Virgen lo que ha visto y a quién ha visto. Luego regresa con la Dolorosa al encuentro de Jesús. Se forma un pasillo de capuchinos con capas de varios colores (es la única cofradía mixta de Santa Cruz) y se produce el Encuentro.
Foto antigua de la procesión de El Encuentro en La Alameda
Esta procesión, sin embargo, mantiene viva la costumbre de visitar más de un templo. Así, tras el encuentro, entran en El Salvador, donde se celebra una Eucaristía solemne y, varias horas más tarde, visitan el Hospital de Dolores.
Aparte de la mencionada Banda de música San Miguel, también toca la Agrupación de Cornetas y Tambores Gayfa de la misma capital. Es loable lo que estos jóvenes han hecho para perfeccionarse. Ha sido muy alabada su participación en la Semana Santa con muchas novedades que han enriquecido considerablemente la interpretación de las piezas musicales.
Otra procesión que sale esa tarde es la sobrecogedora talla de tamaño natural del siglo XVII, Nuestra Sra. de La Soledad en el Real Santuario Insular de Nuestra Sra. de Las Nieves. Una vez cedido el busto por una familia palmera que lo custodiaba, Ezequiel de León y Domínguez restauró el rostro y talló sus manos, que portan una muy bien trenzada corona de espinas. Está sobrevestida de lujosos ropajes de terciopelo azul y granate.
Otro encuentro se produce sobre las 22:30 pm. Esta vez con otras imágenes que salen desde San Francisco, Ex Real Convento de la Inmaculada Concepción. La venerada talla del Señor de la Caída (1752), precioso y valioso Cristo del imaginero Benito de Hita y Castillo (considerado como el autor de la Macarena de Sevilla y cuyo nombre aparece grabado en la espalda de este Nazareno). En la últimas ediciones ha estrenado un enorme trono al que se le ha colocado por fin los bellos faroles que antiguamente utilizaba en su recorrido procesional. Se cuenta que, con el agua que era bañado antes de colocarlo en el trono, para limpiarlo del polvo, se llenaban botellas que se consideraban “benditas” por los feligreses. Es sobrecogedora su expresión, su mirada de cristal, su boca entreabierta… un acabado formidable. Es una de las imágenes más importantes de la Semana Santa canaria.
Cristo de la Caída. Años 50
Hace unos años nos llevamos un gran susto los que presenciábamos esta procesión el Jueves Santo por la mañana ya que fue cancelada la noche anterior por lluvias abundantes. Justo cuando esta Virgen ascendía los peldaños de la escalinata de San Francisco, se partió la espiga o tornillo que la sujetaba al trono y cayó de espaldas contra el adoquinado del suelo. Fueron momentos de gran suspense y de enorme excitación. Por suerte la imagen no sufrió daños de consideración. El gran manto negro de terciopelo sirvió de amortiguador. Dicen que fue un “milagro” el que resultase ilesa la talla.
El San Juan Evangelista (1863) que también desfila esa noche es de Aurelio Carmona López. Sus vestiduras de terciopelo verde y rojo, hacen juego con las cuelgas que embellecen el trono y también su magnífica decoración floral. En la edición de 2007 se bendijo una nueva imagen del Evangelista, procedente de la gubia de Ezequiel de León, hijo, de La Orotava.
Por último, la imagen de La Verónica (s. XX, obra de Andrés Falcón San José), es acompañada por la Cofradía de los Niños y Niñas de Hosanna con otro itinerario diferente para que así se produzca su encuentro con el Cristo en la Cruz del Tercero (La Alameda) entre el silencio de la multitud. Cuando La Verónica se inclina sobre el Señor de la Caída, un cofrade manipula la cuerda que hace dar la vuelta al paño blanco que porta la imagen y aparece la faz de Jesús, como si al haberle enjugado el sudor, se hubiera quedado impresa en sangre. Tras este instante, arrecian los tambores y el sonido espeluznante de las cadenas de los capuchinos. Acompañan a la procesión también las Cofradías de La Pasión, Señor de La Caída, Niños y Niñas de Hosanna, Nuestro Señor del Huerto y Nuestra Sra.de Los Dolores.
Como narraba el profesor palmero Jesús Pérez Morera en el programa municipal, el origen de la escultura de este Cristo está relacionado con el hecho sacrílego que tuvo lugar el 29 de marzo de 1679, cuando una loca llamada María Ruiz arrojó sobre la imagen del Nazareno el Miércoles Santo, un vaso de inmundicia, suceso que conmovió profundamente a toda la ciudad. En 1685 la vivienda del sacrilegio fue adquirida por el capitán don Nicolás Massieu Vandale y Rantz, de quien la heredó su hija en 1706, doña María Josefa Massieu y Monteverde, que fabricó en ella una ermita para “que en el mismo lugar en que se cometió la injuria sea el Señor continuamente glorificado y alabado”. Por ello, solicitó a su hermano, presidente de la Real Audiencia de Sevilla, una escultura de Nazareno, que es la que ahora veneramos en este día. Llegó, después de numerosas demoras e incidencias al muelle de Santa Cruz de La Palma el 19 de noviembre de 1753. Doña María se había quedado ciega en 1748 y no pudo contemplar la imagen de la ansiada escultura.
- JUEVES SANTO.
Es el día del Señor de la Piedra Fría, llamado El Señor de La Palma, la imagen más antigua de Canarias de la advocación de El Señor de la Humildad y la Paciencia. Es del siglo XVI y es una de las tallas más querida de toda la Isla.
Acuden a la procesión desde todos los lugares de la geografía palmera. Antiguamente, esta imagen, un Ecce Homo de procedencia americana, visitaba las iglesias de la ciudad en lo que se llamaba la procesión de la sangre, acto penitencial celebrado ya en 1751 y que debía su nombre a los disciplinantes que, vestidos con túnicas y capirote, flagelaban su cuerpo durante todo el recorrido. Todas las cofradías de San Francisco la acompañan. La titular está compuesta por señoras ataviadas con las bellas mantillas y con faroles encendidos que, junto a los que lleva el trono del Cristo, confieren una majestuosidad y espectacularidad que es digno de presenciar.
Una valiosa imagen de La Virgen de la Soledad (1733), obra del famoso escultor local Domingo Carmona, pone el broche de oro a la procesión. El artista quiso plasmar en este rostro el recuerdo de una madre que presenció aterrorizada la muerte de su hijo en un horno de cal de Breña Baja. Últimamente esta Virgen es colocada en un flamante trono de baldaquino de plata -el de la Inmaculada- repujada y custodiada por sus cuatro antiguos angelitos custodios que portan los elementos de la Pasión.
Ya en esta procesión, los tambores tienen la sordina de luto, que confiere un sonido solemne y que imprime aún más espectacularidad si cabe a la escena.
- VIERNES SANTO.
Comienzan los actos del Viernes Santo con el Vía Crucis Procesional del Stmo. Cristo de las Siete Palabras (1781) de Marcelo Gómez Rodríguez de Carmona, ahora siendo portado sin andas por los capuchinos del Santo Sepulcro, de Cristo Preso y Lágrimas de San Pedro, y con la compañía de las Cofradías de La Esperanza y de Los Siete Dolores, y no en su gigantesco trono de madera en el que desfiló hace unas semanas, como pregón de Cuaresma. Esto sucede a las 7 de la mañana, aunque antiguamente lo hacía más temprano.
Más tarde, a las 9 de la mañana, La Virgen de Los Dolores, de riguroso manto de terciopelo negro y en pequeño trono adornado de calas blancas, asciende la pendiente que separa las iglesias de Ntra. Sra. de La Encarnación y la del Planto, desde donde había bajado el Viernes de Dolores. A las once de la mañana retumban de nuevo los tambores y cornetas anunciando la salida del magistral Calvario desde San Francisco.
El Crucificado (1968), obra de Ezequiel de León Domínguez, es acompañado en el mismo gran trono magníficamente decorado por otras dos tallas de tamaño natural: una Sta. María Magdalena, escultura de extraordinaria belleza que se presenta arrodillada y suplicante (s. XIX, de Estévez del Sacramento) y San Juan Evangelista (1863) de Aurelio Carmona, un polifacético y excepcional imaginero.
En otras andas, con una gran mandorla dorada, la sobrecogedora talla de Ntra. Sra. de la Soledad (1733) de Domingo Carmona. Lleva sus mejores joyas: topacios, azabaches, diamantes…Casi no ha habido tiempo de cambiarla desde el trono de plata de la noche anterior a las nuevas, a las de “toda la vida”, más acorde con su porte y antigüedad. También ha tenido que cambiársele sus ropajes: el magnífico manto azul y la túnica roja, ambas de terciopelo, rematadas con encajes de oro, a otros completamente negros, también del mismo material.
Con anterioridad y desde el siglo XVI salía en procesión con imaginería diferente a la actual. Desde sus inicios y hasta principios del siglo XX, ésta estaba vinculada a la Noble Hermandad de la Vera Cruz y a la Cofradía de la Misericordia.
A las 13:00 pm se programa la salida de la magnífica talla flamenca de Ntra. Sra de la Piedad (s. XVI), desde la iglesia del Hospital de Dolores. Todo depende de la puntualidad con la que entre el Calvario en San Francisco. La gente corre para ver entrar a ésta y a ver salir a aquélla. También lo hacen los monaguillos con la Cruz Alta y los ciriales, la banda de música, etc. Se forma entonces dos filas de sillas de ruedas y alguna que otra camilla, flanqueando el camino por el que pasará la Virgen tras su salida del templo. Cuando esto ocurra, todos los enfermos y ancianos aplauden y vitorean a La Piedad. Son unos instantes cargados de gran emotividad.
Cofradía de Nuestra Señora de La Piedad
Para quien contemple el panorama artístico que ofrece el Archipiélago Canario, constituye una inesperada sorpresa encontrar a cuatro mil kilómetros del norte de Europa, un cuantioso legado de arte llegado de Flandes a lo largo de los siglos XVI y XVII, no usual en otras regiones españolas, según el profesor Hernández Perera. Lo mismo cabe decir del espléndido legado andaluz y americano, derivado de las relaciones comerciales con Sevilla y Las Indias. Recordemos que el puerto de Santa Cruz de la Palma fue el más importante durante el Imperio de Carlos V tras Amberes y la capital andaluza.
También lo hacen (antes salían desde la ermita de San Sebastián), los Santos Varones (1862), obra del Padre Manuel Díaz (célebre sacerdote liberal al que se erigió como homenaje una estatua de cuerpo entero de bronce sobre un pedestal en medio de la Plaza de España de la capital palmera, primer monumento civil levantado en Canarias).
Hace unos años, tanto José de Arimatea como Nicodemo han estrenado nuevos ropajes: negros y beige, al estilo de los miembros del Sanedrín, lo que ha embellecido el paso, que se completa con una gran cruz de madera maciza que se alza entre ambos. Nuevas andas y nuevos vestidos para estos dos Santos Varones, que han dignificado, aún más si cabe, la Magna Procesión. Antiguamente iban en dos tronos separados.
Como anécdota histórica, quedan en el recuerdo aquellos años en los que procesionaba la imagen de Santa Catalina de Siena, patrona del cenobio dominico, con traje adaptado de la Virgen del Rosario, asemejándose a la figura de Salomé, con una bien trenzada corona de espinas entre sus manos.
Desfilan en la Magna Procesión todas las cofradías de El Salvador y de Santo Domingo. Hasta hace pocos años, también participaba alguna representativa de San Francisco. Hace unos años sí toma parte, afortunadamente, la de la Piedad del Hospital. Tras la entrada en el suntuoso templo de El Salvador, comienza la solemne ceremonia del Entierro de Cristo. Los cofrades del Santo Sepulcro portan a hombros la efigie de Jesús, tras haber sido descendido de su trono de terciopelo y plata y, tras una procesión por el interior de la iglesia (hasta el año 2003 se efectuaba bajo los acordes de una marcha fúnebre interpretada por la Banda de Música San Miguel, situada en el interior del coro), se procede al enterramiento. En su defecto, miembros de la Cofradía, desde lo alto del coro, han interpretado algunas piezas con tambor y corneta mientras duraba el solemne traslado hacia el altar mayor.
Cuando los capuchinos cierran la tapa del sepulcro con gran estrépito, absolutamente todas las luces del templo se apagan. Tras esta ceremonia comienzan las procesiones del retiro: cada imagen a su templo, ya sin música y bajo un silencio sobrecogedor, lo que ofrece un espectáculo desolador. El único sonido que se percibe es el de las cadenas que son arrastradas sobre los adoquines por numerosos capuchinos descalzos y que portan numerosos estandartes, cruces, ciriales, fanales, elementos de la Pasión, corona de espinas sobre un cojín de terciopelo, bolsa con treinta y tres monedas de plata, etc.