Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

Jóvenes, valores, educación y sociedad. A propósito de la conferencia de E. Calatayud.

Domingo, 30 de Marzo de 2008
Agustín Ortega Cabrera
Publicado en el número 202

El jueves día 27 de Marzo, organizada por Fepel Canarias (Federación de Ampas de Centro Concertados), se realizó en el Colegio San Ignacio de Loyola, una conferencia titulada “Jóvenes, Valores, Educación y Sociedad”, que fue impartida por Emilio Calatayud, juez de menores de Granada, conocido, como decía el anuncio del acto, por sus originales soluciones en materia de menores en conflicto, por su conocimiento de los aspectos sociales, familiares y legales que rodean a los jóvenes hoy. La asistencia y participación a dicha conferencia fue masiva, de lo cual nos alegramos mucho, por la importancia y trascendencia que tienen todos estos temas, en la realidad de la persona y del mundo, más si cabe en el contexto histórico que nos encontramos.


El título de la conferencia, como se observa, es de gran amplitud, y requería una formación o cualificación integral e interdisciplinar, en un inter-relación sistemática de diferentes materias o disciplinas de pensamiento, de filosofía y ciencias sociales (ética o filosofía moral, política y del derecho, antropología, psicología, sociología, etc.). El juez fue sincero desde el principio, y dejó claro que él no era psicólogo o sociólogo, que iba abordar los temas desde su formación y experiencia de juez, y, a la vez, de padre y ciudadano. En el fondo de esta manifestación, pensamos que puede latir, como hemos visto y experimentado muchas veces, un lamento de déficit de formación humana, social e interdisciplinar (en filosofía y ciencias sociales), que padecen los planes académicos y formativos de muchos estudios y carreras universitarias, en especial -lo cual es más grave- las de ciencias, estudios y profesiones sociales (ciencias de la educación, del derecho o jurídicas, trabajo y educación social, económicas y empresariales, etc.).

La verdad es que el juez mostró gran formación y cualificación jurídica, unido a una sensibilidad humana y social, señalando los actores o protagonistas sociales que influyen y promueven la educación de los jóvenes, como son las familias, la escuela y profesores, los medios de comunicación social, etc. Apuntando, de forma muy aguda, como en la sociedad española, hemos pasado de una sociedad pre-democrática, dominado por el autoritarismo-entendida en clave dominación y poder- en todos los niveles (familiar, educativo, social, etc.), a una sociedad democrática o (mejor, decimos nosotros con el pensamiento actual) post-democrática o post-moderna (una segunda modernidad), donde la autoridad o responsabilidad que tienen estos diferentes actores sociales, como la familia y la escuela, los padres-madres y profesores, ya no son valorados por parte de los jóvenes, ya no son significativos para ellos, en una confusión o disolución de estas realidades y figuras, como es el ser padre-madre o profesor. Y presentando, con ejemplos prácticos de su desempeño profesional en su labor de juez, como las actuaciones jurídicas o judiciales tienen y deben ir encaminadas a la inclusión y promoción social del joven, al servicio o responsabilidad que debe tener dicho joven con la comunidad y sociedad., y no a la “judialización” o represión y venganza carcelaria-punitiva del infractor juvenil.

En lo más hondo de su planteamiento, de forma más o menos explícita, el juez Calatayud estaba detectando y reconociendo que la persona o el joven no nace o es (de forma natural-biológica o por designio divino) delincuente y violento (como nos quieren hacer creer algunas tendencias, de signo retrógrado o integristas), sino que, en su proceso de personalización y socialización, va siendo condicionado o influido y educado por diversas realidades e instituciones humanas, culturales y sociales, como la familia, la escuela o la opinión pública (tal como señalaba), que van forjando y conformando su carácter, conciencia y personalidad, que lo hacen vivir y actuar de una forma u otra, como puede ser en forma de una actitud despótica, dominativa y violenta. Esto que acabamos decir está hoy claro en lo mejor y más cualificado de la ciencias humanas y sociales (“es de manual”, como se suele decir).

En esta línea, tal como se le apuntó al juez en el debate y que este reconoció en sus aspectos fundamentales, se puede y debe complementar esta reflexión de E. Calatayud sobre los temas abordados, en una perspectiva más filosófica, ética y desde las ciencias sociales, para que el tratamiento de los mismos sea más integral y global, y no se queden en una visión algo sesgada o deformada de toda esta realidad. Porque la realidad social o sociedad, en cierta diferencia de lo que dijo el juez y alguna que otra persona en el debate, no es ni está compuesta sólo ni meramente por (la suma de) las personas o grupos sociales (los padres y madres, abuelos, profesores…), sino que, como nos enseña la ciencia social hoy, hay diversas instituciones, leyes, sistemas, mecanismos, estructuras…(de tipo culturales, políticas, económicas, etc.), que, una vez establecidas o instituidas, funcionan con cierta autonomía o independencia de la acción de estas personas o grupos sociales, a no ser que se incidan directamente sobre ellas, se transformen forma directa; y es que en este sentido, lo cual es muy importante y trascendental, estas instituciones y estructuras son el ambiente o clima y marco global, que rodea y en el que se insertan estos jóvenes, sus familias y la escuela, que se ven condicionados y configuradas por este sistema socio-estructural.

Por ejemplo, como ya se ha comentado, por mucho que uno eduque o quiera el bien para sus hijos y los suyos, estos -al igual que la familia y a la escuela- también se encuentran envueltos en la sociedad de la información (televisión, publicidad, video-juegos, internet…), que domina todos los espacios y ámbitos de la vida (de la ciudad, de la sociedad, etc.), estarán influidos por los valores, pautas y modelos de vida-sociales que difunde esta estructuración y organización social, a no ser que “los metamos -nos metamos todos- en una cueva” todo el día, cosa improbable. Si dicha estructura o sistema y red informacional-cultural, con los valores y modelos que transmiten, son perjudiciales, no son humanos ni éticos, para el joven, para la familia y la escuela, habrá que transformar directamente este sistema o estructura de la comunicación-cultural, creando a la vez otras, de forma humana y ética, si de verdad se quiere que los jóvenes se eduquen y socialicen de manera adecuada.

Porque, como hoy reconoce lo más cualificado de las ciencia sociales (por ejemplo, los Premios Príncipes de Asturias de Ciencias Sociales, J. Habermas, A. Giddens y R. Dahrendorf, o los Premios Nobeles de economía, A. Sen o J. Stiglitz), en una perspectiva humana y ética-crítica, hay estructuras o sistemas y poderes (políticos y económicos), como el actual y global neoliberal-capitalista, que mediante el mercado y el estado, colonizan el mundo de la vida (los valores, ideales, intereses, necesidades y capacidades de las personas y pueblos), que imponen su cultura individualista, competitiva, economicista, mercantilista, materialista…, el afán de tener y poder o conquista, del beneficio, ganancia o capital, la violencia y la guerra. Evidentemente, este sistema actual deshumaniza y aliena, crea desigualdad y empobrecimiento, paro y precariedad o explotación laboral, violencia y agresión, inseguridad y riesgo, patologías y adicciones, etc., en el que nos vemos afectados todos lo grupos sociales, ya sean (más o menos) ricos o pobres, aunque obviamente incide de forma especial en aquellos sectores o colectivos en situación o riesgo de marginación social, más empobrecidos y excluidos.

Una sociedad y su cultura, como la nuestra, como nos dicen autores y estudios cualificados, donde lo que prima es el individualismo y el hedonismo, la ganancia y la competitividad, el consumir o tener y el poder, la violencia y la guerra, pon encima de ser persona, del sentido y valores como la vida y dignidad de la persona, la fraternidad y la empatía o compasión, la solidaridad y la justicia (social), la igualdad y diversidad (cultural), la participación y protagonismo (ciudadano, social, política), la paz y la no violencia…, una sociedad así, decimos, es inhumana, patológica y enferma, oprime y subyuga a la persona, le obstaculiza su felicidad y realización personal-comunitaria, le impide su salud y desarrollo integral, le coarta su dinamismo de vida global , ética y sociopolítica.

Por ejemplo, como síntomas y símbolos emblemáticos de lo que venimos diciendo, ahí están patologías o enfermedades psico-sociales, como la depresión, la ansiedad y las adicciones. La cultura y el sistema social actual con sus tendencias de sociedad salvaje (darwinismo social), inhumana, individualista e insolidaria: deprime al ser humano, le reprime o amputa el sentido y significado de la vida, sus más nobles valores e ideales (el amor, la justicia, la paz…), sus dinamismo de vida, confianza y estima o esperanza, de una vida realizada y un mundo mejor, los sume en el vacío existencial y la soledad; produce una vida ansiosa y frenética, con un estilo y ritmo de vida (social, laboral…) insoportable e inhumano, basado en la competitividad, productividad y eficacia, que rompe al ser humano, lo acelera y desestabiliza, hasta tal punto, que no aguanta dicha presión salvaje; este vacío vital y falta de sentido en el ser humano, que lo evade y aliena, impulsado por esta sociedad de consumo y mercantilista, le lleva a refugiarse y sumergirse en las conductas adictivas-consumistas de todo tipo de productos, objetos y sustancias (legales o ilegales, naturales o tóxicas-químicas…), que conllevan el deterioro o destrucción de la salud y del desarrollo.

De todo lo anterior, como se habla hoy en la pedagogía actual, se deduce que lo que hace faltan son sociedades educadoras e inteligentes, donde las personas, grupos sociales, sistemas e instituciones o estructuras…eduquen y promuevan, formen y promocionen a las personas, a los/as niño/as o jóvenes, a la comunidad humana, en todos los valores, actitudes y claves (humanas, éticas, ciudadanas, sociales, políticas, etc.), como la solidaridad y la justicia (social), la paz y la no violencia, la promoción de la vida, dignidad y derechos humanos, de la ecología y de la diversidad inter-cultural, etc. Liberando y transformando, así, todos los valores o principios, actitudes y sistemas o estructuras, que impidan a la persona y al joven, a las comunidades, tener una vida humana, honda y con sentido, liberadora y comprometida o responsable con los otros, con la sociedad y el mundo, una actitud creadora y transformadora de más humanidad, vida, cultura, participación, justicia, paz, bondad y belleza en la historia.


Agustín Ortega Cabrera es Diplomado en Trabajo Social, estudios de Filosofía, Ética y Antropología, doctorando en Ciencia Sociales (formación del profesorado) en la ULPGC. Subdirector del Centro Loyola, profesor de ESO y del ICSE.


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