Con vaivenes de cuida mejor o cuida peor por uno y otro bando, y alternándose las jornadas victoriosas según la cuida, se llegó al octavo domingo con una ventaja de cinco riñas a favor de Teguise. Faltaban dos encuentros para concluir la temporada (el contrato fue de diez domingos de peleas) y el partido de Arrecife, falto de gallos de confianza según manifestaciones de sus propios "hinchas", se decide a "importar" gallos rápidamente de Tenerife. Fue cuando aumentó la expectación y los ánimos se excitaron. ¿Qué iba a pasar? El gallero arrecifeño Alejandro en su prestigiosa "carrera" de cuidador jamás había sido vencido, y esta vez lo iba a ser irremediablemente si el partido no recurría a recursos extremos, como era el de traer combatientes de otras islas, cosa que se había hecho ya, aunque en menor cuantía, en años anteriores y por las dos galleras.
Y aparecen los gallos de Tenerife, del afamado castío de Pérez de Ascanioy del no menos afamado de Acevedo. Y se celebra el noveno domingo en el que el resultado es un empate (3 - 3 y unas tablas), por lo que se llega al último con la misma ventaja de cinco gallos a favor de Teguise. ¿Qué va a pasar? ¿Será capaz el partido de Arrecife de repetir la faena del año anterior venciendo por una "mantilla" (6 - 1) y sacar un resultado nulo en la general? Difícil será, pensaba la mayoría, que se "repita la historia", dado el plantel de gallos veteranos del partido de Teguise. Pues bueno, la verdad es que a punto estuvo de repetirse la historia, repetirse la faena. Ganó Arrecife, con los gallos de Tenerife, por 5 a 2, sacando por tanto tres de ventaja, y si al gallo de la segunda riña no lo dejan ciego de entrada o el quinto no es tan palera y tan mestizón (el único gallo lanzaroteño entre los siete, del castío de D. Carlos Quintana), la “mantilla”, y hasta el "capote”, estuvo en el aire, amenazante.
Tal como se desarrolló la temporada, y en honor a la verdad y sin que nadie trate de ofenderse por ello, yo creo que pudiérase decir que este año en Lanzarote el partido de Teguise venció al de Arrecife por cinco gallos de ventaja en ocho domingos de peleas, y que el partido de Tenerife venció al de Teguise por tres gallos en dos domingos de peleas. Y yo creo que al decir esto nadie tenga por qué ofenderse, ni lo contrario. Ha sido así y todos deben estar contentos dado que la afición, con este refuerzo de última hora de los gallos chicharreros llegados al bando arrecifeño, se ha incrementado, y para el próximo año veremos lo que pasa.
Y ahora algunos simples da-tos históricos, alcanzados de oídas. ¿Por qué se les llama "gallos ingleses" e esos fieros gallos de pelea, tan distintos a los otros, a los llamados de “la tierra”, o "mestizos”? Yo he preguntado y me han dicho, asegurándomelo, que se les llama así porque esos gallos y la misma afición fueron traídos, en una época no precisa del Reino Unido (¿siglo XVII?), y que allá surgió esta raza de gallos del cruce entre la pequeña, casi apalomada, gallina británica y el corpulento gallo, muy fiero, de las islas de la Malasia, que unos navegantes ocasionalmente llevaron a la Rubia Albión. Así nació la raza de los valientes y fieros gallos ingleses, de estatura mediana, variado colorido y pluma brillante. Según parece, desde que apareció el gallo malayo en la metrópoli británica y se verificó el cruce, comenzó allá el deporte de las riñas de gallos, hasta que en su día fue totalmente prohibido por eso del "humanitarismo" y la protección a los indefensos animalitos, a lo que son tan aficionados los rubios y azulados anglosajones. Y es cosa natural, pues, que los ingleses radicados y afincados en nuestras islas trajeran para acá sus gallos,y nosotros, los canarios, aceptamos gustosos el regalo. Después, y con el tiempo, este regalo se lo llevamos los canarios a nuestros hermanos de América: Cuba, Colombia, Méjico, Venezuela... ; países donde continúa celebrándose riñas de gallos, aunque con otra modalidad. Pero allá llevamos la afición nosotros, los "isleños", como en el transcurso de los tiempos llevamos asímismo otros gustos y otras aficiones. Si le debemos a América mucho (el maíz, el tabaco, las papas, la sífilis), también América nos debe a nosotros los canarios, entre otras cosas, ese viril y fiero espectáculo de las riñas de gallos, deporte de hombres (y alguna mujer, entre éstas Olguita) y deporte noble, sano, limpio, rústico y ciudadano a la vez.
Y no quiero terminar este escrito a vuela pluma que se me ha pedido, sin antes rendir homenaje (póstumo y quizá tardío homenaje) al más grande gallero de todos los tiempos, una especie de genio único en toda la historia del deporte gallístico en Canarias: "Pancho el Músico", de pila Francisco Dorta. Todos los demás, al lado de él, fueron y son unos aprendices.
Homenajeados también, y en todo momento, deben ser los que siempre se han sacrificado y han hecho que no se extinga en el Archipiélago tan isleño deporte: los casteadores. Porque se lo merecen, voy a citar de cada isla a los que en este instante me llegan a la memoria:
De Gran Canaria: Villegas, Hernández López, Díaz Aguilar (D. Nicolás y D. Agustín), Lezcano, Hernández Garavote, etc, etc. De Tenerife: Acevedo, Pérez Ascanio, Dorta, Amador, etc, etc. De La Palma: "El Tardío", Acosta, etc. Y de Lanzarote: D. Andrés Fajardo, D. Augusto Lorenzo, D. Andrés Cabrera y su hijo Andresito, D. Domingo Ortega, D. Emilio Sáenz, etc, etc. No cito a nadie de Gomera, Hierro y Fuerteventura, porque en estas islas, cosa rara, no existe la afición y no se celebran riñas.
Una última cuestión no quisiera dejar de abordar o mencionar: la de los "Circos-Galleras" o ruedos de combate. Y voy a hacerla con una pregunta: ¿Cuándo en Las Palmas capital va a contar la afición con un lugar adecuado para la celebración de las riñas? ¿Y cuándo en Lanzarote vamos a tener un Circo-Gallera? En Teguise seguimos como hace doscientos años celebrando las peleas en el viejo Teatro Municipal, antiguamente ermita donde los viejos y las viejas confesaban sus pecados, y también los jóvenes, supongo yo; y en Arrecife las dos últimas temporadas ha habido riñas gracias ala prestación de un almacén o nave donde se guardan autobuses. Increíble.
Este artículo se ha publicado previamente en el número 65 de la revista Aguayro, editada por la Caja de Ahorros de Gran Canaria en julio de 1975.