Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Maestro Juan Aguiar.

Jueves, 03 de Enero de 2008
Clemente Reyes Santana
Publicado en el número 190

La Agrupación Musical Facaracas celebró, el pasado veintitrés de noviembre, su segundo Festival. Este encuentro anual con la música popular tiene como finalidad, además de ofrecer nuestra música y mostrar a los grupos que la hacen posible, traer a la memoria aquellos personajes que han contribuido a la conservación y difusión de la cultura canaria. Este año tuvimos la inmensa suerte de recibir la visita de la Parranda Cuasquías, Los Granjeros y Los Gofiones, quienes junto a Facaracas dedicaron la noche del viernes a rescatar la figura del mejor luthier que ha dado Gáldar: D. Juan Aguiar Díaz.


 
 
Con el patrocinio de la Consejería de Cultura del Cabildo de Gran Canaria y la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Gáldar, la Agrupación Musical Facaracas celebró, el pasado veintitrés de noviembre, su segundo festival. Este encuentro anual con la música popular tiene como finalidad, además de ofrecer nuestra música y mostrar a los grupos que la hacen posible, traer a la memoria aquellos personajes que han contribuido a la conservación y difusión de la cultura canaria. El pasado año contamos con la presencia de Los Labrantes de Arucas y el trío de pulso y púa Ajódar, dedicando el acto a recordar la labor del legendario grupo galdense nacido hacia la mitad del pasado siglo: Hijos de la Noche. Este año tuvimos la inmensa suerte de recibir la visita de la Parranda Cuasquías, Los Granjeros y Los Gofiones, quienes junto a Facaracas dedicaron la noche del viernes a rescatar la figura del mejor luthier que ha dado Gáldar: D. Juan Aguiar Díaz. Con este plantel de lujo, amenamente presentado por el historiador guiense Julián Melián Aguiar, se desarrolló el más que merecido homenaje al recordado constructor.
 





 
Gáldar no ha sido pródiga en el arte de la luthería pero, aún así, ha aportado a nuestro acervo cultural destacados artesanos especializados en la construcción de instrumentos musicales de cuerda. Sí han proliferado innumerables músicos que cultivaron la música tradicional y, con ellos, constructores que hubieron de proporcionarles las herramientas precisas para su práctica. Antaño destacaría el maestro Eustaquio Martín El Zapatero, quien sin dedicarse específicamente a esta labor, construyó no pocas guitarras, algún timple, mandolinas hechas con cortezas de calabaza, violines y hasta un contrabajo. Era maestro Eustaquio un hombre polivalente, como tantos otros en Canarias, que habían de suplir con habilidad e ingenio las carencias con que se vivía en épocas de escasez.


Sin embargo, pese a los muchos méritos contraídos por maestro Eustaquio, el último de los luthiers galdenses vivos y el más prolífico de todos es, sin lugar a dudas, maestro Juan Aguiar Díaz. Nuestro protagonista ha dado prestigio a sus construcciones, dotando a los grandes intérpretes de nuestra música tradicional de todo tipo de instrumentos de cuerda hechos en Canarias y provistos de una gran calidad y sonoridad propias.


Nuestro hombre vino al mundo en el simbólico día de los enamorados del año de 1936. Nació en el seno de una familia de agricultores modesta del municipio de Gáldar, formada por el matrimonio entre D. Benito Aguiar y Dª. Rafaela Díaz. La crudeza de su infancia comenzó muy pronto, como a tantos otros niños víctimas de una convulsa época que les azotó con dos grandes guerras. Sus problemas afloraron desde el momento mismo de la inscripción del nacimiento en los registros correspondientes. Cuando su padre se acercó al pueblo para efectuar la notificación, se encontró con un piquete de exaltados que le impidieron llegar hasta el registro civil, de modo que hasta pasados algunos años, Juan Aguiar no existiría salvo en el registro parroquial, único lugar al que pudo acceder su progenitor. Sería su madre quien daría cuenta al registro civil pasados dos años. La diferencia de fechas trajo no pocos problemas administrativos a maestro Juan, que cargó con la errata hasta bien entrado en la madurez.


La guerra del 36 se llevó por delante a su padre, desaparecido en el frente de Teruel cuando Juanito apenas contaba con dos años de edad, complicando así la situación familiar hasta extremos impensables. Los pocos estudios que se pudo permitir Juan Aguiar fueron los de ingreso y primero de bachiller en el extinto Colegio Cardenal Cisneros de su ciudad natal, enseñanzas que no acabaría como consecuencia de un incidente que marcó su vida de estudiante. Su profesor, el maestro Marcelino Cisneros, le castigó duramente por una falta menor que nunca cometió, provocando la radical negativa del muchacho a volver al colegio.


Su vida laboral se iniciaría muy pronto, acuciada por la situación familiar y por la persistente escasez propia de la época de postguerra española. Sería con apenas diecisiete años cuando se incorporó al trabajo en la carpintería de Manuel Sosa, en el barrio de Marmolejos, pero antes ya había realizado faenas agrícolas y duros trabajos mal pagados en la labranza. Poco aprendería allí sobre la profesión de carpintero, ya que los pocos trabajos que se realizaban eran de escaso valor técnico. Pero algunos años más tarde, otro carpintero de la zona, D. José Mendoza, se fijó en el joven y le ofreció un contrato. Juanito ganaba doscientas diez pesetas mensuales y Mendoza le ofreció doscientas cincuenta, más incluso de lo que cobraban algunos de sus antiguos empleados. En su nuevo taller trabajó duramente y en condiciones lamentables para aprender la profesión que adoraba. Recuerda con tristeza sus estancias en la capital, viviendo y pernoctando en almacenes sin agua, luz ni servicios de ningún tipo, trabajando hasta las diez de la noche y durmiendo entre máquinas, envueltos en mantas plataneras. Sin embargo, durante esta travesía, Aguiar aprendió a usar las máquinas y se formó en el oficio.


Durante su estancia en Becerril, donde prestó servicios en la manufactura maderera de D. José Rios, compartió trabajo con otro gran carpintero galdense y conocido constructor instrumentista, a quien Aguiar admiraba como profesional, D. José Pérez Melián. Ambos guardaban vecindad con la barbería de Mireles quien, además de barbero, era un hábil timplista enrolado en las filas de la rondalla Princesa Guayarmina. Mireles no se cansaba de insistirles a ambos para que se dedicasen a construir timples siguiendo la línea de Pepito Alemán El Calabaza, afamado constructor de Santa Brígida, de quien afirmaba ser el autor de los instrumentos más feos pero de mejor sonido, superando incluso a los muy célebres realizados por Tavío en Lanzarote. Eran Timples muy pequeños, de escasos trastes y con una escala alejada de los actuales, con apenas treinta y tres centímetros. Sin embargo su sonido característico era muy apreciado por los folkloristas de la época.


Un buen día se animó y más por curiosidad que por vocación, se decidió a fabricar un timple, mientras José Pérez ejecutaba otro. Provisto de un tronco de Nogal, traído desde Juncalillo, comprado en El Agazal y trasladado a duras penas sobre su bicicleta hasta el pago de Becerril, Juan Aguiar comenzó su andadura como constructor de instrumentos. José Pérez le cedió su molde y con aquellos materiales construyó su primer cordófono, un timple extraído de aquel simple pedazo de nogal que supuso sus inicios en la luthería.


Sin embargo tal aventura dejó sin pena ni gloria a maestro Juan quien, tras darse por satisfecho con el invento, no quiso volver a construir timples ni nada parecido.


Un acontecimiento fortuito sucedido años más tarde cambiaría para siempre la dedicación profesional de Aguiar. Durante una de las tantas serenatas otrora tan comunes en el Norte, en la que participaba un grupo de folkloristas guienses, integrado por Perico El Barbero, Pepito El Rubio, José El Cubano y otros, cayó al suelo la bandurria de Pedro Mendoza, sufriendo daños de consideración. Aquel instrumento había costado no pocos sacrificios a su propietario, quien ahorró durante meses para adquirirlo a su constructor, el no menos célebre Angelito Rodríguez Guerra, natural del pago de Fontanales.


Contaba Aguiar con tan solo veintidós años cuando recalaron por su taller los dos apenados folkloristas, Pepe El Cubano, grandísimo tocador y Perico El Barbero, púas ambos procedentes de la Agrupación Princesa Guayarmina. Pretendían los músicos que el galdense reparase la siniestrada bandurria, cuya caja armónica estaba destrozada. Aquella reparación había sido dada por imposible por su propio constructor -Angelito- quien rechazó el encargo. Juan Aguiar opinaba igual, pero ante el altísimo valor sentimental de la bandurria y la reiterada insistencia de los amigos, decidió armarse de paciencia y, aún a riesgo de fracasar en el intento, probó suerte sin dar muchas esperanzas a los músicos. Al finalizar su jornada laboral como carpintero, se quedaba en el taller armándose de cariño y dedicando a la bandurria su escaso tiempo libre y una paciencia infinita. Así, extrayendo las astillas una a una, logró retirar todos y cada uno de los restos deteriorados de la caja. Echó mano del viejo trozo de Nogal, cortó, cepilló, ensambló y se dispuso a fabricarle una nueva estructura al maltrecho instrumento. Una vez armada, la lijó y enlució con tanto esmero que la bandurria parecía recién salida de fábrica. Cuando días más tarde llamó a Perico para que le trajese cuerdas nuevas, el propietario no se lo podía creer. Acudió a presenciar el milagro y una vez que Pedro Mendoza tuvo la bandurria en sus manos sólo le faltó llorar. Tanto fue así que se desplazó a Las Palmas para que D. Ángel Guerra viese en persona la proeza del carpintero norteño, quien no daba crédito al prodigioso resultado.
 





 
Desde aquel momento comenzaría a difundirse por los rincones musicales del Norte la fama de Maestro Juan. Sería el popular Chanito (D. Sebastián Godoy Bolaños), Director de la mítica rondalla guiense Princesa Guayarmina, quien pocos días más tarde le llevaría una guitarra de Palo Santo para reparar. Luego le encargaría una Bandurria, de las que Juanito construyó dos, siguiendo las medidas tomadas de la de Perico, también de la misma madera: Nogal. Éstas serían los dos primeros instrumentos de plectro fabricados por Maestro Juan. Más tarde vendrían un Laúd, un Requinto y una Guitarra, encomendadas por Chanito que irían a engrosar el patrimonio de la misma rondalla y otras más que desde el grupo Tirma Guiense también le pedirían. Como curiosidad, cuenta maestro Juan que una de tales Bandurrias recaló un día por el taller de Angelito, llegando a creer el veterano luthier que había sido fabricada por él mismo, dado que era una fidedigna reproducción de la de Pedro Mendoza, obra -esta sí- del afamado constructor. Cuando supo que aquel instrumento había sido construido por el mismo artesano que había reparado la Bandurria de Perico, insistió en que le invitasen a pasar por su local, pues tenía gran interés por conocerlo.


D. Juan, arrastrado por la curiosidad y después de haber oído hablar tanto del famoso Angelito, decidió acercarse por el taller del anciano carpintero, situado entonces en la calle Fontana de Oro de la capital insular. Cuando nuestro hombre acudió a la cita, sufrió un interrogatorio en toda regla por parte de D. Ángel, quien no se creía que un simple carpintero especializado en muebles hubiese logrado reparar semejantes desaguisados y, menos aún, construir instrumentos con tan esmerado resultado. Angelito, que entonces debía rondar los sesenta años, quería asegurar la pervivencia de su empresa y, tal fue así, que ofreció al galdense incorporarse a su taller y aprender el oficio de la luthería. Maestro Juan se interesó por la obra de Angelito quien -por aquella época- fabricaba púas y guitarras de gran calidad que se vendían en Venezuela al precio de nueve mil pesetas. Pero para el artesano galdense todo aquello significaba un trastorno considerable, tanto por los traslados a Las Palmas, como por el cambio de especialidad y, pese a la machacona insistencia del veterano luthier, rechazó la invitación. Años más tarde se arrepentiría de aquella decisión que pudo acarrearle el aprendizaje necesario para tal dedicación.


A partir de aquel momento Maestro Juan construiría cientos de instrumentos de cuerda: Guitarras, Guitarras bajas, Guitarrones, Requintos, Bandurrias, Mandolinas, Mandolas, Laúdes, Laudines, Timples, Contras, Cuatros, Prims, Vihuelas, Bandolas, etc. Reparó multitud de cordófonos, entre ellos algunos tan singulares como la primera guitarra con que se dio a conocer el popular cantante guiense Braulio. Construyó una guitarra baja para uno de los mayores guitarristas grancanarios, el ingeniense Blas Sánchez. En cierta ocasión realizó para D. José González (más conocido como Pepito El Rubio) un Guitarrón mexicano, que fue a parar a un grupo de la Universidad de Las Palmas. Las cuerdas las encargó en Méjico y en la Península, llegándole antes las mexicanas. Junto al Guitarrón elaboró unas Vihuelas, cuyo destino no recuerda. También llegó a fabricar dos Prims, réplicas de un instrumento de Juan Gutiérrez traído de Europa, cuya afinación se desconocía aquí, de modo que se afinaban de igual modo que la Mandolina. Su inquieta mente no dejó de innovar, al punto de confeccionar una guitarra sin boca o tarraja en su tapa armónica.


Trabajó con muchas maderas, contrastando su operatividad, flexibilidad, dureza, sonoridad y resistencia, pero quizá sus preferidas fueron el Nogal y el Palo Santo. Materiales éstos que, por su calidad, sirvieron de base a los mejores instrumentos elaborados por nuestro artesano.


Aguiar Díaz conocía la importancia de la encordadura en el sonido del instrumento e importaba cuerdas desde fábricas situadas en medio mundo para aplicarlas a sus producciones. Pero, además de su formación autodidacta basada en la experimentación, fue un innovador en la investigación de instrumentos inusuales en nuestra música tradicional. Así, cuando llegó a Canarias la Orquesta de Laúdes Españoles Roberto Grandío, en cuyo inventario figuraban desde variantes medievales de este fecundo instrumento hasta diversas construcciones, formas y dimensiones de bandurrias y del mismo cordófono, nuestro hombre se armó de libreta y bolígrafo y se dispuso a estudiarlos. Habló con su Director Pedro Chamorro, quien le autorizó a tomar sus medidas y allí se plantó, midiendo escalas, trastes, puentes, cajas, mástiles y hasta el más mínimo detalle de aquellos peculiares y únicos Laúdes. Los jóvenes músicos se sonreían al ver al modesto carpintero calcando detalles que, aparentemente, resultaban insignificantes. Tomadas las mediciones, Aguiar se retiró, agradeciendo las facilidades dadas. A los pocos meses, ya había fabricado un Laúd Bajo y un Laúd Tenor, instrumentos que nunca se habían construido en Canarias o, al menos, nunca se habían logrado con un relativo éxito. En una gira posterior de la misma orquesta, Maestro Juan llamó a Chamorro para mostrarle sus trabajos. El Músico los probó, examinó y reexaminó, quedando tan sorprendido por el resultado que le compró dos para la orquesta, afirmándole que sonaban y afinaban mejor que los originales de los cuales habían sido copiados. Lo que el luthier galdense nunca confesaría al Director de la Orquesta es que, al medirlos, se había percatado de un defecto de construcción de los vetustos Laúdes, lo que provocaba una fallo en la afinación. Error de construcción que, como era de esperar, él no cometió en los suyos. Además, los Laúdes originales sobrecargaban la tapa armónica curvándola, ya que carecían de cuerdas de acero lo suficientemente largas para alcanzar el refuerzo del contrapuente y tenían que sujetarlas al puente únicamente. Este problema lo solucionó Aguiar encargando a la fábrica FENDER, en Estados Unidos, cuerdas de acero para Guitarra Acústica y sorprendiendo aún más a los laudinistas peninsulares, que no salían de su asombro.


De aquel acontecimiento llegó a estas tierras el Laudín, o Laudino, que -a su vez- fue localizado de manera casual por la Orquesta en un anticuario de Argentina y, aunque sus músicos habían oído hablar de él, nunca se habían tropezado con un ejemplar. También midió los Laúdes Bajos, de los que fabricó varios. No quiso seguir tomando notas porque las bandurrias no aportaban gran novedad y el más bajo de los Laúdes no era más que un Contrabajo con caja en forma de Laúd, lo que no despertó el interés del artesano.


Nunca se especializó en ningún instrumento concreto, construía todo lo que se le antojaba. En cierta ocasión escuchaba Tangos argentinos y detectó un sonido grave en las guitarras que, sin llegar al registro del contrabajo, daba un bonito acompañamiento de fondo a la guitarra primera. Investigó, hasta dar con un guitarrista que le aclaró la duda: se trataba de un Guitarrón Argentino provisto de una caja mayor que la de nuestras guitarras españolas y cuerdas de sexta gruesas que, para poder reproducirlo, hubo de importar desde Argentina al construir su primer Guitarrón.


Juanito recuerda cómo el guitarrista Blas Sánchez -que visitó su taller en varias ocasiones- se quejaba de las encordaduras españolas, pero reconocía que en nuestro país se fabricaban buenas guitarras (él las adquiría a la casa Contreras), pero las cuerdas nunca fueron adecuadas para tales instrumentos. Con esta inquietud, Aguiar contactó con muchas fábricas localizadas en medio mundo, intentando siempre adquirir las mejores cuerdas para sus producciones.


En su empeño por emular con instrumentos tradicionales la estructura musical de las orquestas sinfónicas, llegó a construir una orquesta de Timples creados para distintas afinaciones y compuesta por ocho instrumentos de diversas dimensiones, proyecto que nunca llegó a estrenarse por desidia de los músicos. Llegó a invitar a Totoyo Millares para que los probase, pero no debieron ilusionar mucho al timplista, que desistió de promover tal iniciativa. Aguiar siempre se quejó de la escasa formación de los músicos tradicionales, lo que les impedía sacar todo el partido a los instrumentos, así como introducir innovaciones que mejoraran los trabajos musicales.


Especialmente celebrada fue la Bandurria Electroacústica que Aguiar construyó a la medida de D. José Falcón Quevedo para su popular orquesta Falcón Boys. Con aquella Bandurria maciza hecha de madera de Moral y conectada a un amplificador, hábilmente empleada por el guiense se amenizaron infinidad de aquellas populares verbenas realizadas por toda la geografía de la Comarca Norte. Dicho instrumento constituyó una gran innovación en su tiempo, dado que no existían precedentes -al menos en el archipiélago- de semejante invención. A raíz de su construcción le llovieron los encargos de piezas similares al artesano norteño.


Aguiar se quejaba de que mucha gente importaba instrumentos sin saber su afinación y sin conocerlos en profundidad, de modo que compraban malos instrumentos a precios altísimos. Él tenía su propia receta, infalible además, aconsejaba no comprar instrumentos en tiendas de música, sino directamente a los músicos callejeros y sólo una vez que se hubiesen escuchado en acción.
 

Construyó instrumentos para componentes de afamados grupos de la talla de Gofiones, Mestisay, Verode, Granjeros, Cebolleros, Faycanes, Cuasquías, Princesa Guayarmina, Tirma Guiense, Rondalla de Pulso y Púa Tomás Morales, Estrella y Guía, Altahay, Raíces de Tajinaste, Atidamana, Noroeste Guiense, Atazaicate, Sancochos, etc, aunque hoy sus trabajos se encuentran diseminados por todas las Islas, península y parte del extranjero. Algunos grupos, como Mestisay en sus inicios, Sancochos o Pulso y Púa Tomás Morales, llegaron a disponer de una instrumentación elaborada en su integridad por el luthier norteño.


Casó a los veintiocho años con Dª. Francisca Santana Delgado, matrimonio del que nacieron sus cuatro hijos Ángel, Jorge, Samuel y Nieves. Pero, aunque todos tuvieron gran aptitud para la música, ninguno quiso seguir con la tradición profesional del veterano constructor.


Maestro Juan también abordó la enseñanza de la luthería, si bien ello supuso un fiasco para el artesano galdense. A finales de los años ochenta recibió una invitación del Cabildo de Gran Canaria para transmitir sus conocimientos y enseñar a los jóvenes la construcción de timples. Para ello se constituyó una Casa de Oficios con sede en Gáldar en la que Aguiar intentó inculcar a sus alumnos los conocimientos necesarios para la fabricación de tan genuino instrumento canario. Pero el maestro se vio frustrado en su intención por el escaso interés mostrado por sus alumnos, que estaban más preocupados por el sueldo que recibían que por aprender.


Su popular taller, situado en el garaje de su casa, numerada con el 75 de la montañera Calle Princesa Guayarmina, fue durante muchos años el lugar de peregrinación de infinidad de músicos y tocadores populares que venían a encargar los preciados instrumentos y a reparar los percances sufridos por el uso diario. Allí, entre moldes para timples, cajas armónicas, clavijeros, barnices, maderas nobles ya envejecidas, herramientas de carpintería y un viejo vehículo Vauxhall, siempre cubierto por mantas plataneras, que servía de estante a las producciones de nuestro protagonista, se gestó una parte importante de la historia de los instrumentos tradicionales de Canarias.
 





 
A pesar de la gran demanda de sus elaboraciones, compaginaba la luthería con su desempeño profesional como carpintero, llegando incluso a atreverse en la construcción de un barco. El reto le surgiría a consecuencia de un desprendimiento de rocas en la rada de Sardina, que destrozó varias embarcaciones de pescadores. Uno de los perjudicados pidió a nuestro hombre que le construyese un nuevo barco, cosa que Juanito aceptó y logró llevar a cabo felizmente tras varios meses de dedicación y entrega al rivereño proyecto. Y sin haber realizado nunca antes barco alguno.


En 1972, mientras manipulaba una máquina de carpintería, sufrió la amputación del dedo anular de su mano derecha. Aquel percance le hizo reflexionar y pensó que no podría estar toda la vida desempeñando el trabajo de carpintero, de modo que se planteó seriamente dedicarse de lleno a construir instrumentos, actividad que -hasta aquella fecha- desarrollaba solo a ratos. Así en 1979 dejó la carpintería para abrazar definitivamente la luthería hasta el fin de su vida profesional.


Con el fallecimiento de su esposa, Dª. Panchita, en julio de 2005, se vino abajo su ánimo y perdió la ilusión por la profesión que durante muchos años le otorgó notoriedad y a la que entregó todo su tiempo y energías. Hablar de Maestro Juan Aguiar es hablar de una personalidad en la confección de nuestros instrumentos tradicionales de cuerda y es raro el grupo donde no figuren varias de sus elaboraciones.


Este modesto artesano, enemigo declarado de la notoriedad, pasó toda su vida profesional intentando alcanzar la perfección con sus instrumentos, siendo consciente de que la luthería no es una ciencia exacta. Así, dos instrumentos realizados con idénticas maderas, iguales moldes y procedimientos similares nunca suenan igual, de ahí la gran complejidad de este difícil arte, en cuya práctica muy pocos han destacado. Quizá la virtud más sorprendente de este hombre fuera que sin tener conocimientos musicales ni tocar instrumento alguno, fuese capaz de construir de forma totalmente autodidacta todo tipo de cordófonos, alcanzando unos niveles de calidad excepcionales.


En el homenaje referido al principio, Facaracas se constituyó en portavoz del pueblo que le vio nacer y realizarse como insigne constructor, así como representante del mundo del folklore, pretendiendo sacar del olvido a una de las figuras más significadas de la artesanía grancanaria. El nombre de Maestro Juan Aguiar Díaz permanecerá siempre en nuestra memoria y en el sonido de los cientos de instrumentos que aportó a la música canaria. El folklore de nuestra tierra mantiene una deuda con Aguiar y, desde Gáldar, con la impagable ayuda de los sensacionales amigos de Cuasquías, Granjeros y Gofiones, tuvimos la enorme satisfacción de ofrecerle nuestro sencillo reconocimiento de afecto y consideración.

 
 
 
Comentarios
Lunes, 25 de Noviembre de 2019 a las 08:24 am - Pedro diaz

#06 Buenos días. Vivía en las Palmas cuando mi padre me compro una bandurria a D. Juan. Aún la toco, 1975-76. Está algo rayada pero no la cambio por nada. Mi correo pediratop@gmail.com.

Gracias desde Zaragoza

Miércoles, 05 de Febrero de 2014 a las 17:05 pm - hhh

#05 necesito saber el costo actual de una bandola de 16 cuerdas de 120 o 50 años de antiguedad

Jueves, 14 de Mayo de 2009 a las 03:05 am - aquiles velo

#04 si maestro me gusto tu trabajo talvez me hagas el favor de enseñarme el nivelado del diapason que no me salen tan limpias en al ejecutar la cuerda

mi correo avva27@hotmasil.com gracias por el tips

Martes, 22 de Julio de 2008 a las 00:31 am - pepe bolaños (grupo sancocho

#03 Muchas felicitaciones al grupo FACARACAS.por el merecido homenaje

alMAESTRO D.JUAN AGUIAR,siento no haberme enterado dicho homenaje,para poder estar hay.El maestro se merece todos los adjetivos,que se han dicho de el y mucho mas,me precio de ser uno

de los que mas instrumentos variados hechos por el tengo conmigo,aun tocandolos en la actulidad algunos con mas de treinta años.Un abrazo para EL MAESTRO y a udes tambien

Martes, 22 de Enero de 2008 a las 22:52 pm - onda canaria-canarias canta

#02 muchas gracias a todos los ke participaron en recopilar toda esta imformacion tan transparente de este artesano ejemplar donde los hALLAN FELICIDADES BARTOLO JIMENEZ

Jueves, 03 de Enero de 2008 a las 14:34 pm - Pedro

#01 !Bravo Clemente ¡ al reflejar a Juanito desde el corazon .

Muy buena naración me haces sentir orgulloso de pertenecer a Facaracas

Gracias amigo