El ocho de diciembre de 1879 sonaron en Santa Cruz otras campanas que las de la Parroquia de la Concepción. Sonaron también las de los campanarios de las veintitantas publicaciones que por entonces aparecían en Tenerife, para anunciar el bautizo de una recién nacida. Su nombre, ya lo adivinarán ustedes, REVISTA DE CANARIAS. En su primera página un editorial, firmado por la redacción, muy posiblemente escrito por su director, don Elías Zerolo, que marca desde el primer día el rumbo de este periódico: El mar nos separa de Europa y del mundo. Allá, lejos de nosotros, la vida se muestra en esa actividad de la cual son la ciencia y el arte manifestaciones. Desde aquí, si algunos admiran el espectáculo, otros renuncian a una contemplación en que los ojos han de luchar penosamente con la distancia. Acortar esto en lo posible, extendiendo y facilitando conocimientos hoy más necesarios que nunca, y hacer ver en algún modo que también, nosotros participamos más o menos de la vida universal, es empresa algo azarosa, pero digna de que la acometamos. Sí (queda muy claro en el párrafo que leímos), la Revista de Canarias se propone acortar distancias, hacer de Tenerife, que era centro geográfico de España, a medio camino de la España peninsular y la España americana, centro también de la cultura y del pensamiento moderno, por entonces, como ahora, entronizado en unas naciones europeas con las que Canarias sostenía constantes relaciones de toda índole.
Para los redactores de Revista de Canarias las cosas estaban claras. Conciencia de los límites de sus posibilidades, de la necesidad de volcar su atención y su saber sobre las cosas, los problemas, la identidad misma de una región, hasta entonces preferida y hasta menospreciada por sus propios habitantes. Hay también una invitación a la colaboración de todo el país, con olvido de ideologías, adscripciones políticas, grupos y escuelas, que viene a ser el primer timbre de la andadura de la revista; su pluralidad de voces y opiniones en diálogos y debates de gran altura y con respeto y simpatía para el discrepante. Hora es ya de preguntarnos quiénes lanzan convocatoria tan generosa, quiénes se disponen a alzar la bandera de una revista que será, no sólo orgullo de Canarias, sino también del mejor periodismo español.
Para contestar a esta pregunta tenemos que retroceder en el tiempo desde el 5 de diciembre de 1878 al 19 de Mayo de 1869, día en que se reunieron en la casa de don Elías Zerolo cuarenta destacadas personalidades de la política, la ciencia y las letras de Tenerife, la gran mayoría de ellas profesionales y comerciantes de Santa Cruz animados de ideas progresistas e ilusionados por la nueva senda que para España pareció abrir la revolución del año anterior y que ha pasado a la historia con el nombre de LA GLORIOSA. Hombres que creían que habían muerto para siempre el fanatismo y la superstición, los privilegios y el monopolio del poder y el dinero de la oligarquía terrateniente, hombres que pensaban que el prestigio se conquista al precio del propio esfuerzo y no por herencia de sangre o por padrinazgos. Creían en el pueblo, en que las diferencias de clase se limarían con la cultura y el ejercicio de la libertad. No tenían una misma fe política, había entre ellos republicanos, federales y unitarios, monárquicos dinásticos y monárquicos antidinásticos, conservadores y revolucionarios. Pero todos ellos con la nota común de un talante liberal y progresista. Los cuarenta de 1869 se reunieron para dar vida al famoso, inolvidable Gabinete Instructivo de Canarias.
Dos objetivos fundamentales se trazaron los hombres del Gabinete: en primer lugar, el descubrimiento de las señas de identidad de la Región Canaria, sus perfiles diferenciales, su historia, su geografía y su geología, sus fuentes de riqueza, sus problemas y su esperanza. Buena parte de las actividades del Gabinete giraron en torno a la conmemoración del 25 de Julio porque la victoria de Santa Cruz sobre Nelson tuvo para la generación de los cuarenta un doble significado. De un lado, la afirmación del españolismo voluntario y heroico de las islas. Otras regiones pueden seguir siendo españolas porque no han podido ser otra cosa, porque razones geográficas, históricas y de la más diversa índole no les permitieron desgajarse del tronco común. Tenerife -Santa Cruz, cabeza de Canarias-, tuvo varias opciones para dejar de ser española y en todas ellas, con las armas en la mano, y frente al invasor extranjero, eligió seguir siendo España. Pero esta afirmación de españolidad, esta prueba de madurez histórica evidenciada en tres victorias frente al asedio enemigo, daban derecho a muchas cosas: a reclamar mayor atención de los poderes públicos para unas islas empobrecidas y abandonadas de cualquier ayuda, a contar con administradores honestos y diligentes, en vez de los hombres venales y torpes con que nos distinguían los gobiernos, a contar con escuelas y centros de enseñanza que acabaran con el analfabetismo y el bajo nivel cultural del Archipiélago, a disfrutar de exenciones tributarias, a alcanzar un nivel de vida similar al de la Península. El Gabinete Instructivo se convirtió en la universidad libre y abierta de las islas. En su tribuna se debatieron los principales problemas canarios y se divulgaron las más rabiosas novedades científicas y literarias, se dieron a conocer grandes ideas y proyectos para el desarrollo de Santa Cruz, de Tenerife, de Canarias.
La Revista de Canarias, portavoz como hemos dicho del Gabinete Instructivo, iba a tener desde un principio una pequeña tropa de colaboradores y un muy eficiente estado mayor: estaba formado éste por el director, don Elías Zerolo, y dos re
Francisco María Pinto (www.edicionesidea.com) |
Desde el 8 de Diciembre de 1876 hasta el 23 de abril de 1882 las 16 páginas de Revista de Canarias, salieron puntualmente los 8 y 23 de cada mes, hasta configurar cuatro tomos que hoy son orgullo del periodismo nacional. El 23 de abril de 1883, murió esta gran publicación. Su director y sostenedor don EIías Zerolo, nacido en Lanzarote de padre genovés y madre de Teguise, comerciante establecido en La Laguna, republicano federal, socialista de cátedra en un principio para acercarse al final de su vida a la doctrina ácrata, dejaba Tenerife para marchar a París a trabajar con su amigo y correligionario don Nicolás Estévanez en la editorial Garner.
Un águila de la isla que ya no podía soportar los cielos turbios y recortados del turno de partidos. Se iba, como se fue don Nicolás, como tuvo que irse al destierro José Murphy, con la amargura de un proyecto histórico frustrado para su patria. Moriría en París ocho años después este don Elías Zerolo que habría de dejar para la historia sus libros El periodismo en Canarias y Apuntes sobre la emancipación de las clases trabajadoras de Canarias, pero antes podremos seguir en contacto con él a través de las páginas de La Ilustración de Canarias. Pero esto, como diría Kipling es otra historia. Vayamos con ella.
Elías Zerolo, el director de Revista de Canarias, se marcha a París, pero poco antes de su partida ya está en Tenerife Patricio Estévanez dispuesto a coger el timón de una publicación que será prolongación y en algunos aspectos superación del gran periódico desaparecido.
El vacío de la Revista de Canarias se dejó sentir en los meses siguientes a su muerte. Aprovechando este clima, este deseo del país de seguir contando con una publicación de altura, el impresor don José Benítez Gutiérrez entra en contacto con don Patricio Estévanez para sacar a la luz una publicación ilustrada. Era entonces la gran época de la Ilustración Española y Americana, de sus grabados en madera de boj que llevaban al lector la imagen más o menos fiel de ciudades, personas y paisajes, como complemento de los textos literarios. Don Patricio Estévanez y don José Benítez no resistieron a la tentación de hacer algo semejante en Tenerife, aun conscientes de las enormes dificultades de la empresa. Se trataba de conservar el espíritu de Revista de Canarias pero con un cuerpo más joven y atractivo.
Para la parte literaria de la Ilustración don Patricio convoca y obtiene la colaboración de cuantos habían pertenecido a la nómina de la Revista de Canarias. Hombres de las más dispares ideas políticas, republicanos federales como el propio don Patricio, Izquierdo Azcárate, Juan Pulido, como los exiliados Nicolás Estévanez y Elías Zerolo, monárquicos conservadores como don Ramón Gil Roldán y Ríos, liberales sagastinos como Garcia Ramos Bretillard y Tabares Barlett, conversos a la situación como Villalba Hervás, tradicionalistas como Manuel de Ossuna. Si Revista de Canarias intentaba, en primer lugar, una aproximación de Canarias al conocimiento universal, la Ilustración se propone dar a conocer los valores de la tierra, la vida y obras de sus hombres más destacados: Viera y Clavijo, Agustín de Bethencourt y Molina, Iriarte, los pasajes más importantes de su historia, las opiniones y juicios que sobre las islas habían remitido autores de renombre universal. Con mucho menos medios económicos, frente a las dificultades de la lejanía, La Ilustración de Canarias aguanta dignamente un examen comparativo con la Ilustración Española, una y otra marcan un hito singular de la historia del periodismo español y ello se debe en muy buena parte a don Patricio Estévanez, a su vocación de periodista, a su hidalguía, a su criterio imparcial por encima de cualquier pasión y bandería, al respeto que imponía a sus colaboradores que no podían sustraerse a la invitación que les formulaba para escribir en la revista. Fue Ilustración la gran forja de don Patricio Estévanez, allí cobró temple su pluma, serenidad su espíritu, generosidad sin límites su corazón, amor por la patria chica hasta la locura, culto a la amistad por encima de las ideologías.
Si el siglo XX de las crueles dictaduras de distintos signo, de las democracias corrompidas por el ánimo de lucro personal, de la monopolización del poder económico y político por pequeños grupos, el siglo XX de las naciones comunistas que aún no han superado la primera etapa de una dictadura impuesta por la burocracia del partido único, parece haber sepultado el ideal de la libertad y el entendimiento humana, el Siglo XXI bien puede ser el de la resurrección. El hombre se cansará de ser manipulado por los poderes y, otra vez, querrá ser dueño de sus actos. Entonces volverá al ideal social, liberal y progresista que tan bien supieron encarnar aquellos antepasados nuestros del Gabinete Instructivo, la Institución de Segunda Enseñanza, la Revista de Canarias y La Ilustración de Canarias".
Este artículo ha sido previamente publicado en el número 63 de la revista Aguayro, editada por la Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria en mayo de 1975.