La ganadería extensiva en esta comarca era básicamente de cabras, por éstas adaptarse mejor que las ovejas al clima seco y a nuestros riscos difíciles. La tradición pastoril caprina arranca de la época de los canarios. De ellos heredamos costumbres como el salto con el garrote, el recuento, la apañada de los guaniles (cabras salvajes), la comunicación por silbos o la propia toponimia como La Gambueza y La Gambuecilla (espacio, barranco propicio para el encierro del ganado).
Pero, tras la Conquista, los nativos fueron desposeídos violentamente de todos los medios de producción, la propiedad de la tierra fértil y los pastizales anexos primeramente fueron repartidos entre los militares y financieros de la Conquista y más tarde entre colonos. Nacieron así los primeros grandes cortijos de ganado.
Los terrenos sin repartir quedaron como propiedad realenga o concejil en su caso. En ellos se trazaron las antiguas marcas de ganado salvaje que representaron desde un primer momento uno de los principales ingresos del Ayuntamiento, Concejo o Cabildo, cuyas ordenanzas de 1531 fueron, al respecto, muy explícitas: que ninguna persona sea osado de matar ganado cabruno salvaje ni otro que sea guanyl, porque la renta del dicho ganado guanyl y salvaje es para los propios de esta Isla (MORALES, 1974: p.130).
Al acabar el siglo XVII y entrar en el XVIII la tradición ganadera ya estaba consolidada, con sus técnicas ancestrales de pastoreo adaptadas a las nuevas tecnologías en el campo de utensilios y la elaboración de los quesos, garrotes, cencerras, zurrones y cañizos, todo ello en el marco de una economía cerrada, aunque con unas perspectivas cada vez mayores de salida por mar de sus valiosos productos hacia el puerto de Santa Cruz de Tenerife, que en días de buena visibilidad parece estar al alcance de la mano.
Hacia 1740-1770, la agricultura de esta comarca comienza a crecer por la venta de granos y hortalizas a buenos precios en el mercado de Santa Cruz de Tenerife, en el marco de la exportación de los vinos. Ello genera una demanda de nuevas tierras y aguas, lo que produce varios conflictos sociales, entre ganaderos y labradores.
El aumento de la riqueza, paralelo al crecimiento demográfico, había llevado consigo la necesidad de asegurar el agua tanto a los pastores como a los labradores, a través de fuentes o minas trazadas debajo de los barrancos, gracias a las cuales mejoraron los abrevaderos de ganado, el abasto público y el riego de las huertas.
La historia avanza con el cambio del Antiguo Régimen por el Liberalismo, en la primera mitad del siglo XIX, y la entrada en vigor del Puerto Franco (1852). Con ello las economías campesinas, basadas en la producción para el autoconsumo y mercado interior, se arruinan por la competencia de los productos alimentarios de importación.
El nuevo régimen político de los liberales puso en venta, a partir de 1850, vía las desamortizaciones, los grandes espacios públicos de esta comarca. De esta forma surgieron nuevos cortijos de ganado, cuya privatización sólo benefició a la clase más rica. Estas nuevas propiedades, baldíos de 300 a 1.500 fanegadas, comenzaron a explotarse, en unos casos en arrendamiento y en otros con pastores asalariados. Entre los nuevos cortijos privados señalamos, en La Aldea, los de Peñón Bermejo, Guguy, Tasartico y Tasarte, adquiridos en subasta por Antonio de Armas, en 1872, que los arrienda a distintas familias de pastores. Luego, a principios del siglo XX, aquellos arrendatarios los compran a los herederos de Armas, como fue el caso de León Espino en Tasartico, Umpiérrez Martel y Rodríguez Viera en Tasarte.
El mayor desarrollo de las comunicaciones marítimas en los primeros años del siglo XX, con una mayor presencia de veleros y vapores para el transporte de los tomates y plátanos (la nueva riqueza), favoreció por algunos años el desarrollo ganadero de esta comarca. Quesos, cabras, reses vacunas… eran embarcados con destino a una población cada vez mayor de las grandes ciudades portuarias.
Pero según caminaba el siglo XX, el subsector caprino también fue decayendo por la fuerte competencia exterior, momento en que definitivamente se imponía la agricultura de exportación, con una mayor capitalización del agro, la presencia de abonos artificiales y la mejora de las comunicaciones.
Cortijos y ganados célebres de esta etapa final de la ganadería extensiva en esta comarca tenemos, entre otros, a los de Las Arenas con su cuatro veces centenaria Casa de Job, Cueva-Nueva y los Falcón (Tifaracás), en el municipio de Artenara pero muy relacionados con La Aldea. También estaban los ganados del señor Medardo (Los Cerrillales), los de Furel, Pino Gordo, Guguy, Tasartico… Y, en Tasarte, los de José Bruno (El Palillo) y Los Rodríguez (Pino Cortado). Sólo dentro de los linderos del municipio de La Aldea, en la década de 1950, se contabilizaban unas dos mil cabras, aproximadamente.
La historia va a cambiar a partir de 1960-1970 con la estabulación bastante intensiva, las nuevas tecnologías y avances en veterinaria, la fabricación industrial (queserías) y hasta con “guerra de leche”, en los años finales del siglo XX, aparte los efectos del sobrepastoreo, en algunas zonas, con gran impacto ambiental.
La ganadería caprina está en estos momentos en una profunda transformación tanto en sus estructuras como en la industria derivada que desde los años ochenta la cooperativa Coaldea con su fábrica de quesos, hoy privatizada, recogía la leche de los principales ganados. En crisis en estos momentos buena parte de la leche de nuestros ganados se comercializa fuera del municipio en queserías de Tenerife y de la Isla, e incluso están naciendo otras pequeñas queserías locales. Es otra historia para contar en tiempos venideros.
El censo más antiguo de ganado vacuno que conocemos aparece en la estadística de Escolar y Serrano, de 1805, que contabiliza unas 342 unidades, con una riqueza de 102.000 reales, frente a los 33.000 de las 1.530 cabras censadas. Casi todas las reses se hallaban dentro del valle principal en el espacio de la Hacienda Aldea de San Nicolás, cuyos dueños los marqueses de Villanueva del Prado primero y los Pérez Galdós a partir de 1892, exigían a cada medianero la crianza de una yunta de vacas que servía para el arado de la tierra y a su vez para dotarla del estiércol fertilizante. Un siglo después, pocas eran las gañanías que contaban con más de 2 ó 3 unidades, nos lo dice el censo de 1919, que sólo sobrepasaban esta media la Casa Nueva con 9 vacas y Juan Dámaso Granados en Artejeves, con 6. De las 197 vacas censadas en aquel año, 14 estaban en Tasartico, 25 en Tasarte, 21 en El Hoyo, 11 en Tocodomán, 8 en Guguy y 118 en La Aldea.
La estabulación del ganado se hallaba integrada en la agricultura minifundista. Cada finca disponía, dentro o fuera de la gran hacienda, aparte la vivienda del labrador, del pajar, gañanía, corral y muladares, donde se criaban algunas cabras, la yunta de vacas, un asno, aves de corral y otros animales domésticos para autoabastecimiento familiar y apoyo a las labores de labranza, como antes indicamos. La tierra aportaba forraje, carrizo, rastrojos, etc. y recibía de los animales el estiércol, la fuerza para arar, sorribar (tirando de la corsa) y trillar, aparte los alimentos básicos (leche, queso, carne, piel...).
Las reses del país se caracterizaban por su nobleza y adaptación a una alimentación escasa y al trabajo. La vaca era criada con esmero por el labrador, a la que le imponía su nombre propio (Lucera, Aceituna...), recibía todo su afecto, como si formara parte de su familia, hasta el punto de que si por alguna circunstancia (gastos de alguna enfermedad, estudios de sus hijos…) se veía obligado a desprenderse de ella, en muchos casos la amargura desprendía lágrimas. Y hasta algún labrador tomaba sobrenombre por alguna de ellas, como fue el caso de Pedro Segura Espino, el recordado Perico el de la Vaca Negra.
Hacia 1950-1960 aún se mantenía la estabulación tradicional y también estaban explotaciones mayores como la de los Rodríguez, en Cabo Verde; los Sánchez-Ojeda, en el lomo de Cormeja; Silvestre Angulo y José Montesdeoca, en Los Espinos; Manuel Ruiz, en Los Cercadillos; La Casa Nueva y otras más. La yunta era aún fundamental para el labrador, tanto para la subsistencia familiar como para el laboreo y fertilización de la tierra. Según avanza la segunda mitad del siglo pasado, la ganadería vacuna va perdiendo fuerza. Se introducen razas europeas de gran producción lechera y, prácticamente, desaparece la estampa de la gañanía doméstica. Se mantiene por unas décadas las vaquerías de los Rodríguez, Manuel Ruiz, José Montesdeoca, Moreno, etc. y aparecen, entre otras, las de Francisco Montesdeoca y Matías Marrero en la Hoya del Viejo, ésta con un sistema de producción más avanzado. Hoy prácticamente han desaparecido las gañanías.
El origen de la Feria de Ganado de las Fiestas Patronales de La Aldea se remonta a las exposiciones que se realizaban en las vísperas del Día de San Nicolás, a principios del siglo XX, en el Barranquillo de La Plaza, al objeto de seleccionar las mejores reses para la venta de carne. Un regidor municipal se encargaba de seleccionarlas y de controlar la matazón, tras una subasta pública entre los diferentes matarifes locales, que pujaban el precio de la carne con gran competencia.
Algunos de los marchantes del primer tercio de aquel siglo fueron Nicolás Ojeda (padre), tradición que siguieron sus hijos y hoy sus nietos: Antonio León, Cecilio García, José Vega, Juan Gómez y Mariano Suárez, frente a los cuales venían otros matarifes de fuera, el más conocido Pedro Hernández, La Perica, de Agaete.
La recordada estampa de aquellos marchantes (sombrero negro, chaqueta de hilo, vara en la mano…) por caminos y carreteras conduciendo los animales comprados a los labradores después de largos regateos y conversaciones, ha desaparecido. Recorrían a pie todos los lejanos pagos de nuestra geografía en busca de reses vacunas y otros animales que luego comercializaban en el mercado interior o, personalmente, sacrificaban para sus propias carnicerías. Además eran asiduos partícipes de la Feria de Ganado de La Vega de San Mateo o de otros lugares, adonde acudían desde La Aldea con sus reses, tras varios días por caminos de herradura:
A pié íbamos y veníamos con las reses. Una vez trajimos un toro muy fuerte desde Puerto Rico con el que ganamos el premio de la Feria. Otra vez llevamos para Guía un toro difícil, comprado en Tasarte, como topaba lo llevamos con un “cabresto”, del harigón pa lante mi padre y pa atrás yo. En el Andén Verde se echó, cansado claro… y allí hicimos noche. Seguimos y volvimos a hacer noche en Agaete, para terminar en Guía. ¡Fuertes trabajos!
(CARMELO LEÓN SAAVEDRA, 11 de julio de 2003)
¿A Nicolás Ojeda, el viejo? claro que lo conocí y bastante caminé por esos “andurriales” llevando reses, incluso a San Mateo; subíamos hasta El Pinar, Pajonales alante, la Cumbre y bajar a La Vega. En los años 60, seguíamos yendo pero ya con mi camión.
(ISIDRO OJEDA MONTESDEOCA, Isidro el de El Hoyo, 10 de julio de 2003)
Hasta su muerte en 1950 la concesión municipal de matazón estaba asignada a Antonio León, luego pasó a Nicolás Ojeda. En ellos se centralizaba toda la actividad con los demás matarifes de la localidad ya mencionados. Llegó a haber dos lonjas, la de Pepito Lucía en la entrada del Callejón del Estanco y la de los Ojeda, junto a la casa de Micaela Suárez. La matazón se llevaba a cabo detrás de El Estanco, junto al camino de Castañeta, y más tarde en el Barranco de Tocodomán, hasta que en los años 60 se construyó el Matadero Municipal.
De mediados de los años 40 en adelante, la exposición del ganado vacuno en el Barranquillo de La Plaza, en vísperas de Fiesta, fue tomando cuerpo de número festivo. A principios de la década de 1950, aquella costumbre ya se había transformado en la actual Feria de Ganado Vacuno, celebrada puntualmente cada mañana de la víspera de San Nicolás. A medida que avanzaban los primeros años de dicho decenio, la Comisión de Fiestas se marcó como objetivo dar realce a la Feria y ésta se ubicó en el amplio cercado de los Calixtos (junto a la Sociedad), transformado en campo de fútbol, antes de su urbanización. Luego se trasladó al lugar inicial de El Barranquillo de La Plaza, siempre con gran expectación y concurrencia de público y, hacia 1958, la exposición ferial comienza abrirse con otros animales, incluso se llega a organizar la primera Exposición de Pájaros.
En este contexto, se consolidó la Feria y con ella la víspera de San Nicolás se iniciaba con la exposición de las reses vacunas, hecho que causaba una gran expectación, no sólo en el recinto ferial sino a su paso, en la ida o en la vuelta, por caminos y carreteras, donde labradores y ganaderos conducían llenos de satisfacción los apreciados animales porque, a la Feria, se iba con lo mejor de su gañanía.
FUENTES MANUSCRITAS:
ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE LAS PALMAS. Sección Audiencia. Expte. 772.
ARCHIVO DEL AYUNTAMIENTO DE LA ALDEA DE SAN NICOLÁS. Censos de ganado, varios.
FUENTES ORALES:
Francisco Araújo, Francisco Valencia, José Martín, Isidro Ojeda, Roberto Ramírez, Carmelo León.
FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS:
Antonio Cardona, Carmelo León, Familia Hernández, Antonio y Lolita Álamo, Guayarmina Suárez y Yudeina García (fotografías de Tasarte), archivo del autor.
FOTOGRAFÍAS RECIENTES:
Francisco Suárez, Jurria El Salem, Marcial González.
CORRECCIÓN DE ESTILO: Marcial González.
OTRAS COLABORACIONES: Museo La Gañanía. Proyecto Comunitario La Aldea.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
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MORALES PADRÓN, Francisco (1974). Ordenanza del Concejo de Gran Canaria (1531). Las Palmas de Gran Canaria.
HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Germán (1983): Estadística de las Islas Canarias. 1783-1806. De Francisco Escolar y Serrano. Caja Insular de Ahorros. Las Palmas de Gran Canaria.
SÁNCHEZ, Lidia y SUÁREZ, José Pedro (1993): “Los pastores voladores” en Canarias 7, 19-X-1993.
SUÁREZ GRIMÓN, Vicente (1987): La Propiedad Pública, Vinculada y Eclesiástica, en Gran Canaria, en la Crisis del Antiguo Régimen. Madrid.
SUÁREZ MORENO, Francisco (1985), “El Salto del Garrote, una pervivencia aborigen”, en semanal de Canarias 7, 25 de junio de 1985.
ÍDEM (1990): El Pleito de La Aldea… Santa Cruz de Tenerife.
ÍDEM (1997): Mogán, de pueblo aislado a cosmopolita. Ayuntamiento de Mogán.
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SUÁREZ MORENO, Francisco y SUÁREZ PÉREZ, Amanhuy. (2005): Guía del Patrimonio Etnográfico de Gran Canaria. Cabildo de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria.
REFERENCIAS EN WEB:
http://www.elsalem.galeon.com/